martes, 31 de diciembre de 2013

Un minuto antes...


Dentro de un minuto, en esta esquina del mundo, se reinicia el curso de un nuevo ciclo temporal con el que hacemos muescas a nuestras vidas. Podríamos hacerlas en cualquier otro momento, pero elegimos el que está a punto de agotarse para mantener el hechizo de una existencia que se sabe finita y, por ello, celebra que se prolonga en un nuevo tiempo, indefinido e indeciso, tan en proyecto el primero como el último…

Sinfonía para 2014


Nos engañamos con marcas simbólicas, como ésta del cambio de año, como si el tiempo se moviera siguiendo el curso de una circunferencia que, a cada vuelta, retorna al punto de partida y va sumando giros. Pero no podemos evitarlo: somos seres cuya inteligencia se vale de símbolos para aprehender la realidad, empezando por ese sistema estructurado de signos que es el lenguaje, la gran convención simbólica que nos diferencia del resto de los animales y nos humaniza.

Es simbólico, también, proyectar propósitos para un tiempo que deseamos nuevo y esperanzador, como si fuera factible con sólo desearlo. Sin embargo, traspasar esas fronteras simbólicas que imaginamos en el paso de los años nos permite recapitular y emprender iniciativas que se alimentan de la energía de nuestras emociones y sentimientos. Nos sugestionamos con renovados horizontes donde alcanzaremos lo que el presente nos niega o encontraremos las respuestas a nuestras inquietudes y las soluciones a los problemas. Soñamos siempre un mundo nuevo al que aluden todas las utopías. Un lugar y un tiempo en el que lograremos materializar nuestros sueños o liberarnos de nuestras pesadillas. También, mientras lo perseguimos, en lo que motiva al espíritu creador del hombre a componer sinfonías que celebran ese espacio nuevo al que dirigimos nuestros pasos. ¡Ojalá lo alcancemos en 2014! Y si no, deléitense con el segundo movimiento de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonín Dvorák.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Almanaque de Roldán 2014

En el marco propicio para una narrativa a través de viñetas, se presentó el pasado 21 de diciembre en el bar La Carbonería, sede de la cultura suburbana y ecléctica de Sevilla, el almanaque más “rompedor” de los últimos años. Se trata del  Almanaque de Roldán 2014 con el que la tertulia que lo edita rinde tributo al cómic, sin perder por ello la esencia de un producto artístico que, además de acotar el futuro de los próximos meses, es fruto de la inspiración de los poetas y los pintores que conforman la asociación sevillana Cuadernos de Roldán.

Y es que en las collaciones de la auténtica judería sevillana, en plena calle Levíes del barrio de San Bartolomé, se enclava ese espacio entre arrabalero y progresista de La Carbonería, donde el alcohol marida bien con la cultura y donde Cuadernos de Roldán tuvo el acierto de presentar su tradicional Almanaque, en un soberbio maridaje de poesía y dibujos que homenajea al mundo de la historieta, contando para la ocasión con una selección de reputados ilustradores de tebeos para adultos críticos, descreídos y heréticos, como la mayoría de los “inquilinos” de la tertulia.
 
La calidad del Almanaque venía garantizada por las plumillas de Rafa Iglesias, Felipe H. Navarro, Borja González y Fernando Infante, entre otros ilustradores, y de Francisco Núñez Roldán, José María Bedoya, Ana Llorca o Alejandro García Acebes, entre los poetas. Poetas que circunscribieron sus textos al limitado espacio de los bocadillos de unas viñetas y dibujantes que interpretaron en imágenes lo que ambos querían expresar en una simbiosis que exuda belleza y emoción. Al frente de todo ello estuvo Antonio Cerrato, coordinando la edición de un Almanaque con el que Cuadernos de Roldán muestra su admiración al relato contado mediante viñetas.

ENERO
La primavera tiene música, Stravinsky,
el invierno pintura, Brueghel el viejo,
dos sensaciones distintas
que nos alteran el ánimo
e impresionan nuestros sentidos,
identificándose en la memoria
con momentos agradables
sin acordarnos del frío
o las alergias del olivo y el heno.
¡Qué ironía y qué memoria tan frágil!,
aunque sólo somos materia,
recordamos las emociones del espíritu
y olvidamos los estornudos del cuerpo.

José María Bedoya

sábado, 28 de diciembre de 2013

¡Sólo falta atragantarse con las uvas...!


Puestos a hacer el último comentario del año, lo suyo sería realizar un breve balance de 2013, segundo año triunfal del Gobierno de Mariano Rajoy, en el que ha realizado tantas cosas no prometidas y ha olvidado las que prometía hacer. Aún así, todo lo que podía ir mal ha ido peor, salvo la prima de riesgo que, tras subir hasta porcentajes insoportables, ha bajado a los niveles en los que fluctuaba con el anterior Gobierno socialista. Todo un triunfo…de los mercados, esos que nos miden en función de nuestro sometimiento a sus dictados. Así nos va.

El paro, primer problema que preocupa y afecta a los españoles, sigue desbocado, expulsando millones de trabajadores a las cunetas del desempleo y la pobreza. Para atajar presuntamente esta sangría, el Gobierno ha elaborado una Reforma Laboral que ha debilitado enormemente la fuerza del Trabajo en beneficio de la del Capital, a la que ha dotado de un poder desorbitado para contratar a su arbitrio y despedir casi gratis, sin que cauterice la herida del desempleo. Se ha aminorado, eso sí, el ritmo de destrucción de empleo, pero sin que se generen puestos de trabajo suficientes para absorber a todos los damnificados sin salario y con prestaciones por desempleo igualmente reducidas en importe y duración. Son millones de compatriotas extrabajadores que despiden el peor año de sus vidas con tan nulas esperanzas de felicidad y prosperidad, como las que manifiestan esos mensajes navideños tan abundantes como falsos.

También los estudiantes están pagando el pato de los ajustes que el neoliberalismo aplica, no sólo en los costes de las matrículas y el acceso a las becas, sino además en los programas curriculares. Toda la enseñanza no universitaria ha sido modificada, gracias a la innombrable ley Wert, con la finalidad de desprenderse de los no superdotados y dejar al resto al `pret a porter´ del mercado laboral, no de las preferencias de los alumnos. La Universidad, los que lleguen a ella, será un horizonte que sólo los pudientes podrán soñar, pues la educación no se considera una inversión en las generaciones futuras, sino un gasto que los que gobiernan dicen que es insostenible.

Lo mismo sucede con la sanidad y otros servicios sociales que proveía el Estado y que han sufrido graves recortes. Este año hemos visto desaparecer las ayudas a la dependencia, la reducción de las pensiones, el encarecimiento de las medicinas, el copago de determinadas prestaciones sanitarias y una reducción salvaje del número de funcionarios que nos atendían en hospitales, juzgados, cuarteles de policías, museos, escuelas, centros de la mujer, residencias para discapacitados y ancianos, bomberos, diputaciones, ayuntamientos y ministerios, todos los cuales quedan, además, soportando una disminución en las nóminas de sus empleados del 35 por ciento y una ampliación de la jornada laboral de dos horas y media adicionales a la semana. Si este panorama lo llega adivinar este colectivo antes de las últimas elecciones, seguro que pensaba con más detenimiento el sentido de su voto.

Pero este retroceso afecta a la sociedad en su conjunto, pues las “reformas” que se han impelido están impregnadas de una indisimulada carga ideológica, como esa modificación de la ley del aborto. Con ella se suprime el derecho de la mujer a abortar y se autoriza sólo en supuestos muy restrictivos, que conducen a la interesada a un peregrinaje por consultas de médicos que deben certificar los casos de violación, malformaciones graves del feto y los peligros para la salud de la madre en los que está contemplado. Es decir, del derecho de la mujer se pasa a la tutela de los médicos. Una norma “moral” que se impone a todos los que no comulgan con esa moralidad en los hábitos sociales y que ha sorprendido a propios y extraños por lo que supone de regresión. Si las mujeres afectadas hubieran imaginado el atraso que representaría para su derecho a decidir la maternidad las últimas elecciones, seguro que también se replantearían la necesidad de votar y el sentido de su voto.

Es esa imposición ideológica la que vuelve a introducir la asignatura de religión en el expediente académico y elimina la de educación para la ciudadanía. Y es que educar en valores constitucionales, en los que impera el respeto a las libertades y a la diversidad en el seno de la sociedad, no es del agrado de quienes prefieren catequizar a los alumnos desde la más tierna infancia para adoctrinarlos en una determinada religión supuestamente verdadera: la Católica. Precisamente, la confesión con la que el Estado, aparentemente aconfesional, mantiene un convenio que privilegia su financiación a cargo de las arcas públicas, no por cuenta de sus feligreses. Una religión que defiende sus creencias, no vía del convencimiento y la fe, sino por imposición a través de privilegios en la enseñanza (clases de religión, segregación sexual y colegios concertados), por imperativos sociales (contra del aborto, matrimonios homosexuales, investigaciones genéticas y embriones, divorcio, etc.) y dinero público (profesores de religión, subvenciones al patrimonio religioso, exención de impuestos, etc.)

El gran avance de la pobreza durante 2013 en nuestro país, cuya tasa ha pasado del 27,7 al 28,2 %, y la pareja privatización de los servicios públicos, ha dado como resultado un estado de necesidad que es socorrido por bancos de alimentos, plataformas antidesahucios y medidas de algunos gobiernos autonómicos para que no corten la luz a los afectados por la “pobreza energética”. Mientras tanto, los acaudalados se multiplican y la élite social incrementa sus beneficios al sentirse protegidos hasta por el Ministerio Fiscal, que se posiciona en contra de imputaciones a familiares del rey, la mujer del presidente de la Comunidad de Madrid y cuántos poderosos puedan verse implicados en algún proceso penal, como Miguel Blesa, expresidente de un banco que ha costado al erario público miles de millones de euros. Y que cuentan, si fuesen condenados, del indulto correspondiente del Gobierno, tan comprensivo con ellos, y sólo con ellos.

Sin embargo, lo más grave no es esta calamitosa situación que golpea exclusivamente a los más desfavorecidos y vulnerables, sino el tufo de corrupción que expele la política, única herramienta existente para atajar los males que nos afligen y emprender cualquier cambio en la sociedad. El caso Gürtel sigue cociéndose en los juzgados y su rama Bárcenas  amenaza al partido en el poder con la sospecha bastante fundada de su financiación ilegal. Incluso ha motivado el rastreo que la policía judicial ha efectuado en Génova 13, sede del Partido Popular, en busca de una doble contabilidad que los populares niegan y los documentos del extesorero Bárcenas demuestran. Un bochorno.

Un bochorno idéntico que el que brota al ver implicados a sindicatos de trabajadores y de empresarios en investigaciones judiciales por mal uso, abuso y dispendio de subvenciones públicas y ayudas estatales. O el caso de los ERE, en Andalucía, por el que se concedieron ayudas a quien no las necesitaba, se enriquecieron despachos e intermediarios y se malversó parte de un dinero disponible sin apenas control y de forma totalmente indiscriminada. Hasta los equipos de fútbol españoles están siendo expedientados por las autoridades europeas por recibir subvenciones públicas encubiertas y manejo de dinero negro. Si a ello añadimos el rosario de casos de corrupción en los que están implicados concejales municipales condenados por múltiples delitos urbanísticos y contra la Hacienda pública, los tejemanejes del yerno del rey, los juicios penales a expresidentes autonómicos, como Camps o Matas, o de Diputaciones, como Fabra, más los turbios asuntos que siempre perjudican a los ciudadanos, como el tarifazo eléctrico temporalmente encausado o las ingentes inyecciones de dinero público a los bancos con problemas de liquidez por avaricia especulativa y las amnistías fiscales a los evasores de capitales, entonces podemos apreciar en su justa medida la gravedad del cáncer que carcome al ejercicio de la política en España y que causa, como consecuencia indeseada, la desafección de los ciudadanos y el descrédito en las instituciones y la propia democracia.

Para colmo, podemos concluir con la profunda decepción que provocó el tradicional mensaje del rey en Nochebuena. Mucho prometer regeneración y transparencia y asumir exigencias de ejemplaridad, que podría empezar en su propia Casa, para inmediatamente reafirmar su determinación en continuar el desempeño de su mandato y las competencias que le atribuye el orden constitucional. Vamos, que no piensa abdicar, arrastrando aun más hacia el deterioro a la institución que representa, una monarquía que no fue elegida, recordémoslo, expresamente por los españoles, sino “colada” en el paquete de la Constitución.

Por mucho que sermonee, actualizar los acuerdos de convivencia no es una exigencia que deba exigírsele sólo a Artur Mas, sino también al mismo rey y al resto de la clase política. Incluso debería extenderse a la élite económica, financiera, religiosa, empresarial, sindical y social. Deberíamos actualizar nuestro contrato de convivencia para introducir exigencias de moralidad, honestidad y civismo, valores aplicables a las personas, no a los colectivos. Ese sería mi deseo para el año venidero: que entre todos conformemos una sociedad más justa y solidaria, basada en el respeto, la tolerancia y la democracia que brinda un Estado social y de derecho. No conformarnos con lo que tenemos, sino aspirar a mejorar material, social e individualmente. O como dice José María Ridao en su libro Apología de Erasmo, no resistirse a justificar lo intolerable, ya que la crisis que padecemos es más devastadora porque, precisamente, “lo intolerable estaba siendo justificado”.  Sólo nos resta no atragantarnos con las uvas.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Felices recortes y prósperas mutilaciones!


Foto: Loli Martín
Doblegado por lo establecido y con careta de felicidad, me dejo llevar por la costumbre de parabienes y consumismo que exigen estas fechas. Pero, puestos a expresar buenos propósitos, preferiría que se respetasen la dignidad, la igualdad y la justicia de las que nos despojan cuando recortan derechos y libertades quienes mutilan la democracia en nombre del mercado. Y si, a pesar de todo, sigues empeñado en celebrar algo, hazlo sin remordimientos: es la única manera de, con la que está cayendo, que no te amarguen las fiestas. El motivo es lo de menos.


domingo, 22 de diciembre de 2013

El invierno más frío


El invierno ya se ha instalado entre nosotros, ha llegado con su cronometrada puntualidad y ha obligado que lo recibamos con ventanas y puertas cerradas a cal y canto para evitar que se cuele por las rendijas. No es que no nos alegremos de su llegada, que a mi particularmente me encanta porque lo soporto mejor que el verano, sino por una razón de fuerza mayor y es la de que este año será más difícil combatirlo. No por su culpa, que el invierno es siempre igual por estas latitudes, sino, sencillamente, porque muchas familias tendrán dificultades para mantener calientes sus hogares a causa de la subida de la luz, un encarecimiento que se decide cuando la mayoría de la población las pasa canutas para conseguir un empleo y, si lo tienen, para llegar a fin de mes.

En estas circunstancias, el Gobierno se enreda con las productoras de electricidad, con las que negociaba una reforma del sector que no ha llegado a ningún acuerdo, y se echa un pulso para ver qué porcentaje de subida se traslada a los consumidores. Unos piden el 11 por ciento, y otros, que algo menos. Nadie habla de congelar las tarifas, tan propio de la estación, con la intención de permitir, al menos temporalmente, que los ciudadanos no sumen más sacrificios a los que ya padecen con todas las medidas adoptadas por un Gobierno que se caracteriza por los recortes y la supresión de derechos, suprimiendo todo lo que considera “gasto”, como las inversiones en salud, educación, dependencia, becas, cultura, investigación y pensiones, entre otras.

Si a los que todavía conservan una vivienda sin que hayan sido desahuciados por los bancos les ponemos dificultades para habitarla en condiciones humanas durante el invierno, es que la sensibilidad de nuestros gobernantes ha desaparecido totalmente. No se trata de “regalar” la electricidad, y menos cuando las empresas eléctricas han obtenido abultados beneficiosos en medio de una crisis que a otros ha golpeado con tanta dureza. Se trata de escalonar y aplazar una subida de las tarifas hasta superar la estación invernal, medida que a buen seguro no causará grandes quebrantos en la cuenta de resultados de estas empresas, para que los desafortunados que no tienen ni para pagar la luz no se vean abandonados a morirse de frío.

Este año, la llegada del invierno ha sido gélida para estas familias que se incorporan a lo que se denomina “pobreza energética”, una consecuencia más del empobrecimiento general que se extiende entre la población en sociedades que priorizan la economía a la dignidad humana. Y es que perdemos la perspectiva, olvidamos el lugar que corresponde a cada cosa y situamos lo material por encima del ser humano. Sin humo en las chimeneas, ninguna postal de copos de nieves y paisajes de puro blancos será sinónimo de belleza invernal, sino de carencia ética y frialdad inhumana. Es la terrible sospecha que nos despierta este invierno, no por los rigores de sus temperaturas, sino por las condiciones con que nos obligan afrontarlo. ¡Ojalá ande yo equivocado!

viernes, 20 de diciembre de 2013

Una luz bajo sospecha


No podía el Gobierno demostrar lo que mejor le caracteriza que aprovechar estas navidades para propinar un nuevo recorte a los ciudadanos: encarecer el recibo de la luz. Si ya estábamos “tiesos” anteriormente, ahora vamos a pasar más frío que nunca. Y no es una figura retórica. Tan dramática es la situación que se ha acuñado, incluso, el término de “pobreza energética” para designar a aquellas familias que no pueden pagar las facturas del agua, la luz y el gas y, por tanto, no podrán calentar sus hogares durante el invierno. Ello ha dado lugar a iniciativas parlamentarias que instan al Gobierno a negociar con las compañías energéticas y suministradoras una “tregua invernal” para que no corten, cuando más falta hace, la luz a estos domicilios con dificultades insalvables para abonar las facturas. Hasta el Defensor del Pueblo catalán ha defendido esta propuesta en un informe sobre la pobreza energética presentado en el Parlament de aquella comunidad, en el que destaca la magnitud de un problema que ya afecta al 26,7 % de los catalanes, quienes se hallan en riesgo grave de pobreza y exclusión social.

El precio resultante de la subasta de energía practicada por las compañías es insultante en las actuales circunstancias, al apuntar a un incremento superior al 10 por ciento en el recibo de la luz. Tan insultante como la actitud del Gobierno de no llegar a ningún compromiso con las productoras de energía durante las negociaciones que venían desarrollando para afrontar lo que se denomina “deuda tarifaria”, un concepto al menos discutible y del que ya hablamos en otra entrada. Sin embargo, en esta ocasión la reacción al alza de las tarifas parece más bien una “venganza” de las compañías al no ver atendidas las compensaciones prometidas por parte del Gobierno de ir rebajando dicha deuda tarifaria. Se trata de una especie de concertación empresarial para pujar por el encarecimiento de la energía, como si actuaran en régimen de monopolio.

Precisamente, eso es lo más llamativo de este pulso que enfrenta aparentemente al Gobierno con las eléctricas: la sorpresa y las veladas acusaciones que manifiesta el Ejecutivo por la forma en que éstas se reparten la tarta eléctrica nacional. Actúan con la voracidad incontrolada de quien no tiene competencia e impone sus condiciones en un mercado cautivo y desarmado, aunque en teoría esté regulado, sólo en parte.

Es la misma posición de fuerza que gozan las petroleras que distribuyen las gasolinas en España. Unas pocas compañías que también se reparten el mercado nacional y conciertan cuando quieren los precios de los carburantes, atendiendo exclusivamente sus cuentas de resultados, no las necesidades y los sacrificios de una población machacada por parte del Gobierno y las empresas con impuestos, tasas y precios abusivos.

Mostrar ahora sorpresa por una subasta amañada y por el comportamiento de unas empresas que de hecho ejercen su actividad como si se tratase de un monopolio, no tiene ningún sentido, salvo que se pretenda hacer una actuación teatral para mostrar ante la opinión pública que el Gobierno no autoriza dicha subida, cuando ya está perfectamente pactada. Seguro que se consigue reducir mínimamente el porcentaje de esa subida, vendiéndolo como un triunfo de la voluntad del Gobierno por impedir un incremento desmesurado. Pero ello forma parte de la representación. Calmados los ánimos, dentro de pocos meses se volverá hablar del coste de la producción de energía y se procederá a una nueva subasta que encarecerá y compensará lo que ahora se amortigua de la subida de la luz. Puro teatro para propinar un nuevo recorte a los ciudadanos a favor de  empresas que, en plena crisis, consiguen pingües beneficios. Una luz sospechosa de no iluminar los intereses que se esconden entre las sombras que produce y un nuevo ejemplo de las bondades de la privatización de sectores estratégicos del país, única meta de quien se hace hoy el ofendido porque el mercado imponga sus normas.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Escuchas y escuchas

Que estamos sometidos a un constante escrutinio de nuestras comunicaciones, sean correos electrónicos, contactos telefónicos o navegaciones por Internet, ya lo demostró el “cotilla” de Snowden, aquel arrepentido informático que trabajaba para la NSA norteamericana, y antes para la CIA, rastreando la actividad “on line” de los ciudadanos del mundo entero y que, acusado de alta traición, acabó refugiado en Rusia, país modélico por su democracia transparente.

Pero hay escuchas y escuchas. Parece que las de personas anónimas, como usted y yo, son las más peligrosas, porque entre nosotros se pueden ocultar los enemigos más mortíferos de las sociedades occidentales, a las que Estados Unidos protege con su formidable estructura de prevención de amenazas. Tan formidable que las agencias de “inteligencia” de nuestros Estados trabajan para ella, respondiendo a cualquier solicitud de “investigación” que demande. Es lo que pasó con aquel famoso “affaire” de las escuchas a millones de españoles y franceses, por parte de espías autóctonos, para que la NSA determinara la existencia de algún nativo sospechoso. Nuestra intimidad y el secreto de las comunicaciones, dos derechos fundamentales recogidos en la Constitución, sirven para que los “cotillas” hagan crucigramas y jueguen a ser agentes 007, sin correr ningún riesgo y sin necesitar licencia para matar, presuntamente. Una colosal maquinaria, dotada de medios y poder, para oír, leer y conocer cuánto decimos y hacemos sin que ningún juez haya ordenado medida alguna ni existan indicios de ningún delito.

Pero para perseguir la corrupción y el fraude en cuestiones de dinero, aunque sea objeto de una investigación judicial, nos la cogemos con papel de fumar. Ahí sí hay derechos que respetar y presunciones de inocencia, incluyendo los derechos a la intimidad, al honor y la imagen. En estos casos, las pruebas han de ser recogidas con todas las precauciones debidas, no vaya ser que lesionen las garantías que enumera la Constitución. Y ni siquiera así es fácil recopilarlas.

Un juez -lo que oyen-, todo un señor juez, en el curso de una investigación, osó acumular miles de correos electrónicos de un sospechoso banquero, imputado por haber hundido en la ruina la entidad que dirigía, y lo envió a la cárcel ante el cúmulo de pruebas indiciarias de un tinglado organizado para enriquecerse y ayudar a sus amiguetes. Estamos hablando de la que fue la tercera entidad financiera más importante del país en su momento y de un agujero de más de 22.000 millones de euros. Pues bien, ni un mes pasó entre rejas el todopoderoso banquero y el juez acabó apartado de la judicatura. Y es que esas comunicaciones que ahora salen a la luz y que avergüenzan a la gente honrada no pueden ser utilizadas como acusación porque fueron obtenidas sin las debidas garantías. La Justicia española no puede actuar como lo hace la NSA con cualquier registro banal a un mindundi.

De esta manera, Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid y Bankia, entidad financiera que más ayudas públicas ha necesitado en España tras su gestión, puede permitirse el cinismo de considerarse “gravemente perjudicado” por las pesquisas del magistrado, al que acusa de tenerle animadversión. Se lamenta que investigar sus tejemanejes “ha afectado a mi imagen, a mi honorabilidad, a mi familia, social y profesionalmente”. El resto de los españoles escudriñados por los espías no tienen honorabilidad, ni imagen, ni se ven perjudicados… en sus derechos.

Y es que hay escuchas y escuchas. No es lo mismo escuchar a un miembro de la élite económico-política que escuchar a un humilde mortal. El primero se siente agraviado, el segundo despreciado; uno puede defenderse y recurrir hasta expulsar al temerario juez de su profesión, otros tienen que aguantarse y confiar que los espías no encuentren nada sospechoso en ellos. Al privilegiado le presiona el hijo de su mentor por no ser más manijero, los demás no tienen a quién quejarse. Las comunicaciones de la gente no muestran ningún delito, los correos del banquero evidencian conductas delictivas que justifican la inmediata investigación judicial y la adopción de medidas preventivas que eviten la destrucción de pruebas.

Pero no se hace nada. Ni se investigan las escuchas aleatorias de los ciudadanos ni los indicios del banquero. La fiscalía, tan atenta a que se actúe conforme la ley, velará por que los procedimientos judiciales preserven los derechos que asisten al señor Blesa, quien se muestra ufano en uno de esos correos por el éxito de las preferentes, aún sabiendo que se engañaba a la ahorradores. No pasa nada porque no todas las escuchas son iguales. Unas registran nimiedades peligrosas, y otras, delitos que quedan impunes. Ya lo advierte un proverbio de la Biblia: es más fácil que un camello atraviese el ojo de una aguja que un rico entre en... la cárcel. O algo parecido, porque no lo oí bien. En aquellos tiempos sólo Dios escuchaba, aunque tampoco hacía nada.

lunes, 16 de diciembre de 2013

¿A dónde vamos?


En España creíamos vivir en el primer mundo, aunque estuviéramos a la cola –o casi- de los países desarrollados. Creíamos haber superado circunstancias más propias de países tercermundistas que de los más avanzados, como ser una dictadura o usar la cartilla del racionamiento. Con una idiosincracia particular que dejaba pasar las revoluciones que modernizaron a las naciones de nuestro entorno, nos apuntábamos tardíamente a su estela, asumiendo los cambios con tal empeño que parecíamos conversos del capitalismo cuando empezamos a manejar dinero, o de la libertad sexual cuando abrimos los ojos y las piernas para emanciparnos de una moral tradicional y estrecha.

El sol del progreso nos iluminaba y pudimos ofrecer más sombras que cualquier grey de pacotilla. Era cuando, con más o menos fortuna, todo el mundo podía cambiar de coche cada poco tiempo, daba igual si era para trabajar, estudiar o faldar frente a los amigos. Nunca hubo tantos BMW en manos de cualquier "pringao" sin apenas formación y con menos luces que las de creerse el rey del mambo. Nos dejamos contagiar de un materialismo que invadía de teles de plasma las colmenas humildes de la periferia y nos trasplantaba un teléfono móvil a la oreja, apéndice tan consustancial a cualquier españolito como aquella antigua boina que nos cubría la cabeza no hace tantos años. Nada importaba más que estar a la última. Y era porque en España teníamos aseguradas las necesidades básicas en cuanto a salud, educación y asistencia para el abuelo, entretenido con sus batallitas, con lo que podíamos ofuscarnos en coger los trenes que ya no queríamos perder y que relucían en todas las películas de esa cultura de masas que consumíamos sin hartazgo. España era más guay que "corrupción en Miami". Hasta los pobres los habíamos erradicado de nuestras vidas y sólo existían en la calle como decorado para el negocio del vago y la gitana. Pero resulta que no.

Resulta que las estamos pasando canijas. Que en esta tierra maravillosa de la postmodernidad, con todos los estatutos de los trabajadores quemados en la hoguera de la productividad y un estado del bienestar demolido a golpes con la maza de la rentabilidad, en España regresamos a la miseria, al miedo y el tentetieso. Andamos para atrás, como en una pesadilla que nos hace saltar de la cama, sudorosos y desorientados, para sorprendernos de que no estábamos soñando sino viendo la televisión o leyendo las noticias sobre lo que sucede alrededor. Alrededor nuestro. De repente nos topamos con la realidad y nos hacen desayunar una crisis que desmantela todo el tinglado. Y descubrimos lo que nos pasa, a nosotros mismos, aquí y ahora.

Porque, aquí y ahora, se mueren personas por ingerir alimentos caducados al no tener ni para comprar un litro de leche en condiciones… de mercado. Se envenenan con el tóxico de la pobreza, sin tiempo para que las urgencias sepan, puedan o quieran administrar algún antídoto. Ni médico ni social. Mientras, tras la pared medianera desalojan a unos vecinos que llevan años luchando por un salario, intentando mantener el tipo y peleando contra un banco que puede más que ellos porque la ley y el Gobierno están de su parte. Un Gobierno que recurre al Tribunal Constitucional, donde controla a la mayoría de sus miembros, cuántas normas compasivas elaboren algunas comunidades por evitar esos desahucios que dictan los desalmados, pues considera que lesionan la libertad mercantil de los bancos, amos absolutos de bienes y, por lo que se ve, de vidas.

Y es que, aquí y ahora, no en Singapur ni Malasia sino en Madrid, encontramos naves donde exprimen en condiciones de semiesclavitud a decenas de trabajadores, hacinados, sin derechos, recibiendo salarios de humillación y soportando el cínico paternalismo de una empresaria que, encima, afirma facilitarles alojamiento en las mismas instalaciones, como si les hiciera un favor o les concediera el privilegiado de dormir en el tajo. Justamente, el escenario al que aspiran todas las reformas laborales que conducen a un modo de trabajar sin miramientos para el trabajador. Se dibuja, así, nuestro horizonte más inmediato, sin necesidad de ir al tercer mundo a contemplarlo. El que le gustaría al dueño de Mercadona o al presidente de la Patronal cada vez que abren la boca para exigir flexibilidad: trabajar más y cobrar menos. Mágica receta de un desarrollo que enriquece a los ricos y empobrece a los pobres. Ese es el destino que aguarda a nuestros hijos, a quienes ya no sabemos qué aconsejar para salir adelante: si doblegarse y apechugar con lo que les ofrezcan o sumarse a los antisistemas, con los contrarios a un sistema que prioriza la explotación y la indignidad porque considera que el hombre no es la medida de todas las cosas, sino la economía, estúpido.

Estamos volviendo, aquí y ahora, a la ley de la selva, a la jungla de los depredadores y los poderosos, el hábitat donde rige la fuerza y no la razón, y en el que se asientan esas mafias que trafican con seres humanos para prostituirlos en los polígonos que rodean nuestras ciudades o en esos tugurios luminosos que brotan a pie de carretera. Carnazas para el placer epidérmico que ninguna ley, ni de extranjería ni moral, devuelve a donde fueron engañados y donde mantienen secuestrados a hijos y familiares hasta que satisfagan una supuesta deuda por un trabajo que no era el prometido.

Resulta que no, que esto no era el paraíso hacia el que huyen, abriéndose la piel con las cuchillas que, por su bien, instalamos en las verjas de la frontera, o ahogándose en pateras por el Estrecho, los miles de inmigrantes a quienes hemos retirado la cartilla sanitaria, criminalizamos culpándolos de todos nuestros males y expulsamos, si no nos sale muy caro, con aquel engreimiento: “Teníamos un problema y lo hemos resuelto, punto”.

Lo que teníamos asegurado lo estamos perdiendo a chorros. Ni la salud, ni la educación, ni la dependencia o la pensión del abuelito están garantizados. Vivíamos por encima de nuestras posibilidades y, de súbito, nos dicen que la fiesta se acabó, aunque nunca dejaras de pagar impuestos, ni jamás soñaras con tener una lancha como la del policía antivicio, glamuroso funcionario, de la serie ochentera.

Aquí, y ahora, hay miseria, hay hambre, hay explotación, hay gente que muere por comer basura, millones de personas buscan trabajo y no lo encuentran, pierden sus casas y sus ahorros sin que nadie lo remedie, se eliminan ayudas, becas y servicios públicos, ya no hay funcionarios materializando un derecho, sino temiendo ser amortizados o privatizados, y una ciudadanía paralizada de miedo, noqueada por el espanto del retroceso a lo inimaginable, a perder lo poco que queda, que es la esperanza de un mañana mejor que jamás llega. Vivimos un tiempo suspendido en el vacío, sin agarraderas a ninguna certeza porque todas se han volatizado. No sabemos a dónde vamos y, lo que es peor, tampoco sabemos si alguien lo sabe, ni siquiera quienes nos dirigen hacia el abismo.

sábado, 14 de diciembre de 2013

¿El Gobierno indulta arbitrariamente?


La prerrogativa del Ejecutivo de conceder indultos a reos de toda clase de delitos ha generado la crítica de la opinión pública y ha espoleado la controversia entre miembros de la judicatura y hasta del propio Gobierno. Y todo por la opacidad que conlleva la medida de gracia. Todos los Gobiernos de España han hecho uso de esa facultad de manera generosa, si nos atenemos al número absoluto de indultos concedidos, sin que en ningún caso se hayan explicado los motivos que justifican la decisión ni se conozca la existencia de algún criterio que oriente la actuación del Gobierno. Legalmente, perdonar el cumplimiento de condenas es una potestad del Poder Ejecutivo más próxima a la arbitrariedad y atenta, según Joaquín Bosch, portavoz de la Asociación de Jueces para la Democracia, “contra principios constitucionales como el de igualdad o el de seguridad jurídica”.

Gracias al indulto han quedado en libertad delincuentes de cualquier ralea: banqueros, alcaldes, corruptos, torturadores, homicidas, estafadores, abusadores sexuales, extorsionadores, traficantes de droga, ladrones, etc. El criterio por el que consiguen librarse de las penas a las que han sido condenados es totalmente desconocido, puesto que el Gobierno no está obligado a argumentar el motivo por el que los indulta. Se atiene a una vieja ley de 1870, heredada de tiempos absolutistas, que establece el Ejercicio de la Gracia de Indulto y que fue parcialmente reformada en 1988, por el Gobierno de Felipe González, para sustituir el “decreto motivado” por un “real decreto” que no obliga a razonar la decisión.

Cualquier condenado por sentencia firme puede ser indultado con la remisión total o parcial de las penas. Un indulto de pena principal lleva implícito el de las accesorias, y el de las pecuniarias exime el pago de las cantidades no satisfechas por el delincuente. La naturaleza del indulto es irrevocable, y su solicitud, relativamente fácil. Aparte del propio penado, de sus familiares o cualquier persona sin necesidad de acreditar su representación, también pueden proponer el indulto los Tribunales de Justicia o el Fiscal, además del propio Gobierno por iniciativa propia en aquellos casos en que no sea solicitado ni por particulares ni por los tribunales. En cualquier caso, deberá constar con un informe del Tribunal sentenciador en el que se detalle, entre otros aspectos, las pruebas o indicios de arrepentimiento y si no hay parte ofendida o un tercero perjudicado por el indulto.

Hasta noviembre del año pasado, el Gobierno de Mariano Rajoy había concedido 468 indultos, de los cuales 434 fueron aprobados por el Ministerio de Justicia (Civiles) y 34 por el de Defensa (Militares, relativos a penas por deserción). Entre los más controvertidos, figuran el indulto por segunda vez a los cuatro Mossos d´Escuadra condenados por torturas a un detenido, en el que el tribunal sentenciador se había pronunciado en contra del mismo, y el del conductor kamikase que acabó con la vida de un joven en Valencia, condenado a 13 años de prisión, promovido por el bufete donde trabajaba el hijo del Ministro de Justicia, indulto que fue anulado por el Tribunal Supremo por defectos formales cometidos, precisamente, al no atender a la parte ofendida o agraviada, obligando al Gobierno a reiniciar el expediente.

Estos perdones tan aparentemente injustificados contrastan con la negativa de indulto acordada por el Gobierno al extoxicómano gallego David Reboredo, que fue llamado a ingresar en la cárcel, en 2012, para cumplir una condena por menudeo en el tráfico de drogas pese a estar rehabilitado, arrepentido de aquellas conductas e integrado satisfactoriamente en sociedad. Sin ningún criterio objetivo conocido para su concesión, la medida de gracia gubernamental crea suspicacias cuando afecta a políticos, empresarios y figuras vinculadas con el poder. No son los casos más numerosos, aunque es imposible hacer una estadística en función del número de condenados, porque personalidades relevantes condenadas en firme son, en realidad, muy pocas, a pesar de la abundancia de imputaciones por corrupción que salpica a este colectivo. La mayoría acaba escapando de la Justicia con mil argucias y dilaciones que hacen prescribir el delito.

Entre los indultos más polémicos figura el concedido a los oficiales del accidente del Avión Yak 42, condenados por falsear la identidad de 30 de los 66 militares fallecidos. O el de los empresarios sentenciados en el caso Pallerols, vinculados a Unió Democrática de Catalunya, que rebaja sustancialmente las condenas para que no tengan que ingresar en la cárcel. También el del exalcalde y tres exconcejales del PP de la localidad de Valle de Abdalajís, en Málaga, condenados por prevaricación urbanística y cuyas penas fueron sensiblemente reducidas. La lista de políticos, banqueros y otras personalidades relevantes indultadas total o parcialmente de los delitos por los que han sido condenados resulta, como mínimo, sorprendente. José Barrionuevo y Rafael Vera, condenados por el caso GAL, se hallan en ella. También los tres condenados por el caso Filesa. El expresidente de Cantabria Juan Hormaechea. El banquero Alfredo Sáenz, del Banco Santander; Miguel Ángel Calama, exdirector general de Caja Rural de Ciudad Real; dos directivos de Ebro Azucarera, condenados por fraude; el futbolista Paul Abasolo, sentenciado por tres delitos de abuso sexual, etc. Hasta Jaume Matas, expresidente balear que comienza a recibir sentencias en firme que le condenan por diversos delitos, reclama al Gobierno ser indultado para no ingresar en la cárcel.

En total, se dicta una veintena de indultos al año a delincuentes de “guante blanco”. Entre los gobiernos de Rajoy (468 indultos hasta noviembre 2012), Rodríguez Zapatero (3.378) y Aznar (5.897), se han concedido 25 indultos a condenados por prevaricación, 107 a malversadores de caudales públicos y 16 a sentenciados por cohecho, según consta en el Boletín Oficial del Estado. Y ante el cuestionamiento de esta medida de gracia, el Ejecutivo, independientemente su color ideológico, esgrime estar aplicando estrictamente la legalidad, lo que no evita la arbitrariedad más absoluta y evidente. Cuando ningún Gobierno ha querido modificar la Ley para regularla con criterios de equidad y proporcionalidad, de tal manera que deba aplicarse con carácter de excepcionalidad y motivarse con meridiana transparencia, es porque todos están interesados en disponer de una herramienta legal que utilizan con gran arbitrariedad para enmendar la plana al poder Judicial cuando sus resoluciones perjudican a determinados sujetos convictos y condenados.
 
Es cierto que, para algunos expertos en leyes, el indulto sirve también para corregir situaciones injustas, como aquellas en las que la condena llega con retraso o las penas contempladas en el Código Penal son desmesuradas. Si ello es así, lo apropiado sería dotar de medios a la Justicia para que actuara con celeridad y reformar el Código Penal para actualizar sus sanciones. Pero el Gobierno prefiere la discrecionalidad del perdón y abusa de una medida exenta de todo control. En 2012 concedió 468 indultos frente a los 301 del año anterior, cifra que resulta modesta si se equipara a los 1.443 indultos que otorgó Ángel Acebes en diciembre de 2000 por ser el fin del milenio. Claro que, si la comparamos con los 22 indultos que otorgó el presidente de los Estados Unidos en 2008, un país con 10 veces, aproximadamente, la población de España, podremos valorar en sus justos términos el uso o abuso que se hace del ejercicio de la gracia de indulto en nuestro país. Un ejercicio opaco y arbitrario que el Gobierno ejecuta a su antojo.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

China, tercera en la discordia espacial

China también emerge en la disputa por el espacio, donde se dirime el prestigio, capacidad técnica y orgullo nacional de aquellas naciones que ambicionan ser supremacías del desarrollo en la Tierra. Con el lanzamiento de una nave automática que aterrizará en la Luna en los próximos días, el país asiático se posiciona en tercer lugar, tras Estados Unidos y Rusia, en esa competición espacial.

El pasado día 2, China lanzó con éxito la misión Change 3, que transporta un robot con ruedas destinado a recorrer la superficie en busca de minerales y otros recursos naturales que escasean en la Tierra, como el titanio y el uranio. Esa es, al menos, la justificación que el profesor del Departamento de Exploración Lunar y Espacial chino, Ouyang Ziyuan, destacó en declaraciones a la BBC, al explicar que la Luna “está llena de recursos que pueden ser usados sin límites, principalmente tierras raras, que escasean en nuestro planeta”. Una preocupación por abastecerse de materias primas que ya obliga al gigante asiático a buscar en Latinoamérica y África los recursos que demanda su elevado ritmo de crecimiento, hasta el extremo de convertirse en el primer socio comercial de África, desplazando a Estados Unidos de ese ránking.

Ahora da un paso más. Ahora abandona la atmósfera terrestre con tal objetivo y puede permitirse la capacidad de enviar, por primera vez, una sonda diseñada para alunizar en el satélite. Anteriormente, había lanzado otras dos sondas que se pusieron en órbita alrededor de la Luna y, tras completar el programa de investigación previsto, fueron estrelladas contra la superficie lunar. En esta ocasión, sin embargo, la misión Change 3 está programada para depositar con suavidad un vehículo autónomo, bautizado Yutu (“Conejo de jade”), en la zona de Sinus Iridum (La Bahía de los Arcoíris), una planicie carente de grandes rocas y otros obstáculos que dificulten su marcha, para explorar el terreno. El robot pesa 120 kilos, puede subir pendientes de hasta 30 grados, viajar a una velocidad de 200 metros por hora y generar la energía necesaria para su funcionamiento gracias a los paneles solares que puede desplegar.

Hace décadas que ningún ingenio se posa en la Luna. Tras las misiones norteamericanas del programa Apolo, que llevaron al primer hombre que dejó su huella sobre el suelo polvoriento del satélite, y que concluyeron en 1972, y la sonda soviética no tripulada que en 1976 visitó por última vez el astro, es ahora cuando los chinos retoman la investigación lunar con un proyecto propio y ambicioso. En octubre de 2007 comenzaron las expediciones a la Luna con la sonda Change 1, y el mismo mes de 2010 repitieron la hazaña con la Change 2. Tienen previsto una cuarta sonda para 2015 antes de programar para 2017 el envío de una nave que, tras alunizar, pueda regresar de vuelta a la Tierra. Ulteriormente, para 2020, se sitúan los proyectos de futuras misiones tripuladas al satélite de la Tierra y, a partir de entonces, ¡quién sabe!, a otros planetas.

La carrera espacial china avanza, así, con determinación, rigor y marcando hitos que antes eran imaginables sólo en norteamericanos o rusos. Pero China no está dispuesta a quedarse atrás. Con su programa espacial, desde 2003, los chinos han enviado a 10 astronautas al espacio y han puesto en órbita terrestre el módulo Tiangong 1, el primer elemento de una futura estación espacial. Cuentan con un Centro de Lanzamientos de Satélites en Xichang, en la provincia de Sichuan, y lanzadores potentes, capaces de colocar en órbita cargas pesadas, como el cohete Larga Marcha-3B, que elevó la sonda Change 3 en su camino hacia la Luna.

Ninguna aventura espacial tiene como único objetivo la investigación científica de las fronteras exteriores de la Tierra. Ésta tampoco, como ha reconocido el profesor citado. También se usan para demostrar la capacidad balística, tecnológica, económica y, por supuesto, militar de la potencia que se dedica a la exploración del Cosmos. Y como potencia emergente, China, además de su enorme expansión económica y comercial con la que pugna alcanzar y desbancar la hegemonía de Estados Unidos, también procura ubicarse entre las grandes potencias mundiales a todos los efectos, incluso en cuanto a capacidad científica y tecnológica imprescindibles para desarrollar un programa de exploración espacial propio, susceptible de permitirle buscar fuera de la Tierra las materias primas que alimentan su fuerte crecimiento.

Estamos, pues, ante una nueva versión de la “conquista del Oeste”, a la que se suma un nuevo y poderoso competidor. De ahí que esta misión a la Luna represente a escala planetaria un hecho de gran trascendencia para la Humanidad: la demostración de que China está dispuesta a disputar la carrera espacial y ya ocupa la tercera posición en esa discordia, alcanzando objetivos en los que hace años otros se estancaron, si exceptuamos las misiones a Marte y otros planetas, únicos retos asumibles, hasta la fecha, por los norteamericanos, con idéntico propósito, precisamente. Habrá que estar atentos.

lunes, 9 de diciembre de 2013

A los `mandelas´ anónimos y olvidados

Mientras se entierra a un luchador por la libertad, con merecidos honores, otros hombres y sus voces contribuyeron con sus vidas, también en África, a que el derecho a ser libre, sin discriminación de ningún tipo, sea reconocido en todos los países de manera inviolable. No es una lucha del pasado, sino que sigue vigente hoy día. Justo cuando conmemoramos los 35 años de la Constitución española como Carta legal que ampara ese derecho a la libertad, entre otros, parece oportuno recordar que la tortura, los fusilamientos y la falta de libertades campaban en este solar donde reinó la barbarie en forma de dictadura durante décadas. Como aquí, también en África desaparecían opositores de la sinrazón hasta hace muy poco tiempo. Contra ella y contra las opresiones que pisotean la dignidad del hombre se levantaban esos hombres que pagaron caro su enfrentamiento por la libertad. Al honrar a uno de ellos, tal vez el más carismático, honramos a todos. Sirva este reconocimiento a cuántos forjan desde el anonimato y el olvido los derechos que disfrutamos y sembraron las semillas de nuestra libertad.  

sábado, 7 de diciembre de 2013

Queda un icono para la Humanidad


De Nelson Mandela ya está, probablemente, todo dicho y valorado hasta la saciedad su enorme contribución a la reconciliación y la libertad, no sólo en su país, donde supo vencer con su voluntad una de las discriminaciones raciales más crueles y humillantes de la historia, sino en el mundo entero. Su fallecimiento el jueves pasado, a los 95 años, no ha cogido a nadie por sorpresa, pues su estado de salud y la edad avanzada no hacían presagiar más que el final de un hombre que a partir de ahora permanecerá en la memoria colectiva de la Humanidad.

Del siglo XX que le tocó vivir apenas quedan iconos como el que él representa. Fue un siglo convulso, que sufrió revoluciones, dictaduras y guerras mundiales, de las que surgieron esos faros que alumbran el camino a los que estaban envueltos en las tinieblas de la opresión, las injusticias y la barbarie. Son luchadores pacíficos capaces de hacer frente, armados simplemente con sus convicciones y una tenacidad inquebrantable, a imponentes retos que acogotan al resto de los mortales. No son muchos, pero son formidables, de una grandeza ética y una fe en la capacidad del ser humano para escoger el bien, que los convierte en símbolos de la libertad, la paz y la concordia. Así era Nelson Mandela, de la misma sustancia providencial de la que también estaban formados Martin Luther King y Mahatma Gandhi, por citar ejemplos de un pacifismo activo y triunfante.

Quienes disfrutamos de democracia y libertad en cualquier rincón del planeta debemos ese privilegio a luchadores como los citados. El empeño que dedicaron en condiciones difícilmente imaginables a defender valores que ahora parecen incuestionables, porque forman parte de derechos que no fueron otorgados de forma gratuita sino conquistados con sangre, cárcel o muerte, deberá ser celebrado y tenido en cuenta permanentemente. Es fácil olvidar lo que cuesta la libertad y el respeto a la dignidad de las personas.

El racismo que erradicó Mandela en Sudáfrica, donde imperaba un apartheid que mantenía en la opresión y sin derechos a la mayoría negra de la población mientras la minoría blanca detentaba todos los privilegios y el poder, no es un peligro totalmente eliminado. Siempre está a punto de colarse, con mil rostros distintos, por las rendijas de nuestras sociedades en cuanto consentimos intercambiar derechos por seguridad, libertades por economía, dignidad por trabajo, valores por rentabilidad, personas por mercado.
 
Ha muerto un hombre bueno que, al desaparecer, se ha convertido en un icono para la Humanidad. Si algo quedaba por decir de Nelson Mandela sería que su tarea no ha acabado, que la lucha por la libertad, la reconciliación y la tolerancia no finaliza nunca. Pero que su ejemplo y su memoria nos guiarán para no desfallecer en el enfrentamiento contra todas las formas de segregación (racial, sexual, religiosa, económica, social, cultural, etc.) que siguen dividiendo a los hombres, también aquí en nuestra tierra y en esta época, aunque parezca mentira. Ese compromiso es mi humilde homenaje a Mandela y cuántos como él posibilitaron los derechos que nos asisten.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Avanzar como los cangrejos

Se repiten en los últimos tiempos innumerables anuncios de que avanzamos hacia la salida de la crisis, hacia la recuperación de la economía y, más tarde que pronto, la creación de empleo. Son voces empeñadas en avisar que se atisba luz al final del túnel. Otra vez aparecen aquellos brotes verdes en boca de cualquier miembro del Gobierno, como demostración de un “argumentario” bien memorizado. Conteniendo  el optimismo, aseguran esos portavoces de la buena nueva que las cifras macroeconómicas muestran que ya se ha enderezado el rumbo, que los desequilibrios se han corregido y que el ansiado crecimiento, aunque tímido, será posible incluso este mismo año. Pero nos advierten, por si fallan los pronósticos, que no se podrá bajar la guardia y se deberán profundizar las “reformas” emprendidas. Que habrá que seguir ajustando el gasto y “conteniendo” los salarios, únicos causantes, al parecer, de cuantas desgracias económicas nos han sucedido. Cuando escucho estos mensajes de satisfacción en quienes dirigen la economía desde la política, alucino. Sinceramente, no sé a qué se refieren ni a quién se dirigen.

En primer lugar, porque no me fío en absoluto de tales certezas ni de las promesas. Las  profieren expertos en ocultar sus verdaderas intenciones y hasta de postergar acciones con tal de priorizar un interés partidista al bien general. Fue, justamente, lo que hizo el Gobierno con los primeros Presupuestos del Estado de la legislatura, que se demoraron hasta la celebración de las elecciones autonómicas en Andalucía porque convenía a la estrategia electoral del partido que gobierna el país. Si, de entrada, anteponen lo “suyo” a lo de todos: mal empezamos. Eso no es andar recto.

Como tampoco es andar recto que todas las medidas adoptadas hayan supuesto un aumento del paro en contra de lo prometido. Por mucho que lo achaquen a la “herencia recibida”, alguna responsabilidad tendrán que admitir de los efectos provocados con sus iniciativas en el mercado laboral, en el aumento de las contrataciones temporales en detrimento de las indefinidas, en el abandono del convenio colectivo para la negociación sectorial y en la potestad omnímoda otorgada a la patronal para “ajustar” plantillas a precio de saldo o reducir unilateralmente las retribuciones salariales de sus trabajadores si estiman no ya pérdidas sino simplemente un estancamiento de los beneficios. Es posible que muchas empresas comiencen a sentir la esperada recuperación de la actividad, pero la mayoría de sus empleados no pueden compartirla ni disfrutarla. Antes al contrario, se le exige mayores sacrificios en aras de una “luz” que sólo vislumbra el Gobierno e ilumina a los grandes directivos.

Porque si esos contratos temporales y unas condiciones infinitamente peores constituyen la esperanza de empleo de la que hablan, mejor sería encomendarse a la Virgen del Rocío, como ya hiciera la ministra de Empleo, no por un trabajo, sino para que nos procure políticos menos demagogos. No es precarizando el trabajo y eliminando derechos de los trabajadores como se consigue la recuperación económica y el dinamismo en el mercado laboral. Una mano de obra menospreciada, sin cualificar y empobrecida sólo redunda en un consumo interno deprimido. Tampoco esa supuesta “competitividad”, en cuyo nombre se cometen tantos atropellos y sólo sirve para desproteger al trabajador, permitirá a nuestras empresas y sus productos competir en un mercado globalizado si sólo se hace depender de los costes salariales. Siempre habrá países tercermundistas con sueldos de miseria que nos harán la competencia en cuanto a mano de obra barata, de menos de un euro la hora, y atraerán la deslocalización de las empresas. Emularlos no es, por tanto, la solución. Así sólo “avanzamos” para atrás, como los cangrejos.

Puede, también, que fluya el dinero, pero no hacia quién lo pide prestado. La “sequía” de créditos y la falta de liquidez del mercado financiero, motivos por los que el Gobierno concedió ingentes ayudas a los bancos y determinaron el “rescate” que Bruselas impuso a España a cambio de condiciones severas en la contención del “gasto” (desmantelamiento del Estado de bienestar), probablemente estén siendo solventados, permitiendo la recuperación de los damnificados, todos ellos pertenecientes a la fuerza del Capital. Pero no trasladan ningún alivio a las familias ni a las pequeñas y medianas empresas, que siguen sufriendo la escasez del crédito y dificultades para la financiación de su actividad. Es una consecuencia injusta. Lo que se detrae del “gasto” en la provisión de servicios públicos, restándolo de la atención de las necesidades de una población que nada tiene ver con la crisis, se presta generosamente a unas entidades privadas cuya insolvencia, ambición o mala gestión contribuyeron, en buena medida, a la generación de la crisis económica. Es hiriente que gran parte del dinero público prestado sea a fondo perdido, por lo que correrá a cuenta de los contribuyentes, pero resulta dramático que el Gobierno haya preferido premiar a los responsables de la crisis que socorrer a las víctimas, a las que inflige un castigo añadido con todos los recortes realizados hasta la fecha. Es ignominioso que la cuantía de estos “ajustes” sea equivalente a las ayudas concedidas al sistema financiero. Otra vez se opta por lo particular en vez del bien general. Si así se “avanza” hacia la recuperación, no será en línea recta, sino siguiendo un tortuoso camino que favorece únicamente a los poderosos. Poderosos cangrejos.      

Existen mil ejemplos de este “avanzar” como los crustáceos en el camino hacia la presunta recuperación y el crecimiento. Y todos castigan al mismo perjudicado, a los ciudadanos de a pie que pagan sus impuestos a cambio de unos servicios públicos en constante mengua y deterioro. Si “recuperación” significa renunciar a conquistas sociales que contrarrestan desigualdades, protegen a los desfavorecidos y proporcionan libertades y derechos a todos, entonces el camino hacia esa recuperación es erróneo. Una equivocación que parece constatarse cuando Alemania, país que dicta la política económica de Europa e impone las restricciones que España asume sin rechistar, adoptará la implantación de un salario mínimo que aquí los empresarios han denostado, aunque no sea el más alto del continente, por ser referente de la tabla salarial. Una senda tortuosa que nos han hecho recorrer quienes han acabado reconociendo fallos en sus calificaciones financieras de nuestra deuda soberana o esas entidades internacionales que han sido multadas por actuar como un cartel y usar prácticas anticompetitivas para manipular los tipos de interés -como el euríbor- del mercado financiero.

Tanto deambular errático sólo es concebible en un cangrejo. Los que pertenecen a esa especie animal de pétrea coraza y pinzas temibles para proteger exclusivamente lo “suyo”, están encantados con la marcha. Obtienen pingües beneficios al ir para atrás, atropellando cuanto encuentran en su camino y sin respetar más norma que la que les conviene. Tal parece ser la trayectoria por la que el Gobierno conduce nuestra economía hacia la repetida “recuperación” y en la que atisba luz al final de una pesadilla que condena a cerca de seis millones de personas al paro, expulsa alumnos de la universidad, destruye a las clases medias, niega prestaciones públicas y elimina libertades y derechos de los ciudadanos, además de criminalizar las manifestaciones y protestas públicas y poner cuchillas en la frontera. Pero avanzamos, como los cangrejos.

domingo, 1 de diciembre de 2013

December

Ya es inevitable que, cada vez que inicio la última hoja del calendario, haga referencia a una obra de George Winston que lleva por título precisamente December. No sólo por el sustantivo común que unen al mes y el disco, sino porque ambas experiencias, la de la estación invernal y la de la música, coinciden con el reconocimiento de una sensación que justamente por estas fechas me embarga en la introversión y la placidez. Diciembre y December me predisponen a la reflexión meditabunda y a la paz que habita en la soledad elegida, no impuesta. Soy propicio, en contra de lo que pudiera parecer, a los ambientes solitarios y a preferir por única compañía mis solos pensamientos mientras me entrego a la lectura, a escuchar música o admirar un paisaje. Diciembre, con sus fríos e inclemencias climatológicas que te recluyen en la intimidad, y December, con esos acordes al piano que invitan a la evasión, constituyen ya, en mis hábitos consolidados, una especie de referencia vital a la que permanezco fiel. Por eso vuelvo a reflejarla entre mis desasosiegos más gratos.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Noviembre masoquista

Expira un mes que le gusta sufrir, que se tiñe de pena al rememorar a los fallecidos nada más aflorar en el calendario y se marcha con la crudeza de un invierno que adelanta un paisaje blanco por todo el país. Es el mes en que se aprueba definitivamente una ley de educación que crea desigualdad entre los alumnos y sustituye una asignatura cívica, de valores constitucionales, por otra religiosa claramente sectaria y adoctrinadora. Y para que no nos lamentemos con tanto alboroto, en este mes gris se ha elaborado una normativa que castiga con multa lo que los jueces no penalizan por ser fruto de la libertad: manifestarnos en las calles. Y es que nos gusta el sufrimiento, al que optamos con nuestras decisiones. Por eso, nada más apropiado que esta canción: ¡golpéame! Ese parece el mensaje que depositamos cuando votamos. Que sufráis de gozo.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Cambio climático en Varsovia

De cuántos asuntos glosábamos en la entrada anterior, el que revestía mayor interés era el de la Cumbre Climática de la ONU (COP19) celebrada en Varsovia hace unos días (23.11.2013). Ni siquiera el acuerdo sobre el control del material nuclear con fines pacíficos de Irán, por fin sujeto a supervisión internacional, merecía tanta atención, ya que sus repercusiones, en el indeseado caso de conflicto, no alcanzarían las dimensiones globales que ocasiona el cambio climático. Sin embargo, las consecuencias del calentamiento de la atmósfera afectarían a todos los habitantes de la Tierra. De ahí mi obsesión.

Pero, desafortunadamente, ni los mismos países participantes de la Cumbre de Varsovia aprecian la importancia del cambio climático. Las conclusiones logradas con mucho esfuerzo en Varsovia son realmente frustrantes. Causan decepción en quienes confiaban un mayor compromiso de los países que suscribieron el Protocolo de Kyoto tendente a disminuir las emisiones de gases contaminantes de efecto invernadero. Es más, no hubo compromiso alguno, sólo un acuerdo de mínimos para “contribuir” al esfuerzo por reducir las emisiones. Es decir, promesas vagas para quedar bien. Era algo que se veía venir tras el abandono de las ONG de la cumbre por la reticencia de muchos países a presentar objetivos cuantificables de reducción de emisiones antes de 2015. Un fiasco.

Estas cumbres surgen de la Convención sobre el Cambio Climático, adoptada por la ONU en 1992, con el fin de concienciar a la población mundial sobre los problemas derivados del calentamiento de la atmósfera, que los científicos achacan a la emisión de grandes cantidades de dióxido de carbono y otros gases, a causa de la actividad humana, que provocan un “efecto invernadero”. Como instrumento de esta Convención, en 1997 se elabora el Protocolo de Kyoto, que no entró en vigor hasta 2005, por el que los países que lo suscriben se comprometen a reducir en un 5 %, al menos, el porcentaje global de emisiones contaminantes en el período de 2008 a 2012. No todos los países “contaminan” por igual, sino unos más que otros. Estados Unidos, el mayor emisor de gases de efecto invernadero, no ratificó el acuerdo. Y sigue sin hacerlo.

Y es que es bastante complicado poner de acuerdo a naciones desarrolladas con países en vías de desarrollo. Gran parte de la cumbre ha consistido en una confrontación entre ellos en defensa de sus respectivos intereses cortoplacistas. Tanto EE.UU, el más importante de los países avanzados, y China, el mayor representante de los emergentes, difieren a la hora de ponerse de acuerdo, aún cuando entre los dos aportan el 41 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. Máxime si se tiene en cuenta que, a los primeros, tales medidas le suponen invertir en tecnologías “limpias” que hagan sostenible su desarrollo, y a los segundos le limitan su capacidad para lograr el mismo techo de desarrollo. Para que se comprenda mejor: los que más combustibles fósiles “queman” con su nivel de vida exigen que los demás orienten su desarrollo de forma sostenible.

Se temía un fracaso absoluto que ha sido evitado con ese acuerdo de mínimos que, al menos, salva los mimbres. Se mantiene el compromiso de “contribuir” al recorte de emisiones de gases invernadero, incrementando los “auxilios climáticos” e informando cada dos años de la evolución al respecto. También se ha alcanzado un acuerdo para proteger los bosques tropicales, dada su capacidad de absorber dióxido de carbono, mediante la financiación de proyectos forestales en naciones en vías de desarrollo. Y se ha acordado encauzar ayudas económicas y tecnológicas a países afectados por los desastres del cambio climático, al objeto de que puedan prevenir y reparar sus consecuencias. Y poco más. La única gran novedad, grata por cierto, es que sólo la Unión Europea, entre los cerca de 200 estados participantes en la Cumbre del Cambio Climático de Varsovia, avanzó que presentará sus compromisos de reducción de emisiones en enero del próximo año.

Aunque es indiscutible su fundamento científico, las dificultades económicas y los intereses egoístas de algunos países impiden abordar los problemas del cambio climático con el compromiso obligatorio y vinculante que requieren. Es triste constatar esta limitación de miras cuando lo que está en juego es el futuro de nuestro planeta. Confiemos en que, cuando se decida de verdad hacer un uso sostenible de nuestros recursos, la actividad industrial humana no haya asfixiado al mundo ni nos haya condenado a la desaparición. Así de grave es este problema que no se aborda con el debido rigor, a pesar de los esfuerzos de la ONU y su Convención sobre el Cambio Climático.