La ambición transformadora de la izquierda se ha diluido por el camino, entre el pragmatismo de lo posible y la sumisión acomodaticia al capitalismo imperante como único modelo económico. La verdadera globalización existente es la de la economía de mercado, cuyos requisitos y prerrogativas se han impuesto de tal manera que nadie las discute y nada, ni siquiera el comunismo, escapa a su influjo acaparador. Hasta la Cuba de los hermanos Castro ha tenido que ceder a una tímida -por el momento- apertura a la propiedad privada y negocios individuales para hacer frente a una crisis que arrasa con cualquier ideología, excepto la del libre comercio.
La socialdemocracia, como gestora moderada del capitalismo, nunca pudo imponer rostro humano a la insaciable faz devoradora del mercado, en cuyo nombre se han adoptado todas las medidas para hacer posible una eficacia contraria a cualquier utopía emancipadora o de atención a los desfavorecidos.
El continuo abandono de los valores propios del socialismo, anteriores a la “tercera vía” de Blair y que sobrepasan tanto al “gato negro o gato blanco” de Felipe González como al giro cometido por Zapatero, es lo que encarna la última puntilla a una izquierda desnortada: Dominique Strauss-Kahn.
La mayor afrenta de esta persona, en quien recaía la gran esperanza del socialismo francés para un futuro próximo, no es su obsesión sexual, tan patológica como su esquizofrenia ideológica, sino su condición de millonario y director-gerente de un Fondo Monetario Internacional que actúa exclusivamente como órgano policíaco de la ortodoxia capitalista en el mundo.
Sus problemas con una pulsión irreprimida nunca impidieron al economista francés labrarse un currículo profesional (fue dos veces ministro en Francia) trufado de medidas tan “progresistas” como las privatizaciones de Air France y France Telecom y atesorar una enorme riqueza.
Sucesor de Rodrigo Rato en el FMI, ha sido, sin embargo, su tendencia de mujeriego lo que ha acabado con la exitosa carrera política y profesional de Diminique Strauss-Kahn, en vez de las contradicciones ideológicas de un “socialismo” compatible con los Porsche, hoteles de 3.000 dólares la noche y la avaricia.
La detección de este personaje en el aeropuerto de Nueva York, acusado de intento de violación a una camarera de hotel, es la imagen más deprimente de una izquierda que ha sucumbido a los vicios que decía combatir y claudicado en el empeño de hacer prevalecer la dignidad del hombre sobre cualquier otro objetivo de la sociedad. Strauss-Kahn es el perfecto símbolo de una izquierda desnortada que necesita de una urgente y profunda regeneración.
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