miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Garantías constitucionales?

La Constitución española (CE) proclama el derecho al trabajo (Art. 35) y tenemos cerca de cinco millones de ciudadanos en paro.

La CE proclama el derecho a una vivienda digna y adecuada (Art. 47) y los jóvenes deben hipotecarse, si les conceden financiación, durante toda la vida para conseguir un hogar propio.

La CE proclama un Estado aconfesional (Art. 16.3) y la iglesia católica sigue cuestionando las iniciativas del Gobierno y disfrutando de un Concordato que blinda sus privilegios con respecto a la relación que mantiene con el Estado.

Ahora se modificará urgentemente la CE (Reforma del Art. 135) para que proclame un límite al gasto estructural en relación con el PIB de tal manera que los mercados vuelvan a tener confianza y dejen de lanzar ataques especulativos a la deuda de nuestro país.

¿Alguien se cree las garantías constitucionales?

domingo, 28 de agosto de 2011

Intervenciones “humanitarias”

Es ilustrativo seguir en un mapa los lugares donde Occidente está implicado en actuaciones militares de supuesta intención humanitaria para proteger a pueblos víctimas de sus verdugos o castigar a gobiernos que han osado atacarnos directamente. Esto último fue el caso del Afganistán de los talibán, de donde surgió el terrorismo yihadista que derribó las Torres Gemelas de Nueva York, en septiembre de 2001, causando cerca de 3.000 muertos y 6.000 heridos. La reacción de Estados Unidos fue defenderse, invadiendo todo país que consideraba antro del terror: primero Afganistán, en el que aún no logra que Al Qaeda interrumpa su actividad insurgente, y luego Irak, donde jamás encontró las armas de destrucción masiva que decía albergar y suponían un peligro para el mundo.

Aparte de otros focos que siguen enquistados en su propia destrucción (Birmania, Pakistán, Sudán, Yemen, Chad, Colombia, México y así hasta un largo etcétera de cerca de 40 conflictos armados), la geografía de los que ocupan la actualidad de las portadas de los periódicos son, en primer lugar, Libia, donde la Alianza de la que participamos tira bombas humanitarias para ayudar a los rebeldes que persiguen a Gadafi; la eterna guerra Palestino-israelí, germen de otras metástasis que se expanden por la región, como el Líbano; y el resto de las revueltas árabes, generadas en contra de regímenes que, desde la descolonización, han dirigido la opresión hacia una población que ahora estalla por libertad, justicia y democracia.

Con todos esos conflictos podríamos colorear un mapa de los sitios en los que las intervenciones militares occidentales, con o sin cobertura legal de la ONU, participan defendiendo a una de las partes enfrentadas o interponiéndose, en simulada neutralidad, entre ellas. Descubriríamos así algunas de las razones que nos mueven a enviar tropas al extranjero e involucrarnos en cuestiones que aparentemente no nos atañen.

Mapa de conflictos/guerras en la actualidad. Fuente: Wikipedia.

Para declarar la guerra u organizar intervenciones humanitarias con buques, aviones y personal militar, hay que excusar alguna causa “noble” que consiga el asentimiento de los ciudadanos en vez de confesar las verdaderas intenciones que las impulsan: intereses geoestratégicos, económicos o de recursos energéticos o naturales. Si el objetivo fuera realmente el socorro de las personas que sufren las consecuencias de tales guerras, no habría mantas, tiendas de campaña, antibióticos y leche en polvo para ayudarlas. Tal limitado número de material de emergencia se envía allí donde los intereses de los países donantes están en juego de una forma o de otra. El petróleo y las rutas por las que discurre nuestro abastecimiento energético y comercial son los objetivos que, en última instancia, persigue cualquier intervención humanitaria occidental en el mundo. Si no, no se explica que conflictos que suponen una auténtica sangría de vidas humanas apenas despierten nuestra atención e interés, como los de Birmania, Nigeria, Colombia, México, Sudán, Turquía, Tailandia, Sudán, Cachemira, etc., en los que podríamos sumar, en su conjunto, cifras millonarias de víctimas.

Claro que es posible que, también, se pueda comprender la existencia de tanta lucha si valoramos el hecho de que la industria armamentística de las grandes y medianas potencias se nutre de estos conflictos, En España, por ejemplo, entre el 35 y 45 por ciento de la investigación se destina a proyectos militares. ¡Como para no estar presentes en las sangrientas “ferias” donde se reparte la cuota de negocio!

jueves, 25 de agosto de 2011

Esperanza otoñal

Los días comienzan a ser más cortos y la brisa alivia algunos atardeceres de este agosto moribundo y casi vencido. La luz renuncia a su obsesión deslumbradora para que la noche refresque unas tierras que aún expelen un vaho sofocante. La dictadura del verano emprende el declive y el calor deja de ser una amenaza. Poco a poco la esperanza del otoño asoma por el horizonte junto a unas nubes tímidas que rompen la monotonía celeste del firmamento. Pronto volverá a eclosionar la Naturaleza para vestirse del verde y ocre escamondados por las primeras lluvias. Agosto torna a su fin.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Abuso de poder

Dominique Strauss-Kahn (DSK) se ha visto librado de las acusaciones de violación y agresión sexual a una camarera de hotel que le retenían desde el 14 de mayo pasado bajo arresto en los Estados Unidos y por las que se enfrentaba a entre 15 y 74 años de cárcel. El fiscal, Cyrus Vance, desestima el caso por las contradicciones de la acusada, Nafissatou Diallo, de origen guineano, y la falta de credibilidad que evidencian las diversas modificaciones que ha efectuado a la hora de relatar los hechos y las mentiras probadas sobre su pasado. DSK era, cuando se le detuvo a punto de embarcar en un avión con destino a París, director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y mantenía posibilidades de aspirar a la Presidencia francesa en las elecciones de 2012 como candidato del Partido Socialista. Durante su estancia en Nueva York estuvo alojado en una suite de un hotel de lujo, en el que la acusada trabajaba como empleada de habitaciones. Es fácil suponer en esta historia que la camarera adivinara en que aquel individuo un hombre rico, capaz de costearse aquella estancia, y que él pensara que aquella mujer suponía un objetivo fácil para satisfacer sus instintos. Se conjugan de esta manera los elementos necesarios, si así se hubieran desencadenado, para una relación “apresurada” que, aunque no sea formalmente una violación, podría perfectamente entenderse como abuso.

Al parecer hay pruebas suficientes de que hubo sexo en aquella habitación entre el poderoso ejecutivo y la simple sirvienta de hotel, pero no de violación, como testifica la demandante. La concisión jurídica determina ese delito como el acceso sexual no consentido y mediante el uso de la fuerza con una mujer, lo cual ha de probarse mediante declaraciones verosímiles sin menoscabo de duda y por las lesiones que pueda sufrir la agredida, certificadas por reconocimiento médico. Las incertidumbres del relato y la inexistencia de daños obligan al fiscal a recomendar que se desestimen los cargos contra el economista y político francés, por lo que el juez archiva la causa.

Sin embargo, aunque no hubiera violación, sí aparecen en todo este embrollo una falta de escrúpulos y un abuso de poder por quien, gracias a su posición y capacidad, no duda en aprovechar la debilidad (tal vez no moral) de una mujer para conseguir satisfacer sus (bajos) instintos primarios. Es vergonzoso que el todopoderoso gerente de una institución que doblega las políticas económicas de países enteros, impone recetas que empobrecen a la población y aspira a detentar la Presidencia de una República que fue cuna de una revolución contra el poder absolutista de la sociedad estamental, caiga en la tentación de creer que puede deslumbrar a una camarera desconocida para entablar unas relaciones sexuales más baratas que las que puede conseguir en cualquier lupanar de alto standing, con el desconocimiento de su esposa, naturalmente.

Causa estupor observar el comportamiento tan rastrero de personajes que carecen de integridad para gobernar sus pulsiones más miserables, pero en cambio se arrogan de autoridad, a todas luces inmoral, para doblegar a terceros en situación de indefensión. Son personajes que exigen el respeto y la dignidad que no reconocen en quienes consideran débiles y vulnerables, como las camareras de hotel o países con economías en dificultades. Ni unas ni otros pueden reclamar la equidad de unas relaciones que de antemano vienen determinadas por la existencia de condiciones de dominio y ventaja para el mantenimiento de privilegios y expolios.

Es muy probable que la mujer mintiera sobre la naturaleza de su encuentro con el poderoso y sus propósitos sean repudiables, pero mayor repudio provoca, si cabe, la doble moral y la facilidad con que altas personalidades pueden violar las más elementales normas de decencia para dar rienda suelta a instintos de escala animal que les condicionan a la hora de actuar de manera tan irresponsable y bochornosa.

No es ningún alivio la exoneración de las graves acusaciones que se cernían sobre el exdirector del FMI, al que en Francia le aguarda otra denuncia de una periodista por idéntico motivo, por cuanto ha quedado al descubierto la jaez de quienes son capaces de llegar a cualquier vejación con tal de sentirse “poderosos”. Ni las sirvientas de hotel ni los países periféricos nos sentimos seguros con el mundo en tales manos. A su juicio, la única ley que rige el mundo es la del “mercado”, que ellos administran. ¿Cuánto, bonita?

sábado, 20 de agosto de 2011

Persistencia de "pestilentes errores"

Ante los "complejos" laicos, nada mejor que conocer las repercusiones que para la libertad del individuo y la sociedad ha tenido la liberación de toda tutela religiosa en la historia de los Estados europeos:

“La jerarquía romana está empeñada en hacer creer que, sin las raíces cristianas, Europa sería un continente peor. (...) No es verdad. La Europa libre y tolerante se ha construido pese al pontificado romano, intolerante durante siglos, enemigo de Gobiernos democráticos y plácido entre dictadores. Lo sabía el papa Juan XXIII cuando, poco antes de morir, proclamó ante los obispos de todo el mundo: "Hay que admitir que la libertad religiosa debe su origen no a las iglesias, no a los teólogos, y ni siquiera al derecho natural cristiano, sino al Estado moderno, a los juristas y al derecho racional mundano, en una palabra, al mundo laico" (discurso de 23 de mayo 1963. Concilio Vaticano II).”

Más en “Persistencia de pestilentes errores”, de Juan G. Bedoya, en El País.

Anfitrión acomplejado

Menos mal que el Estado se declara constitucionalmente no confesional, que si llega a ser católico el empacho sería mortal de necesidad. La exagerada difusión que TVE -la pública y supuestamente neutral televisión que no se subordina siquiera a la rentabilidad comercial- está dedicando a la visita del papa Benedicto XVI a España con ocasión de unas jornadas de jóvenes católicos, alcanza el ridículo por el empalago con el que intenta magnificar un acontecimiento que en cualquier otro país no pasaría de ser una noticia de sociedad o, si se quiere, un reportaje en medios afines.

Una semana de telediarios en que el hecho abre portadas y ocupa la mitad del tiempo con la agenda al detalle del Pontífice, retransmisión de misas u homilías y los cánticos de unos chavales enfervorizados como lo harían ante cualquier cantante de moda, es muestra inequívoca de una manipulación con la que se pretende dotar de extraordinaria importancia lo que no es más que un asunto de relativa trascendencia. Tal cobertura sólo sería comprensible se la realizara la Radio Televisión Vaticana, aunque siempre sería considerada parcial e interesada.

Semejante disposición de medios y atenciones al representante de una religión es impropio de un Estado aconfesional y de un Gobierno que se define de izquierdas por cuanto no se corresponde con el tratamiento que se dispensaría a cualquier religión, independientemente del número de fieles, ni con la neutralidad que ha de caracterizar estas relaciones.

Todo ello no hace más que reflejar la actitud de un Gobierno acomplejado ante quien podría, y de hecho parece ser su intención, criticar determinadas leyes que son consideradas por la jerarquía católica como un ataque a la cristiandad y a los privilegios que aún conserva en España, insospechados en otras latitudes. Se trata de la conducta del anfitrión con un huésped al que toda atención le parece insuficiente hasta que no mande en tu casa. Dicha servidumbre a los requerimientos de una personalidad religiosa y las genuflexiones por agradarla sólo muestra la debilidad de las propias convicciones y pone de relieve la existencia de un patético complejo de culpabilidad.

Al contrario de lo que se piensa, un gobierno de derechas seguramente no sería tan espléndido con una iglesia a la que trataría con respeto, pero desde la suficiencia de su autoridad política. La coincidencia ideológica no sería óbice para delimitar y defender los intereses de cada cual. La izquierda, en cambio, busca siempre hacerse perdonar y procura con lisonjas y atenuaciones de sus propias iniciativas que el adversario acepte la legalidad de las mismas y su legítima autoridad.

Lo más nauseabundo de esta sobredosis papal es precisamente lo que denota: esa entrega incondicional a satisfacer cuestiones que debieran quedar en la esfera individual de las personas, ante las que el Estado ha de ser agente exquisitamente neutral para garantizar la libertad de todos los ciudadanos, incluida la libertad de credo. Sin embrago, parece que en esta ocasión estuviera obsesionado en una especie de penitencia para buscar el perdón por unos terribles pecados que despiertan la ira de la iglesia católica, como si España fuera el país más pecaminoso del mundo de donde se propaga “urbi et orbe” el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la igualdad hombre-mujer, las parejas de hecho, la separación iglesia-estado, la investigación con células madre, el estado laico y otras plagas que no dejan dormir al Papa y a la Conferencia Episcopal española. ¿O acaso nuestros pecados son otros, como las subvenciones a la iglesia, el concordato con el Vaticano, el sueldo a los curas, los conciertos educativos, sanitarios y asistenciales para la prestación de servicios de competencia estatal, el profesorado de religión, el mantenimiento de templos y monumentos religiosos, las exenciones fiscales y el ejemplo que España podría exportar al área hispana sudamericana, reserva de un catolicismo en declive?

Sea lo que fuere, el despliegue desproporcionado que se le está prestando a la visita a quien dirigió el Santo Oficio no sólo ofende a quien lo contempla con sentido común, sino a muchos creyentes que asisten atónitos a la transformación en espectáculo de un acto que se presumía pastoral.

viernes, 19 de agosto de 2011

Descreídos por inercia

Sus padres no lo bautizaron por desidia, no por falta de fe. Eran religiosos hasta cierto punto, con su pizca melodramática. Acudían los domingos al servicio religioso y a los sermones de Semana Santa para escuchar las siete palabras. El padre hacía ayuno total un día al año, bebiendo sólo agua entre lecturas de la Biblia, una especie de penitencia para seguir cogiendo alguna borrachera el resto del año y hacérsela perdonar. El tío que estaba destinado hacer de padrino nunca encontró tiempo para ello, por lo que el niño creció hasta tomar consciencia de no querer que le mojaran la cabeza. Toda la parafernalia religiosa le parecía un apoteósico decorado de cartón piedra para ocultar flaquezas y miedos. Sin embargo, el niño se casó al final por la iglesia pero tampoco bautizó a sus hijos, para seguir la inercia y ser medio consecuente. Luego vinieron algunos nietos que continuaron con la costumbre de no bautizarse. Son los descreídos por culpa de un tío que nunca tuvo tiempo para cumplir un ritual social. Gracias a Dios.

martes, 16 de agosto de 2011

Lamentos de cocodrilo

Soportamos una crisis que deja sentir sus efectos en la economía nacional y en la vida de muchas personas, millones de ellas empujadas a un paro que, por más subvenciones y ayudas que intenten paliarlo, provoca desesperanza y sufrimiento en quienes lo padecen. Se trata de una situación cuya gravedad nadie discute aunque no exista unanimidad en su diagnóstico (estructural, sistémica, financiera, por las hipotecas subprime, de confianza, etc.) ni en las medidas necesarias para combatirla y evitarlas en el futuro (regulación, desregulación, desmantelamiento del Estado el Bienestar, más mercado, etc.)

Lo más curioso de la coyuntura es que las voces que más alto claman su lamento no son precisamente la de esos parados a los que muchas empresas, obligadas por pérdidas o utilizándola como excusa, aprovechan la crisis para reducir plantillas, librarse de contratos indefinidos, acogerse a expedientes de regulación de empleo, aumentar horarios o disminuir salarios y conseguir que los convenios, en la negociación con la patronal, contemplen indemnizaciones más baratas por despido. Toda una serie de medidas encaminadas a reducir gastos de producción a costa de los trabajadores, pero que mantiene intactos los puestos y retribuciones de los cargos directivos, que llegan incluso a cobrar beneficios y dividendos incompatibles con las supuestas dificultades que dicen atravesar sus empresas.

En este sentido, fue paradigmático el comportamiento del anterior presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, que al tiempo que endurecía sus exigencias sobre la reforma laboral, las empresas de su propiedad se encaminaban inexorablemente a la quiebra (Viajes Marsans, Seguros Mercurio, Air Comet, acusaciones de fraude fiscal en Aerolíneas Argentinas, etc.), dejando miles de afectados en el más absoluto desamparo, clientes abandonados sin prestárseles el servicio cobrado y unas deudas millonarias ante las cuales se declara insolvente. Este era el representante del empresariado que acusaba al Gobierno de no haber sabido prever la crisis ni actuar con la contundencia que él ha demostrado en sus negocios.

Su sucesor en la patronal, Joan Rosell, tampoco se priva de exponer sus recetas contra la crisis, consistentes en acabar con los funcionarios “prepotentes e incumplidores” y con aquellas personas que se apuntan al paro “porque si”, me imagino que dijo lo primero mirando a su antecesor a los ojos y refiriéndose con lo segundo a los trabajadores que aquel dejó en la calle con su brillante gestión.

También son curiosas las recientes declaraciones de los modistos Victorio y Lucchino, diseñadores que han creado una marca de alta costura y que cierran su macrotienda en la Plaza Nueva de Sevilla, al lado del Ayuntamiento, porque “Sevilla es una plaza nefasta” para las tiendas de lujo. Al parecer, la crisis del ladrillo les ha afectado y mantener una tienda así “cuesta una fortuna”, por lo que se dedicarán a las franquicias. Pero hay que quejarse: lo hacen de la Junta de Andalucía porque nunca les dio una subvención ni los invitó a “presentar sus colecciones ni en Chipiona”. Y de una ciudad tan ingrata, que no les concede la Medalla de Sevilla, la cual, según ellos, posee todo el mundo, al parecer con menos méritos que ellos.

Pero, más allá de las figuras mediáticas que han de gemir como plañideras, en el entorno cercano tampoco son los directamente pisoteados por la situación los que más se quejan, probablemente por una cuestión de dignidad que les lleva a sortear su (mala) suerte en silencio. Antes al contrario, compañeros y conocidos que disfrutan de estabilidad laboral son los que se lamentan de noticias que suponen un cierto deterioro de sus rentas, les impide cambiar de coche con la frecuencia deseada o no pueden programar unas vacaciones tan extensas e intensas como solían. Igual que las lágrimas de cocodrilo, sus lamentaciones resultan tan falsas, por inconsistentes, como hipócritas ante todo aquello que presuma perjuicios a su nivel de vida y costumbres. La evolución futura, en su percepción, se presenta aún más desoladora que la Somalia de las hambrunas o la de los países de donde huyen los inmigrantes de las pateras que abusan, a su entender, de nuestros recursos de auxilio social.

Estos lamentos de cocodrilo brotan, espoleados al mínimo indicio, en veladores abarrotados por los que se consideran damnificados de la crisis que, entre cervezas, realizan un análisis sumario de la marcha hacia el despeñadero del país, en las gasolineras a las que acudimos para amortizar el coche que no vamos a dejar sin mover, en las peluquerías de señoras que se tiñen y se dan mechas mientras se compadecen de la situación o en cualquier lugar donde se concentre un grupo de personas de asueto, no buscando trabajo.

Hay cuatro millones de personas sin trabajo en España y la economía no es lo boyante que debiera, pero no son los parados los que elevan su voz, sino los temerosos de perder su actual prosperidad y los interesados en dibujar un panorama aún más dantesco de lo que es, para los que ninguna medida será acertada si no beneficia inmediatamente su confort y posición. Estoy harto de escuchar el lamento de cocodrilo de todos los que, si de verdad sufrieran la calamidad del paro y la incertidumbre laboral y vital, la intensidad de sus gritos sería estruendosa.

Pero lo que me parece mucho más grave es la insolidaridad que ponen de manifiesto una gran parte de estos lastimeros al alinearse a favor de políticas neoliberales que estiman cualquier inversión social como un gasto que hará encarecer la deuda soberana y la desconfianza del mercado. Expresan con su miedo el egoísmo de los afortunados, a quienes todo socorro estatal les parece un despilfarro, hasta que necesitan ayuda. Entonces, cualquier apoyo es poco. Como los bancos.

domingo, 14 de agosto de 2011

La religión como espectáculo

No sólo herejes y anticatólicos critican la próxima visita del papa Benedicto XVI a España con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud, sino que incluso teólogos de la propia iglesia cuestionan los objetivos de tan "pastoral" evento. Léase si no el artículo del profesor Tamayo:

"El viaje se ha organizado en torno a la idea de la religión como espectáculo, representación teatral, fenómeno de masas y culto a la personalidad del pontífice, sin apenas componente religioso y espiritual, ni horizonte alternativo y transformador, ni dimensión mística y liberadora, que constituyen la verdadera naturaleza de la religión."

Más en "Pecado de lesa laicidad", de Juan José Tamayo, en El País.




viernes, 12 de agosto de 2011

Integración

Se perdía por pasillos que no conducían a ningún lugar reconocible. Todos los rostros les eran desconocidos y amenazantes. Cualquier dirección era un laberinto del que no sabía regresar y los papeles y objetos que transportaba le parecían tan misteriosos como peligrosos. No hablaba con nadie y todos eludían su compañía. Ninguna actividad podía esperar a que ella la entendiera y nadie dispuso de un minuto para una explicación que fuera comprendida por su lenta capacidad de asimilación. Aunque estaba inmersa en un programa de integración, su trabajo en el hospital la aislaba de cuanto la rodeaba. Se sentaba en silencio entre los compañeros y mantenía la mirada extraviada en un horizonte dibujado en el suelo. Turbada por la desorientación, un tropezón me hizo apreciar el pánico en sus pupilas a la salida del ascensor. Sin decir palabra, bajó la cabeza para alejarse hacia lo desconocido. Una minusvalía conquistaba aquellas facciones todavía jóvenes y no deformadas por el espanto de un mundo hostil que exacerbaba su deficiencia. Nunca volví a verla.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La religión de los dinosaurios

Algunas organizaciones, como también ciertas personas, no toleran crítica ni discrepancia alguna, incluso cuando son fundadas y obedecen a hechos realmente repudiables en cualquier otro ámbito. Los seguidores más fanáticos de las mismas, ante la tesitura de admitir y reprobar tales actuaciones, prefieren silenciar al denunciante, establecer comparaciones con conductas similares o aún más degradantes protagonizadas por otros o responder con la humillación y el encarnizamiento de quien ose transgredir lo que consideran intocable. Exigen obediencia absoluta, acatamiento sumiso a su autoridad y la aprobación unánime de su proceder. Hay que aceptarlos sin rechistar.

Aunque parezca una actitud de épocas pretéritas, cuando el autoritarismo y la fuerza eran los instrumentos para imponer un pensamiento monolítico, persiste en la actualidad la inercia de quienes prefieren castrar toda discusión que rebata unos idearios que no resisten la confrontación racional y se parapetan en la tradición y en unos pretendidos valores inmutables que han de preservarse a cualquier precio, llegado el caso con el chantaje y las amenazas.

Mientras mayor fue la fuerza de que dispusieron, más furibunda en su reacción ante el debilitamiento que sienten, aunque no lo reconozcan. No consiguen amoldarse a la disminución de aquella influencia con la que dominaron voluntades, atesoraron bienes y sometieron a gobiernos hasta extremos que exceden a la finalidad de los objetivos que dicen perseguir. Siglos constituyendo un poder terrenal transnacional sin control alguno alimentan semejante soberbia. Por ello no es de extrañar que, ante un simple escrito de un joven periodista que deplora los privilegios que concede el Estado al representante de una organización de tal naturaleza, haya creado ampollas entre los iracundos que anidan en su seno. A pesar de ser comportamientos patológicos conocidos en psiquiatría, su emergencia se produce tanto en personas aisladas como en colectivos, pues se generan como un mecanismo de defensa ante la percepción de situaciones, reales o imaginarias, que consideran adversas y que creen hace peligrar su supervivencia. Cualquier cambio les parece lesivo y son incapaces de adaptarse a la evolución del entorno.

Algo parecido sucedió con los dinosaurios, aunque perduraron millones de años sobre la faz de la Tierra. La religión, como fenómeno cultural, vive aún en la infancia de un tiempo comparado con el de aquellos animales de los que sólo queda su rastro fósil. Si los primeros sucumbieron al no adaptarse a los cambios en su alimentación, la religión como pensamiento de trascendencia que pretende conformar las conductas no sólo de los que simpatizan con su mensaje, sino las de toda la Humanidad, también adolece de idéntica rigidez orgánica que paraliza su adecuación a nuevas circunstancias. No acepta la evolución de ideas, conocimientos, costumbres y valores que se producen en la historia del hombre, y por ello se siente agredida cuando se enfrenta a un entorno que dominaba, pero que ya no se deja tutelar tan fácilmente ni acata sin rechistar sus exigencias.

Que hoy en día la religión sea desalojada de la esfera pública para recluirse en el ámbito particular de los creyentes, es algo considerado como ofensa. Que la moral no sea una asignatura troncal en la enseñanza, es un ataque a los valores tradicionales. Que el matrimonio sea una decisión que cualquier pareja, sin distinción de sexo, pueda formalizar en virtud de un contrato legal, es rechazado como afrenta e injerencia a sus prerrogativas seculares. Que el aborto y la investigación científica sean considerados derechos regulados por leyes civiles, es combatido como una agresión sacrílega. Que un ciudadano exponga públicamente que con sus impuestos no se sufrague el acto pastoral de un Papa católico en un Estado laico, al que visita como medida de presión para impedir todas estas políticas citadas, es repudiado como un insulto a los creyentes. Que un medio de comunicación permita la difusión de una pluralidad de opiniones, es algo intolerable por el que deberá pedir disculpas.

Todo ello es lo que ha desencadenado la columna de opinión de mi amigo Raúl Solís en Montilla Digital. Es digna de leerse para valorar si realmente en este país los derechos constitucionales y las libertades que nos asisten son reconocidos por todos. Sobre todo en función de los comentarios y las amenazas vertidas contra el autor y el medio de comunicación. Si la intransigencia, la intolerancia, el fanatismo y hasta la violencia, sea material o velada, son los recursos que aún se utilizan contra el discrepante por un simple artículo, es que todavía no sabemos vivir en democracia ni asumir la pluralidad de una sociedad diversa y compleja. Denota la persistencia en el inmovilismo de estructuras caducas y condenadas a la desaparición, por culpa de ellas mismas y de la parálisis que agarrota su organismo.

viernes, 5 de agosto de 2011

Paseos de identidad

Todas las tardes daba una vuelta por el barrio, más por territorialidad que por ejercicio. Sabía que satisfacía una necesidad de pertenencia a un lugar y no, como todos creían, un imperativo por cuestiones de salud. Le gustaba recorrer calles que conocía adónde conducían y ver los comercios que continuaban, a pesar de la crisis, abiertos a una clientela cada vez más reducida. Sentía debilidad por el pequeño comercio, locales con un solo vendedor, casi siempre el dueño, en los que podía adquirir un electrodoméstico, una herramienta, zapatos, ropa interior, tomar una cerveza, comprar pintura, un enchufe o cualquier  otro artículo, sin necesidad de acudir al centro de la ciudad o a unos grandes almacenes. Dependiendo de las fuerzas y el ánimo, el recorrido podía ser más amplio o limitado, pero siempre alrededor de su casa, punto de partida y llegada de su exploración vecinal. Nunca pudo imaginar cuánta integración había conseguido con su entorno, en el que era conocida su figura. Por eso, cuando dejaron de verlo, todos creyeron que había muerto. Fue lo que sintió el día que lo ingresaron en la residencia para ancianos. Sin los paseos, había empezado a morir.

jueves, 4 de agosto de 2011

Soleada España abocada al rescate

"El 2 de agosto en Madrid, la Puerta del Sol no era un símbolo sino una metáfora. Por la mañana la bolsa española se desplomaba, la calificación de nuestra deuda alcanzaba los mínimos históricos, el presidente del gobierno suspendía de nuevo sus vacaciones, España estaba a punto del rescate, los recortes sociales con la nueva calificación de la deuda se quedaban en nada… y ante tamaño desastre: el gobierno da la orden de tomar Sol. ¿Dónde está la amenaza? ¿Quién está apunto de hacer quebrar el país?"

Más en “La policía tomó Sol y perdió las calles”, de Ángeles Díez, en Rebelión.

miércoles, 3 de agosto de 2011

10 razones para renegar de agosto


1) El calor se va haciendo cada vez más pegajoso.

2) Y las moscas te pierden el respeto para sorber tu sudor.

3) Los destinos de verano están saturados de gente.

4) Cualquier cosa ha multiplicado su precio.

5) Aunque la calidad haya sido sustituida por la cantidad.

6) Lo que buscas está cerrado por vacaciones.

7) No hay estrenos de películas interesantes.

8) La gasolina no descansa de seguir encareciéndose.

9) El otoño aún se hará de rogar varios meses.

10) Y falta un año para tus próximas vacaciones.

martes, 2 de agosto de 2011

Lealtades en Tussam

La Empresa Municipal de Transportes Urbanos de Sevilla (Tussam) ha expedientado con la suspensión de empleo y suelo por nueve meses a un trabajador por publicar en su blog (Jack Daniel´s Blog) asuntos (el suicidio de un conductor) e irregularidades (la deuda que hace inviable a la empresa) de una gestión de la que tarde o temprano se hacían eco los medios de comunicación “convencionales”.

Para el gerente de la empresa, Carlos Arizaga -un cargo de designación política-, no era tolerable que los “trapos sucios” salieran a relucir en el blog de un simple empleado. Había que callarlo a toda costa, incoándole un expediente por unas supuestas faltas que, en un Estado Democrático y de Derecho, no existen. Y no existen porque la Constitución reconoce a los ciudadanos el derecho a la información y a la libertad de expresión y opinión como valores que gozan de la máxima protección, precisamente para evitar actuaciones inquisitoriales como las del gerente de Tussam.

La cantidad de “chanchullos” que caracteriza la gestión de este “gestor” político sólo es posible por el respaldo que le ofrecía quien lo nombró y consentía su comportamiento. El anterior alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, lo aupó durante su mandato socialista y jamás, a pesar de conocer la descapitalización de la empresa, corrigió ni sustituyó a quien era rechazado por la práctica totalidad de la plantilla. De ser monopolio sin competencia en la prestación del servicio de transporte urbano en la ciudad de Sevilla, Tussam ha pasado a ser una empresa fuertemente endeudada, prácticamente inviable, abocada a la desaparición si las arcas municipales no se hacen cargo del “agujero” que deja el ínclito Arizaga.

Sin embargo, algo “grande e inconfesable” se debe de ocultar en Tussam cuando un nuevo alcalde de distinto color, Juan Ignacio Zoido, surgido tras las últimas elecciones municipales, se demora en relevar al gerente de la empresa municipal y no toma ninguna medida que, salvo la promesa de incorporación de los conductores eventuales, suponga “airear” la empresa con una atmósfera de transparencia que clarifique su viciada situación. Arizaga se convertirá, de esta manera, en el último cargo público en ser sustituido y sus arbitrariedades continuarán siendo efectivas para que las sufran quienes, precisamente por su lealtad a la empresa, son acusados de desleales.

Niegan al trabajador expedientado el derecho a divulgar hechos veraces, de indudable trascendencia social y repercusión en la opinión pública, en la creencia de que su blog no es un medio de comunicación. No ofende la ignorancia, sino la desvergüenza de argüir cualquier excusa con tal de ejercer la censura en un país democrático. Jack Daniel´s Blog, en soporte digital, es un medio que mantiene periodicidad en la difusión y tiene un director que establece su línea editorial y asume la responsabilidad de su edición, todo lo cual convierte al blog en un medio de comunicación como cualquier otro, sea en soporte papel, ondas hertzianas, etc. Pero es que, además, su autor, aparte de trabajador de Tussam, es periodista.

Es por este motivo que en Tussam se produce un conflicto de lealtades. Hay quien entiende la lealtad a la empresa como la defensa de la misma, de su buena gestión y de potenciar correctamente su funcionamiento, para lo cual no duda en denunciar y no amparar las irregularidades que se puedan cometer en su seno. Y para otros, la lealtad que valoran y exigen es la de hacer la vista gorda al despilfarro, la arbitrariedad y el endeudamiento que hacen inviable a una empresa, de la que se sirven para fines ajenos a la gestión empresarial.

Un trabajador ha sido represaliado por ello, al optar por un concepto de lealtad a favor de la empresa. Y el último responsable de la fechoría no acaba de imponer sensatez y justicia. ¿Tendrá que dirimirse el asunto en los juzgados? ¿No se iba a acabar con el despotismo y la arrogancia de quienes se creían intocables?

Si existe un “test” para medir la voluntad real de cambio de los nuevos dirigentes políticos, es éste, no por su trascendencia mediática o política, sino porque afecta a un humilde trabajador atropellado por un poderoso sin escrúpulos. Es en asuntos “menores” como éste donde en verdad se ponen de manifiesto las convicciones de quienes prometieron erradicar abusos y corruptelas. Demuéstrese que son sinceras.