lunes, 31 de diciembre de 2012

Cierra y abre


Cerramos un ciclo para abrir otro, despedimos un año para saludar al siguiente y así dar continuidad temporal a nuestra existencia, sin estar completamente seguros de qué será eso del tiempo. Lo proyectamos como un avance que progresa hacia el futuro desde un pasado que dejamos atrás. Sin embargo, nada es seguro y las elucubraciones sobre la realidad del tiempo siguen siendo objeto de la filosofía y la física. Ni siquiera el instante presente puede definirse sin congelarlo en lo que ha dejado de ser para poder contemplarlo y estudiarlo, de tal manera que lo que es ya fue.
 
Somos así de limitados en nuestro afán por comprender lo real, reduciéndolo a una realidad que pueda ser aprehendida y amoldada a nuestros conocimientos. Como los años que vamos sumando desde que a los romanos les dio por celebrar “las saturnalias”. Ahora celebramos las fiestas de Navidad, sustituyendo la agricultura por el supuesto nacimiento del Mesías, ya sin la parafernalia del buey, el borrico y la estrella de oriente. Lo cierto es que esta noche cambiamos la fecha del calendario sin que nada cambie realmente, salvo los dígitos numéricos organizados estructuralmente para contar. Todo seguirá igual en un equilibrio de espacio y movimiento que relaciona la materia con la que estamos hechos. Átomos inquietos y danzarines.
 
Pero para los simples mortales es angustioso. Significa envejecer y avanzar hacia ese estado de entropía que es morir. Por eso el día de mañana es importante para quien esto escribe. No sólo es un año nuevo, es también un aniversario de boda y otro cumpleaños. Dentro de un rato, que se transformará en mañana, conquisto la edad de descreer, en la que prevalecen las incertidumbres que, paradójicamente, dan sosiego y tolerancia, junto a una incredulidad crónica. Y es que, en cuanto suenen las campanas, cumplo 60 años. Una cifra redonda e inmensa como la nada. Nada que se abre y se cierra en mi contabilidad vital y subjetiva. Nada importante, ya ven, pero que me hace hablar del tiempo y de ciclos que se cierran y se abren. Especulaciones de viejo.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Un año de pena

En los últimos cuarenta años que, redondeando, conforman el actual período de  democracia que España ha conseguido disfrutar tras idéntico lapso de tiempo de una dictadura surgida por la guerra civil desatada por el desleal general Francisco Franco, dos peligros han llenado de incertidumbres y desasosiegos el alma de los españoles ante lo que se ponía en juego y podía perderse: el golpe de Estado del teniente coronel Tejero, del 23 de febrero de 1981, y la actual “crisis de los países desarrollados” –crisis crediticia, hipotecaria y de confianza de los mercados-, que surgiera en 2008 en los Estados Unidos a causa de las quiebras del banco de inversión Lehman Brother y de las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, cuyas consecuencias han empujado al empobrecimiento de modo inimaginable a la mayor parte de los ciudadanos, sobre todo a partir de 2012, cuando el Gobierno conservador del Partido Popular emprende una política de recortes, privatizaciones y supresión de derechos y prestaciones sociales que conducen, llana y simplemente, al desguace del llamado Estado de Bienestar.

Tan abrumadora ha sido la sucesión de malas noticias que todo lo que podía ir mal en 2012, con Mariano Rajoy gobernando el país, no sólo ha ido mal, sino que ha ido peor. Ningún parámetro ha conseguido ofrecer mejoras y todos los sectores han dado señales evidentes de un deterioro imparable y, lo que es peor, han estado siendo perjudicados por las medidas anticrisis de una derecha que se guía por postulados ideológicos y neoliberales.

En esta tesitura, ningún segmento social, excepto aquella élite rica e intocable, muestra su conformidad con unas decisiones gubernamentales que, dictadas sólo en beneficio de la fuerza del capital, hacen recaer el peso de los sacrificios y las penurias sobre los más débiles y indefensos de la sociedad: los trabajadores, los jóvenes, las mujeres, los niños, los pensionistas, los enfermos y los inmigrantes. A todos ellos les imponen la reducción de salarios, aumentos de la jornada laboral, encarecimientos de tasas y precios, eliminación de derechos y prestaciones sociales, la indefensión frente al empresario, una justicia de pago, los copagos y repagos en la sanidad y las medicinas, la desatención de los dependientes, el endurecimiento y encarecimiento de las becas, el retroceso en lo moral y en las libertades, subidas de impuestos, precios y tarifas en general, y, así, una larga lista de medidas que han conseguido, en su conjunto, el empobrecimiento de la población, la expulsión al desempleo de cientos de miles de trabajadores –hasta cotas históricas de paro- y la laminación de unas clases medias que, de la noche a la mañana, han dejado de serlo. Incluso los trabajadores públicos, los funcionarios de cualquier Administración (estatal, autonómica o local), se han convertido en víctimas del miedo al desempleo por la posibilidad-ya adoptada en alguna Comunidad-  de perder la única garantía que “privilegiaba” su trabajo: el puesto vitalicio.

No es de extrañar, por tanto, que dos huelgas generales en el plazo de un año fueran convocadas para protestar contra esta suerte de ataques y despropósitos que reciben los trabajadores y los ciudadanos de este país desde que la derecha accediera al Gobierno de la Nación. Porque aunque es cierto que la “caza” ya comenzó bajo el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, en 2010, no ha sido hasta 2012, con Mariano Rajoy al frente del Ejecutivo, cuando la intensidad y su extensión del retroceso social ha atemorizado a los españoles, cercenando las tenues esperanzas de salir ilesos de la ruina. Primero fueron los mineros y los estudiantes, a los que se unieron más tarde, conforme iban viéndose afectados, jueces, médicos, enfermeros, maestros, rectores de universidad, mujeres, autónomos, ahorradores de bancos y cajas, etc., es decir, casi todos los estamentos de la sociedad han unidos sus voces para manifestarse en contra de los recortes y las privatizaciones que no sólo alteran y deterioran las condiciones y derechos laborales, sino que ensombrecen un futuro de progreso y bienestar.  Este panorama tan negro ha instalado en la gente la percepción de que 2012 ha sido un año de pena, una auténtica pesadilla.

Sin embargo, no parece que vaya a ser el único año calamitoso, a tenor de lo expuesto por el Presidente de Gobierno en el balance anual televisivo de su gestión. En su declaración, Mariano Rajoy avanzó nuevos “ajustes” y mayores esfuerzos para “controlar” el desbocado déficit de la economía española, por lo que pidió la “comprensión” de los ciudadanos ante unas políticas que reconoció duras y difíciles, pero imprescindibles, a su juicio, para una afrontar una situación sobre la que planea la sombra del rescate, más despidos y el cierre de empresas en el sector público, nuevos recortes en el gasto que se trasladarán a las Comunidades Autónomas, y toda una serie de “reformas” que adelgazarán la Administración y asfixiarán unos servicios ya exánimes. Para alguien que se declara previsible, ni siquiera la reiterada referencia a la  “herencia recibida” resultó una novedad en medio de tantas obviedades calamitosas.

Lo cierto es que asistimos en la actualidad a uno de los peores momentos de frustración y derrota –aparte del vivido con el golpe de Tejero- que sufre colectivamente la sociedad española, que asume con pesadumbre el negro porvenir que los que privilegian el dinero frente a las personas ofrecen a nuestros hijos. Un futuro tan descorazonador que ya nadie pone en duda que las nuevas generaciones vivirán peor que la de sus padres, aunque estén infinitamente mejor preparadas que estos. Con sueldos de supervivencia, sin apenas derechos y servicios, sometidos a lacerantes condiciones desreguladas del mercado,  con el auxilio de los poderes públicos en continua extinción y sin un Estado que corrija los desequilibrios y las desigualdades, la vida del mañana se presenta a lo mejor sin déficit en las cuentas públicas, pero insoportablemente más injusta, insolidaria e inaudita que pueda pensarse, como si fuera consecuencia de una guerra o… un golpe de Estado. Es por ello que 2012 puede calificarle de pena. Una  pena amarga.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Amaneceres dominicales

En estos días “raros” en que las mañanas son dominicales con cada fiesta y las aglomeraciones vacían los barrios para concentrarse atraídas por la miel en los centros comerciales, brillantes de luces narcóticas, resulta relajante pasear por los alrededores olvidados de los espacios que formaron parte de la adolescencia y la juventud. Vuelven rincones ahora en silencio que estaban llenos de las voces de nuestra mocedad y aquellas agitaciones impacientes por atrapar un futuro que hoy nos parece adelantado. Son los mismos sitios con la piel mudada y ajada que hace que los percibamos distintos y empequeñecidos. La mirada los recorre en busca de lo que fuimos y sólo encontramos las sombras del recuerdo. Son instantes de una nostalgia de la que cuesta retornar al mundo cotidiano del presente y regresar al camino de la lucidez. Es entonces cuando volvemos a escuchar la música que estábamos oyendo y que nos permite seguir soñando con amaneceres dominicales. Pat Metheny y Herbie Hancock me ayudan a despertar. 


miércoles, 26 de diciembre de 2012

12 meses, 12 mentiras

El Partido Popular lleva un año en el Gobierno de España, bajo la batuta de Mariano Rajoy como Presidente, con lo que se puede hacer un somero balance de una gestión que ha venido marcada por los incumplimientos electorales y la abierta falsedad a la hora de aplicar medidas controvertidas que ni venían contempladas en el programa electoral ni obedecían a imprescindibles criterios económicos. Son doce meses en el ejercicio del poder que ponen de relieve el comportamiento de una persona –y, por extensión, al conjunto del Gobierno- que, aunque prefiere guardar silencio antes que exponerse a las declaraciones públicas, no ha tenido reparos a la hora de proferir la mentira cuando ha necesitado ocultar sus intenciones para no revelar unas decisiones motivadas antes por la ideología que por imperativos de la coyuntura económica. Parafraseando el lema de una campaña televisiva, bien se podría titular este resumen como 12 meses, 12 mentiras. Son estas:

1.- Juró y perjuró, por activa y por pasiva, que no subiría los impuestos y lo primero que hizo al acceder al Gobierno fue subir el IVA, el IBI y los tramos del IRPF. En contra de lo proclamado estando en la oposición y de lo que acusó a los gobiernos socialistas, fue madrugar para elevar los impuestos e imponer tasas que gravan servicios antes gratuitos o más baratos. Justo lo contrario a lo prometido. Buen comienzo que sorprendió a los propios votantes y simpatizantes, que empezaron a torcer el gesto.

2.- Aquella bandera con la que recorrió platós y periódicos sobre el carácter sagrado de las pensiones también fue arriada desde el primer instante, con “subidas” simbólicas del uno por ciento. Y es que no sólo se han “tocado” las pensiones para reducirlas, sino que está en proyecto “actualizarlas” computando toda la vida laboral, sin ninguna implantación progresiva. Si este “recorte” perjudica a los pensionistas, también va contra ellos el “copago” que se les implanta para sufragar sus medicinas y el euro por recetas médicas de algunas comunidades para que no abusen de las visitas al médico. Y es que hasta los viejos, al parecer, han vivido por encima de sus posibilidades.

3.- No daría dinero público a los bancos, se hartó de repetir cuando solía abrir la boca, hasta que tuvo que solicitar a Bruselas el único rescate del que, hasta la fecha, no tiene dudas sobre su necesidad, con tal de reflotar unas entidades que son parte activa de la crisis financiera y económica que asola el país. Causa vergüenza que personajes como Rodrigo Rato (Bankia) y otros como él se vayan de rositas a sus casas, con enormes cantidades blindadas por despido, después de hundir unos bancos que recibirán “ayudas” de dinero público, pero son incapaces de brindar soluciones a sus clientes, a los que desahucian sin contemplaciones. Doble vara “mercantil” de medir.

4.- También se dijo que los funcionarios podrían estar tranquilos pues ya habían contribuido, con las medidas de Zapatero -al que exigió su dimisión-, al sacrificio por sacar a España de la crisis, pero se vuelve a congelarles el suelo y, encima, les suprimen la paga extra de Navidad, que no cobrarán pero de la que tendrán que cotizar a la Seguridad Social. Más de un 30 por ciento de merma del poder adquisitivo llevan los empleados públicos soportando por haber optado a trabajar en la Administración. Incluso tuvieron que aguantar declaraciones sobre una reforma que iba acabar con la “lectura de periódicos y los cafelitos”, como si nadie trabajara con eficacia y honestidad en el sector público, salvo el Gobierno, claro está.

5.- Tampoco habría amnistía fiscal para los delincuentes con Hacienda, excepto la que Cristóbal Montoro puso en marcha prometiendo perdonar las penas y castigos a los evasores de capitales si retornaban sus “ahorros” a España. Menos de la mitad de lo calculado ha sido el fruto conseguido a las arcas públicas por esta insólita propuesta que contradice la severidad prometida ante cualquier tipo de delito que contravenga la ley. ¿Quién se fía de los embusteros que las toman?  Ni consiguiendo la captación del dinero evadido su efecto hubiera sido ejemplarizante, por premiar a delincuentes defraudadores frente al honesto cumplidor con Hacienda. Parece que el único mensaje emitido es que es más barato defraudar al fisco que pagar religiosamente. Ya lo saben los ricos.

6.- Se presumió, cada vez que tocó hablar de ello, de preservar la sanidad y la educación como ejes intocables del Estado de Bienestar, pero enseguida se aplicaron las tijeras con un recorte adicional de 10.000 millones de euros precisamente en estas partidas presupuestarias. No sólo se crearon copagos en la sanidad y repagos en las recetas, sino que además se ampliaron las horas semanales de trabajo en estos sectores, con las que se eliminan puestos de trabajos (despidos), y se suplen las bajas y las jubilaciones, renovándose sólo un diez por ciento del personal. Ello ha llevado a una reducción drástica del personal que hace peligrar la atención y la calidad en dos servicios básicos para la sociedad, como son la sanidad y la educación. El cierre de centros de salud (por las tardes en determinadas comunidades) y los planes de privatización de hospitales puestos en marcha en Madrid, por ejemplo, acaban de enseñar definitivamente las intenciones reales de un Gobierno que actúa movido por una ideología neoliberal que ocultó en su programa.

7.- No crearé un banco malo… hasta que Bruselas lo diga. Y así ha sido. Entre las condiciones para el rescate de la banca, el Gobierno de Rajoy ha tenido que crear un organismo público que concentre todos los activos tóxicos problemáticos de las entidades bancarias que serán necesarias sanear. Otra vez, el dinero público de los contribuyentes servirá para cargar con las pérdidas de unos bancos cuya avaricia les llevó a conceder préstamos hipotecarios que ahora son de difícil liquidación. En vez de “ayudar” a las familias hipotecadas, se prefiere salvar a los acreedores financieros. El mercado sólo atiende a sus propias necesidades, no a la de los ciudadanos. Con ayuda del Gobierno.

8.- La prioridad será el empleo, se repitió hasta la saciedad, pero se acomete una reforma laboral que sólo beneficia al empresario y al capital, facilitando y abaratando considerablemente el despido incluso cuando las perspectivas, no los resultados, de rentabilidad de un negocio no sean halagüeñas, y desvinculando el convenio colectivo del sector como marco de negociación. Una reforma que, al cabo casi de un año, no ha impedido que la tasa de paro alcance por primera vez en la historia la cota del 26 por ciento, rozando los seis millones de desempleados, cuyas prestaciones han sido, además, reducidas en cuantía y duración. Si esto es primar el empleo por encima de cualquier otra consideración, dos huelgas generales en su primer año de mandato son la respuesta más contundente. Nada ha sido más castigado por los incumplimientos de Rajoy que precisamente el empleo, en todos los sectores y a todos los niveles, excepto en el militar y el religioso. Algo muy significativo.

9.- También se ofreció favorecer a los autónomos y las PYMES, prometiendo la liquidación del IVA cuando se cobrasen las facturas, cosa que aún está pendiente de cumplirse. En vista de los “cumplimientos” en las demás promesas, los afectados están convencidos de que ésta también formará parte de las mentiras proferidas para ganar unas elecciones. Es el cierre de pequeños comercios y la quiebra de aquellos “emprendedores” que apostaron por convertirse en autónomos con lo que se ceba el paro en nuestro país. Un ejemplo más de las consecuencias traumáticas del arte de mentir por afán de gobernar.

10.- Nunca –se dijo en el discurso de investidura- apelaré a la herencia recibida, pero quizás sea la excusa que más temprano asomó en la boca de todos los ministros de este Gobierno y de su propio Presidente. Ante cualquier obstáculo encontrado en la gestión, Mariano Rajoy y sus ministros acudieron a la herencia recibida como pretexto que justificase su ineficacia o sus mentiras. Tras un año de ejercicio del Poder, todavía se oye esta disculpa como alivio de responsabilidades y agravios a la población. Si no fuera porque los ciudadanos son condescendientes y olvidadizos, estaríamos ante una de las más burdas expresiones de inutilidad que un gobierno podría argüir para camuflar sus derrotas y fallos. Se esgrime para achacar prácticamente todos los males al anterior gobierno, al que se culpa tanto de la crisis económica mundial como del desprestigio de las instituciones, el aumento de los abortos o el número de parados. Todo lo negativo es culpa de la herencia recibida. ¿Hasta cuándo?

11.- Iba a ser previsible y dialogar con todo el mundo. Sin embargo, nada de lo realizado era previsible en función del programa y las promesas ofertadas y el diálogo se ha materializado en una forma de gobernar mediante decretos-leyes (28 en un año) que esquivan, a pesar de disfrutar de mayoría absoluta en el Parlamento, el debate legislativo en las Cortes. Rajoy dice una cosa y hace la contraria, ofrece diálogo y apenas se somete a las interpelaciones parlamentarias, se le escapan opiniones en el extranjero (“esto me va a costar una huelga general”) pero convoca ruedas de prensa sin preguntas en España. Cultiva la opacidad cuando aseguró la transparencia, y nada en su conducta resulta previsible salvo la adscripción a la reducción del déficit a cualquier precio como única doctrina gubernamental, aunque ello condene el crecimiento y hunda a España en la recesión, como advierten el propio FMI, el BCE y otros organismos internacionales.

12.- Y diría siempre la verdad, llamando “al pan, pan y al vino, vino”, cuando en realidad sólo pronuncia eufemismos y lugares comunes para eludir términos que le escuecen en lo más íntimo (préstamos en vez de rescate, ajustes por recortes, sostenible por privatizar, hacer lo que Dios manda por lo que le da la gana, etc.) o que considera le hacen perder credibilidad y confianza ante los ciudadanos. Son estas “elusiones” y las mentiras, a las que parece tan aficionado, las que desmienten su compromiso con la verdad y la claridad en su actitud de gobernante. Incluso el desdén y la desconsideración contra los que son reacios a su Gobierno y sus políticas (personas, colectivos o territorios) forman parte de su comportamiento “oficial” o institucional.

Negar a Andalucía lo que reconoce a otras comunidades, en un ejemplo territorial, o el dislate insultante tan reciente de manifestar que “si todos trabajáramos con empeño, las cosas irían mejor”, en alusión a las tropas en el extranjero frente al resto de los trabajadores de España, son muestras de una voluntad retorcida y manipuladora, que abraza la mentira como instrumento legítimo para afianzarse en el Poder.  Cualquier médico, maestro, policía, juez o cartero, por citar sólo a algunos colectivos, trabaja tan encomiablemente bien en España como el mejor militar en Bosnia y probablemente con menos derechos y reconocimientos por parte de “su” Gobierno y con mayores exigencias y méritos para acceder al empleo.

Son 12 mentiras en los primeros 12 meses del Gobierno de Rajoy. Se podría ampliar el número de señales que revelarían la auténtica materia con la que está constituido el actual Gobierno de España, pero excederían al número de meses al que se limita un año. Basta con aguardar otro año para ampliarlas. Al tiempo.
 

lunes, 24 de diciembre de 2012

Buena noche

Es imposible, hasta para los más recalcitrantes negadores de estas celebraciones, escapar del “ambiente” navideño y de sus cotas de ingenuo infantilismo y sensiblería hipócrita que te hacen pronunciar un “felicidades” a quien jamás saludas el resto del año o no conoces de nada. Las lucecitas de colores y los villancicos se cuelan en tu casa desde las calles por las que has de transitar y unos medios de comunicación que no dejas de consultar. A cualquier lugar que dirijas la mirada, algún detalle te hará recordar que estamos en Navidad.

Es imposible escapar cada año de esta tradición porque está inserta en nuestra cultura, una cultura atravesada por el hecho religioso del cristianismo, sin el cual nuestra forma de vida, el arte, la historia, las costumbres y los modelos sociales no se hubieran producido de esta determinada manera. De ahí que hasta a los más materialistas, los que rechazan cualquier vestigio de contaminación religiosa, les sea imposible esconderse del bobalicón “espíritu” navideño que impregna las comidas de empresa, las reuniones familiares, los regalos, el ocio y la empalagosa publicidad. Todo está confabulado para hacerte saber que estamos en Navidad.

Tan falsas como cualquier construcción simbólica, estas fiestas no dejan de marcar un hito en el calendario que dirige tu vida. De la misma forma que en invierno no puedes evitar el frío, tampoco puedes arrancar de él la Navidad, aunque intentes no participar. Tu mujer, tus hijos, tus amigos o tus vecinos te harán, de cualquier manera, caer en la “debilidad” de que participes de un saludo, una lotería, una comida, una reunión, una diversión o un regalo motivados por esa ñoñería tan festiva. Ya se sabe que es una convención dentro de otra convención. Está convenido contar el tiempo por años, siguiendo el curso de las estaciones. Y el solsticio de invierno, desde la prehistoria, ha servido para anhelar un nuevo ciclo fecundo y próspero. Una costumbre que usó la religión para instalar sus fiestas y conmemorar el nacimiento de Jesús, que se produjo en primavera. Por un motivo u otro, aunque no seas labrador ni cristiano, algo tendrás que celebrar.

Hoy, por ejemplo, toca cenar copiosa o frugalmente -según lo permitan los recursos o la salud- porque es Nochebuena. Podrías dar la espalda a la costumbre e irte a un bar o prepararte un aperitivo en soledad, pero todo lo que te rodea te hará sentir como un extraño en medio de tantos alborotadores y guirnaldas. Y no enciendas la tele, que es peor: hasta en los programas de pornografía, la “actriz” sale “vestida” con un gorrito de Santa Claus. Mejor tomárselo con deportividad. Porque de la cena no te libra nadie.

Así que, en vez de luchar contra los molinos que pretenden que toques la zambomba, es mejor comer con moderación, brindar por el bienestar de todos y desear una buena noche a los que te rodean. Es lo que quiero hacer hoy con todos los que lean estas líneas. ¡A vuestra salud! porque es una buena noche. Sin más.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Cada golpe pequeño

En estos días finales del año, proclives a recuentos y resúmenes, a veces me vienen a la memoria melodías que no se vuelven a recuperar en ninguna selección comercial al uso, como esta de Carmel. Me siguen gustando sus ritmos jazzísticos y su voz prodigiosa. Incluso tuve la oportunidad de verla actuar en directo en Sevilla, durante uno de esos veranos que a la ciudad le dio por la difusión cultural en el solar del Prado de San Sebastián. Cada pequeño golpe que recibimos nos deja huella: así lo canta ella y así lo siento yo. Pequeños golpes que nos moldean cómo somos... hasta que uno final te derrumba. Es la mejor definición de vida que conozco.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Os deseo buena vista


Al final, ayer no explotó el mundo como aseguraban las predicciones. Así que tenemos otra oportunidad para disfrutar y enmendar nuestros errores. Aprovechémosla. A todos los seguidores de este blog y a los babilonios invisibles que transitan por sus páginas, les deseo que abran los ojos. Es lo único que se necesita para conseguir lo que se propongan. Y que se tomen estas fiestas con moderación y austeridad. ¡No hay más remedio! ¡Suerte y salud hasta el próximo fin del mundo!
 

Cegado por las preocupaciones o con los ojos abiertos a lo que me rodea, preso del miedo, el dolor y las tribulaciones o henchido de esperanzas, recorro cada día este camino rutinario de mi vida.
A veces, me sorprende verlo iluminado con la simple belleza de lo cotidiano, filtrando la tenue luz de la placidez y tiñéndose con las tonalidades del sosiego.
Creo percibir, en esos instantes, el rostro esquivo de una felicidad que buscamos afanosamente, sin darnos cuenta de estar frente a ella. Incluso en estas fechas en que tanto la nombramos.
Por eso, sólo os deseo: ¡Ojalá pudieran verla!

viernes, 21 de diciembre de 2012

Los espejos de Gregorio

Leí a alguien confesar que la mayoría de las críticas literarias es, en realidad, un ajuste de cuentas. No es el caso de esta entrada, pues se trata de la reseña de la obra de un amigo mío. Un amigo de facultad, donde coincidimos procedentes de profesiones alimentarias, no vocacionales como las que nos hizo encontrar en aquellas aulas. Enseguida compartimos apuntes, opiniones y ambiciones que aspiraban a algo más que a conseguir un título académico: buscaban dar satisfacción a un empeño personal que no pudo ser en su momento, ser periodistas. Y Gregorio Verdugo lo era desde antes de acabar la carrera, por actitud y aptitud. Si algún día viviera de ello –cosa difícil por cómo cotiza una profesión que engrosa las estadísticas del paro-, sería una figura encumbrada en la profesión y, lo que es mejor, admirada. Porque Gregorio es un periodista de calle, no de despachos, de los que gustan zambullirse en los hechos para conocer al actor humano que los protagoniza o los sufre. Más que redactar noticias, prefiere ahondarlas, investigarlas hasta construir unos reportajes enjundiosos en los que destaca su pluma notarial, para lo preciso, y sensible para lo humano, buscando siempre desvelar todas las caras que presentan: causas, contextos y consecuencias. Quiere contar cosas que siempre afectan a las personas. Siempre.

Una persona con semejante sensibilidad era seguro que guardaba una historia en los cajones de su mesa. Ya se presentía en los relatos y cuentos que también ha cultivado y con los que ha conseguido algunos premios. Así que era cuestión de esperar para ver su nombre en la portada de una novela. Y no ha tardado. Por eso nos ha alegrado recibir su invitación para el acto de presentación de su primera novela, La danza de los espejos enfrentados, en el Palacio de los Marqueses de la Algaba, recinto histórico de la Sevilla intramuros del siglo XVI. Allí nos reunimos los que seguimos el rastro de Gregorio Verdugo Gómez-Serna a través de diversas pistas, pero siempre derivadas de su vocación literaria y periodística. Queríamos acompañarle en el bautismo de su primera obra de envergadura, a la que, de buen seguro, seguirán otras muchas. De ahí que esto no podía ser una crítica ni tenía la intención, sino la oportunidad de volver a encontrarnos con un camarada al que deseamos toda clase de venturas y éxitos en su consolidada y definitiva condición de escritor. Se lo ha trabajado a pulso, sin carecer de talla y valía.

Todavía no he leído la obra -extensa y con un pequeño defecto de edición: un letra minúscula-, pero ya está en el anaquel de mi biblioteca aguardando turno. Ello no me impide recomendarla a cuantos les apasionan los laberintos intrigantes en los que la vida y el amor se suelen extraviar, sin abandonar siquiera el lugar en que confluyen o entrecruzan, y ambientadas en un espacio-tiempo real y conocido, para el que se recomienda incluso un “ecosistema musical” compuesto por baladas de Dire Straits, Pink Floyd, Triana, John Lennon y otros que nos hacen rememorar la época.

Pero, si hubiera que añadir motivos adicionales para adquirir esta novela, se podría destacar también, para los tiempos que corren, la aventura de una emprendedora iniciativa editorial, Bitiji, cuyo sello “El toreador de pájaros” se dedica a publicar autores emergentes y noveles que, sin embargo, reúnen un gran potencial gracias a su calidad y originalidad. Además, siguen empeñados en no arrinconar el soporte papel cuando la tendencia predominante es la contraria.

Todo lo expuesto me mueve a recomendar vivamente esta novela de mi amigo Gregorio y no hacer una crítica al uso. Sería imposible y una insensatez.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Trompazo de mierda


Me preparo para mañana, para cuando el mundo acabe en medio de una explosión cósmica y todos nos desintegremos en el Universo. Será algo bonito, digno de contemplarse, que no me perdería por nada del mundo. Sólo hay que cerrar los ojos e imaginárselo. Minúsculos pedacitos de cada uno de nosotros, simples moléculas rotas, esparcidas por el espacio a velocidades de vértigo y colisionando unas con otras. Alcanzaríamos el momento de mayor igualdad conseguido en la Tierra, todos igual de destrozados rumbo a la nada desconocida. Átomos de reyes y magnates mezclados con los de porqueros en una especie de residuo fecal de un lugar que era, en realidad, una letrina para la mayoría de sus pobladores. Una caca inmunda en la que flotaban los privilegiados a costa de hundir en las heces a los demás. Los mayas previeron un final inevitable a esta bolsa insalubre que desprende gases pestilentes, tóxicos y explosivos. No podía tener otro final más que estallar tarde o temprano. Y si no es mañana, será pasado o dentro de un par de milenios o eras geológicas. Pero estallará. Ni los marcianos -si es que hay alguien más elucubrando sobre su origen por ahí fuera- echarán de menos este terrasco asqueroso donde la vida se contaminó de mierda para producir hambre, guerras y miseria cada día de su existencia. No es por restarle méritos a los mayas, pero condenar a la desaparición este mundo no es ningún vaticinio. Nació condenado a estallar. Por eso me estoy pertrechando de un ensimismamiento autista para que, cuando se produzca el cataclismo, me coja pensando y ese pensamiento se mantenga consciente en alguna neurona intacta en su divagar interplanetario. Sería maravilloso oírla exclamar. ¡jopé, qué trompazo!.

martes, 18 de diciembre de 2012

Los memos del fin del mundo

Los seres humanos somos tan crédulos y necesitados de “misterios” que damos pábulo a todo tipo de supercherías. A pesar de los conocimientos de la ciencia y la técnica que caracterizan a nuestra época, nos gusta dejar un margen a la irracionalidad para que nos seduzca con esas leyendas y supersticiones cuyo mayor atractivo es, precisamente, desafiar cualquier análisis o investigación científicos y al saber acumulado por la Humanidad.

El último fenómeno de esta naturaleza es la creencia de que el mundo desaparecerá el próximo 21 de diciembre, según se desprende, al parecer, de ciertas inscripciones del calendario maya  No importa que esta civilización mesoamericana se remonte a 3000 años de antigüedad aunque consiguieran, fruto de sus observaciones astronómicas y de los ciclos naturales, establecer con asombrosa precisión la duración exacta del año en 365 días, los movimientos de la Luna y de algunos planetas y un elaborado calendario, origen de la actual fantasía. Y es que, basándose en los ciclos de medición del tiempo registrados en dicho calendario, los medios de comunicación están extendiendo la especie de que los mayas predicen el fin del mundo para cuando culmine el último de los 13 ciclos de que consta; es decir, el 21 de diciembre. Una difusión tan eficaz que hasta la NASA ha editado un vídeo en Internet con toda clase de explicaciones para calmar a los temerosos de la patraña.

Las convenciones que ideamos para hacer comprensible aspectos de la realidad, tan complejos como el tiempo, provocan paradójicamente el encanto de lo “misterioso” cuando originan curiosas casualidades. De ahí que, al descubrir que el calendario maya no es capaz de establecer una medición infinita del tiempo, enseguida sospechamos que vaticinan el fin del mundo para la fecha en que dejan de contar.

La misma "confusión" surgió –y fue motivo para el gran negocio de los cotillones de ese año- cuando se difundió que el año 1999 era el último de la década y había que celebrarlo. De nada sirvieron las matemáticas para quienes se negaban a aceptar que los decenios se cuentan del 1 al 10, siendo el 11 el inicio del siguiente. Y que, por tanto, la década daba comienzo realmente en 2001. La publicidad y la superstición de las cifras “redondas” pudieron más que la verdad ante los incrédulos o… los muy listos.

Lo llamativo de estos casos es la facilidad con que los seres humanos podemos ser sugestionados y embaucados por interesadas suposiciones. Si lo primero sirvió para explotar el negocio de los cotillones, lo segundo parece que está beneficiando la construcción de bunkers. Y es que la ignorancia y la ingenuidad nos hacen vulnerables ante los charlatanes. Nos nubla la razón. Porque, vamos a ver, en caso de que sea cierto que el mundo se extinguirá dentro de dos días, ¿cree usted que en un bunker estaría a salvo de semejante destrucción planetaria?

No deja de sorprenderme la tendencia del hombre a la memez.
 

sábado, 15 de diciembre de 2012

Almanaque 2013 de Cuadernos de Roldán

En el ambiente bochornoso de un día en el que la llovizna no pudo contenerse, se presentó en la Casa de la Provincia de la Diputación de Sevilla el Almanaque Cuadernos de Roldán 2013, cita ineludible para los inquilinos de esta tertulia poética, y que se celebra siempre en los prolegómenos de la Navidad.

Y como no podía ser de otra forma, la convocatoria atrajo a un numeroso público que completó el aforo del salón de actos de la institución provincial. Antonio Cerrato y Antonio Molina Flores se encargaron de la presentación del Almanaque, cuya portada reproduce una obra de Carmen Mogollo que representa, en estilo figurativo, los reflejos azulados y rojizos del agua removida al paso de una embarcación. En palabras de su autora, “intenta expresar cierta alegría en estos tiempos tristes de crisis”.

También, como novedad, se ha cuidado en esta ocasión la claridad y la maquetación del Calendario, utilizando unos tipos para las cifras de mayor tamaño y una tipografía más apropiada al uso habitual del mismo, de tal manera que hasta los aquejados de presbicia puedan consultarlo. El resultado es un almanaque de bella estampa que contiene, para cada mes del año, un poema y una reproducción pictórica que impiden poder determinar, dada la calidad de todos ellos, cuál sería objetivamente mejor. Cada lámina y cada poesía encierran un abanico de interpretaciones capaz de estimular la sensibilidad subjetiva del lector, en ese afán hermoso por intentar atrapar, parafraseando uno de los versos, “el espíritu del tiempo”. El poema del mes de Febrero así lo pone de manifiesto:

Las tardes tórridas del verano
nos abrasaron con llamaradas
de primas de riesgo que calcinaron
inmensos bosques de almas.

Las huracanadas mañanas de otoño
despertaron cíclopes gigantes
que devoraron derechos sociales
nacidos tras siglos de luchas.

De nuevo, las manos de mis gentes
horadan, en el monte, cuevecillas
para mitigar la soledad de los desahucios
de este invierno desmaterializado y cruel.

Ahora, me siento en la ladera de los meses,
y grito al eco de mi conciencia,
y golpeo, con furia, las espirales de luz
que febrero confunde en sus atardeceres gentiles.

Isabel Mª González Muñoz

viernes, 14 de diciembre de 2012

Rasgos de autoritarismo

Causan alarma las cotas de oscurantismo y censura a que aspiran los que no están cómodos con la transparencia y el control democrático del ejercicio del poder en este país. Poco a poco van dando síntomas de una alergia a la democracia y a las libertades que está cursando desde el simple sarpullido  a una pura reacción anafiláctica que afecta ya a todo el organismo gubernamental. Su cronicidad es letal para la supervivencia democrática de nuestro sistema de convivencia. Y los brotes del mal se generalizan.

Si la policía reprime con celo excesivo a unos estudiantes y las fotografías así lo atestiguan el día siguiente, surgen de inmediato propuestas que apelan a la prohibición de imágenes de las refriegas callejeras para evitar dar explicaciones comprometidas. Si un concejal es cuestionado por iniciativas que buscan silenciar a la oposición, de inmediato se arremete contra el medio local que las airea con descalificaciones e insidias por no secundar los criterios del ayuntamiento y dar a conocer la pretensión de mordaza. Y si la gestión de recortes y empobrecimiento contra la crisis, que el Gobierno aplica cual verdad revelada, recibe la crítica de los medios de comunicación, inmediatamente brotan voces ministeriales con amenazas explícitas de que “en vez de dar lecciones en editoriales, que paguen sus deudas”. No son episodios aislados ni banales, sino toda una forma de conducta de quienes ocupan el Poder sin capacidad para aceptar la crítica y el pluralismo de la sociedad. Se trata de una actitud sumamente preocupante y peligrosa que indica la deriva hacia una degradación autoritaria en la forma de gobernar, en tanto en cuanto a los gobernados se les cohibe disentir y manifestar públicamente su disconformidad, bajo amenazas de todo signo, si no aceptan el discurso oficial.

No son opiniones expresadas de manera involuntaria y a la ligera, sino que forman parte de una estrategia por anular todo reproche y cuestionamiento a la acción de gobierno, que se irradia desde instancias muy significativas y poderosas del Estado. Son rasgos de un autoritarismo en la forma de gobernar. En el primer caso, estamos ante la sugerencia inconcebible del director general de la Policía, Ignacio Cosidó, quien proponía al Ministerio del Interior la prohibición de grabar y difundir imágenes de las actuaciones policiales por el “riesgo” que supondrían para los miembros de estas fuerzas y de las operaciones en las que estarían trabajando. Si esta medida hubiera estado aprobada, hoy sería imposible demostrar que la pelota que hizo perder un ojo a una ciudadana catalana procedía de los Mossos d´Esquadra y no de los propios manifestantes, como intentó asegurar en un primer momento el conseller de Interior, Felip Puig, en sede parlamentaria de aquella Comunidad.

El segundo ejemplo se produce en un ayuntamiento de la provincia de Córdoba, donde un triste concejal vierte insidias contra un medio digital local por dar cobijo a una pluralidad de opiniones que no siguen los dictados de quien aspira al aplauso unánime y la adhesión inquebrantable, como en los buenos tiempos de sus antepasados ideológicos. Es una fanfarronada tan vulgar, aunque repetitiva en muchos municipios pequeños, que no merecería la pena comentar, si no fuera porque participa fidedignamente de la estrategia que sigue su formación política.

Pero la última muestra, la que protagoniza un miembro del Gobierno que acapara la responsabilidad del Ministerio de Hacienda, Cristóbal Montoro, es de todo punto inaceptable. Es el síntoma patognomónico que confirma la intolerancia a la crítica y la discrepancia que constituye, al parecer, una constante genética de los políticos del Partido Popular. Sus palabras no fueron un desliz capturado involuntariamente por un micrófono indiscreto en un momento de calentura verbal, sino toda una declaración de intenciones en el Congreso de los Diputados durante una interpelación parlamentaria acerca de la “amnistía fiscal” promovida por su departamento, con exiguo resultado.

El los tres casos estamos ante hechos de suma envergadura. Amenazar o inducir al miedo a quienes no están de acuerdo con las proclamas oficiales constituye un acto injustificable por la degeneración que supone de los instrumentos y las formas democráticos. Forman parte de un plan para transformar la democracia en una dictadura refrendada. Para ello, se precisa de una opinión pública favorable, que se moldea con la mentira y con la difusión de valores o discursos proclives a través de medios controlados y afines. Y sobre todo, con el dominio absoluto de los sometidos, a los que se condena a la ignorancia y la anomia, temerosos pero obedientes, para que se limiten a mostrar su refrendo cada cuatro años, sin ninguna ilusión por unos programas que se incumplen con rutinaria reiteración. De esta manera, se logra instalar un pensamiento único que no pone en cuestión la doctrina gubernamental ni un sistema capitalista que ha dejado a tres cuartas partes de la población mundial en la pobreza, la desnutrición y la miseria, y que en nuestros países de la abundancia nos está regresando al régimen del salario de subsistencia y a la carencia de derechos laborales y protecciones sociales.

Esa mentalización, de la que se erradica todo pensamiento crítico a base de la manipulación y las amenazas, nos empuja a recelar de la libertad y a creer que las conquistas sociales que conforman nuestro Estado del bienestar fueron gracias otorgadas por el Poder, no arrebatadas con sangre, sudor y lágrimas en un tiempo en que parecían simples utopías de visionarios.

No hay que olvidar que la política, más que procurar el bien común, es un equilibrio de fuerzas  entre la clase dominante, que intenta preservar sus privilegios, y los dominados, que intentan arrancar parcelas de igualdad y progreso, y que ahora se niegan.mediante argumentos tecnocráticos y economicistas. Por eso, en esta época de dificultades, el Poder tiende a ser absoluto y desterrar toda resistencia. Un concejal, un consejero autonómico o un ministro del Gobierno muestran idéntico interés por imponer, a través de todos los medios a su alcance –legítimos o ilegítimos-, su criterio y su voluntad, a pesar del rechazo mayoritario de la población. Exhiben rasgos de un autoritarismo indecente y peligroso que, aparte de un desprecio a la democracia, provocan un profundo desencanto en los ciudadanos y crean un apoliticismo insano en sociedades sumisas y calladas. ¿Es, acaso, lo que se persigue con estos ejemplos?

martes, 11 de diciembre de 2012

Imagina sueños

Arrebato esta delicia capturada en la boca del lobo para degustarla tranquilamente con los babilonios que siguen mi rastro, imaginándome que tenemos derecho a soñar un mundo mejor, sin barreras, sin pobreza, sin guerras.

lunes, 10 de diciembre de 2012

La obsesión de los días

Los seres humanos somos conscientes de la temporalidad de nuestra existencia, sabemos que la vida es limitada y tiene fin, acaba indefectiblemente en la muerte. Conforme acumulamos años, más en cuenta tenemos esa inevitable conclusión de todo proyecto vital y más nos preocupa, de alguna manera, tanto la fecha de caducidad como el aprovechamiento que hayamos dado al tiempo en que nos ha tocado transitar este mundo. Una obsesión que se acrecienta en días como éstos, tan propicios a balances y enmiendas del período que termina. Una manía cíclica que se agrava con la edad.

Pero no es vano el empeño. Esa angustia por la trascendencia ha dado frutos como la filosofía o las religiones, en órdenes especulativos de la humanidad, y a actitudes de nobleza y bondad en los comportamientos individuales. Es cierto que ello no nos ha ahorrado los horrores que ensombrecen la historia del hombre, pero al menos los ha compensado con las catedrales y las sinfonías más elevadas que aspiran a representar la espiritualidad humana o la solidaridad que nos vuelca en los otros, en los demás.

La obsesión de los días es consecuencia de nuestra constitución humana, de nuestra pertenencia al único animal que, por obra y gracia de su facultad racional, toma consciencia de su existencia y de la proyección futura de la vida, hasta el extremo de plantearla en términos de significación. No la concibe sin sentido y siempre está buscándole una finalidad. Ningún otro ser de la naturaleza, que se sepa, hace planes para el día de mañana, sólo atiende a sus necesidades presentes y se comporta en función de los instintos biológicos que las satisfacen.

Sin embargo, el hombre exige una trascendencia que le obsesiona. Le parece inconcebible una vida fruto del azar. Siente orfandad en una existencia a la que es indiferente cada individuo y su capacidad para discernir atributos como lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, que se demuestran extraños a la ontología. De ahí que elabore construcciones abstractas sobre cosmovisiones que le sitúen en el centro u objetivo de cualquier explicación o finalidad existencial, que no pueda evitar, con mayor o menor hondura, caer en reflexiones que aporten alguna razón -a su raciocinio- al hecho de ser partícipe de una vida que se piensa.

Aparte de la frustración que pueda causar o de las cumbres filosóficas a que conduzca, la angustia de los días es señal inequívoca de nuestra condición reflexiva, de la facultad de la mente humana que se interroga a sí misma e interroga al mundo. Hallar o no sentido a la existencia es quizá lo de menos, lo importante es que esa angustia nos hace sentir tremendamente vivos, tan vivos que nos preocupa no sólo el presente, sino también esa entelequia que llamamos futuro, y del rastro que dejamos sobre “esta fina piel de la tierra que llamamos vida*”, impregnándola de una “calidad” humana infinitamente más satisfactoria que cualquier “cantidad” que, por dilatada que sea, pueda acarrear. Tanto es así que mis días son más intensos cuando la angustia los cabalga, que aquellos que transcurren planos de preocupaciones. Unos alimentan la memoria y sazonan la vida, mientras los otros se disuelven en el olvido. La obsesión de los días es producto del vivir, consciente de ello.

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* En imagen de Haro Tecglen en "Ser de izquierdas", pág. 145. Ed. Temas de Hoy. Madrid, 2001.

sábado, 8 de diciembre de 2012

¡Gerardo, Gerardo!

¡Qué pronto te entra la ansiedad en la cárcel! ¡Y qué gallardo eras cuando lanzabas proclamas contra los trabajadores! Ahora necesitas tilas y tranxiliums, pero antes te permitías pregonar a todo pulmón que “había que trabajar más y ganar menos”. Claro que te referías a los ganaban, como mucho, mil euros al mes, no 300.000, bajo cuerda, como tú, y encima te salía a devolver la declaración de Hacienda. Entre rejas no comprendes cómo pueden acusarte de culpabilidad alguna, cuando eras tú el que afirmaba arrogante que “los empresarios no somos culpables de la crisis, hemos creado riqueza”, guardándote el secreto de que la riqueza a la que aludías era la que ibas vaciando de cuantas empresas caían en tus manos, para quedártela para ti y ese socio tuyo experto en ocultar bienes patrimoniales. Es duro ser un reo despojado de ese poder lumínico que te llevaba a asegurar que “sobran funcionarios en España”. Gracias a frases tan lapidarias te encumbraba un Gobierno que ahora exige que purgues responsabilidades, dejándote en la sombra, mientras simula no haber compartido contigo el mismo pensamiento. Un pensamiento tan exacto que llevó a hacer una reforma laboral que impone ganar menos y trabajar más, buscar fórmulas para ayudar a los empresarios y financiar la banca y diseñar una remodelación de las administraciones públicas para “ajustar” la plantilla de funcionarios. Si no es lo que tú decías, se le parece una barbaridad. La única diferencia es que a ti te meten en chirona y el otro nos empobrece impunemente a todos, tildándonos de haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Es decir, el Gobierno y los empresarios no son culpables de la crisis, sino los trabajadores.


Mientras llega el juicio y se dicta sentencia pasarán muchos años. El indulto tardará en llegar. La élite no olvida a los suyos aunque a veces utilice a los que tropiezan para aparentar justicia. Aprieta, pero no ahoga, como Dios. Mira a Mario Conde y Alfredo Sanz, cada uno a su estilo, pero en la calle disfrutando de las rentas y hasta impartiendo lecciones de moralidad. Tendrás tiempo, incluso, de escribir un libro con tu experiencia, que es mucha.

De ser el representante máximo de los empresarios de este país has pasado a ser el vivo ejemplo de lo que muchos de ellos piensan que es ser patrón en España: especulador, charlatán, tramposo y ratero. Podrás explicar que así es fácil acumular una fortuna, con usura, explotando a los empleados, opaca al fisco y engañando hasta a quien duerme contigo en la cama. Describirás que muchos defraudadores creen que ese comportamiento denota una inteligencia excepcional para los negocios, cuando en realidad lo que evidencia es una inmoralidad y deshonestidad mayúsculas. En un arranque de franqueza, insinuarías que una mayoría no sigue tu ejemplo, no por ser más torpes que tú, sino por tener más dignidad y vergüenza. Pero inmediatamente la compensarías admitiendo que así son los negocios y que el mercado exige tiburones dispuestos a comerse el mundo. Y que hay dos bandos: los que tienen el dinero y los otros, una chusma de la que hay que defenderse a cualquier precio, y que por eso estás en la cárcel. Que tuviste mala suerte, eso es todo. Al final, puedes hacer como el rey y salir en la tele con cara de compungido: “me he equivocado, pido perdón”. ¡Quién sabe si volverás a construir un imperio! Ruiz-Mateos volvió a las andadas y parecía un marqués fantoche.

No te desanimes y ten paciencia, Gerardo. Es un trance pasajero. La cárcel para los ricos es como un hotel, te acomodarán en la más confortable y cerquita de tu casa. Entre la enfermería y los abogados, ya pronto disfrutarás de permisos que te permitirán seguir administrando lo que tengas por ahí, que ni el juez duda de que exista aunque carezca de pruebas. Más graves han sido otros delitos, como los de la Gürtel o Roldán, y ninguno ha devuelto un duro. Como mucho le han embargado un piso, ese que no dio tiempo de reescriturar a nombre de un testaferro. Lo importante es la salud: calma tu soberbia y cultiva la humildad. Evitarás las crisis de ansiedad. Verás cómo, antes de que te dés cuenta, estarás ajustando cuentas. Y no es una redundancia.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Símbolos huecos

Hoy es un día encajonado entre dos festividades vacías de contenido que los ciudadanos aprecian en tanto en cuanto posibilitan que un día laboral se convierta en ocioso gracias al “puente” que forman entre ellas. Lo más valorado de estas dos fiestas es esa facultad de enlazar una sucesión de fechas inhábiles laboralmente o, al menos, de servicios mínimos en empresas que no pueden cesar su actividad. Lo que de ellas se conmemora hace ya tiempo que se ha ido diluyendo en la insustancialidad al perder todo sentido para los ciudadanos e, incluso, para los poderes que debían significarlas y potenciarlas.

La celebración del Día de la Constitución sólo sirve para la representación teatral de una clase política que en este día le rinde un culto hipócrita, tras mantenerla arrinconada el resto del año con el incumpliendo de sus preceptos y valores. El Estado que define la Constitución de 1978, en su Título preliminar, como Social y Democrático de Derecho es continuamente, máxime en la actualidad, negado en la realidad al limitarse o eliminarse desde el Gobierno el contenido social de unos derechos reconocidos a los nacionales en relación al trabajo, la vivienda, la salud, la educación y la justicia, entre otros, imprescindibles para garantizar la igualdad y la libertad de los españoles.

Las “reformas” de todo tipo, en nombre de la sacrosanta economía, han venido a “reducir” estos derechos por parte de los mismos que, serios y circunspectos, declaran inmutable y llena de vitalidad una Constitución a la que desprecian con sus decisiones e iniciativas. Las prestaciones públicas que son la base de un Estado social son cuestionadas como gasto por esos políticos, “constitucionalistas” de boquilla, al objeto de liquidarlas por insostenibles, según parámetros mercantilistas. Es al mercado y no a los ciudadanos, en última instancia, lo que la Constitución protege y lo que mueve a emprender la única actualización del texto legal en los últimos años, al introducir la prioridad de atender la deuda del Estado antes que cualquier derecho garantizado por ella.

Si la Carta Magna de un país se convierte en un listado de buenos propósitos que no obligan a los poderes públicos más que cuando afectan a los intereses del Capital, no es de extrañar que lo único que aprecian de ella los ciudadanos sea la posibilidad de descansar y enlazar días de asueto. Su contenido se ha vaciado de significaciones que comprometan ni al Gobiernos ni, por extensión, a la población. Se ha convertido en un símbolo hueco.

Tan hueco como el Día de la Inmaculada Concepción de María, otro dogma que la religión se empeña en mantener en su obsesión por considerar pecado todo lo relativo a las relaciones sexuales, aunque se vea obligada a modificar otras “creencias” antes indiscutidas, como la estrella que “guió” a los reyes magos, la improbabilidad de la burra y el buey en el portal de Belén y hasta la existencia del purgatorio en el imaginario sobreenatural. Ni a los más beatos de los feligreses les importa, a estas alturas, que una mujer pariera un dios conservando su virginidad divina, sino la posibilidad de librar otro día de descanso en el calendario laboral. Ya la Iglesia y sus representantes terrenales habían demostrado la falta de todo contenido esperanzador en la simbología trascendental con esa preocupación enfermiza sobre las cuestiones reproductivas humanas (virginidad, aborto, bodas, etc.) antes que a los problemas reales (trabajo, vivienda, usura de los bancos, esclavitud, etc.) que afectan a todos los ciudadanos, incluidos los católicos. Tanto es así que las únicas manifestaciones que se vieron acompañadas de obispos en este país fueron contra el aborto como derecho de la mujer, sin sometimiento a tutelas religiosas o médicas. ¿Cómo pueden todavía los “príncipes” de la Iglesia lamentarse desde el púlpito que la gente se dedique a sus pasiones antes que a los cultos dogmáticos en honor a una supuesta virgen? No es la castidad lo que santifica al ser humano, sino la dignidad, la justicia y la libertad, junto al respeto y la tolerancia, valores de los que rehúye la Iglesia cuando amenazan su dominante posición “política” en los asuntos materiales, como es su “reino” en este mundo.

Por ello, los ciudadanos disfrutan de estas fiestas porque representan días de descanso, sin cuestionarse ni por un segundo la oquedad de unos cascarones tan presuntuosos. El aire que contienen deja,  al menos, momentos de respiro ante tantas tribulaciones e incertidumbres con que nos castigan estos tiempos de crisis y relativismo.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Consejos ante la crisis

En estos tiempos de dificultades que están llevando a muchas familias a sufrir privaciones inimaginables, parece más necesario que nunca saber buscar soluciones y no abandonarse en lamentaciones estériles. No insinúo reproche alguno en quienes se quejan de los infortunios que padecen, sino que la única actitud que puede deparar alguna esperanza es no dejarse caer en la derrota y emplear todas las energías en enfrentarse a los problemas para intentar hallar esos resquicios de los que puede surgir ayuda y alivio.

La crisis económica está condenando al paro a miles de trabajadores que ni sospechaban que podría afectarles y, lo que es más dañino, no sabrían hacer otra cosa más que el trabajo al que se dedicaban. Además, a muchos les coge en una edad en la que es difícil que el mercado ofrezca alguna posibilidad de reintegración en el mundo laboral. Todo ello afecta sobremanera a la entereza psicológica de los parados hasta el extremo de sumirlos en una resignación que les impide luchar, les conduce a una postración de negativas consecuencias no sólo para él mismo, sino también para su entorno familiar y social más cercano.

Las prestaciones estatales, aunque menguadas, siguen posibilitando una red económica que ha de aprovecharse para cubrir las necesidades básicas y, en lo posible, preparar alternativas. Las relaciones laborales en un mundo mercantilizado no están sujetas a juicios morales que sirvan para valorar nuestra situación personal y malgastar tiempo en determinar si es justo o no lo que nos sucede. Sólo hay derechos y leyes que deben respetarse y, en caso de incumplimientos, la mejor defensa es organizarse con otros compañeros para que un abogado interponga los recursos pertinentes.

Para empezar, hay que sacudirse de prejuicios. Un empleo precario es mejor que estar parado. No lo estime indigno a su valía y preparación, sino una estación de tránsito hacia otra oportunidad. Le permitirá continuar cotizando para su futura pensión y le será muy útil para permanecer en activo y no dejarse atrapar por la desgana y la derrota. Pero tampoco es una solución definitiva. Se debe aprovechar la ocasión para adquirir habilidades y conocimientos que sean demandados en la actualidad por el mercado, y no esperar a que surja un empleo acorde a nuestro perfil. Cualquier cosa menos estarse quieto. Hay que completar el currículo personal y entregarlo allí donde se admitan solicitudes, una y otra vez. Muchas veces el pesimismo nos pinta un panorama más negro de lo que es en realidad y en el que pueden haber muchas expectativas.

Deberemos ajustar nuestros recursos a la nueva situación y administrar las penurias. Carecer de vacaciones no es una calamidad, como tampoco ahorrar en gastos “suntuosos”, como las loterías, bares, gasolina y diversión. Se asombrará de la cantidad de dinero que derrochamos en estos “gastos” cotidianos. El teléfono está para que lo llamen, no para llamar. Y tener internet no requiere contratar un operador, sino abrir una cuenta de correo electrónico y consultarla en cualquier sitio que disponga de wifi. Salir cada mañana a la búsqueda de ofertas, distribuir currículos y consultar internet es una tarea que nos mantendrá alertas y en disposición de aprovechar la más mínima oportunidad que se presente.

Pero, aparte de todas estas estrategias de resistencia, lo verdaderamente importante es contar con el apoyo de la propia familia y de los amigos íntimos. Hay que comunicarles con franqueza la nueva situación en la que nos encontramos, no para esperar de ellos caridad y consuelo, sino para que colaboren en la búsqueda de salidas y en los sacrificios que hay que superar. La pareja y los hijos, con su comprensión, encienden el ánimo para recorrer con decisión un camino temporalmente repleto de obstáculos. Y los amigos actúan como sensores, en un radio más amplio, de nuevas ofertas laborales.

El sistema capitalista es así de duro y desalmado. Los poderosos aplastan a los débiles bajo la bota del capital, al que benefician todas las “reformas” laborales habidas y por haber. Si cuando disfrutábamos de vacas gordas no nos pareció tan malo, ahora que transitamos un periodo de vacas flacas habrá que resistir estoicamente para no caer vencidos. Y lo más importante para ello es mentalizarse de las dificultades y motivar una respuesta decidida y permanente de búsqueda de salidas.  Si aún así no consigue levantar cabeza, vaya a Bankia y atráquelo. Ya conoce el refrán: “Quien roba a un ladrón...”.

martes, 4 de diciembre de 2012

Pensiones y mentiras

Mentir sobre las pensiones y no cumplir lo acordado es muy elocuente. Porque lo grave no es faltar a la verdad ni a las promesas realizadas en todas las oportunidades en que hubo ocasión, sino la actitud premeditada de ocultar las intenciones ya decididas desde el primer momento. Ese afán por engañar a consciencia y de camuflar lo que estaba acordado de antemano es lo más peligroso y repudiable de la forma de gobernar del Partido Popular en su conjunto y de Mariano Rajoy en particular.

Ni la herencia del anterior gobierno era desconocida para un partido que gobernaba la mayoría de las comunidades autónomas, ni las circunstancias de esta crisis imbatible han cambiado para obligar a nuevas medidas de ajuste que no estuvieran previamente contempladas. Siempre, desde el primer instante, el Gobierno conservador de España ha procurado administrar sus recortes e iniciativas neoliberales tras las cortinas del oscurantismo y la negación. Lo ha hecho “alevosamente”, buscando no erosionar el apoyo que había logrado en las últimas elecciones y confiando en la incapacidad crítica de la población, a la que “goebbelianamente” se le satura machaconamente con la salmodia de las dificultades insalvables y las obligaciones imperantes de la situación.

Esa actitud premeditada de ocultar hasta el propio programa electoral y, en especial, las acciones inmediatas de gobierno que iba a emprender queda en evidencia con la demora en presentar los Presupuestos del Estado hasta la celebración de las elecciones andaluzas y, ahora, en anunciar la no actualización de las pensiones tras los comicios catalanes. Siempre el PP ha escogido el momento menos perjudicial para sus intereses partidistas a la hora de hacer público las medidas “inevitables” que tenía ya diseñadas, de forma que no supongan una merma de sus réditos electorales. Su interés en adoptar cuántas “reformas” decía urgentes para la economía se amoldaba al calendario electoral inmediato hasta el punto de dejarlas pendientes hasta la consumación del mismo. Esa estrategia pone de relieve una actitud cínica en la que predomina el engaño y la mentira, con el fin de anteponer lo conveniente al partido que los intereses de la nación y los ciudadanos.

Es por eso que, a estas alturas, el lamento y las justificaciones por la congelación de las pensiones, después de haber escuchado hasta ayer mismo tantas críticas por medidas similares del anterior gobierno, suena ya a hipocresía y desfachatez. Hipocresía porque no le duele a este Gobierno actuar sobre partidas de profundas repercusiones muy negativas en los sectores más débiles de la sociedad con tal de favorecer a los más poderosos (la banca, los ricos), y desfachatez porque eran acciones que todos esperaban de su ideario -como en realidad ha demostrado-, aunque pretendieran ampararse en una supuesta perentoriedad de la situación y la inevitable reducción del déficit.

Las pensiones, como la sanidad, la educación, la justicia, los servicios sociales, la cultura y todo lo que escape a su esquema de sociedad, forman parte de las mentiras a las que nos tiene acostumbrado el Partido Popular, encaminadas a acometer una transformación que jamás ha reconocido, nunca ha anunciado y siempre ha ocultado, pero a la que dedican todas sus energías y voluntad, sus “mejores” cerebros y todos los recursos de que dispone el Gobierno bajo el subterfugio de estar combatiendo una crisis económica. Y para muestra un botón: cualquier prestación o servicio que se retira del sector público acaba siendo provisto por el privado, al que se trasladan los mismos actores políticos que los han eliminado (Lamela, Rato, Zaplana, etc.), en el que “comercian” las mismas entidades que han recibido “ayudas” públicas (Bankia y CAM en Ribiera Salud, etc.) e intercambian actores que portan intereses a ambos lados de esa “puerta giratoria” (De Guindo y Lehman Brothers, etc.)

Toda esta estructura muy interrelacionada entre la política, la economía y los negocios controla los hilos de gobiernos y organismos internacionales para dictar las normas y las leyes que más les conviene, aunque para ello tenga que simular, mentir y empobrecer a los ciudadanos. Sin capacidad de decisión, los gobiernos títeres están en la actualidad en la tarea de desmontar los Estados del Bienestar para que las empresas hagan negocio y las élites sigan siendo la clase dominante. Se aplica a ello en "connivencia" con una crisis tan sospechosa como terca. Poco a poco, todos nosotros -incluyendo a los pensionistas- notamos las consecuencias. También empezamos a advertir las mentiras. Algo es algo

sábado, 1 de diciembre de 2012

Diciembre


Comienza un mes que me agrada y me estimula. Sus días neblinosos y fríos son semejantes a otros cualesquiera del invierno, pero en diciembre me mueven a la introspección y al ensimismamiento. No se trata de las celebraciones infantiles y supersticiosas que tanto gustan a una mayoría pastoreada por el consumo, sino que, quizá por ser los últimos del año, estos días tiendo a la reflexión y valoración de lo que hecho en mi vida y de los proyectos que guardo para el futuro inmediato, no al largo plazo que se me antoja quimérico. Como sujeto aferrado a las costumbres que le fueron agradables y le causaron satisfacción, suelo ser bastante previsible y fiel a gustos y manías. Por eso vuelvo una y otra vez en diciembre al December de George Winston, que guardo en mi fonoteca envuelto en el mimo de mi predilección. Y siempre me produce esa sensación de recogimiento y placidez que sentí la primera vez que lo escuché. Aunque ya lo he traído a este cuaderno, no puedo evitar, en el arranque de este mes, volver a recodarlo, esta vez en la selección que hace Bobby Romero en un montaje audiovisual con el que le rinde tributo. Disfrútenlo.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Un pasito adelante

Se acaba de dar un paso de justicia. Pequeño, limitado, tardío, pero en dirección correcta. Es un pasito adelante que presumiblemente promoverá varios hacia atrás entre los que se oponen al devenir de la historia. La Asamblea de la ONU acaba de reconocer como Estado observador no miembro a Palestina. La propia resolución, aprobada por 138 votos a favor (España entre ellos), 9 en contra y 41 abstenciones, reafirma “el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación e independencia en un Estado a partir de las fronteras de 1967. Gracias a ese reconocimiento, Palestina tendrá acceso a aquellas otras instancias de la ONU en las que puede hacer valer sus derechos, como la UNESCO o la Corte Penal Internacional, justo lo que no querían ni Israel ni los otros países que votaron en contra, incluyendo a Estados Unidos. Por fin, un acontecimiento en ese largo conflicto que no surge envuelto en sangre, como era –y es- lo habitual.

A partir de ahora, con el beneplácito de la ONU, deberán establecerse negociaciones serias entre israelíes y palestinos en busca de un acuerdo definitivo y permanente que, si bien no satisfará completamente a ninguna de las partes, podría llevar la paz a una región muy castigada y extremadamente delicada. Dos estados reconocidos como iguales internacionalmente deberán basarse en el diálogo y las negociaciones para resolver sus disputas, una vez establecidos los límites territoriales de cada uno de ellos y el derecho a la coexistencia pacífica y el respeto a la propia soberanía.

Por un lado, habrá que dejarse de bombardear indiscriminadamente a las poblaciones y de encarcelar a los ciudadanos en su propio país, sellándole unilateralmente sus fronteras. También se deberá detener y, en lo posible, reducir la política de asentamientos que buscaba dejar en minoría a la población autóctona mediante una “invasión de facto” del vecino.

Y por otro, habrá que abandonarse el terrorismo como método para conseguir los objetivos nacionales que, afortunadamente, están en vías de lograrse. El lanzamiento de cohetes por parte de Hamás y las amenazas o atentados con bombas deberán quedar totalmente erradicados. Sin violencia de ninguna clase, la mesa de negociaciones deberá estar siempre disponible para discutir todas las cuestiones, aunque resolverlas requiera enormes dosis de paciencia, templanza y tiempo, mucho tiempo. Décadas de odio por ambas partes y de cicatrices conjuntas no se olvidan ni se restañan por un simple reconocimiento de la ONU. Queda por instaurar la confianza entre las partes y el respeto mutuo. El mundo entero aguarda ese horizonte de paz y prosperidad en la zona porque el conflicto palestino representaba un foco de inestabilidad mundial y era causa de tensiones entre las grandes potencias. Quedarán metástasis por desactivar derivadas de ese “tumor” primario que, a partir de ahora, podría extirparse. Que se logre depende, fundamentalmente, de los pacientes: Israel y Palestina. Ojala consigan curarse y convivir de forma sana y saludable. Con ese objetivo, se ha dado ya un pasito adelante, un gran paso, diría yo.