lunes, 31 de agosto de 2015

Las vallas de Europa


Europa es un continente forjado por civilizaciones trashumantes que la fecundaron con las semillas de la diversidad y la libertad, aunque no por ello se mantuvo exenta del contagio de la intransigencia y el sectarismo más rabiosos. Pueblos y naciones crecieron en esta esquina occidental de un territorio que trasciende los Urales, desarrollando culturas ricas, ideas abiertas y el bienestar de la población gracias a un progreso material y social que, inevitablemente, acabaron compartiéndose y extendiéndose. El pensamiento alumbró filosofías y democracia cuando en otras partes del mundo el feudalismo esclavizaba a sus súbditos y les arrebataba riquezas y posesiones. Aquí florecían reformas, dentro de una religión omnímoda que distribuía bulas para asegurar su reino terrenal, que reconocían la individualidad de la persona incluso en su relación con Dios. Y también imperios que ampliaron los horizontes geográficos de lo conocido, movidos por la piratería, el colonialismo y la rapiña, pero al mismo tiempo llevando leyes, lenguas y culturas con los que se puede abrigar la voluntad de modernización, emancipación e independencia que sirven para afianzar el futuro de cada país.

De esa Europa física surgió, con el devenir de los tiempos, una Unión Europea política con vocación de materializar esas señas de identidad y un proyecto convivencial basado en la libertad y la diversidad originales, que ha estimulado un desarrollo económico como nunca antes en la historia del continente. Desde los Acuerdos del Carbón y el Acero hasta el Tratado de Roma, con los que se engendraron las actuales instituciones, Europa se ha ido configurando en una potencia mundial de enorme capacidad económica, gran atractivo social y un vasto acervo cultural. No sin insuficiencias y errores, la Unión Europea es hoy un faro que alumbra los sueños y esperanzas de muchos vecinos desafortunados y maltratados por propios y extraños, simplemente por nacer al otro lado del Mediterráneo o tras una imaginaria pero vigilada línea fronteriza trazada sobre la tierra.

Guerras, hambre y opresión son las causas por las que centenares de miles de migrantes intentan acceder a este espacio europeo que exhibe sin recato sus logros y su prosperidad en medio de tanta miseria y maldad alrededor. Refugiados e inmigrantes que huyen buscando una oportunidad a través de pateras, camiones o a pie desde diversos países de Oriente Medio y norte de África para toparse con mafias que se enriquecen a costa de su dolor, con vallas y alambradas que pretenden contener la desesperación y con la insolidaridad y la xenofobia de los que temen perder los privilegios que les depara la fortuna. Europa se enfrenta en la actualidad a una crisis humanitaria sin precedentes que pone en cuestión los principios y valores fundacionales que ella abandera en un mundo globalizado, sin distancias pero aquejado de profundas desigualdades e injusticias.

Los conflictos bélicos de Siria, Eritrea, Irak y Afganistán empujan a través de los Balcanes a los que están amenazados por la intransigencia y el fanatismo del islamismo más radical y sanguinario, el que instaura sociedades en las que impera la ley islámica (Sharia) tanto en el ámbito civil como el religioso, y que de manera violenta, mediante el asesinato y las ejecuciones públicas, elimina a sus opositores y a cuantos considera “infieles” del Islam. Centenares de miles de personas buscan refugio en Europa, no a causa del hambre sino de la guerra, saltando de Turquía a Grecia para alcanzar en Hungría los límites orientales de un “paraíso” europeo que no sabe cómo abordar semejante avalancha migratoria. Paralelamente, desde el norte de África miles de inmigrantes intentan salvar el Mediterráneo a bordo de frágiles embarcaciones para recalar en Italia y, en menor número, España, dejando un rastro de muertos flotando sobre las aguas que convierten al Mare Nostrum en el cementerio de los que prefieren morir ahogados que de hambre.

En un extremo y otro de Europa, vallas y alambradas intentan taponar estas vías por las que se “cuelan” las víctimas de hambrunas y guerras, condenadas a un exilio sin destino cierto y un porvenir más negro que el de la minería del carbón de España. El miedo y la insolidaridad de Europa, temerosa de la infiltración terrorista y de la no integración de los acogidos, hace que se endurezcan las leyes con las que castigar a quienes “ayuden” o acojan a los inmigrantes (Inglaterra), se interponga a la Policía a impedir el tránsito de inmigrantes (libre circulación de personas) dentro del espacio Schengen de la Unión (Frontera franco-británica de Calais), se construyan centros de acogida tan siniestros como cárceles hacinadas (Grecia e isla de Lampedusa) y se alcen alambradas con concertinas que disuadan de seguir adelante a los que no tienen adónde ir, e incluso esas “devoluciones en caliente” tan a gusto de las autoridades españolas.

Las instituciones europeas abandonan a su suerte, con toda clase de obstáculos, el éxodo migratorio que llama a estas puertas del primer mundo, renegando de aquel sueño de derechos, libertades y solidaridad con el que se fundó la vieja Europa de valores democráticos y humanitarios y que ha mutado a selecto club de satisfechos acaudalados que imponen un estricto derecho de admisión. No acierta Europa -ni con la agencia Frontex de protección de fronteras, ni el Convenio de Berlín para devolver a sus países de origen a los inmigrantes (aunque ofrezca miles de millones para acelerar las expulsiones), ni la agenda sobre Migración para repartir cupos de inmigrantes entre diversos países europeos (los cuales se niegan a cumplir)- con la solución al drama humanitario que se desarrolla en sus propias narices. Y no acierta mientras insista en medidas policiales y represoras que no actúan sobre las causas de una migración provocada, entre otras razones, por situaciones que la misma Europa ha creado o ha contribuido a crear: participación en conflictos no resueltos (primaveras árabes), relación con antiguas colonias, protección a dictadores “amigos”, negar la colaboración al desarrollo de vecinos limítrofes y, en definitiva, no afrontar la migración como reclama la dignidad humana y no como preconiza un capitalismo que considera a la persona simple mercancía o gasto.

No se sabe cuántos muertos más tienen que producirse, asfixiados en camiones, ahogados en el Mediterráneo o abandonados en las fronteras para negocio de las mafias, para que la Unión Europea asuma su identidad de lugar de acogida y respeto a los Derechos Humanos en vez de mostrarse como un territorio que alberga el egoísmo, el racismo y la xenofobia más repugnantes. La civilización de este solar ha de servir para algo más que para el negocio y el lucro. También para situar al ser humano como medida de todas las cosas, como proclamaba Protágoras.          

sábado, 29 de agosto de 2015

Agonías de agosto


Agosto se derrite en el calor de su último fin de semana dejando las ciudades desiertas y los campos ardientes para que los veraneantes apuren unas playas atosigadas de sombrillas y toallas. Un cielo escandalosamente azul vela los últimos estertores de un mes tan señalado que sus días se confunden con la estación y nos hacen creer que, con su agonía, también muere el verano. Hacen brotar sensaciones infantiles que surgen de súbito de entre los recuerdos de una vuelta al colegio que aborrecíamos por marcar el final de las vacaciones y el retorno a las ataduras de lo pautado y reglado. Y los estremecimientos de las caricias y los susurros que con agosto abandonaríamos en las playas de nuestra juventud, donde se quedaba lo único que podía rompernos el corazón, el amor, como canta Gwyneth Herbert.


miércoles, 26 de agosto de 2015

Comparaciones odiosas


Se presentaron, hace sólo tres años, como los únicos que podían atraer la confianza de los mercados y, nada más acceder al poder, la prima de riesgo escaló cifras astronómicas, lo que obligó pagar millones de euros diarios por intereses de la deuda durante varios meses. Al parecer, lo que en realidad atrajeron fue la desconfianza de los acreedores, incrédulos de nuestra solvencia “soberana”. De igual modo, aseguraron estar convencidos de que iban a reducir las magnitudes del paro, que consideraban inaceptables, pero han dejado a más trabajadores sin empleo que cuando se hicieron cargo del Gobierno. Cerca de un millón de personas más están sin trabajo gracias a sus promesas laborales. Tampoco se tocarían las pensiones, y cada año, cumpliendo esa promesa, pierden poder adquisitivo con el subterfugio de asignarles una subida automática de sólo el 0,25 por ciento, ridículamente insuficiente para compensar el incremento del coste de la vida. Experimentan el típico “crecimiento negativo” que tanto gusta a los economistas cuando no desean pronunciar lo que es, con precisión, pérdidas.

Estos son algunos ejemplos de las promesas que el actual Gobierno hizo con calculado énfasis a los españoles para que les votaran en 2011, cuando España era pasto de una crisis económica mundial, que se vio agravada con el estallido de nuestra particular burbuja inmobiliaria. Por si no nos acordamos, entonces nadie, ni siquiera el Fondo Monetario Internacional, fue capaz de prever la envergadura de los problemas financieros que se nos venían encima ni de acordar las medidas para afrontar con eficacia y prontitud ese “crack” que hizo tambalear a Estados Unidos y asoló Europa. Se recurrió, como primera y lógica reacción, a aplicar medidas anticíclicas (gasto público) para contrarrestar la contracción de la actividad económica. Por eso, hacer hoy la comparación entre lo prometido y lo conseguido resulta odioso, pero oportuno. Oportuno, porque aquellos que no cumplieron lo que prometieron vuelven a ofrecernos idílicas promesas “sociales” ante la proximidad de otras elecciones generales, en las que esperan renovar la confianza de los ciudadanos.

A tal efecto, no dudan en anunciar una recuperación económica que –afirman- es debida en gran parte a las medidas y reformas que ellos han acometido desde el Gobierno, corrigiendo la situación que habían heredado del período socialista. Y repiten las promesas, unas promesas que, si se materializaran de verdad, significarían una rectificación en toda regla de sus propias iniciativas anteriores. Pero habría que ser muy olvidadizo para que estas nuevas promesas resulten creíbles. La memoria nos hace prudentes y desconfiados. Más ejemplos: quieren congraciarse con los funcionarios al prometerles una subida salarial del uno por ciento para el próximo año, después de haberles reducido el sueldo un cinco por ciento (Gobierno socialista), quitarles pagas extras, aumentarles el horario laboral, reducir las plantillas, suprimirles días graciables y congelarles la nómina durante los últimos cinco años (Gobiernos socialista y conservador), haciéndoles perder hasta un 30 por ciento de poder adquisitivo. Comparar lo que han hecho con lo que prometen causa indignación.

La tomaron con los servicios públicos y eso que se ha dado en llamar el Estado de Bienestar. Venían de gobernar muchas comunidades autónomas y, al acceder al Gobierno, descubren que las previsiones del déficit público (en gran parte, debido al gasto autonómico) debían ser revisadas al alza, hasta el 8 por ciento del PIB. Así, emprenden una política urgente de “recortes” del gasto que se lleva por delante toda la capacidad del Estado en atender a los más necesitados y prestar servicios sociales que corrijan las desigualdades de origen o nacimiento. Dejan sin financiación la Ley de Dependencia, aunque no la derogan, convirtiendo en agua de borrajas un derecho asumido por el Estado. No contentos con esto, hacen un “recorte” adicional de 10.000 millones de euros en Educación y Sanidad que deteriora peligrosamente estos pilares fundamentales del Estado de Bienestar, como se comprobará posteriormente cuando se tuvo que atender al misionero contagiado por ébola en África y se había desmantelado el hospital especializado en infecciones emergentes de Madrid. Ahora prometen aumentar la tasa de reposición de los empleados públicos, tras la reducción de plantillas hasta límites insoportables, y causa indignación lo realizado frente a las nuevas promesas. Es una comparación odiosa.

No dicen nada del “copago” sanitario, por el que se retiró la financiación pública a 456 fármacos y que ahora han de ser sufragados de sus bolsillos precisamente por quienes menos recursos tienen y más afectados se ven por la crisis económica. Ni de los “repagos” que se introdujeron para que los usuarios abonen determinadas prestaciones sanitarias (prótesis, sillas de ruedas, muletas, traslados en ambulancias no urgentes, etc.), a pesar de que ya las financian vía impuestos. Habría que ser muy olvidadizo para creer que los que han encarecido la asistencia sanitaria y han obstaculizado (con recortes) su provisión pueden ahora prometer lo contrario. Ni los inmigrantes a los que se les retiró la cartilla sanitaria, abandonándolos en un “limbo” carente de derechos asistenciales, podrán tomar en serio las nuevas propuestas del Gobierno, de carácter electoralista, de crear un fichero sanitario que lo único que conseguirá será crear dos tipos de asistencia sanitaria pública en España: la de los afortunados nacidos aquí y la de beneficiencia para los desafortunados que huyen buscando “fortuna”. Avergüenza lo realizado y abochorna lo prometido, por inhumano e inicuo.

Pero es que toda la clase trabajadora le debe al Gobierno, ahora tan generoso, la precariedad en salarios, trabajo y derechos laborales, el despido casi libre, la congelación del salario mínimo interprofesional, la desvinculación del convenio colectivo y el recorte de prestaciones por desempleo, en cuantía y duración, y demás ayudas a los parados, Se promete una recuperación que consolidará la creación de empleo, pero lo único que figura en el Boletín Oficial del Estado es la Reforma Laboral de febrero de 2012 que ha posibilitado toda esta suerte de amenazas a un trabajo digno, estable y bien remunerado. Una “reforma” que ha debilitado el poder de negociación de los trabajadores frente a los empresarios y ha precarizado trabajos y salarios, consiguiendo que un “mileurista” con un trabajo temporal sea considerado un privilegiado en nuestra sociedad. Mientras a la Fuerza del Trabajo se le exigen grandes sacrificios, al Capital se le conceden ingentes ayudas y beneficios, incluso recursos a fondo perdido. Tan es así, que el rescate que la “troika” europea ha llevado a cabo en España, ha consistido exclusivamente en reflotar bancos con dificultades de financiación, a pesar de que sus problemas se deban al despilfarro y la corrupción, como el del caso Bankia. Comparar todo lo que ha tenido que soportar el trabajador español, al que se ha tratado como culpable de la crisis, con medidas que lo han conducido a un empobrecimiento material y al expolio de derechos, causa exasperación e ira, máxime si los autores del atropello pretenden ahora, como hace el Gobierno, convencer de que la explotación es benéfica para el explotado, según las grandes cifras de la macroeconomía.

Sólo falta escuchar, como ya han señalado en multitud de ocasiones, que no ha sido el abaratamiento de la energía (a precios insospechados por intereses del cartel del petróleo saudí) y la compra de deuda por parte del Banco Central Europeo los “motores” de una recuperación que no se sustenta en las fortalezas estructurales de nuestra economía, sino en factores coyunturales externos. Sacar pecho y vocear a los cuatro vientos de que, sin ellos en el poder, peligra todo lo conseguido (parte de lo cual queda resumido), hace que entren ganas de que pierdan las próximas elecciones: por mentirosos, manipuladores y opresores de las capas de población que precisan del Estado de Bienestar para luchar contra las injusticias y las desigualdades. Basta simplemente con comparar entre lo que hacen y lo que prometen para valorar la credibilidad, si no fuera porque las comparaciones, siempre, son odiosas.   

domingo, 23 de agosto de 2015

Pero sí de Les Luthiers.


A las pocas horas de escribir el comentario anterior, en el que reconocía con ocasión de su fallecimiento que no era fan de la actriz cómica Lina Morgan, conocía la noticia de la desaparición de Daniel Rabinovich, el más “fresco” y caradura de los componentes de Les Luthiers, el grupo de humor musical argentino del que sí soy rabiosamente partidario. Murió el pasado viernes en Buenos Aires, a los 71 años de edad, a causa de complicaciones cardíacas que lo tenían alejado de los escenarios los últimos años. Ninguno de los integrantes de Les Luthiers resulta antipático, pero Daniel destacaba por su simpatía y comicidad. Echaré de menos sus gestos pícaros, sus explicaciones disparadas y aquella sinceridad inconveniente con las que apuntillaba las piezas hilarantes del show de este grupo de músicos comediantes en español más conocido del mundo.

Todos los integrantes del grupo son grandes músicos que se valen de la música y de los instrumentos estrambóticos que construyen con materiales de desecho para elaborar sus actuaciones. Juegos de palabras y una sutil ironía sirven para mantener al público pendientes de un humor absurdo pero inteligente y elegante con el que critican desde el deporte a la política, la religión y hasta el engreimiento cultural. Uno de sus éxitos más sonados lo alcanzaron con el personaje de Johan Sebastián Mastropiero, con el que satirizan, desde su creación en 1968, a Bach y a los encumbrados y supuestos entendidos de música clásica. Es inolvidable el monólogo que hace Daniel refiriéndose a la juventud de Mastropiero: “Todo empezó cuando un conocido crítico se resfrió… se refirió, se refirió a Mastropiero”. Desde entonces, siempre que he podido, he seguido los espectáculos de Les Luthiers a través de cintas de audio, de vídeo o en actuaciones en directo en teatros.

Daniel Rabinovich fue uno de los fundadores del grupo y tal vez el más popular y apreciado de todos ellos, junto a Marcos Mundstock, la “voz” grave de las presentaciones del espectáculo. El resto del quinteto lo forman Jorge Maronna, Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés, quienes ahora deberán adaptarse a ser un cuarteto. Cuando Daniel aparecía por el escenario, su sola presencia ya invitaba a la risa, a esperar alguna boutade desternillante del personaje que representaba, incapaz de contenerse y sin sentido del ridículo, como el atrevimiento de los ignorantes. Pocos conocen que se le concedió la nacionalidad española en 2012, que era una persona entrañable y alegre y que sabía tocar unos quince instrumentos musicales, como la guitarra y el violín. Y que era escribano público (notario), título que consiguió en 1969 tras estudiar Derecho.

El mundo, al menos el mío, se hace más triste e insoportable sin la compañía de artistas cómicos que, entre risas y chistes, nos ayudan a soportar las contradicciones, los infortunios y las injusticias del mismo. El humor crítico es cuestionador de lo establecido y escarpelo de la inteligencia para hurgar en la verdad que se pretende ocultar. Ahí radica la diferencia entre las payasadas de Lina Morgan y los disparates de Les Luthiers, y la razón por la que yo prefiera a los segundos que a la primera. No hay color.
 
 

sábado, 22 de agosto de 2015

Nunca fui fan de Lina Morgan

Lina Morgan, actriz cómica española, murió el jueves pasado a los 78 años de edad en Madrid, tras sufrir una larga enfermedad. A lo largo de su vida profesional había cosechado innumerables éxitos de cine, teatro y televisión que atrajeron el fervor del público y de la crítica, lo que le permitió ser propietaria de un teatro, Teatro La Latina, en el que representaba, como única estrella y con su propia compañía, obras que mantenía varias temporadas en cartel. No cabe duda de que fue una actriz afortunada y querida por los espectadores, como se desprende de los encendidos y laudatorios obituarios con los que los medios de comunicación han reseñado su fallecimiento.

Sin embargo, a mí nunca me gustaron los personajes, en realidad siempre el mismo, que esta actriz encarnaba a la perfección: humildes, ingenuos, casi pánfilos, pero astutos como el hambre y listos hasta para hacerse el tonto y conseguir que los demás no se aprovecharan de su aparente bobería. Mímicas exageradas, guiños al respetable y absurdos movimientos de piernas caracterizaron la forma de actuar de quien se hizo llamar Lina Morgan, propinándole un éxito arrollador en obras como La tonta del bote, La descarriada, La marina te llama, ¡Vaya par de gemelas! y otras.

Ahora que ha muerto, he de reconocer la coherencia de una actriz que supo exprimir al personaje que podía interpretar con una gran fidelidad sin que el público se cansara de consumir la misma parodia y las mismas payasadas, riéndose a mandíbula batiente. También he de reconocer la capacidad de trabajo y entrega de una mujer que siempre quiso ser actriz y lo consiguió encasillándose como artista cómico. Sin embargo, a mi no me gustaba Lina Morgan, no por ella, sino por los personajes que representaba: palurdos pero listos, analfabetos pero imposibles de engañar, ingenuos pero desconfiados, pobres pero felices con su miseria. No me gustaba porque sus personajes extrapolaban una época y una gente que, sin brincos ni gansadas, tuvieron que aguantar a muchos señoritos que sí se aprovecharon de los infelices y humildes, condenándolos a la sumisión y la pobreza. Personas simples que soportaron las estrecheces materiales, las carencias de una clase social dependiente de la caridad y las migajas de los poderosos y la asfixia de libertades de una dictadura y una moral autoritarias e intransigentes.
 
Nunca pude aceptar la resignación como espectáculo y menos aún utilizándose como comedia que banaliza el sufrimiento de los que de verdad son ingenuos, simples y honrados perdedores en la vida. Ello no quita que Lina Morgan se merezca el reconocimiento de su público y el homenaje póstumo de quienes la consideran una gran actriz española, de la que nunca fui fan. Lo siento. Descanse en paz.

viernes, 21 de agosto de 2015

Agosto sucumbe

Los días de agosto están sucumbiendo, entre bochornos y ramalazos de frescor, a la morriña de una luz que hacía eternas las tardes de calor. El anochecer avanza despacio en la reconquista de su frontera claroscura con la que hace retroceder cada día al verano. Poco a poco, casi imperceptiblemente, las noches consiguen ganar minutos que arrebatan a la luminosidad refulgente del estío. Los árboles, vigías de esta batalla entre la noche y el día que hace mudar las estaciones, comienzan a presentir la sutil llegada de los fríos subiendo por sus raíces y se aprestan a sacrificar las primeras hojas con las que se rinden a un otoño que todavía se esconde tras el horizonte. Las cabañuelas de este agosto que consuma sus días auguran romances de agua y viento que volverán a regar la tierra. Y la fertilizará con la esperanza de un tiempo nuevo que hace germinar las semillas del amor.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Asesinos de mujeres


Se habla de violencia de género y es violencia machista porque el que mata no es el género sino el hombre a la mujer. Es violencia sexual y machista porque los seres humanos no tienen género, sino sexo, siendo el varón u hombre el que asesina a la hembra o mujer por un patológico sentido de superioridad: no tolera que la mujer pueda abandonarlo, tomar la iniciativa y decidir no seguir formando pareja con quien acaba por matarla. Son asesinos de mujeres. Viven entre nosotros y padecen, además de un grave trastorno psiquiátrico, un déficit educacional que les impide aceptar la igualdad en derechos de la mujer, su plena autonomía personal, y una carencia afectiva que los vuelve incapaces para rehacer sentimentalmente sus vidas, con esa actitud de dominio y sumisión con la que plantean toda convivencia, cuando sus parejas deciden por fin separarse de ellos, alejarse de sus verdugos. Y, cuando lo intentan, lo pagan con sus vidas. 34 de ellas ya han pagado ese precio. En lo que llevamos de año, 34 mujeres han sido víctimas en nuestro país de violencia machista, dejando un reguero de muertes, independientemente de su número, inaceptable.

El mes de julio ha sido particularmente aciago en esta estadística letal que se ceba sobre la mujer, con seis mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas, una cifra espeluznante que pone en evidencia un problema enquistado como un cáncer en la sociedad española. Un problema que, a pesar de las medidas legales implantadas en nuestro país para luchar contra la violencia machista y las campañas publicitarias, no acaba de ser resuelto ni erradicado. Un dato quizás permita valorar la gravedad y envergadura del asunto: desde 2003, fecha en que comienzan a recopilarse estadísticas oficiales sobre violencia de género, cerca de 800 mujeres han sido asesinadas en España por sus parejas o exparejas: casi tantos asesinatos como los cometidos por ETA en toda su macabra historia, pero en mucho menos tiempo. Sin embargo, la percepción social de esta violencia gratuita, injusta y demencial que soporta la mujer no consigue remover las conciencias ni promover medidas más contundentes para combatirla. Sólo los familiares y amigos de las víctimas miden con exactitud, desde el dolor y el sufrimiento, el daño irreparable que produce la violencia machista, tan repudiable e inaceptable como el terrorismo.

Una violencia que se vale de la más abyecta crueldad para cometer sus crímenes, muchos de ellos perfectamente evitables si se hubieran puesto en marcha las medidas de prevención y control disponibles para afrontarlo (denuncias, alejamientos del agresor, casas de acogida, vigilancia policial, controles, etc.) Desde puñaladas, bastonazos, estrangulamientos, hachazos, golpes, la asfixia, quemar con gasolina, arrojar desde un coche o a tiros, casi todos los métodos de matar han sido empleados por el machismo asesino de mujeres. Según la ONU, es “la más vergonzosa violación de los derechos humanos” que se puede cometer en nuestras sociedades supuestamente civilizadas. Ningún estamento social está exento de padecer esta violencia machista contra la mujer, en su amplia variedad de vertientes (agresiones físicas, psicológicas, económicas o sexuales), lo que refleja una raíz cultural, patriarcal, de un machismo refractario a la igualdad, la educación y el poder adquisitivo, que induce al agresor a tener el “convencimiento” de su superioridad y primacía sobre la mujer, a la que considera un objeto de su propiedad. Ello explica que una mujer pueda ser asesinada por el consejero de una embajada española en el extranjero, por un adolescente rechazado, por un empresario en trámites de separación, por un novio despechado, por un energúmeno engreído y divorciado y hasta por un anciano al que no consienten más abusos, como el hombre de 72 años que acaba de asesinar con un hacha a su esposa en Granada, último caso conocido a fecha de hoy.   

No es, pues, un problema irrelevante el de la violencia machista contra la mujer en nuestro país, sino un asunto sumamente grave e importante. Un fenómeno incrustado como patrón de conducta en nuestra forma de convivir en pareja, que se utiliza para mantener un estatus de dominación masculina, y que parece no sólo tolerado, sino legitimado por amplios sectores de nuestra sociedad, los cuales todavía ponen en cuestión la libertad de la mujer para arbitrar su vida y sus relaciones afectivas. Sectores que relativilizan la violencia machista, integrándola en una irremediable conflictividad doméstica en la que el asesinato es la consecuencia más dramática y extrema, pero que se asume como los muertos en carretera: accidentes inevitables que acompañan a nuestra idiosincrasia y estilo de vida. Y así se transmite de padres a hijos y a través de todas las clases sociales.

Se hace necesario, por tanto, emprender campañas más eficaces de sensibilización social y, sobre todo, de educación individual basadas en el respeto, la igualdad y la libertad de hombres y mujeres, sin distinción, orientadas a eliminar roles y arquetipos arcaicos que condenan a la mujer a depender del hombre. Hay que tomar cuántas medidas sirvan para evitar aceptar como “normal” el goteo imparable y tenaz de  mujeres asesinadas por sus parejas y exparejas, sin que ningún mecanismo legal, ninguna reacción social ni la sensibilidad de las personas se vean impelidas a poner freno a tamaño delito, al mal que se cierne sobre la mujer por el mero hecho de ser mujer. Hay que exigir una mayor implicación por parte de los poderes públicos y mayores recursos para afrontar este problema con eficacia y contundencia, hasta que se considere como uno de los problemas más graves al que nos enfrentamos colectivamente. No es posible asumir el asesinato de ninguna mujer, por parte de su pareja o expareja, sin que ello suponga una afrenta inaceptable a nuestras libertades y a los derechos que nos asisten como ciudadanos de un país democrático y avanzado, en el que la igualdad entre hombres y mujeres es un valor reconocido y protegido legalmente. No podemos tolerar ninguna mujer asesinada más por violencia machista sin alzar nuestra voz y expresar nuestra repugnancia por un comportamiento tan deleznable que como sociedad no hemos sabido evitar ni prevenir. No podemos vivir en paz si muchas mujeres ni siquiera pueden vivir. Hay que actuar, ya.

lunes, 17 de agosto de 2015

Cuando el monte se quema… lo queman.


Ningún monte se quema por sí mismo, por combustión espontánea, sino que siempre lo queman agentes externos a él, como consecuencia de fenómenos atmosféricos, negligencias humanas y hasta actuaciones deliberadas. Cuando el monte se quema, algo que pertenece a todos es arrebatado con la violencia del fuego por cualquiera de las causas apuntadas, ninguna de ellas naturales -salvo la primera- ni respetuosas con un patrimonio que nos pertenece. La masa forestal de nuestro país es un bien que se debe preservar, no sólo por su valor intrínseco, sino también porque influye en la calidad de vida de la población y por las repercusiones económicas, ecológicas y biológicas que tiene. Ningún incendio forestal es inocuo al interés colectivo de la población de España. Y, sin embargo, este año ha sido el más nefasto en cuanto a incendios forestales se trata, ya que la superficie calcinada ha sido un 20 por ciento mayor que la de años precedentes. ¿A qué es debido?

Las explicaciones oficiales achacan los incendios de 2015 a las altas temperaturas y la ola continuada de calor estival que se ha producido durante el mes de julio, aunque el calor, siendo un factor determinante, no hace arder un árbol. En la ciudad hace el mismo o más calor que en el campo y no arden los jardines. Se sabe que, en España, sólo el 10 por ciento de los incendios forestales obedece a causas naturales, como puede ser un rayo. El resto, la inmensa mayoría de los fuegos, se debe a la mano del hombre, bien porque los provoca intencionadamente o porque los produce como consecuencia descuidos o prácticas agrícolas, como la quema de rastrojos, barbacoas mal apagadas, colillas de cigarrillos aún encendidas, chispas de vehículos, cristales rotos que actúan como prismas, etc. También la falta de prevención y de limpieza del monte favorecen la magnitud de un incendio, al no precaver cortafuegos que limiten su propagación y permitir que la maleza seca sirva de carburante del fuego.

A todas estas causas que hacen posible un incendio forestal, hay que añadir los intereses especulativos o gremiales que inducen a un pirómano a quemar el monte. La posibilidad de recalificar zonas forestales quemadas, como permite ahora la reciente reforma de la Ley de Montes, aprobada a instancias del Partido Popular, representa un paso atrás que invita a prender fuego. Pero, con todo, mayor incidencia tienen aún los recortes en las partidas presupuestarias que dedican las distintas administraciones a la prevención, los equipos de extinción y las medidas de reconstrucción de las superficies incendiadas.

Los devastadores incendios declarados en la Sierra de Gata (Cäceres), Ódena (Cataluña) y en diversos puntos de Galicia y Andalucía, afectando a miles de hectáreas de superficie arbolada y suelo agrícola, despiertan las sospechas, si no sobre la intencionalidad especulativa, sí al menos de la negligencia y la poca voluntad de abordar un problema de enorme magnitud y gravedad. Un problema que afecta al 54 por ciento de la superficie total del país considerada masa forestal. Son 30 millones de hectáreas de suelo forestal, de las cuales dos tercios están en manos privadas: medio país que puede generar mucha riqueza para unos pocos, si se les deja “rentabilizar” el bosque.

Por eso, si se eliminan leyes disuasorias que impiden recalificar las superficies quemadas, especular con los productos forestales (madera quemada) y limitar el uso de las zonas afectadas, se está favoreciendo los incendios intencionados por intereses especulativos. O lo que es lo mismo, se está favoreciendo la transformación, mediante el fuego, de montes y masas forestales, indispensables para la vida animal o vegetal, en zonas urbanizables, aunque tal transformación suponga poner en peligro la integridad de personas y  bienes de los que habitan el monte y sus aledaños (población rural, ganaderos, agricultores).
 
Este verano ya hemos contemplado los estragos que provoca el fuego, arrasando miles de hectáreas de suelo virgen y naturaleza paisajística de extraordinario valor. Pero también hemos contemplado cómo se reducen los recursos para combatir los 7.750 incendios producidos desde el 1 de enero al 26 de julio, de los cuales 4.700 eran conatos. También hemos visto las restricciones salariales, tendentes a su privatización, del personal de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF), empujándolas a la huelga. E, incluso, cómo se modifica la ley para suavizar sus prohibiciones. Si a todo ello añadimos unas condiciones atmosféricas de intenso calor, no podrá extrañarnos que este año esté resultando el más destructivo en cuanto a incendios forestales se refiere. Pero que no nos digan que el monte se quema. Que digan la verdad: lo están quemando entre unos y otros.

sábado, 15 de agosto de 2015

Techos de lona


Junto a nosotros, en calles y semáforos, con mantas sobre las aceras concurridas de centros comerciales, hacinados en campamentos precarios en las fincas donde sudan por un escamoteado jornal, pululando por barrios marginales y centros caritativos, por todas partes donde miremos y queramos ver, existen personas, casi invisibles ante nuestros ojos, que lo pasan aún peor que nosotros, aplastados por preocupaciones mucho más lacerantes que las que nos quitan el sueño, sin un hogar donde refugiarse porque un techo es un lujo para sus bolsillos, menesterosos en higiene de albergue y de muda que portan en un hatillo, alimentados de sobras o gracias a las escuálidas ganancias de pañuelitos y baratijas por las que son explotados y acosados por los amantes del orden, nuestro orden, y la pulcritud, pero que prefieren mil veces ser marginales para la insensibilidad de los opulentos que retornar a los arrabales del inframundo donde tuvieron la desdicha de ver la luz.

Cada rostro es una historia condenada al fracaso con una sonrisa de esperanza que escapó de las entrañas de la miseria para buscar una oportunidad que sólo se consigue en las películas. Deambulan entre nosotros aprovechando cuanto despreciamos y aceptando todo lo que abandonamos por obsoleto a nuestros caprichos, pero que resultan insuficientes para una vida equiparable a nuestras exigencias. Duermen a la intemperie arropados contra el desdén de los hartos por cartones y trapos sucios que cada día, al despertar, han de guardar como un tesoro: les permite sobrevivir un día más.

Foto del blog Marea Pública
Tras el paro, la precariedad y las desigualdades a que nos inducen unas políticas económicas que sólo respetan la rentabilidad, subsisten graduaciones de la pobreza que se hunden en estadios inhumanos y vergonzantes en los que se pierde el rastro de la dignidad. Contra esta situación extrema de los que viven sin techo y sin recursos, una carpa los acogerá para que se visualice un problema que debería conmover a quienes pueden aportar soluciones y socorrer infortunios. Porque los que pierden la dignidad no son los desfavorecidos sin techo, sino los que les condenan a vivir invisibles a la intemperie, recogiendo las migajas de nuestra insaciable opulencia. Porque siempre hay otro sabio, más pobre y mísero, que hace alegrías de las penas, al recoger las hojas que otro pobre tira, como cuenta el poema de Calderón de la Barca. Por ello nos adherimos al llamamiento de Marea Pública y  apoyamos el proyecto "Carpa: sonríe, la vida es bella". 

viernes, 14 de agosto de 2015

Otra vez

Muere un inmigrante senegalés en Salou (Tarragona)
al caer desde un tercer piso cuando la policía iba a detenerlo.


Otra vez, como a veces sucedía en las comisarías franquistas, un detenido se suicida arrojándose al vacío; otra vez, como en la larga noche de la dictadura, el delito cometido consiste en una exigencia de libertad no tolerada y sancionada; otra vez, la policía infunde temor y sospechas más que confianza y seguridad; otra vez, ya no es el lechero el que puede llamar a las seis de la madrugada a la puerta, sino agentes con porras y grilletes; otra vez, y van tantas, las mordazas, la represión y el miedo son los recursos con los que el Gobierno intenta domesticar a la gente, a los incrédulos y críticos con una autoridad que los empobrece y somete; otra vez, en este país, se puede morir por querer vivir en libertad. Otra vez…

miércoles, 12 de agosto de 2015

Amistades peligrosas


Jorge Fernández Díaz
El Partido Popular cultiva unas “amistades” sumamente peligrosas que ponen en tela de juicio su credibilidad y honorabilidad. Se trata de “amigos” que hunden la reputación de cualquiera que se relacione con ellos. Si saber escoger las amistades es lo primero que un padre enseña a sus hijos, en las formaciones políticas debiera ser una precaución tanto más rigurosa cuantos mayores sean las responsabilidades que asuman sus dirigentes. Es inconcebible que un presidente de Gobierno intercambie “mensajitos” de móvil con un delincuente en la cárcel bajo la excusa de creer en la inocencia del “amigo” apresado. De igual modo, resulta inaudito que la máxima autoridad policial de un país reciba en su despacho oficial a otro delincuente para tratar asuntos supuestamente “personales” relativos a esa “amistad” que les une. En ambos casos, basados en hechos reales y no en suposiciones teóricas, la corrupción –económica y política- aparece como la causa que caracteriza y torna “peligrosas” a tales amistades y destruye la legitimidad de los gobernantes. Son dos ejemplos que han acontecido realmente y que evidencian claramente una forma de proceder del Partido Popular y de sus dirigentes.

Rodrigo Rato
Si ya Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, tuvo que dar explicaciones en el Congreso de los Diputados por sus mensajes con el que fuera tesorero y gerente de su partido, Luis Bárcenas, encarcelado a causa de una pieza separada del caso Gürtel que investiga la financiación ilegal y los sobresueldos distribuidos entre los dirigentes de la formación política, explicaciones que apenas convencieron a nadie, ahora se descubre que otro miembro del Gobierno, el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, mantuvo una reunión “personal” en su despacho ministerial con el imputado Rodrigo Rato, al que investiga la Policía Judicial por presunto blanqueo de dinero, evasión de divisas y otros delitos fiscales. Si Rajoy aludió en aquella ocasión a la “amistad” para mantener contacto con un delincuente encarcelado, el ministro esgrime ahora “asuntos personales” para recibir a otro delincuente en sede ministerial. A nadie se le escapa que la característica común de estos delincuentes es su pertenencia al Partido Popular y las importantes responsabilidades que asumieron en el mismo antes de ser imputados, detenidos y verse envueltos en procesos judiciales por corrupción.

Papeles de Bárcenas de su contabilidad B
Podría entenderse que una falta de prudencia y la más desbordante ingenuidad movieron a correligionarios con responsabilidades de Gobierno a conservar viejas amistades con compañeros caídos en desgracia y cuyo comportamiento delictivo es ajeno al partido en el que todos militan. Si sólo se tratara de un caso aislado, podría perdonarse el descuido. Pero ni se trata de un hecho puntual ni afecta sólo al imputado y sus manejos. El propio presidente del Gobierno figura como receptor de “sobres” opacos en la contabilidad “b” del Partido Popular, papeles por los que se juzga al tesorero que él nombró, y el ministro que no duda en mandar a la policía a disolver manifestaciones de estudiantes y desalojar familias afectadas por un desahucio, abre las puertas de su despacho a un “compi” exministro, diseñador de la política económica neoliberal que enriquece a los ricos y empobrece a los pobres, tan experto en finanzas que es cogido haciendo trampas,  para hablar de “lo que le está pasando” con este fuego “amigo” que sufre en la actualidad.

Más que la desfachatez de amparar a delincuentes “amigos” por parte del Gobierno, lo realmente grave de estos hechos es la cada vez más innegable constatación de que, detrás de esos comportamientos, la corrupción que afecta al Partido Popular es estructural, supone una forma de financiación consolidada, al margen de la legalidad, basada en adjudicaciones públicas a cambio de comisiones y “donativos”, de la que se aprovechan aquellos actores insertos en la trama y cuya avaricia es inversamente proporcional a sus convicciones éticas o morales. Lo realmente peligroso de los casos de corrupción que afectan al Partido Popular, partido con responsabilidades de Gobierno, es el deterioro que provocan -¡ojalá que no de forma irreversible!- en la confianza ciudadana por la política, en la idoneidad del sistema democrático y en la credibilidad de las instituciones. La desafección, el hastío y el repudio que invade a los ciudadanos, al asistir impávidos a comportamientos más propios de familias mafiosas que de organizaciones políticas, abonan la aparición de fenómenos populistas, a derecha e izquierda, que germinan del descontento de la gente.

Mariano Rajoy
Estos “amigos” delincuentes ponen en evidencia la actitud “comprensiva” del Gobierno para con los suyos caídos en desgracia, resaltan el atropello que se comete contra el Estado de Derecho para que los “amigos” sorteen la aplicación rigurosa de la Ley y la Justicia, sin distingos ni privilegios, y ponen de manifiesto la magnitud de un mal, cual es la corrupción, que parece ser consustancial al sistema y al ejercicio de la política en nuestro país. Rajoy con sus mensajitos y Fernández Díaz con su reunión demuestran ser asequibles a los corruptos y no muros de contención frente a los mismos. Lo malo de las amistades peligrosas es que turban la rectitud y convicciones de los que las aceptan y contagian el relativismo de su moral.

Como se le exigía a la mujer del César, el Gobierno también no sólo ha de ser honrado y honesto, cumpliendo la legalidad, sino parecerlo. Y no parece ético ni estético que los valedores de las leyes den cobijo y atiendan a los que las incumplen y las violan, aunque sean compañeros ideológicos y amigos “personales”. En cualquier democracia de nuestro entorno, con las que nos equiparamos, un comportamiento como el del ministro del Interior, recibiendo en su despacho a un correligionario inserto en un proceso judicial, hubiera dado lugar a su inmediata destitución. Eso es lo que haría un presidente de Gobierno si no se comportara del mismo modo que su ministro y se abstuviera, él también, de atender a compañeros encarcelados. Un Gobierno, como un hijo, no puede andar con ladrones…

lunes, 10 de agosto de 2015

Tras Plutón y más allá



Plutón
Plutón era el último planeta de nuestro Sistema Solar. Eso aprendimos de niños. Era, nos enseñaron entonces, el planeta más alejado y pequeño de cuantos giran alrededor del Sol, un punto invisible, incluso para los telescopios, perdido en la inmensidad del espacio. A una distancia de 5.760 millones de kilómetros, está 40 veces más lejos del Sol que la Tierra. Pero hasta allá la NASA ha enviado una nave espacial que ha tardado nueve años y medio en recorrer esa distancia y ha podido pasar a sólo 12.000 kilómetros, casi rozando, del desconocido y lejano Plutón. La nave, denominada New Horizons, había iniciado su viaje en 2006 y el pasado 14 de julio alcanzó esos “nuevos horizontes” de su objetivo, pudiendo tomar fotografías nítidas y cercanas de la superficie del misterioso planeta y sus lunas, en particular, la más grande: Caronte. Y al cartografíar su superficie se ha descubierto que Plutón es 80 kilómetros más ancho y tiene 2.370 kilómetros más de diámetro de lo que se suponía. Ello no modifica la decisión de la Unión Astronómica Internacional, que lo había reclasificado como un planeta enano, prácticamente un gran peñasco sin tamaño suficiente para acceder a la división de planetas, orbitando en los confines del Sistema Solar. Pero no por ello carecía de interés.

Montañas de hielo de Plutón
La nave enviada al encuentro de Plutón, un cajón de 70 centímetros de alto y dos metros de largo por dos de ancho y un peso de 478 kilos de peso, llevaba un impulso que le confería una velocidad de 14 kilómetros por segundo, lo que suponía no poder ponerse en órbita del planeta al carecer de motores y combustible para el frenado. Pasó de largo con rumbo directo al Cinturón de Kuiper, una zona desconocida en los arrabales del sistema planetario en la que flotan los materiales de las “construcciones planetarias”, según la NASA, y de donde parten y se producen los cometas, como el que nos visita cada 75 años: el cometa Halley.


Caronte, luna de Plutón
Pero pasar de largo no ha sido ningún fracaso, sino toda una hazaña que ha permitido obtener imágenes inéditas y cercanas de Plutón, mientras la nave “sobrevolaba” el planeta. Imágenes que han deparado muchas sorpresas y una cantidad ingente de información que mantendrá a los científicos ocupados durante meses y años. Por de pronto, ya se ha constatado que en Plutón hay montañas heladas, con picos de más de 3.500 metros de altura, y bastante menos cráteres de lo que se esperaba, lo que induce a pensar que esas formaciones, medidas en tiempo geológico, son muy jóvenes, aunque se ignore qué fuerzas o fenómenos las han producido. También han sorprendido los hallazgos en Caronte, su luna principal. Según el divulgador Daniel Marín, el casquete polar oscuro que presenta esa luna es, al parecer, una enorme depresión, quizás producida por algún impacto. Al mismo tiempo, se ha descubierto un enorme complejo de cañones de más de mil kilómetros de longitud y con una profundidad de entre siete y nueve kilómetros. Todos estos hallazgos no hacen sino aumentar los misterios y la fascinación que rodean a Plutón y sus lunas. Todo un reto para la ciencia. 
 
Y es que el éxito de la misión de la nave New Horizons ha sido, desde cualquier punto de vista, absoluto, al ser la primera sonda que consigue llegar al lejano Plutón y más allá. Gracias a ella se ha podido completar la visita y exploración de todos los planetas principales de nuestro Sistema Solar. Para el investigador principal de la misión, Alan Stern, “esto es exploración en esencia”, lo que posibilitará que se conozca Plutón como nunca antes se ha hecho y que los datos aportados por los instrumentos de la nave desvelen la historia del planeta enano y sus lunas. Una tarea que ha estado cumpliendo escrupulosamente hasta el pasado 20 de julio, cuando la nave suspendió la retransmisión de fotografías para seguir su viaje más allá de Plutón. Se confía, no obstante, que a mediados de septiembre vuelva a reanudar la comunicación y envíe nuevas imágines sorprendentes de lo que hasta ahora era un misterio, ese objeto que no es un planeta pero tampoco un asteroide: Plutón

viernes, 7 de agosto de 2015

Viernes canicular


Cuando todavía no había conseguido librarse del sopor de la siesta, mudó sus zapatos por unas zapatillas y el pantalón del trabajo por unos cortos que dejaban sus piernas blanquecinas y lampiñas al aire. Era su inefable uniforme de temporada y con él quiso aprovechar la tarde para realizar unos recados que tenía pendientes. El primero y principal, tomar café, una costumbre inmutable en cualquier época del año, incluida aquella en la que las calles se derretían bajo un inclemente sol de verano y las sombras en las aceras eran disputadas por viandantes no dispuestos a ceder el lugar, tropezasen con quien tropezasen. Se encontró cerrada la cafetería del barrio, igual que la mayoría de los comercios por los que había pasado, por lo que dirigió sus pasos hacia la farmacia de la esquina. Permanecía abierta como único testigo de actividad mercantil, pero tuvo que llamar al timbre para que le franquearan la entrada. La empleada de la botica temía más a la soledad desértica en que se había convertido la ciudad que a las consultas de los usuarios, ávidos de potingues milagrosos que alivien sus quebrantos. Hasta la peluquería en la que mensualmente le cortaban las canas avisaba con un simple cartel pegado en la puerta: iba a estar cerrada hasta la última semana de agosto. Desistió de todo empeño. Era viernes, en plena canícula, y lo único que podía hacer a esas horas era irse a su casa con sus medicinas. Antes de volver a encender el televisor, dio dos vueltas por las habitaciones, contagiado por la desconfianza de la farmacéutica. Por si las moscas. Y por el calor.

miércoles, 5 de agosto de 2015

El egoísmo: sígno de una patología social


Este verano, al calor de las vacaciones y con sobredosis de tiempo para divagar sobre lo divino y lo humano, nos ha dado con relacionar una serie de hechos que, de forma aislada, podríamos considerar como accidentes fortuitos o excepcionales, pero que, en su conjunto, denotan síntomas de un mal mucho más grave y generalizado: son signos patológicos de una sociedad enferma. Algo va rematadamente mal, parodiando el título de Tony Judt, en la comunidad de la que todos formamos parte cuando afanes de disgregación separatista preocupan a una porción del conjunto social, los fallecidos por accidentes de circulación son una ofrenda al progreso que pagan los conductores y la insoportable lacra de la violencia machista que asesina mujeres no puede ser extirpada del comportamiento en pareja. Son, todas ellas, distintas formas de expresión de un egoísmo que se incuba en la naturaleza social e impregna a individuos, comunidades y gobiernos, incapacitándolos para reconocer culpas y abordar, en consecuencia, actuaciones eficaces que consigan erradicarlas o minimizarlas.

Es fácil reconocer ese egoísmo en la actitud machista de quien considera a la mujer un objeto de su propiedad y no admite perderlo, optando por destruirlo antes de que se aparte de él. Atribuir a la mujer capacidad y voluntad para decidir la unión o separación de su pareja, con idéntica autonomía y en igualdad de condiciones que el varón, no resulta tolerable para quien actúa y cree que la sumisión y dependencia afectiva y material de la mujer respecto del hombre es la única relación posible y aceptable. La mayoría de los asesinatos de mujeres se cometen por hombres -jóvenes, maduros o viejos-, cuya relación sentimental bien se ha roto o bien el matrimonio se halla en proceso de separación y divorcio. Una actitud execrable cuando hasta los hijos se convierten en instrumentos para influir o hacer sufrir a la mujer que consigue liberarse del hombre que le ha perdido todo respeto, humilla su dignidad y significa una amenaza física intolerable para su existencia. Es el caso, por ejemplo, del filicida de Moraña (Pontevedra), un asesor inmobiliario de 40 años de edad, que acabó con la vida de sus dos hijas de 4 y 9 años el día que debía entregárselas a su madre tras un permiso vacacional de quince días, como presunto acto de venganza contra ella. Un caso extremo de patológico y criminal egoísmo machista que piensa que todo le pertenece en propiedad, hasta la vida de su pareja y los frutos derivados de esa relación de poder, nunca de amor.

También es posible identificar el germen del egoísmo en aquellos territorios que desean o pretenden independizarse del Estado del que forman parte, sin que ello obedezca a la resolución de ningún conflicto colonial histórico ni a la recuperación de una antigua soberanía nacional perdida en la construcción de los estados-nación modernos. Tanto en Cataluña, donde la obsesión de las formaciones soberanistas plantea unas elecciones en clave plesbicitarias para el próximo 27 de septiembre, contrarias a la legalidad, precisamente en la época histórica en la que goza del mayor reconocimiento autonómico a sus singularidades identitarias (autogobierno, lengua co-oficial con la del Estado, etc.), como en Bolivia –por comparar con otro ejemplo distinto y distante-, en el que las regiones de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando promueven también un proceso, si no independentista, sí al menos autonómico semejante al de España, la causa de la segregación es puramente egoísta. En ambos casos, son las regiones más ricas o con mayores recursos las que pretenden separarse del resto por considerar que su contribución solidaria y equitativa a la riqueza nacional les acarrea pérdidas y limita su desarrollo. Ni los ricos quieren pagar impuestos ni las regiones ricas quieren participar en el progreso armónico del conjunto del país. No es la lengua ni la identidad, ni siquiera la historia, sino la conveniencia egoísta lo que impulsa los envites independentistas de estas comunidades privilegiadas y en buena medida favorecidas en detrimento del resto del país que las integra.

Hasta los gobiernos pueden ser egoístas. Tienen responsabilidades que no asumen y trasladan a los ciudadanos, a los que penalizan doblemente: acusándolos de provocar los accidentes de tráfico, coaccionándolos y castigándolos con campañas y multas injustificadas. Hay una motivación egoísta en esa conducta gubernamental. Por un lado, dado el descomunal negocio existente en relación con el automóvil, fuente de ingresos abundantes para las arcas del Estado, se intenta (y se consigue) desplazar la atención, como apunta Reyes Mate, evitando los “supuestos culturales que sostienen directa o indirectamente la muerte en carretera”; esto es, se busca una responsabilidad sin culpa a la que imputar el costo de la acción, cifrándolo en una indemnización económica, aunque la culpa y la responsabilidad las tenga el modo de vida y el Estado en su negligencia con la falta del mantenimiento adecuado de la red vial. Es egoísta porque el Estado estimula, incluso con subvenciones a la industria, el culto al automóvil, a la velocidad y a la vinculación del coche con progreso y modernidad (el coche como símbolo social), al tiempo que coacciona su utilización ante la saturación del parque móvil que padecen todas las ciudades, aprovecha para incrementar la recaudación con la excusa de la contaminación, cobra por circular y aparcar en calles y plazas y culpabiliza al conductor en la práctica totalidad de los accidentes de tráfico, sin reconocer ninguna responsabilidad propia. Todas las campañas de la Dirección General de Tráfico remiten a descuidos del conductor, al exceso de velocidad, al alcohol y las drogas, a la supuesta antigüedad del vehículo y a cuantos factores puedan atribuirse a quien conduce y tiene un accidente. Pero nunca, aunque existan estadísticas al respecto, a la deficiente señalización de las vías, al pésimo estado de muchas carreteras (la mayoría de los accidentes se produce en vías secundarias), al mal trazado de curvas y peraltes, al diseño y construcción erróneos de infraestructuras viales (puentes, cruces, accesos y salidas en lugares inapropiados y, por tanto, peligrosos, etc.) y a esa infinidad de causas ajenas al conductor que provocan muchos accidentes con consecuencias mortales. Siempre se busca un culpable para que pague y libre al Estado de responsabilidad. Tal actitud expresa una forma de egoísmo lucrativo que adquiere visos inmorales y en muchos casos criminales. Las víctimas de los accidentes de circulación suponen suculentas fuentes de rentabilidad para grúas, talleres, mutuas, ambulancias, seguros, centros hospitalarios y asistenciales, abogados, desguaces, tasadores y toda una larga lista de profesionales y actividades que abonan tasas e impuestos a la Hacienda pública. No hay mayor muestra de egoísmo que la que se ceba fría y despiadadamente con las víctimas de los accidentes de tráfico.    
 
Bajo el sofocante calor del verano, se llega a la conclusión de que el machismo, el separatismo y la actitud exculpatoria del Estado en los accidentes de carretera tienen en el egoísmo una causa común que los explica y que se alimenta del modelo de sociedad -competitiva, mercantilista e individualista- que hemos construido y asumido de buen grado. Si no cuestionamos los males de esta sociedad neoliberal, acabaremos aceptando que el sufrimiento que nos provoca, junto a la anomia social, es el precio que hemos de pagar por formar parte de ella. Y nos quedaremos tan a gusto sudando la gota gorda.

lunes, 3 de agosto de 2015

La objección burocrática

Hay gente que se la coge con papel de fumar cuando antepone sus creencias a las leyes y hace prevalecer su moral a la ciencia. Es lo que ha conseguido un administrativo del Servicio Andaluz de Salud (SAS) para no tramitar los expedientes que han de rellenar las mujeres que desean abortar acogiéndose a los supuestos contemplados para la Interrupción Voluntaria del Embarazo en los Centros Sanitarios. Para ese funcionario quisquilloso, tramitar el formulario era participar en un aborto que considera una aberración moral. Y se declara objetor de conciencia, una posibilidad que la ley contempla sólo para el personal sanitario que participa en la intervención.

Es perfectamente respetable que cada cual albergue las creencias religiosas y las convicciones morales que estime oportunas y conduzca su vida en función de ellas. Es lo que exigen, por ejemplo, los Testigos de Jehová cuando rechazan las transfusiones sanguíneas y optan por el riesgo a morir por una hemorragia antes que recibir sangre de otra persona. Sus creencias no admiten la mezcla de sangre no propia. Y pretenden hacer prevalecer sus creencias sobre el conocimiento científico que posibilita mediante la transfusión de componentes sanguíneos la salvación de vidas humanas.

Para los supuestos defensores de la vida y el Derecho Natural, la simple fecundación de un óvulo presupone su consideración como ser humano, aunque aún se halle en estado embrionario. Interrumpir el desarrollo de ese embrión, futuro feto, sería cometer un asesinato que su moral y creencia religiosa no toleran. No reconocen a la madre que acude a abortar ningún derecho para decidir sobre su embarazo, a pesar de que para ninguna mujer sea un paso gratuito y fácil, sino una alternativa dolorosa a circunstancias complejas que afectan a su vida. Y no aceptan que la ciencia no equipare la mórula de células embrionarias con un ser humano nacido y sujeto a derechos que amparan constitucionalmente a las personas. Estos objetores están en su derecho a pensar y creer en lo que quieran.

Lo difícil es congeniar creencias particulares con las leyes que regulan la actuación de todos los integrantes de una sociedad plural como en la que convivimos. No tramitar expedientes para abortar supone impedir el ejercicio de un derecho reconocido y regulado de las mujeres que desean interrumpir un embarazo. Es saltarse la ley con la escusa de una objeción de conciencia tan meliflua como sectaria, ya que el presunto objetor administrativo del SAS lo que persigue, no es evitar su implicación en un “holocausto”, como él lo llama, sino boicotear la aplicación de la ley, el ejercicio de un derecho y obligar al resto de la sociedad a asumir sus creencias y su moral. Para ello ha batallado judicialmente hasta que una reciente sentencia del Tribunal Constitucional, que ha dado la razón a un farmacéutico que se negaba a dispensar la píldora del día después, ha abierto la posibilidad de ampliar el reconocimiento de la objeción de conciencia a los no sanitarios. Siguiendo hasta el absurdo esa lógica, hasta un celador podría negarse a transportar en silla de ruedas a cualquier embarazada que vaya a abortar a un hospital público. Con lo fácil que hubiera sido cambiar de puesto de trabajo y trasladarse a cualquier otro destino en el que la sensible conciencia del administrativo no estuviera expuesta a participar ni percibir lo que considera un “asesinato”. Pero ese no es su propósito, sino el de obstaculizar la aplicación de un derecho con el que “su” moral no está de acuerdo e invitar a más gente a formar una barrera contra el aborto. Tal actitud, lejos de la honestidad con que pretende arroparse, obedece a una intransigencia ideológica que no respeta la pluralidad ni la legalidad basada en lo que la ciencia conoce y no a través del velo de ninguna creencia, por respetables que sean todas ellas.

Permitir esta eventualidad obstruccionista, en función de creencias, sería tanto como dejar morir de una hemorragia al paciente testigo de Jehová que no acepta las transfusiones. Si lo último se solventa con una resolución judicial que deja en potestad del criterio médico cualquier actuación al respecto, la negativa del administrativo debería también resolverse con el simple acatamiento de la legalidad vigente. Los problemas de conciencia se limitan al ámbito privado del individuo. Porque, de lo contrario, como agnóstico, cualquier vecino podría oponerse a que una hermandad religiosa procesione por la calle donde vive, con la excusa de ser objetor de conciencia contra la Semana Santa. Si a éste lo obligan las ordenanzas municipales a aguantarse o mudarse, al administrativo que se la coge con papel de fumar también deberían sugerirle idénticas alternativas e invitarle a irse a cumplir con su trabajo al archivo del Hospital de Valme, por ejemplo, donde su conciencia podría estar más tranquila y calentita. Digo yo.

domingo, 2 de agosto de 2015

De idus a calendas

Entre los idus de julio y las calendas de agosto, justo el período en que hemos estado ausentes, han sucedido diversos acontecimientos que, a pesar de la desidia vacacional, llenaron las páginas de los periódicos y los espacios informativos con noticias buenas, las pocas, y malas, como de costumbre. Así, antes de sumergirnos en el descanso estival, se producían dos hechos que ponían de relieve cierta sensatez en los enconados conflictos internacionales. Por un lado, Europa concedía un tercer rescate a Grecia cuando el país parecía abocado al Grexit, la expulsión de los que son dejados en la cuneta del sueño imperial europeo. Eso sí, las condiciones del préstamo son draconianas, peores incluso que las ofertadas antes del inútil referéndum y que los griegos, creyéndose dueños de su destino, habían rechazado. Si no las quieren, toma taza y media, parece que pensaron en Bruselas. Y en eso andan en el Gobierno de Syriza, buscando apoyos y apaños para lo que iba ser “de entrada, no” y ha acabado convirtiéndose en “lo que usted mande”, señora Merkel.

La otra buena noticia –si es que puede considerarse buena el alejar temporalmente la amenazada de salir de la eurozona a Grecia- fue el acuerdo alcanzado por EE.UU e Irán que evita que los persas, mediante inspecciones periódicas a sus instalaciones, fabriquen la bomba atómica… de momento, aunque nada impide que continúen utilizando la energía nuclear con fines pacíficos. A pesar del rechazo que provoca a los “halcones” de ambos bandos, el compromiso sólo es fruto de la sensatez en vez de la locura. Ya lo subrayó Obama al presentarlo: las opciones eran el diálogo o la guerra. Y ha preferido el sentido común a las bombas, en contra del criterio de Israel. ¿Qué pasará ahora, tanto en Grecia como en Irán? Que viviremos, provisionalmente, un poquito más tranquilos, levantando “corralitos” y embargos que castigan fundamentalmente a los más débiles, al pueblo llano, y no a las élites, sean políticos o clérigos. A ver lo que dura.

Pero no todo iba a ser buenas noticias. Los yihadistas del Estado Islámico responden con prontitud a la paz firmada entre Irán y EE.UU. haciendo estallar un camión-bomba en un nutrido mercado de Irak, matando a más de 120 personas e hiriendo a cerca de doscientas. El día escogido para la masacre era la noche del último día del Ramadán, lo que aseguraba el efecto letal del atentado. La sangrienta actividad de los fanáticos del puesh continúa proporcionando un reguero de terror y odio allí donde se establece, disputando a Al Qaeda el protagonismo del terrorismo islamista en el mundo. En este frente de batalla, el precio de la información y la verdad se paga con la mordaza o la vida de los periodistas. Las últimas víctimas propiciatorias son tres periodistas españoles desaparecidos en Siria, uno de los lugares en que se bate el pulso entre los radicales islamistas, las “primaveras” árabes y los intereses de Occidente. Son dos reporteros freelance (así anda el negocio), Antonio Pampliega y Ángel Sastre, y un fotógrafo, José Manuel López, de los que no se tienen noticias desde el 12 de julio pasado, cuando se perdió su rastro en la ciudad de Alepo, al norte del país. Por si las cosas no estuvieran suficientemente caldeadas en la zona, unos colonos israelíes matan a un niño palestino de año y medio de edad al quemar la vivienda de su familia en Cisjordania. El hecho, por su crueldad, ha sido tachado por el propio Netanyahu de “acto terrorista”, lo que no le impide continuar con su política de ocupación del territorio palestino, sembrándolo de colonias judías.

Israel prosigue, así, su estrategia de desplazamiento de la población árabe de los territorios palestinos a golpe de hechos consumados y por la fuerza. Una fuerza que interviene de forma desproporcionada en caso de enfrentamientos y agresiones. Tan desproporcionada que Amnistía Internacional acaba de publicar un informe en el que acusa a Israel de cometer “crímenes de guerra” cuando, hace justo un año, intentó rescatar a un militar secuestrado por milicianos de Hamás, dejando un balance de 135 civiles muertos y barrios enteros de Rafah, en la Franja de Gaza, arrasados “sin miramiento”. Tras la “limpieza” militar, el Gobierno israelí autorizó la construcción de 300 nuevas viviendas para colonos en Cisjordania, precisamente el lugar donde la tensión y el odio de los fanáticos han acabado con la vida de ese niño palestino, quemándolo vivo. Por mucho que se califiquen los hechos, si no se actúa sobre sus causas, éstos permanecen, se enquistan y se agravan. Algunos siguen prefiriendo la guerra al diálogo.

Otro que ha desparecido, en este caso definitivamente, es un cómico de la España cañí y un grande del cine patrio que supo reírse de si mismo y hacernos reír de nuestras miserias, complejos y mezquindades: José Sazatornil, “Saza”, ese actor catalán con cara de cenizo, nariz prominente y bigotito facha que representó con histrionismo los personajes de la España reprimida y hambrienta de libertades que ojalá se haya ido con él a ocupar el lugar que le corresponde en la memoria colectiva y superada de este país. Descanse en paz.

Precisamente, harto de visitar cada mes Cataluña, el rey Felipe VI se puso serio en la última recepción que ofreció en aquella comunidad, con ocasión de la entrega de despachos de la 65 promoción de jueces, porque comprendió que la obsesión independentista de Artur Mas es “irreconducible”. Y es que las elecciones autonómicas en clave plebiscitarias que están convocadas para el próximo 27 de septiembre responden a una estrategia obcecada de los independentistas, impulsada por Artur Mas y Oriol Junqueras, para sortear la Constitución y elaborar una ley “tránsito” hacia un Estado catalán separado de España. Lo malo no es que triunfe el “sí” en esos comicios –cosa difícil, al menos con la rotundidad que sería necesaria-, sino la reacción que adopte Mariano Rajoy desde Madrid para “reconducir” la situación y obligar a respetar la legalidad. Más que a los catalanes, temo al Gobierno del Partido Popular en todo este embrollo, cuyo desenlace no está ni mucho menos claro. Para colmo, el candidato que eligen los conservadores para tales comicios es un conocido político que representa a la derecha más intransigente y xenófoba de Cataluña y de la España de la gaviota. Es decir, en vez de proceder al diálogo y la sensatez, como hace Obama en Irán y Cuba, optan por la confrontación y la fuerza, al estilo de los sionistas. Los prudentes, que también existen en nuestro país, confían en que no se llegue a intervenir la Comunidad y no encarcelen al President de la Generalitat. Pero son pesimistas.

Y es que, si ésta es la “renovación” de la que habla el Partido Popular, retornando a sus “esencias” con caras nuevas y descorbatadas que en nada modifican ni los usos ni los contenidos ideológicos del partido, aviados estamos. Por mucho que esté dispuesto el presidente del Gobierno, reacio visceral a los medios de comunicación, a mantener cuantas entrevistas y apariciones mediáticas se le pongan por delante, tendrá muy difícil hacer olvidar sus mentiras y su herencia de recortes y austeridad a raja tabla. Se lo está poniendo en bandeja a Ciudadanos, la formación que ve con optimismo cómo el electorado conservador, pero no cavernícola, engrosa sus expectativas de votos en cada convocatoria electoral. Los populares están desconcertados con la pérdida a raudales del apoyo ciudadano a su gestión, de la que no hacen ninguna autocrítica, y a la que consideran artífice de una recuperación que no a todos alcanza.

Claro que más desconcertados –y conmocionados- están en México con la fuga espectacular del capo “El Chapo” de una cárcel de máxima seguridad. El narcotraficante escapó a través de un túnel que sus lacayos construyeron bajo tierra, comunicando su celda con el exterior. Ni la vigilancia ni los sensores electrónicos detectaron ningún indicio de lo que se cocía ante sus propias narices. La “Gran evasión” se queda corta en la comparación a la hora de elaborar una obra de ingeniería, precisión y osadía como la protagonizada por el delincuente mexicano, que recorrió el túnel en una motocicleta, para escaparse de sus carceleros. Y, encima, cobrará derechos de autor cuando se realice la película.

Menos mal que en Andalucía somos más prosaicos, menos imaginativos. Mantenemos nuestras rutinas. La juez del caso Aznalcóllar imputa por prevaricación, en la concesión a Minorbis-Grupo México la explotación de la mina de esa localidad sevillana, a la directora general de Industria de la Junta de Andalucía, al interventor de ese departamento y a cuatro miembros de las comisiones técnicas y de contratación. Nada nuevo bajo el sol… de la corrupción, desgraciadamente.

Todo sucede dentro de la más absoluta normalidad, hasta el parto de la presidenta de la Comunidad, Susana Díaz, cuyo embarazo llegó a término a finales de mes y dio a luz su primer hijo en un hospital público, como corresponde a un socialista de ley. Ahora, el debate se centra en el tiempo que estará de baja maternal, cuando lo importante es que consiga ser una mamá feliz, ya que ello sería síntoma de normalidad biológica y política, sin temor a los idus de julio ni a las calendas de agosto.