viernes, 31 de enero de 2014

Félix Grande

Poseo desde el año 1987 una selección poética de Félix Grande, editada por Anthropos, Biografía, poesía completa (1958-1984), con las páginas amarillentas, muchas de ellas con las esquinas dobladas para señalar estremecimientos inolvidables y huellas de obsesiones compartidas en estrofas subrayadas y anotaciones marginales. La recopiló el autor extremeño cuando estaba a punto de cumplir medio siglo de existencia y escribía para "no extraviarse en las galerías de su alma" y poder “clamar socorro como el nombre de un dios”. Cerraba el volumen un poema titulado Poética, en el que Félix Grande exoneraba a la vida de todos sus quebrantos, del mismo modo que su poesía hizo menos pesada la carga de la nuestra. Quede este reconocimiento a la memoria de quien acaba de poner punto final a la vida que alentó toda su obra y de la que definitivamente se ha caído, diciendo que fue buena. Aunque mejor nos la hizo a los que seguimos estremeciéndonos con sus versos.

Poética

Tal como están las cosas
tal como va la herida

puede venir el fin
desde cualquier lugar

Pero caeré diciendo
que era buena la vida

y que valía la pena
vivir y reventar

Puedo morir de insomnio
de angustia o de terror

o de cirrosis o de
soledad o de pena

Pero hasta el mismo fin
me durará el fervor

me moriré diciendo
que la vida era buena

Puedo quedar sin casa
sin gente sin visita

descalzo y sin mendrugo
ni nada en mi alacena

Sospecho que mi vida
será así y ya está escrita

Pero caeré diciendo
que la vida era buena

Puede matarme el asco
la vergüenza o el tedio

o la venal tortura
o una bomba homicida

ni este mundo ni yo
tenemos ya remedio

Pero caeré diciendo
que era buena la vida

Tal como están las cosas
mi corazón se llena

de puertas que se cierran
con cansancio o temor

Pero caeré diciendo
que la vida era buena:

La quiero para siempre
con muchísimo amor.

¿Qué pasa en Ucrania?

En los últimos tiempos se suceden las noticias sobre revueltas, manifestaciones y disturbios en Ucrania, la ex república soviética del Oriente europeo, hoy Estado independiente. Se trata del país más grande de Europa, después de Rusia, y cuenta con una población cercana a los 45 millones de personas. Tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, y el reconocimiento del derecho a la independencia de los antiguos Estados satélites de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Ucrania se convierte en República soberana en 1991. La Federación Rusa, desde que Vladimir Putin dirige su destino, recupera el estatus de Gran Potencia e intenta mantener bajo su órbita a los antiguos miembros de la URSS. Estos países conforman un espacio postsoviético, dividido en cuatro grupos: el de las Repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania), las centroasiáticas (Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán y Tayikistán), las caucásicas (Georgia, Azerbaiyán y Armenia) y las eslavas (Rusia, Ucrania y Bielorrusia). Los países del primer grupo supieron integrarse completamente en la Unión Europea; los del segundo pertenecen a otro continente; los del tercero ni se lo piensan; y algunos del cuarto, sobre todo Ucrania, se debaten entre dos almas al parecer antagónicas: la rusa y la Occidental.

La espoleta que ha prendido ahora las protestas en Ucrania es bien conocida: una parte de la población, tal vez mayoritaria, desea que se firme el Acuerdo de Asociación ofrecido por la Unión Europea, mientras las autoridades, presionadas por Moscú, dan largas al asunto y adoptan posturas autoritarias para intentar doblegar a los manifestantes, restringiendo derechos y reprimiendo las revueltas. En ese pulso, las fuerzas del orden se emplean con una contundencia inusitada (los Berkut atizando a la gente), provocando víctimas mortales y centenares de heridos de diversa consideración, no sólo en Kiev sino también en otras ciudades del país. Incluso se conocen casos de innecesaria brutalidad, como el vídeo que muestra las mofas y humillaciones que sufre un detenido, desnudo en medio de un paisaje helado, por agentes uniformados.

La actual etapa de conflictividad prendió el pasado noviembre. El presidente de la República, Víctor Yanukóvich, deriva inicialmente hacia el autoritarismo y hace malabarismos para controlar la situación y mantenerse en el Poder, prometiendo cambios y modificando leyes que no acaban de contentar a los ciudadanos ni calmar los ánimos. Al final, con medidas más provocativas que apaciguadoras, el primer ministro Mikola Azárov se ve obligado a dimitir y cesa con él todo su Gobierno, que se mantiene en funciones hasta que el presidente proponga un nuevo primer ministro a la Rada Suprema (Parlamento). Las severas leyes restrictivas quedan anuladas y el Parlamento propone una amnistía limitada a los detenidos, previa condición de que los activistas desalojen los numerosos edificios oficiales y frenen los ataques callejeros. Es probable que se mantenga esta calma transitoria a la espera de los próximos acontecimientos, aunque Ucrania se enfrenta a una disyuntiva de difícil solución, cuyas causas se hunden en el tiempo.

Existen precedentes que ilustran el momento actual, cuando en las elecciones de 2004 se produjeron huelgas y manifestaciones conocidas como la “Revolución Naranja”, a causa de las innumerables sospechas de fraude electoral a favor del entonces candidato prosoviético y, en la actualidad, presidente de Ucrania. Entonces, como ahora, la población se dividía en dos bandos, de los cuales la opción prooccidental resultó derrotada, lo que dio lugar a disturbios. El líder de la oposición, Viktor Yúshchenko, fue envenenado pero consiguió sobrevivir, quedando  desfigurado.

Ucrania siempre ha sufrido altibajos en su convivencia con la vecina potencia soviética (URSS), de la que formó parte a partir de 1922. Sin embargo, su relación histórica con Rusia se remonta más de mil años atrás, al compartir etnia eslava, un idioma de raíz común y la misma religión ortodoxa mayoritaria, pero también las purgas estalinistas, la colectivización de la agricultura y las hambrunas. No en balde los rusos la consideran “la pequeña Rusia”. Como “puerta” estratégica entre el Este y el Oeste, entre Europa y Asia, el país fue arrasado por las hordas mongoles en 1240, que destruyeron totalmente Kiev, e invadido por las tropas de Napoleón y Hitler.

Buscando un lugar propio en el conjunto de las naciones modernas, el giro cada vez menos disimulado que muestra Ucrania hacia Occidente levanta ampollas en Moscú, que intenta no “perder” más países de su ámbito territorial de influencia, como sucedió con las repúblicas bálticas. Además de intereses geoestratégicos, existen otros de índole económica y militar, ya que por allí transcurren los gasoductos que transportan el gas ruso (la mayor reserva de gas natural del mundo) a Europa y en Sebastopol se enclava la base de la Flota Soviética del Mar Negro. Demasiados intereses para jugárselos en unas revueltas ciudadanas que polarizan al país, por mucho que la idea de integrarse en la Unión Europea atraiga a una parte considerable de la población y sirva de excusa a las pretensiones de una oposición fragmentada y tan desacreditada como el propio Gobierno, acusado de “irregularidades”.

Un país abatido por la corrupción, donde “florecen” oligarcas” millonarios capaces de comprar voluntades políticas, y prácticamente en una ruina que esquiva gracias a las ayudas que le presta Moscú a cambio de sumisión y lealtad, no puede escapar de la atracción de un Occidente que parece tan asequible y que se acerca de la mano de una Europa que no oculta sus deseos de ampliación hacia el Este. De ahí que Putin advirtiera que no piensa consentir injerencias en los problemas internos de Ucrania, aviso que verbalizó en persona frente a una Comisión Europea que jalea las revueltas como si de “primaveras” revolucionarias se tratasen, a semejanza de las árabes, iniciadas en 2010, de resultados tan poco esperanzadores.   

Es complicado adivinar el futuro de un país desgarrado por ese alma dual, que se debate entre el sentimiento maternal ruso y la ilusión de una emancipación que cree posible conquistar con Europa. Una solución sumamente difícil por cuanto la integración en la UE significaría aceptar la cláusula de defensa mutua del Tratado de Lisboa, que pondría a Ucrania bajo el paraguas de la OTAN, algo intolerable para el poderoso vecino soviético, que busca recuperar su hegemonía de Gran Potencia y mantener bajo control el periférico espacio “amortiguador” que conforman sus antiguas colonias.

En Ucrania, pues, pasan muchas cosas que evidencian un problema complejo e histórico, en el que se mezclan la identidad nacional, las ansias de libertad y democracia de la población, la búsqueda de oportunidades y progreso que refleja un Occidente cercano y el mantenimiento de los lazos culturales, económicos y políticos que la unen con Rusia. Que de ello surja una guerra civil, una ocupación militar o el estatus de una asociación con la UE que preserve las buenas relaciones con Rusia, son las posibilidades abiertas de un futuro inmediato que ahora mismo están encima de la mesa.

miércoles, 29 de enero de 2014

Blas Piñar

Ha muerto un enemigo de la democracia, un fanático de la dictadura, un nostálgico del franquismo, un partidario del saludo nazi y un leal lacayo del pensamiento más reaccionario de este país, Blas Piñar, digno representante del fascismo sin caretas y sin complejos, y que hubiera tenido alojo en ese nuevo “partido” (quizá prefieran llamarlo “movimiento”) que parece empieza atraer a otros personajes que no repudian aquel régimen, como Jaime Mayor Oreja, no votaron la Constitución, como José María Aznar, están disconformes con unas autonomías a las que disolverían enviando al Ejército, como Alejo Vidal Cuadras, optan por abandonar sus responsabilidades si no imperan sus opiniones, como María San Gil, y tantos otros contrarios al cumplimiento de las leyes y el respeto a la decisión mayoritaria adoptada en democracia, pero que siguen sobreviviendo cual parásitos de la política en el Partido Popular. Las leyes de la vida son ineludibles para todos, afortunadamente, aunque no le deseo la muerte a nadie.

martes, 28 de enero de 2014

Privada, 0; Pública, 1

En el combate que se dirime en España para desmantelar los servicios públicos en favor de la iniciativa privada, acaba de producirse un resultado inesperado y sorprendente. La privatización de la sanidad que pretendía la Comunidad de Madrid, avanzadilla de la intención “externalizadora” que el Partido Popular pensaba extender por todas las comunidades donde gobierna, ha sido frenada por el rechazo absoluto mostrado por todos los profesionales afectados -desde celadores hasta gerentes de hospital- y por los usuarios y ciudadanos que se unieron a los primeros en cuantas manifestaciones y actos de rechazo realizaron incansablemente, tras más de un año de lucha. Nunca antes una “marea blanca”, como expresión de la opinión pública contra una iniciativa política para alterar la titularidad en la gestión de un servicio público como es la sanidad, había conseguido un éxito tan rotundo.

El Tribunal Superior de Justicia da la razón a los oponentes a un proceso que pretendía poner en manos privadas la atención sanitaria de 1,2 millones de madrileños y la gestión de seis hospitales públicos y sus más de 5.000 trabajadores, acordando mantener la suspensión cautelar de un procedimiento plagado de irregularidades. El consejero de Sanidad de Madrid, Javier Fernández-Lasquetty, dimitió nada más conocerse la suspensión del plan de externalización, siendo, por el momento, la única cabeza que ha rodado tras el batacazo judicial a un proyecto que había heredado del Gobierno regional, pero que había defendido con inusitada intransigencia. Estaba acusado de “ideologizar” un proceso que, de todas maneras, era más una medida ideológica que económica, como puso de manifiesto Patricia Alonso, miembro de la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid, al comentar la sentencia: “Hemos demostrado que no tenían argumentos económicos ni científicos para la privatización”.

El exconsejero de Sanidad, Fdez.-Lasquetty
Hay que felicitar a los compañeros sanitarios de Madrid por la victoria en este combate tan desigual, donde una mayoría absoluta intentó imponer el rodillo de su voluntad política contra los deseos expresados por todos los sectores concernidos, pero habría que mantener la alerta porque la guerra neoliberal por transformar lo público en privado no ha acabado, sino que se ha interrumpido a causa de las campañas electorales próximas (elecciones europeas en mayo 2014 y autonómicas en 2015), cuyos primeros pronósticos reflejan ya el deterioro en la confianza de los votantes del Partido Popular, desgastado por los recortes económicos, la eliminación de derechos y el retroceso en libertades individuales y sociales.

Y no hay que bajar la guardia porque la dinámica liberal del Gobierno continúa en otros frentes, aunque también reciba idénticos varapalos en los tribunales, últimos garantes de los derechos pisoteados de los trabajadores. Otro Tribunal Superior, ésta vez el de Castilla-La Mancha, ha anulado, casi simultáneamente a la sentencia de Madrid, los despidos que el Gobierno regional de María Dolores de Cospedal, a la sazón Secretaria General del PP, había realizado entre funcionarios de la sanidad y de otras áreas de la Administración, al suprimir 700 empleos públicos con la escusa de una supuesta “insostenibilidad” de los servicios públicos.

La “ofensiva” contra el sector público emprendida por el actual Gobierno conservador de Mariano Rajoy, que pasa por “adelgazar” la Administración (despidos de empleados públicos) y privatizaciones tanto de empresas como de servicios y prestaciones públicas (como la de estos hospitales madrileños), no se detendrá con estos “obstáculos” encontrados en los tribunales de justicia, aunque momentáneamente se "ralenticen" por una estrategia electoral partidista. Convendría, por tanto, continuar muy atentos a todos los ataques que reciba lo público desde las mismísimas instancias gubernamentales, empeñadas en desmontar la red social que garantiza la igualdad de los ciudadanos y contribuye a satisfacer sus necesidades básicas, sin perjuicio del nivel de renta, extracción social, nivel cultural o creencias religiosas.
 
No siempre la legitimidad de las urnas posibilita el desprecio al interés general, como queda de manifiesto con las protestas de los madrileños contra las iniciativas promovidas en materia sanitaria por los gobernantes que eligieron. Es algo a tener muy en cuenta, tanto por parte de los gobernantes como de los gobernados, a pesar de que el “enfrentamiento” de esta partida jugada en la sanidad madrileña arroje, hasta el momento, el resultado de: Privada, 0; Pública, 1. Podría acabar perdiendo.

viernes, 24 de enero de 2014

`Fracking´ en Triana


Los viandantes leían la pancarta y miraban al río creyendo que se trataba del anuncio de una nueva regata sobre las aguas del Guadalquivir a su paso por Sevilla. También pensaban que era la publicidad de un banco que gusta llamarse “fresh banking” o “fracking”, qué se yo. En cualquier caso, nadie se detenía a preguntar. Sin embargo, esa pancarta colgada en el Puente de Triana quería llamar la atención sobre un procedimiento que destroza el ambiente para exprimir sus recursos. Pero eran tan pocos que no parecía una manifestación en contra de esa forma brutal de extraer hidrocarburos de las extrañas de la tierra mediante explosiones que liberan el gas a través de las fracturas que provocan en el terreno. Tan brutal como pescar peces con bombas, que también ha sido practicado por el hombre. Salvo las dos personas que portan banderas, las demás saludan al respetable. Un respetable que pasea haciendo fracking con la mirada por Triana para descubrir pancartas con lemas incomprensibles. Lo dicho: o una regata o un banco, vete tú a saber, porque hasta para protestar hay que saber inglés.

jueves, 23 de enero de 2014

Una ducha de demagogia

Resulta que gastar más de once litros de agua en ducharse es despilfarrar tan básico elemento. Es verdad que el agua es muy necesaria y escasa, por lo que haríamos bien en consumirla racionalmente, pero usarla demagógicamente para justificar una importante subida de su tarifa me parece infantil, por no tildar la postura del alcalde de Málaga, el  popular Francisco de la Torre, de ofensiva. Porque ofende innecesariamente a los malagueños al amenazar con demostrar mediante notario, para argumentar un encarecimiento en la factura del agua, que él sería capaz de enjabonarse y enjuagarse con sólo esos pocos litros de agua en la ducha, razón científicamente “indiscutible” para modificar unos precios y hacer pagar más a los que “derrochan”, según semejante criterio. Como si el doméstico fuera el consumo más importante que se hace del agua de entre todos sus usos. Silencia el alcalde dónde se pierde y cómo se gasta agua en cantidades realmente desbordantes.

De cada 100 litros de agua embalsada, el 75 por ciento se utiliza en regadíos para la actividad agrícola, un 15 por ciento se destina a la industria y el 10 por ciento restante es lo que consume el ciudadano en su casa. Sin embargo, es a este último a quien amenazan –y ofenden- los políticos cada vez que les da por recaudar ingresos con la manida excusa de establecer tarifas más equitativas en algo esencial: tener agua en el grifo. Ofende conscientemente el alcalde porque, además, el agua que suministra la empresa municipal de abastecimiento de Málaga (Emasa) la financia el propio ciudadano por partida doble: a través de sus impuestos y mediante el precio final que satisface con la factura mensual que le gira el Ayuntamiento. Pero, sobretodo, ofende porque intenta engañar al consumidor doméstico cuando lo acusa de un despilfarro del que es ajeno, por mucho que tarde en ducharse el acongojado usuario en su cuarto de baño. Y ofende, finalmente, porque miente Francisco de la Torre al querer demostrar que sólo necesita 11 litros para ducharse, cuando según un informe sobre el consumo de agua en los hogares españoles, realizado por la firma Hansgrove, se estima que se necesitan entre 50 y 80 litros de agua para una ducha de 5 ó 10 minutos de duración. Hubiera resultado patético ver al alcalde de Málaga materializar su reto y presenciar cómo se asea con sólo esos 11 litros de agua, no por la imagen ridícula que exhibiría, sino por la mentira que un notario certificaría ante los malagueños.

Afortunadamente, no disfrutaremos de esa oportunidad porque Francisco de la Torre se ha apresurado a admitir que sólo recurría a una broma para concienciar a los ciudadanos sobre la necesidad de ahorrar agua y justificar, de paso, la política de precios que su Ayuntamiento desea aplicar. Pero lo que él llama “broma” se denomina, en realidad, demagogia, el recurso más fácil y extendido entre nuestros políticos cuando carecen de argumentos rigurosos y demostrables a la hora de tomar cualquier medida que, a la postre, perjudica a la ciudadanía. Y al carecer de razones, acuden al subterfugio de una justificación que pretende ser conmiserativa, ecológica o emocional, pero siempre falsa y engañosa, como esos 11 litros de los que presume el  alcalde de Málaga o el “vivir por encima de nuestras posibilidades” que arguye Rajoy para hacernos pagar el rescate de los bancos.

Llenar las piscinas, lavar los coches en las estaciones de lavado, regar por inundación los cultivos, transformar en regadío lo que era de secano, mojar con agua los vasos antes de tirar una cerveza, regar campos de fútbol, plazas, jardines y parques urbanos, los spa de los hoteles, los campos de golf, las pérdidas de la red de abastecimiento, los pozos ilegales, etc., nada de ello es lo que provoca el “despilfarro” de agua, sino el simple ciudadano cuando se baña y tira de la cisterna. Tal acusación es pura demagogia, barata y burda, señor Alcalde, pero sobre todo es patética cuando recurre a la amenaza ante notario para luego desdecirse. Si no fuera una tomadura de pelo y una afrenta a la inteligencia de las personas, nos partiríamos de risa con la ocurrencia.

Hubiera sido más eficaz y fácil decir la verdad: decir que la recaudación municipal se ha hundido y que es necesario mantener los ingresos para garantizar la prestación de servicios. Sólo así se podría discutir una propuesta de tasas que haga pagar más a quien más tiene, no sólo al que más agua gasta, no vaya a ser que castiguemos a las familias para proteger el consumo en las residencias y negocios de los acomodados. Y que tenga en cuenta la utilización del agua, en su totalidad, para evitar que quienes representan el 10 por ciento del consumo asuman unas penalizaciones que corresponden a otros sectores.

En política siempre es preferible la sensatez y la honestidad que hacer el ridículo, si lo que se desea de verdad es el bien general. La demagogia es para los que buscan mantenerse en el machito a costa de lo que sea, señor Alcalde. Y usted ha evidenciado lo que prefiere.

martes, 21 de enero de 2014

Solidaridad dirigida, no altruismo.

España es modelo mundial en cuanto a donaciones de órganos y tejidos humanos, aunque la ejemplaridad depende del tipo de donaciones que nos refiramos. Somos un país solidario dentro de ciertos márgenes que se ubican entre la inevitabilidad del hecho y una actitud decididamente altruista. Así, por ejemplo, los trasplantes de órganos procedentes de cadáver alcanzan cotas que envidian otras naciones de nuestro entorno, no porque los donantes sean generosos, sino porque el sistema sanitario ha organizado una estructura que aprovecha cualquier circunstancia para detectar el fallecimiento en UCI de los accidentados, actuar sobre los familiares en la obtención de consentimientos –de ahí la figura primordial del coordinador de trasplantes hospitalario- y financiar la extracción y trasplante de los órganos conseguidos, retribuyendo de forma complementaria a los equipos de profesionales que acometen estas intervenciones al margen de la jornada y funciones ordinarias. Este método se ha mostrado eficaz hasta la fecha pero ha acusado el descenso de las cifras de percances mortales en las carreteras, y ha tenido que paliarse, en parte, con una especie de “chantaje” a los familiares de quien precise un trasplante: éste será posible si algún allegado corresponde con otra donación. Lo llaman donaciones cruzadas.

Es muy fácil ser donante de órganos. Basta con fallecer para que te extraigan las vísceras correspondientes, previa autorización de la familia doliente. Es un acto pasivo que se efectúa después de muerto, excepto los casos de donantes vivos. Hasta el lema que se utiliza para promocionarlos subraya esta singularidad: “No te lleves tus órganos al cielo, aquí alguien puede necesitarlos”. Por ese motivo, la tasa de donantes de órganos es superior proporcionalmente, incluso, a la de donantes de sangre, algo mucho más sencillo, menos cruento y cotidianamente más necesario. Sin embargo, somos  reacios a donar sangre, entre otros motivos, porque requiere el esfuerzo “activo” de acudir a cederla, dedicarle una parte de nuestro tiempo y mantener el compromiso de repetir la donación de forma regular. No sólo es temor lo que nos impide ser un país autosuficiente en donantes de sangre y derivados, sino desidia y una concienciación poco crítica.

Somos partidarios, en cambio, de responder a llamamientos puntuales a causa de una emergencia surgida de improviso (catástrofes, atentados, accidentes, etc.) o porque  identificamos al beneficiario de nuestra acción, como esas peticiones que se realizan para alguien conocido o familiar. Poner rostro a la “necesidad” nos conmueve mucho más que garantizar una asistencia de forma permanente y para todos. Lo que antes se resolvía con carteles pegados por las esquinas, ahora inunda las redes sociales con mensajes y fotografías que no dudan en violar el derecho a la intimidad y la propia imagen del paciente, sobre todo si se trata de menores de edad.

Se trata de una conducta “cuasi” solidaria que conforma un estadio previo al altruismo responsable que cabría esperar de ciudadanos informados y cohesionados con la comunidad de la que forman parte. La cuasi solidaridad que manifiestan está dirigida hacia destinatarios concretos que estimulan, por las razones que sean, una respuesta limitada en tiempo e intensidad, que sólo perdura si la relación con el emisor se mantiene abierta. En cuanto se interrumpe o se rompe esa relación (de cercanía, familiar, personalizada), se extingue la disposición solidaria del receptor. Nos olvidamos, entonces, de que la “necesidad” continúa para muchos otros que, sin rostro visible, nos negamos a reconocer y auxiliar. Nos resulta más cómodo ofrecer una solidaridad dirigida que asumir una conducta verdaderamente solidaria, generosa y altruista que resuelva de forma definitiva esas “necesidades”.

La donación en España es, por ley, desinteresada, universal, voluntaria y anónima. Ello no ha evitado la existencia de campañas particulares que concitan la solidaridad hacia una persona en concreto. Avisos de donar plaquetas para fulano, médula para mengano o recursos para conseguir un trasplante en el extranjero son frecuentes en Internet o en ámbitos circunscritos al entorno del necesitado. Siempre me han parecido contraproducentes e inexactos. En primer lugar, porque en vez de estimular la donación como actitud sincera, lo que consiguen estas campañas individualizadas es abonar una solidaridad “estanco”, reservada a casos particulares que delatan antes un egoísmo interesado que una actitud realmente altruista. Y si al egoísmo añadimos la ignorancia acerca de la problemática de la donación, hallamos el germen de esas expresiones con las que suelen escudarse los que reniegan un compromiso más eficaz y franco: “yo dono cuando haga falta”, “yo dono cuando surge algo grave”, “sólo lo hago si es para un familiar”, etc.

Pero es que, además, tal “fragmentación” de la solidaridad favorece la aparición de un lucrativo negocio para empresas privadas que, en vez de contribuir a captar donantes en beneficio de la colectividad, buscan la rentabilidad propia y socavan los esfuerzos por alcanzar una sociedad concienciada y realmente solidaria, que no abandona a quien no tenga capacidad y recursos para ello. Bancos privados de médula ósea, de cordón umbilical, células madres, trasplantes e injertos en hospitales privados en el extranjero, etc., constituyen planteamientos legítimos, desde el punto de vista mercantil, pero incompatibles con una sanidad gratuita, universal y pública.

De ahí que sea comprensible la orden de Sanidad de prohibir los “llamamientos colectivos para la donación a favor de un paciente concreto”, dejando esta responsabilidad a la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), aunque la medida disguste a colegas admirados y respetados. Es posible que, inicialmente, las campañas de solidaridad para particulares sean mucho más eficaces que una en abstracto, pero la sensibilización se agota con el objetivo propuesto -ayudar a una persona en concreto-, sin que se enraíce un compromiso más universal y duradero. No hay que exhibir estadísticas para asegurar que la inmensa mayoría de los donantes registrados en España lo son por convencimiento personal y sin ningún interés individual. Una actitud mucho más digna y positiva si lo que se pretende es satisfacer adecuadamente la demanda de donaciones que reclama nuestra atención sanitaria, y no mostrar una conducta puntual loable pero transitoria.

Distinto es que, como sospecha nuestro citado compañero, la medida gubernamental persiga el control de los movimientos solidarios y evitar que se descubran los recortes y escasos recursos que se disponen para gestionar la donación en nuestro país. Si fuera así, habría que denunciarlo en voz alta, pero exigiendo el apoyo y la potenciación de los medios para extender valores éticos y solidarios entre la población, de forma general, y no conformarnos con iniciativas individuales que no resuelven el problema de la donación. Es la única manera de no poner nunca en riesgo la vida de ningún necesitado de trasplante, injerto o transfusión en España, independientemente de si pertenece a alguna fundación o iniciativa solidaria en particular.

viernes, 17 de enero de 2014

Viernes a mitad de enero

Avanza enero por la senda del año y deja un rastro de lluvias y bocanadas de un aire gélido que lo hacen hosco para quienes prefieren compañía más cálida. Conforme penetra el sendero del tiempo va perdiendo el vigor con que cubría de blanco las cimas de las montañas y ensuciaba de gris un cielo cubierto de nubarrones oscuros cual piedras. Su fuerza se diluye entre escarchas que acorazan madrugadas y sombras traicioneras que se abaten sobre tardes tempranamente vencidas. El ímpetu de enero arrostra consigo, tras cada arrebato de su ira, la obsolescencia programada de su propio agotamiento, sin más destino que arribar en espacios luminosos y templados que despejan el camino al verano. Por eso, este viernes a mitad de mes anuncia ya, a pesar de su mal genio, su próxima decadencia, incapaz de congelar el tiempo.

miércoles, 15 de enero de 2014

Política de entrepierna

Escándalos por cuestión de faldas ha habido siempre en el ámbito de la política, en todos los tiempos, en todos los lugares y de todos los colores. Se podría decir que, desde que el hombre y la mujer se encontraron sobre la faz de la Tierra, la ligamina amoris, de la que filosofaba Sabunde, ha sido el motor que mueve al ser humano para bucear en el fundamento de su propia existencia, a través de la experiencia del mundo y la mirada hacia la naturaleza, para reconocer: “Nada hay de verdad humano que no nos conduzca al amor”.

¡Oh, el amor, cuántas historias ha tejido en la vida de los hombres! Su pulsión es una de las que dominan la naturaleza humana, junto a la de la muerte. El Eros y el thánatos que, según Freud, conforman la dualidad con la que estamos hechos y que nos empuja hacia la atracción y reproducción, por un lado, y hacia la repulsión y la muerte, por el otro, en un forcejeo constante entre la preservación de la especie y la propia destrucción.   

En la actualidad, estos escándalos amorosos ya no causan tanto asombro como antaño ni son motivo de sesudos estudios psicoanalíticos, pero siguen despertando la curiosidad de la gente, no tanto por un afán morboso y cotilla, sino por confirmar que también los grandes patricios que nos gobiernan sucumben a las bajas pasiones que nacen de la entrepierna. Para afirmarse o suicidarse, tanto da. Ejemplos hay para escoger, pero el último en inscribirse en la extensa lista de los embrollos sentimentales y/o psicológicos ha sido el presidente de la República francesa, Francois Hollande, quien se ha dedicado a acudir a hurtadillas al apartamento de su joven amante, cerca del Palacio del Elíseo, y ha sido cazado por un periodista que todavía no ha explicado cómo conoció la historia, pero supo guardar la emboscada para captar unas fotos del mandatario adúltero. No sé si eso es periodismo de investigación, pero se asemeja al de "revelación"..., por llamarlo de alguna manera.

Como en los diálogos de Filón con su amada Sofía, el enamorado Hollande explicaría a la actriz Julie Gayet, 18 años más joven que él, que el deseo de unión amorosa impregna no sólo el corazón del hombre, sino todo el Universo: “Los planetas se aman el uno al otro cuando se miran de aspecto benigno”, dejó escrito León Hebreo en sus Dialoghi d´amore, en el siglo XV, tras ser expulsado de España, junto a su familia, por el edicto de 1492, y recalar como médico en distintas ciudades de Italia. Se ve que eso de exiliarse para buscar fortuna es obligada costumbre española que viene de antiguo.

En Francia no son muy dados a la prensa del corazón y respetan, por lo general, el derecho a la intimidad y la vida privada. Allí, un presidente podía tener una amante e hija secretas sin que los periodistas se inmiscuyeran en el asunto ni airearan que Mitterrand apuntara esos gastos al erario público. O que otro, Félix Faure, hace un siglo, cuando tenía la misma edad que Hollande, falleciera en palacio mientras yacía con su joven amante sin que la prensa revelara las causas reales del óbito. Ni siquiera a Valéry Giscard d´Estaing se le cuestionó el haber tenido un accidente cuando regresaba de una noche de amores pecaminosos. O que Sarkozy cambiara por tercera vez de pareja sin que los cimientos del Elíseo se tambalearan en absoluto. Ellos son muy pragmáticos en estas cuestiones que, en otras latitudes, derriban prestigios y arruinan carreras, como en Norteamérica, donde la hipocresía moral escruta celosamente la conducta de los políticos. No hace falta recordar a Bill Clinton, cuya “aventura” con una becaria casi le cuesta la presidencia, o al exsenador John Edward, que abandonó la candidatura presidencial cuando se descubrió que había tenido un romance extramatrimonial. Los americanos son más próvidos con el pudor que los franceses, porque les pasa factura, aunque tengan las mismas tendencias y caigan en las mismas tentaciones.

Sin embargo, en Francois Hollande todavía está por ver cómo sale de este affaire que ha mandado a la primera dama “oficial” a una cura de “melancolía” a un hospital. No porque los franceses no sepan asumir los vodeviles falderos del presidente, sino porque ha faltado a su promesa de tener un comportamiento en todo instante ejemplar. Y los franceses pueden perdonar a un presidente adúltero, pero no perdonan a un presidente mentiroso que va ser cuestionado, no por su vida privada, sino por poner en peligro la Jefatura de una nación, en los momentos más delicados, de manera tan frívola e ingenua. Puede que Hollande se convierta en el presidente que colma el vaso del libertinaje y la promiscuidad, y se le empiece a pedir cuentas. Es mala suerte que, tras competir con su mujer por el liderazgo del Partido Socialista, llevar a otra como primera dama de la República, salga del Elíseo por culpa de una tercera que en nada, salvo por la satisfacción de esos instintos que Freud estudió, debería empañar su imagen de gobernante gris y sobrio. Pero se ha mostrado vulnerable a Eros y víctima de Thánatos en su carrera política. Ha sucumbido a la erótica del poder y la política de entrepiernas, para entendernos, y mucho me temo que lo pagará caro en las próximas elecciones. Una lástima, porque ha demostrado ser una persona normal, demasiado normal, como cualquiera que cree ser más guapo que nadie.

lunes, 13 de enero de 2014

El sarcasmo de la recuperación


La propaganda oficial repite el eslogan de que lo peor de la crisis ya ha pasado y, por lo tanto, que el país se encamina por la senda de la recuperación, camino que conduce al crecimiento económico y, por añadidura, a la creación de empleo. Explica esa propaganda que ello es posible gracias a las numerosas “reformas” que el Gobierno ha emprendido desde que tomó las riendas del Poder y que la prueba palpable de que la “luz al final del túnel” se avizora en el horizonte es que la prima de riesgo recupera cifras razonables, las mismas que este Gobierno heredó del anterior. Como conclusión, el argumentarlo propagandista tira mano de una afirmación triunfalista que pretende ser irrebatible: se ha conseguido que los mercados vuelvan a mostrar su confianza en España.

Aunque la mayoría de la gente, la que no pertenece a las clases acomodadas, no percibe esa recuperación en sus condiciones de vida por ningún lado, cabría preguntarse si en verdad estamos asistiendo a una recuperación de la economía española y, de ser así, qué clase de recuperación será esa si es indetectable por los presuntos beneficiarios de la misma: los castigados por la crisis. Ante las dudas, debería exigirse una explicación más detallada y cuantificada por parte de quienes han adoptado unas “reformas” tan alabadas, a fin de valorar en sus justos términos la idoneidad de las mismas y determinar si, realmente, sirven para traernos la prometida recuperación económica.

De lo contrario, sería un sarcasmo hablar de “recuperación” cuando ésta se circunscribe exclusivamente a las entidades financieras, precisamente las causantes de la crisis que ha golpeado a los ciudadanos. Un sarcasmo de magnitudes humillantes por cuanto el único “rescate” acometido para combatir presuntamente la crisis se ha limitado a las ayudas a los bancos, siendo éstos los que, de momento, dan muestras de estar en vías de recuperación después de que con dinero público se hayan “nacionalizado” sus pérdidas y saneado sus despropósitos especulativos y megalómanos.

Todo lo demás no se recupera, sino que se pierde o empeora. Hemos perdido calidad de vida, trabajo y derechos para que el Capital sienta “confianza” y ande a sus anchas, imponiendo sus condiciones y sin atender al interés general. Ello se evidencia en las medidas que nos ha obligado aceptar, podando drásticamente el Estado de Bienestar, destruyendo empleo, bajando salarios, encareciendo servicios y encogiendo un sector público que era eficaz y sostenible con nuestros impuestos. Sin embargo, a pesar de todos los recortes, la deuda no se reduce y la población sigue empobreciéndose cada vez más.

Una pobreza que, para Paul Krugman, no deriva únicamente de las condiciones sociales, sino del estancamiento y constante pérdida del poder adquisitivo de los salarios, lo que acarrea un problema de aumento de la desigualdad en una economía en la que una pequeña élite acapara todo el beneficio del crecimiento y la recuperación. Las políticas de precariedad laboral y salarial crean pobreza e hipotecan el futuro de toda una generación de personas, especialmente la de esos jóvenes que engrosan el doble del desempleo general, dejándolos sin alternativas, sin esperanzas, sin porvenir y sin participar de ninguna recuperación. Y es que, según pronósticos internacionales no contagiados de la propaganda gubernamental, la economía española no recuperará los niveles de desempleo que tenía antes de la crisis hasta dentro de veinte años.

Si ello es estar en vías de recuperación y creación de empleo, que lo demuestren con datos y números, no con frases y eslóganes publicitarios. Máxime, cuando es la banca la única que sale ganando con la crisis: son ellos los que compran la mitad de la deuda pública, casi 300.000 millones de euros, con dinero prestado del Banco Central Europeo, a un interés del 1 %, mientras financian al Estado a un 4, 6 e incluso un 10 % de interés. Así, no hay dinero para particulares ni pequeñas y mediadas empresas, pues con la compra de bonos consiguen un beneficio mucho mayor y más seguro, aunque el Estado tenga que “recortar” gastos para  pagar la “deuda”, pago que ha priorizado como imperativo constitucional, antes incluso que la prestación de servicios sociales.

Esa, y no otra, es la recuperación que vislumbra el Gobierno y la que vocean todos sus portavoces. Está obligado a ello por parte de unos poderes económicos y financieros que controlan su capacidad de acción y, por extensión, la de toda la Eurozona, como desvela Vicenc Navarro en un artículo reciente. Así que, detrás de las tijeras de los “ajustes”, sólo había un objetivo lucrativo y no la consecuencia de un “vivir por encima de nuestras posibilidades”: el de que los ricos sean más ricos, aunque los pobres se empobrezcan aún más. Los primeros percibirán la recuperación, los segundos seguirán pagando las facturas.     

domingo, 12 de enero de 2014

Pacífico: estelas en la mar


El mundo era un lugar inexplorado e inmenso que España contribuyó a conocer. Se empeñó en navegar hacia el Oeste para alcanzar el Este y, por un error en las dimensiones del globo, descubrió América en medio del mar. Pero no se detuvo ahí. Exploró aquellas tierras nuevas y las convirtió en escala hacia su soñado objetivo: llegar a las especias de Asia. Conquistadores y navegantes buscaban una ruta alternativa a la del Cabo de Buena Esperanza que los portugueses controlaban. Fue el extremeño Vasco Núñez de Balboa quien, deseoso de encontrar fortuna, descubrió las aguas de un nuevo océano, al que llamaron, en su ignorancia, Pacífico.

Siempre es satisfactorio adquirir conocimientos que nos desvelan la realidad de las cosas. Pero mucha mayor es la satisfacción que esos conocimientos nos proporcionan cuando proceden de la gente y la historia de la que formas parte, de los antepasados que una vez hicieron de tu país un imperio que iluminaba con sus proezas un mundo nuevo.

Pacífico, la Aventura de la Mar del Sur es una exposición que saca a la luz la memoria que se guarda en el Archivo General de Indias de Sevilla y que revela cómo, en menos de cien años, España trazó nuevas rutas oceánicas y transformó un temible e ignoto mar en una vía de comunicación para el comercio, la cultura y las ideas. También para el drama y las guerras.

Se trata de un rico patrimonio documental del Pacífico español que, gracias a esta exposición, tenemos la oportunidad de admirar y conocer. Y de valorar el titánico esfuerzo, hasta la extenuación, realizado por aquellos navegantes españoles para cartografiar una aventura que les llevó no sólo a América por casualidad, sino hasta  China y Japón, circunnavegando el mundo por esos caminos que no son sino estelas en la mar.

sábado, 11 de enero de 2014

Normalidad


Foto: Loli Martín
Retornamos a la normalidad de la rutina. Volvemos a los horarios que fijan nuestra conducta y determinan nuestras actividades. Recuperamos los hábitos que nos hacen confiar en un orden y unos objetivos en nuestras vidas y afanes. Y rescatamos el espacio y el tiempo que nos dominan como si fuéramos nosotros los que dispusiéramos de ellos para afianzar nuestra voluntad y alcanzar nuestros fines. Por eso, regresar al trabajo tras un paréntesis festivo resulta incluso apetecible por cuanto significa de “normalidad”, de hacer lo que siempre has hecho sin más sobresaltos que los que aparecen en rojo en el calendario o agujerean imprevisiblemente tu salud y la de tu familia. Nunca antes había observado la cúpula iluminada de mi lugar de trabajo como si fuese un símbolo: la normalidad que organiza mi vida. Afortunadamente.

viernes, 10 de enero de 2014

Un día en la ópera

No era ópera, pero no he podido resistir la tentación de utilizar este título cinematográfico para referirme al espectáculo que la Compañía de Ballet Nacional de Kiev ofreció en el Teatro de la Maestranza, de Sevilla, donde exhibió una versión de El Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky, interpretada por la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), bajo la dirección de Mykola Diadiura.

Fue un espectáculo sublime de alarde técnico y altísimo nivel artístico, tanto por parte de los bailarines del ballet como de los músicos. Una puesta en escena sobria pero eficaz y un vestuario elegante y llamativo, hicieron de esta obra, de tres actos y una duración cercana a las tres horas, una delicia para un público que no se movió de sus asientos, impresionado por la magistral interpretación musical de la ROSS y la alta calidad artística de unos bailarines que parecían levitar sobre el escenario. No en balde el Ballet Nacional de Kiev está formado por bailarines de la talla de Tatiana Goliakova, Natalia Lazebnikova, Serguei Sidorsky, Andrey Gura y Maxim Motkov, entre otros, sumamente experimentados en la danza clásica, incluso en la interpretación de roles líricos, y laureados en los certámenes más prestigiosos internacionalmente.

La música romántica de Tchaikovsky y, en especial, El Lago de los Cisnes, es una de las composiciones de música clásica más conocida por el gran público, siendo interpretada por todas las orquestas sinfónicas del mundo. Bailarines famosos como Rudolf Nuréyev y Anna Pávlova han brillado en el ballet de esta obra, cuyo libreto se basa en un cuento alemán de Johann Karl August Musaus.

Es, por tanto, una oportunidad que no debería desaprovecharse para apreciar en Sevilla la versión que nos obsequia el Ballet Nacional de Kiev y la Orquesta Sinfónica de Sevilla de esta pieza de reconocido prestigio en el mundo de la música clásica. Si pueden, no se la pierdan.

El lago de los cisnes
Real Teatro de la Maestranza
8, 9, 10 y 11 de enero de 2014

jueves, 9 de enero de 2014

Entre la ley y el deseo

La reunión de etarras apresados, juzgados, condenados y excarcelados tras cumplir pena por perpetrar más de 300 asesinatos durante su pertenencia activa, como matones, a la banda terrorista ETA, repugna a los ojos de cualquier ciudadano con sensibilidad suficiente para no comprender ningún argumento que justifique matar inocentes por una idea abstracta. Por eso, la asamblea de asesinos celebrada en Durango, la víspera de Reyes, para teatralizar un comunicado que a nadie satisface, ni siquiera a ellos mismos, despierta reacciones que nacen antes de los sentimientos que de la razón en tanto en cuanto no es comparable, a la hora de sopesarlos, el tiempo purgando condena frente a la muerte irreversible de las víctimas. Unos pierden la vida para siempre, otros carecen de libertad durante poco más de veinte años. El deseo que provoca esa desproporción es de que se pudran en la cárcel hasta tanto no reparen el daño causado -imposible, por lo demás, porque los muertos no resucitan- o, cuando menos, expresen abierta y sinceramente el arrepentimiento por unas acciones tan deleznables, cosa que se resisten hacer.

Cumplir condena dictada por los tribunales, que no se puede alargar por invalidar el Tribunal Europeo de Derechos Humanos la aplicación retroactiva de la doctrina Parot, es el precio con el que el ajusticiado salda su deuda con la Justicia. La exigencia de arrepentimiento es un precio “moral” que persigue el reconocimiento de las víctimas, para que se restablezca, como mínimo, la dignidad arrebatada por la barbarie de sus verdugos. La primera exigencia -de justicia- ha sido satisfecha por los excarcelados etarras; la segunda -la moral-, no. De ahí brota el dilema que enfrenta la ley con el deseo. Una se cumple, la otra no.

Sin embargo, intentando dejar al margen en lo posible los sentimientos, el acto de los  excarcelados en Durango, al hacer público un comunicado por el que aceptan las vías políticas para defender sus ideas independentistas, expresan el rechazo explícito a la violencia y la lucha armada (terrorismo), asumen la legalidad penitenciaria (para acceder a beneficios penitenciarios) y la responsabilidad de las “consecuencias del conflicto” (eufemismo con el que aluden al daño causado), es una contundente e inapelable victoria de la democracia y del Estado de derecho frente a quienes pretendían subvertirlo y derrocarlo mediante el terror. Es, de manera rotunda, la expresión más patética de derrota y rendición por parte de confesos y vencidos terroristas que ayer buscaban hincar de rodillas a un país que ha sabido enfrentarse al desafío de los violentos mediante la ley.

Desde que ETA iniciara su macabra actividad, matando en 1960 a una niña de 22 meses en San Sebastián al hacer explosionar una bomba en la Estación de Autobuses, hasta la última víctima de su locura, el gendarme francés acribillado por un comando que pretendía robar unos vehículos en Francia, en 2010, son 829 cadáveres los que deja de balance un fanatismo asesino que acaba exhibiendo su derrota en el triste espectáculo de Durango. Ni han vencido, ni convencido ni conseguido ninguno de sus alucinantes propósitos por medios violentos, que incluían la extorsión y el tiro en la nuca.

El camino recorrido hasta este principio del fin de ETA es largo, doloroso y, en ocasiones, vergonzante. La obligada unidad de los demócratas no siempre ha sido lo monolítica que hubiera sido necesario y se ha visto amenazada por cálculos partidistas en algunos de sus protagonistas. Es cierto que todos los Gobiernos de la democracia han intentado hallar soluciones a la violencia a través del diálogo, pero tales negociaciones siempre fueron torpedeadas por intransigentes de ambas partes. Un camino que, incluso, ha explorado equivocados atajos de “guerra sucia” a través de una violencia paraestatal y parapolicial que sólo favorecía la espiral de bombas y secuestros sin fin.

Todas las medidas que a la postre han resultado eficaces, aparte de la imprescindible actuación dentro de la legalidad de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y de los Servicios de Inteligencia, fueron las emprendidas desde la lealtad al Estado de derecho y asumidas democráticamente por los representantes de la soberanía popular. En ese sentido, y alabando la acción de todos los Gobiernos a la hora de encarar el terror con las armas de la ley, hay que destacar la firmeza en el empeño por apresar a los terroristas para ponerlos a disposición de la Justicia, con la colaboración al principio tibia y después intensa de Francia, y la política de dispersión geográfica que ha impedido la concertación del colectivo de presos con la dirección de la banda. El resultado de todo ello es que prácticamente el 90 por ciento de ETA está en prisión, por lo que la banda sólo aspira a conseguir mejoras por vía legal para acelerar una salida, negociada e individualizada, de los presos, algo impensable si antes no anuncia su disolución y entrega las armas. 

No hay que olvidar, tampoco, que a este desenlace contribuyó el vilipendiado expresidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando impulsó estando en la oposición, en el año 2000, el Pacto Antiterrorista: un acuerdo suscrito por el Gobierno de José María Aznar por el que los dos grandes partidos capaces de gobernar España, PP y PSOE, se comprometieron a impulsar conjuntamente las libertades y la política contra ETA, lo que sirvió para ilegalizar a aquellas formaciones políticas, como Batasuna, que amparaban la violencia y cobijaban a los violentos. Y la creación, en 2004, del Alto Comisionado para la Atención a las Víctimas del Terrorismo, con un Gobierno socialista, con la intención de coordinar todas las acciones de ayuda y asistencia a las víctimas, desde el ámbito de la Administración, y que, sin embargo, fue objeto de duras críticas por parte de una de las Asociaciones de Víctimas (AVT), que acusaba al Gobierno de hacer lo que ella misma practicaba: utilizar políticamente a las víctimas como arma arrojadiza. 

No siempre hubo buena fe en la lucha contra el terror, pero el final de los atentados terroristas y de los asesinatos indiscriminados de inocentes es una clara victoria que ha de ser reconocida en el haber de la democracia y en la voluntad de los pacíficos. Es un triunfo  inimaginable no hace muchos años, cuando ETA llenaba de horror los ojos de los españoles. Y es un éxito de la ley y del Estado de derecho, cuyas decisiones no cabe cuestionar cuando, cumplidas las penas, los condenados quedan en libertad y se reúnen sin mostrar ningún remordimiento. Su maldad es posible que no haya sido eliminada con la cautividad de la cárcel, pero las consecuencias de tanta maldad han quedado definitivamente extirpadas de nuestra realidad: ya no hay atentados ni muere gente a causa del terrorismo de ETA. Se trata del mejor mensaje que se puede enviar a las víctimas de tanta sinrazón, y no enzarzarnos en una discusión entre la ley y el deseo.   

domingo, 5 de enero de 2014

Guadalquivir


Hay documentales que parecen películas y películas que parecen documentales. Soy amante de ambos géneros fílmicos, sin poner ninguno por encima de otro, pues los dos son capaces de reunir cotas de calidad insuperables, al combinar guiones de excelente factura con imágenes ceñidas a la narración audiovisual. Por eso, uno de los deleites disfrutados durante el pasado paréntesis navideño ha sido visualizar el largometraje Guadalquivir, de Joaquín Gutiérrez Acha.

Los acostumbrados a los documentales de sobremesa en televisión descubrirán en esta película española que hay naturaleza y animales salvajes más allá del Serengeti, y gente capacitada para elaborar hermosas obras de divulgación tan bien trabajadas como las de National Geographic. De ese nivel y a esa altura se sitúa Guadalquivir, una historia sobre la vida que surge y depende del gran río de Andalucía, el Guadalquivir, cuyo cauce une los tres espacios naturales más importantes de España: Cazorla, donde nace, Sierra Morena, por donde discurre esquivando montañas, y Doñana, donde finalmente muere al desembocar sosegado en el Océano Atlántico, tras más de 700 kilómetros de recorrido.

La narración realizada por Estrella Morente, sin abusar del acento e intérprete asimismo del tema musical, se vale de las peripecias de un zorro que recorre el curso del río, lo que da pie para mostrar los paisajes por los que discurre esa vital arteria acuosa de Andalucía, además de la historia que jalona su existencia y la diversidad biológica que posibilita en cada uno de los espacios por los que discurre y que alcanza su máximo esplendor en las marismas de Doñana, lugar privilegiado en el que recalan las aves migratorias del norte del continente y de África.

Más de dos años ha necesitado el equipo de grabación de esta película y la disposición de recursos de avanzada tecnología para lograr los planos y las secuencias de unas imágenes impactantes, en contextos de gran belleza. Zorros, cabras monteses, águilas reales, linces, lobos, ginetas, camaleones, flamencos, víboras, arañas, grullas, buitres, anguilas, nutrias, etc., son algunos de los animales que nos muestra este documental de un hábitat tan cercano como desconocido para un público avezado antes en las migraciones del Ñu a través del río Mara, en Kenia, que en la asombrosa y riquísima diversidad biológica que el Guadalquivir atesora a los habitantes de Andalucía.

No en balde su director, Joaquín Gutiérrez Acha es un naturalista, además de productor y cámara, que ha trabajado para las compañías de documentales más importantes del mundo, como National Geographic, Survival Anglia Televisión y Parthenon Entertainment, entre otras, y sus reportajes, tanto gráficos como literarios, han sido publicados en las revistas más prestigiosas del sector, como Geo, Periplo, Natura, Quercus, etc.

El guión de Guadalquivir, un largometraje de naturaleza, es de Fernando López-Mirones y dos naturalistas aparte de su director, Manuel Castro y Salvador Suano, garantizan la precisión científica de su contenido. La partitura musical está compuesta por Pablo Martín Caminero, contando con la colaboración especial en la guitarra flamenca de Josemi Carmona.

En definitiva, un producto audiovisual imprescindible para los amantes de la naturaleza, Andalucía y el cine. Se lo recomiendo.

viernes, 3 de enero de 2014

Carta a los Reyes Malos de Occidente

Sólo he escrito una carta a los Reyes Magos, que publiqué en este blog hace justo un año, sin que sirviera de nada. Ninguna de mis peticiones fue atendida, lo que ahondó mi incredulidad sobre la existencia de reyes que procedieran de Oriente, montados en camellos o encaramados en carrozas, y que fueran magos, como se proclaman los que adoramos equivocadamente cada cinco de enero. Aquel silencio confirmó una patraña de la que siempre he sospechado, a pesar de que no solicitaba ninguna dádiva para mí, sino el mantenimiento de los servicios públicos esenciales de la sociedad, como la sanidad, la educación y las ayudas a los más desfavorecidos, prestaciones todas ellas que han sido recortadas, y que el Gobierno preservara la libertad y los derechos de los ciudadanos, cosas que finalmente se han visto reducidas o limitadas por voluntad del propio gobernante. Incluso pedía que las empresas no manejaran exclusivamente el beneficio a la hora de valorar la función social del trabajo y la cohesión de una sociedad que, a través del empleo, reparte la riqueza nacional entre todos sus miembros. Ni siquiera la mención a evitar guerras y calamidades en el mundo tuvo respuesta. Los Reyes Magos de Oriente resultaron ser, con su clamoroso silencio, un engaño para los que mantienen la ilusión de recibir alguna ayuda para avanzar hacia un mundo mejor.

Por eso, en esta ocasión, me dirijo ahora a los verdaderos Reyes Malos de Occidente, los que en realidad posibilitan que dispongamos en nuestras vidas de las comodidades y los recursos que la hacen más llevadera. Los reyes, reinas y pajes que deciden el grado y la extensión de los servicios públicos que podemos permitirnos y el tipo de organización social a la que podemos aspirar. Tienen algo bueno: no vienen de tan lejos, sino que habitan entre nosotros, concretamente en Alemania y Estados Unidos, desde donde controlan la llave maestra que pone en marcha la maquinaria que mueve nuestra sociedad: la economía. Y no viven en castillos ni en palacios, sino en instituciones equipadas con los últimos adelantos tecnológicos para conocer en tiempo real en qué nos gastamos nuestros presupuestos y el dinero que nos prestan con interés especulativo.

Sé que son menos generosos que los farsantes Reyes Magos de Oriente, pero son más sinceros y responden a tus requerimientos, aunque la mayor parte de las veces sea para decirte que no, que no puedes gastar tanto, que tienes que ahorrar más, ganar menos y trabajar el doble. No se andan con caramelitos ni subterfugios. A los Reyes Malos de Occidente quisiera pedirles que de verdad enciendan la "luz al final del túnel", esa que dicen ver sus visires en España al tiempo que congelan el salario mínimo de los trabajadores. Y que devuelvan la posibilidad de un trabajo digno y estable a los millones de españoles que se hallan comprendidos en ese 26 por ciento de la población activa en paro. No contar con un empleo o tener un salario miserable son condiciones que conducen a la pobreza extrema y que, según Cáritas, aumenta en nuestro país, imposibilitando ver ninguna luz esperanzadora a millones de personas que afrontan 2014 con escasas perspectivas de mejora.

También rogaría a los Reyes Malos que dejaran de exigir tanta austeridad en las inversiones públicas, pues ya se han congelado los salarios de los funcionarios por enésima vez y se ha despedido a miles de ellos en distintas administraciones, se han recortado las prestaciones por desempleo y becas, las pensiones no suben ni el coste de la vida y se estudia endurecer y limitar su cobro a los futuros perceptores, se ha establecido el repago farmacéutico, las ayudas por dependencia se han quedado sin capítulo presupuestario y, en definitiva, se ha recortado más de 7.000 millones de euros en sanidad y educación.

La precariedad brilla en cualquier sector que necesite del trabajador. Precariedad salarial en el país de Europa (salvo Chipre) donde más han bajado los salarios durante el año pasado; precariedad del trabajo, al ofrecer mayoritariamente sólo contratos temporales, a veces hasta por horas, en condiciones leoninas que no contemplan ningún derecho al trabajador ni remuneran las horas extraordinarias; y precariedad de trabajadores, al facilitar la Reforma Laboral el ajuste de las plantillas por debajo del necesario para la actividad de la empresa, a la que concede la facultad de despedir casi sin costo si sus estimaciones de rentabilidad no se cumplen. Por ello, reclamaría a los Reyes Malos que hicieran algo por extirpar tanta precariedad de nuestra actividad productiva, pues sólo consigue un trabajo con menos calidad y trabajadores explotados, esquilmados y enfrentados a la empresa, sin capacidad ni para consumir, lo que redunda negativamente en la economía.

Y para no hacer más extensa la carta, pediría encarecidamente a los Reyes Malos de Occidente que evitaran la regresión en nuestros derechos y libertades, que alentaran el respeto a nuestra libertad de expresión, reunión y manifestación, sin que por ejercerlos seamos tratados de antisistemas y antipatriotas. Que frenen las imposiciones moralistas y sectarias en los hábitos sociales para que cada cual se comporte en función de sus particulares criterios sin más límite que el respeto a los derechos de los demás, de tal manera que la que quiera abortar lo haga, y la creyente que desee ir a misa también lo haga, sin que ninguna de ellas imponga por ley sus ideas a la otra.

Tal vez siga siendo un ingenuo al pensar que los Reyes Malos atenderán esta vez mis peticiones, pero al menos sé que puedo dirigirme a ellos de manera directa. Me basta con remitir esta carta al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, a la Organización Mundial de Comercio y a la sede de la Cancillería alemana, desde donde controlan la política económica de la Unión Europea. Ellos responderán obligatoriamente a un escrito que pasa por Registro, aunque la respuesta pueda adivinarla por anticipado. Más inútil es enviarla a los Reyes Magos o al Visir de todos ellos, Magos y Malos: Rajoy.

jueves, 2 de enero de 2014

Nuevo Año en Burguillos

Celebrar el cambio de año me ha resultado siempre insoportable y aburrido. A cierta edad, aguardar estoicamente la medianoche para en un minuto intentar tragar deprisa doce uvas, sin peligro de asfixia, es un suplicio. Es una noche en la que sigues atiborrado de comilonas y dulces hasta el exceso y, encima, debes descorchar cavas para brindar por no se sabe qué porvenir más oscuro que la espesura negra y fría de la noche. No puedo reprimir los bostezos que asoman a la boca, progresivamente menos disimulados, mientras la televisión vomita programas que año tras año repiten la pesada monotonía del anterior. Tampoco soy amante de cotillones programados para la diversión obligatoria y trasnochadora, ni en casa ni en ningún establecimiento que negocia con ello, a pesar, incluso, de que mi cumpleaños coincida con la inauguración del año. Para mí, son motivos para la tranquilidad, no del alboroto.

En cambio siempre he preferido madrugar, anteriormente por imperativos laborales y ahora por puro placer, para recibir el día con los sentidos abiertos a los ecos que surgen en medio de la placidez de un mundo adormilado. Y por apreciar las tonalidades de un aire que se va despojando de los hilachos neblinosos que el sol diluye hasta dejarlo translúcido, con una brillantez que transparenta el cielo, o cubierto de brumas que es incapaz de ahuyentar. Y por llenar los pulmones de ese frío que se deposita en las escarchas de unas hojas que se desperezan a mi paso o en los charcos de un camino solitario. Soy, en definitiva, de los que procuran aprovechar el día en vez de desperdiciar la noche en una juerga sin sentido e infame.

Sin embargo, esta vez ha sido distinto. En vez de la dispersión familiar, a la que los hijos se ven empujados para atender los compromisos de una vida adulta y autónoma, hemos celebrado por vez primera cónclave festivo todos juntos, con la excusa del cambio de dígito del año, en el hogar de la hija pequeña, en Burguillos. Y, en vez de bostezos, ha habido risas, juegos y charlas, aunque sin abandonar los empachos alimenticios ni los brindis con alcohol y burbujas. Desde que dejaron de ser niños, no asistíamos todos juntos a una velada ritual que nos congregara en torno a una mesa y a merced de las emociones y los sentimientos. Sucedió de forma espontánea, casi sin preparación, como esas sorpresas agradables que surgen sin esperarlas y que brotan sólo de un anhelo nunca antes realizado. Sea como fuere, lo cierto es que allí se presentó toda la familia, incluida las dos nietas que concentran nuestros desvelos, convocada a golpe de `guasap´ y cada cual contribuyendo a cubrir un mantel de platos y del calor de la mejor de las compañías.

Una fiesta amable que transcurrió entre conversaciones, piñatas para las niñas y petardos, tracas y cohetes para adultos momentáneamente infantilizados, sin renunciar a la tradición de las uvas y los brindis. Irse a la cama no fue ya la escapatoria al tedio de años anteriores, aunque el cansancio acabara por imponerse a cualquier voluntad de diversión. Unos antes y otros después, según edad, terminamos por recogernos en las habitaciones.

La primera mañana del año amaneció fría y bañada por una llovizna que se desparramaba de un cielo blanquecino que el sol era incapaz de atravesar. El silencio del lugar y la tonalidad gris del día invitaban a guarecerse en casa, pero un hijo, conocedor de mis hábitos, inquirió en cuándo íbamos a dar una vuelta. No hay mayor satisfacción que ver gozar de salud a los hijos, de disfrutar de su compañía y recibir el fruto de una crianza en la que asumen parte de tus afinidades y enseñanzas como un legado. Fue una vuelta a través de un pueblo pequeño, con el encanto de los despertares húmedos del invierno y los saludos de los más viejos del lugar, únicos guardianes de las madrugadas y las costumbres. Ahí quedan esas fotos para atestiguar la belleza silente del momento. Un fin de año, pues, inolvidable en Burguillos. Y una experiencia que queremos repetir.