sábado, 31 de mayo de 2014

Podemos contra la economía implacable


Cada vez que alguna autoridad perteneciente a los organismos que velan por el capitalismo en el mundo expresa una recomendación, invariablemente va dirigida a empobrecer a los asalariados, a rebajarles el sueldo, a abaratar el despido aún más, a perder derechos laborales adquiridos tras años de lucha y a castigarlos con nuevos impuestos. Ello no impide que, de forma caritativa, de vez en cuando se abogue por fomentar el crecimiento, pero siempre a expensas de reducir gastos por vía salarial y encarecimiento del trabajo. Ante tales soflamas de los expertos en economía “institucional”, tal parece que los únicos problemas que impiden el desarrollo económico y la salida a la crisis financiera fueran los trabajadores. Quizás, por ello, las medidas que emprenden los gobiernos “democráticos” se centren en seguir tales recomendaciones por temor a verse castigados con la desconfianza de los mercados. Se muestran sumisos a los dictados de la economía como si de una verdad revelada se tratase, invirtiendo los términos de su subordinación al interés general de la sociedad.

En ese sentido, los Gobiernos se inclinan por satisfacer las demandas de un sector minoritario de la población, sumamente poderoso al representar al capital, en detrimento de la inmensa mayoría de los ciudadanos a los que supuestamente, en democracia, debían deberse los servidores públicos. La democracia, así, es traicionada por espurios intereses de esa minoría afortunada (dispone de fortunas), mediante actuaciones que corresponden a una oligarquía en vez de a un Estado de derecho, social y democrático. Tan es así que, con la sumisión a los dictados de la economía, los gobiernos han dejado de representar a los ciudadanos para dedicarse a defender únicamente a los propietarios de la riqueza y los privilegios. Se conforman con ser agentes delegados de una élite social que impone la salvaguarda de sus beneficios frente a las necesidades de la población y estiman que sus negocios son prioritarios a cualquier servicio público. Es por ello que obligan a desmantelar el llamado Estado de Bienestar, construido para socorrer a los más desfavorecidos, para facilitar la rentabilidad de sus inversiones.

Cada vez que un economista de esta “escuela institucional” abre la boca a través de los medios de comunicación que ellos controlan, es para instrumentalizar una nueva ofensiva contra la clase trabajadora, a la que exprimen retrotrayéndola a épocas que se consideraban superadas. Son voceros de un neoliberalismo que actúa con el triunfalismo y la desfachatez de quien se sabe sin alternativa a su modelo. Los economistas neoliberales, sin control democrático que los regule, presionan a todos los países que participan de una economía de mercado, imponiendo sus recetas de manera inmisericorde. Responden sólo a sus propios intereses. La población, en su mentalidad, es sólo un “target” mercantil, no la causa a la que supeditarse, y cuyo progreso y bienestar constituyan el objetivo que  justifica cualquier sistema económico.

Entre prestar un servicio o  hacer negocio, lo tienen claro. Nos lo demuestran con miles de ejemplos cada día. Son capaces de cualquier cosa con tal de ganar dinero. Quitan becas para que pidamos préstamos. Recortan la sanidad pública para que acudamos a la privada, también en educación, seguridad o pensiones. Y nos retornan al comienzo de la era industrial para que no disfrutemos de un horario laboral, de ocio y de sueño equilibrado, y no persigamos remuneraciones dignas, ni estabilidad en el trabajo o unas condiciones laborales que repartan los sacrificios entre empresarios y trabajadores. Nos obligan a regresar prácticamente a los tiempos de la esclavitud para maximizar las ganancias y la rentabilidad de los inversores, meros especuladores que buscan los máximos beneficios sobre cualquier cosa. Y los gobiernos, aquejados del síndrome de Estocolmo,  ceden a sus reclamos, traicionando a sus nacionales, dueños de la soberanía.

A pesar de actuar a espaldas del pueblo, se extrañan de la desafección de los ciudadanos por la política y del surgimiento de movimientos de protesta y rechazo contra un sistema que los explota sin siquiera disimular sus intenciones. No entienden que, si se deja que la economía implacable defina la horma, la gente buscará vías de resistencia y escape a la opresión. Surgen alternativas que canalizan el sentir de los ciudadanos contra una economía asumida cual dogma religioso indiscutible, contra el beneficio como medida de la sociedad, desplazando al hombre, y el mercado como marco de convivencia, no las relaciones humanas basadas en la solidaridad y la equidad.

Podemos es una muestra civilizada de enfrentarse a una economía implacable, por injusta y obscena, pero existen otras formas mucho más incontroladas y violentas de hacerlo, como indican los brotes de ira, cada vez más frecuentes y radicales, que prenden tras cualquier abuso de autoridad. ¿Tendremos que esperar a que se generalicen para que los gobiernos escuchen a los ciudadanos?

viernes, 30 de mayo de 2014

Agobios de abuelo


Por primera vez se sentía arrollado por las circunstancias, desbordado emocional, profesional y personalmente por una situación que lo superaba y ante la que era incapaz de actuar con la templanza y resolución con las que afrontaba siempre los problemas, por complejos y difíciles que fueran. Esta vez fue distinto, porque nunca había presenciado que el dolor derrotase a un hijo, ni que sus reclamos como profesional fuesen con suma amabilidad ignorados con condescendencia y que su impotencia lo arrinconase en la esterilidad de cualquier iniciativa. Ya había vivido experiencias como aquella pero nunca tan intensas y agobiantes, ni siquiera cuando nacieron sus propios hijos y era su mujer la aquejada de dolores. Pero asistir al sufrimiento que su hija más pequeña experimentaba en el alumbramiento de su primer retoño era insoportable. Por primera vez se sintió arrollado por la vida y sólo pudo recobrar la serenidad cuando le comunicaron que acababa de ser abuelo. Abuelo por tercera vez aunque nunca había estado tan nervioso. Cosas de la edad, supone.

miércoles, 28 de mayo de 2014

¡Adiós, Rubalcaba, y gracias!


De un político jamás puede decirse que se retira, y menos de los que son genuinamente políticos, como Alfredo Pérez Rubalcaba, que ejercen la política desde que empezaron a tomar el biberón. Les cuesta dejarlo. Pero a veces se apartan de la primera línea con la suave elegancia de quien se ve superado por las circunstancias y no se empecina en resistir a cualquier precio. Como Felipe González, de cuya mano accedió al poder en 1982 para no bajarse hasta hoy, excepto en períodos de obligada oposición, y que todavía anda por ahí bruñendo sus laureles en conferencias, asesorías y consejos de administración de empresas, donde dice aburrirse sin ánimo de estorbar.

Por contra, Alfredo P. Rubalcaba jamás ha sido hombre de partido, en el sentido de ser pieza engranaje de los aparatos. No se le recuerda ningún clan. Mucho menos como aquel Alfonso Guerra que controlaba la organización con mano de hierro para permitirse advertir que quien se moviera no sale en la foto. Este cántabro, doctor en Ciencias Químicas, es un brillante intelectual que compatibiliza sus estudios con el deporte, llegando a correr los 100 metros lisos en los campeonatos universitarios de 1975. Un año antes, ingresa en el PSOE y encandila a sus camaradas con su preparación, por lo que en seguida es llamado a participar en las comisiones de Enseñanza e Investigación del partido y más tarde del Grupo Parlamentario Socialista.

Nada más desembarcar el PSOE en el Gobierno, Rubalcaba va escalando puestos técnicos en el Ministerio de Educación hasta que, en 1992, accede a la cúspide de ese departamento al ser nombrado ministro. Desde entonces ya no abandonará la primera línea de la política, bajo los gobiernos de Felipe González, primero, y de José Luis Rodríguez Zapatero, después, pasando a ocupar sucesivamente las carteras de Educación, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Portavoz del Gobierno, Interior y Vicepresidencia Primera del Gobierno hasta que, finalmente, con la debacle del PSOE y el consiguiente triunfo arrollador del Partido Popular el 20 de noviembre de 2011, se hace cargo de la secretaría general del partido tras la mayor derrota sufrida por los socialistas desde la reinstauración democrática en España.

A Alfredo Pérez Rubalcaba siempre se le ha acusado de ser un personaje maquiavélico que urde estrategias e hilos en las sombras. Pero lo cierto es que es un hábil negociador y una inteligencia despierta cuando tiene que escudriñar debilidades ajenas y fortalezas propias a la hora de aprovechar las circunstancias. Además maneja habilidades de comunicador y reconocida capacidad para transmitir en lenguaje sencillo las ideas más complejas… y las más mortíferas insinuaciones. Al respecto, son famosas aquellas 19 palabras que pronunció tras los atentados del 11-M y que prácticamente por si solas dieron la victoria al PSOE en 2004, cuando se preconizaba mayoría absoluta del Partido Popular: “Los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, un Gobierno que les diga siempre la verdad”.

No obstante, Rubalcaba muestra un alto sentido de la responsabilidad y una honestidad intachable, tanto en su vida privada como en su labor pública. En medio de la corrupción que carcome los principales partidos de España y que ha afectado a representantes de altísimo nivel en esas formaciones, este político tempranamente envejecido y de manos expresivas jamás se ha visto salpicado por escándalo alguno, salvo los derivados de su gestión política, a pesar de que su vida y hacienda han sido escudriñados al detalle. También es consecuente con sus convicciones ideológicas, pues escoge la sanidad pública cada vez que padece problemas de salud.

Toda esta dilatada carrera política hace de Rubalcaba una persona en disposición de abundante información sensible en materia terrorista, que nunca ha utilizado desde la oposición como arma arrojadiza contra el Gobierno. Esa oposición “blanda”, a juicio de sus propios compañeros, y de consenso en los asuntos de Estado más delicados, contrasta con la ejercida por la derecha conservadora estando en la oposición, cuando no tenía escrúpulos en tildar a los gobiernos socialistas de negociar con asesinos, de humillar a las víctimas e instrumentalizar a las asociaciones de víctimas del terrorismo contra la política gubernamental en materia antiterrorista. Llegaron incluso a denunciar supuestos “chivatazos” policiales a terroristas para evitar su captura durante una tregua en la que se negociaba el fin de la violencia. Es el conocido caso Faisán, que aún colea, y del que la fiscalía rechaza ahora acusar a los policías de colaboración. Se da la paradoja que, aquellos que tildaron de debilidad frente al terror cualquier acto legal, son los mismos que tuvieron que excarcelar a presos de ETA por derogar el Tribunal de Estrasburgo la aplicación retroactiva de la doctrina Parot, sin que la oposición responsable de Rubalcaba aprovechara para esgrimir el más mínimo reproche al Gobierno.

No en vano este político socarrón y correoso fue uno de los ideólogos del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que los socialistas propusieron y acordaron con el Gobierno del Partido Popular en diciembre de 2000 y, anteriormente, uno de los encargados en mantener contactos con Aznar durante la tregua de ETA de 1999. Ese conocimiento de las “interioridades” de la lucha antiterrorista le ha deparado una de las satisfacciones más intensas: asistir, siendo ministro de Interior, a la declaración final por la que la banda terrorista abandonaba la lucha armada. Pero no se apuntó medalla alguna, sino que atribuyó ese triunfo al esfuerzo de todos los gobiernos democráticos, a las Fuerzas de Seguridad y a la unidad de los partidos y de toda la sociedad frente a los violentos. Tras 43 años y 829 víctimas, ETA dejaba de matar. Un hecho que deja de relieve la miserable actitud de algunos y la honestidad de otros cuando hubieron de abordar este problema.

Sin embargo, Alfredo P. Rubalcaba libra su última batalla en su propio partido. Poco acostumbrado a renunciar ningún envite, aceptó la ciclópea tarea de sacar del hoyo a un PSOE hundido y derrotado en las elecciones generales que Zapatero había convocado en noviembre de 2011, unos comicios en los que los ciudadanos castigaron a los socialistas por la gravedad de la crisis económica y la impopularidad de las medidas que adoptó el Gobierno –giro neoliberal en las políticas económicas-, siguiendo los dictados de Europa. Así, el 4 de febrero de 2012, y por escaso margen de votos frente a Carme Chacón, toma las riendas del partido hasta que las elecciones del pasado domingo al Parlamento Europeo vuelven a ningunear los esfuerzos de este viejo luchador por recuperar la confianza de los votantes y le obligan, en consecuencia, a asumir la responsabilidad de la derrota. Lo hace al día siguiente, sin dilatar la decisión.

Sin más estrategia a desplegar que la simple aplicación de las reglas, Alfredo Pérez Rubalcaba presenta su renuncia a la ejecutiva del partido y convoca un congreso extraordinario para el mes de julio que deberá elegir nuevo secretario general. Parece que este hombre no consigue percibir que los partidos ya no son lo que eran, instrumentos de participación ciudadana en la cosa pública, sin  restricciones, sin normas, sin aparato, como demuestra el imprevisto triunfo de Podemos, una marea de ciudadanos sin otra articulación que las redes sociales y un joven líder surgido del movimiento de los indignaos!.

Alfredo, que era un ajeno al aparato, recurre a los mecanismos establecidos por éste cuando decide hacer mutis por el foro. Eso le granjea la última rebelión de los suyos, de los impacientes por tomar el relevo y adaptar las viejas estructuras a los nuevos tiempos. Son los que empujan con fuerza y ganas por ventilar el partido y ocupar posiciones, exigiendo la convocatoria de unas primarias que permitan a todos, no sólo a los militantes, elegir al nuevo líder y, tal vez, al candidato a presidente de Gobierno de cara a las próximas elecciones nacionales de 2015. Todos tienen prisas. A sus 63 años, el viejo socialista indispensable en todos los gobiernos de su partido piensa, cerrando los ojos y moviendo las manos, que eso es ya una batalla que no le incumbe, pero siente que nadie se acuerde de darle gracias en su adiós. A él, que ha sido de todo, salvo presidente de Gobierno. Por poco.

lunes, 26 de mayo de 2014

El rapto de Europa


Desmintiendo a la mitología, que relata cómo Zeus, transformado en un toro blanco, secuestró a la inocente Europa para hacerla princesa de los minoicos en Creta, las elecciones de ayer nos aclaran con la contundencia de la abstención que son los indecisos y los descontentos los que fuerzan a este continente llamado Europa a renunciar de su futuro, a descreer las utopías sobre una unidad política y social y a añorar la vuelta a los estados-nación que fragmentan su influencia en un mundo global y restan capacidad a un proyecto que generó la ilusión de una generación de visionarios y el escepticismo de las siguientes.

Ayer, en los comicios al Parlamento Europeo triunfó la abstención de los descreídos y apáticos, por mucho que se empeñen unos en cantar una victoria pírrica y otros en casi lograrla, sin apenas diferencia cuantitativa ni cualitativa entre los componentes del bipartidismo oficial. Es más: ni siquiera cruzaron la meta de constituir juntos una mayoría que avalara algún triunfo moral. Se conformaron con marcas parciales de lectura en clave interna, donde la inoperancia y la mediocridad son los frutos recolectados. Frente a ellos, una pléyade de formaciones minoritarias consiguió mandar a Bruselas la representación de los que dudan de Europa, de los que no quieren Europa y de los que prefieren las viejas trazas nacionales que el diseño de una potencia económica a escala mundial que aún define su identidad polifónica.

Ante tales resultados, cabría preguntarse: ¿Quién gobierna Europa? Menos de la mitad de los europeos se molesta en votar para elegir a los que legislarán en una Unión lastrada por la escasa participación democrática. No es la primera vez que el proyecto causa apatía entre los ciudadanos, pues en comicios anteriores (elecciones 2009 y 2004) la abstención también superó el 50 por ciento. Pero, si desconocemos quién nos gobierna, más allá de la formalidad de las instituciones, menos aún sabemos cómo nos gobiernan. Nos suenan nombres como Durao Barroso y Van Rompuy, pero ignoramos qué hacen y con qué eficacia, ya que desde la crisis de 2008 son Angela Merkel y el Fondo Monetario Internacional quienes imponen los deberes a los socios comunitarios. La famosa troika que, con la varita del Banco Central Europeo, dicta las políticas de ajustes y austeridad a cualquier precio. Y ese precio es la frustración y el desapego de los habitantes de Europa, empobrecidos para dar satisfacción a los mercados.

Se ha desperdiciado la pasada campaña electoral para hacer pedagogía acerca de Europa y de los beneficios que podría seguir brindando a los pobladores de esta región del mundo, tan romántica en su mitología como excelsa y rica en su cultura. No en vano, en ella apareció la democracia y aquí brotaron los ideales revolucionarios que nos hicieron a todos iguales ante la ley. También, las mayores atrocidades que humillaron a los europeos y llenaron de sangre y muerte la tierra, supurando nazismos y fascismos que surgieron como granos en salvada sea la parte de la dignidad humana.

Y es que la complejidad del propio proyecto lo hace ininteligible a los ciudadanos que deberían apoyarlo y empujarlo hacia su completo desarrollo. No es fácil distinguir las diferencias y cometidos del Parlamento, la Comisión y el Consejo de Europa a la hora de visualizar una realidad que guarda un delicado equilibrio de fuerzas entre estados miembros, jefes de gobierno y representantes ciudadanos, y donde todavía se ha de telefonear a muchas cancillerías antes de adoptar ninguna decisión conjunta. Europa es aún un glomérulo de células que no acaba de constituir un ser indiferenciado y autónomo, nutrido por la savia de la cultura y la historia que mana de este viejo continente. Aún no ha nacido la Europa Unida y ya estamos deseando abortarla.

 
La falta de liderazgos y el hastío que se instala en los europeos por culpa de una crisis que los castiga, sin que esa Europa a la que entregaron sueños y confianza no haga más que arrancarles derechos, dineros y certezas, reduciendo a cenizas la única construcción que los aglutinaba, el Estado de Bienestar, es lo que, en primera instancia, hunde la participación a mínimos y hace emerger los populismos más insolidarios y xenófobos jamás imaginados entre gentes de procedencias diversas y civilizaciones que izaron imperios, como los se dieron en Europa. Los hijos de emigrantes acusan a los emigrantes de todos los males que les aquejan, en un bucle histórico de rechazo a la sustancia identitaria que nos constituye. Son los mismos que arman jaleo en el interior del club comunitario al que los no admitidos, desde fuera, no se cansan de llamar para ingresar en lo que perciben como lugar bendecido por la prosperidad y la democracia, aunque frustre como una promesa incumplida y falsa. De ahí surge el crecimiento de la abstención y de los grupos euroescépticos y xenófobos.

Entre la inoperancia de una unidad insuficiente y el incumplimiento de expectativas desbordadas, no resulta extraño que la consecuencia sea el elevado porcentaje de los que se quieren apear del ideal europeo, ese viejo sueño de lunáticos que persiguieron ampliar un acuerdo comercial en un espacio político de integración que abarcara toda la geografía de la mítica Europa. Consiguieron un mercado único, eliminaron aduanas internas, posibilitaron la libre circulación de personas, asentaron el Estado de Derecho y aseguraron los Derechos Humanos, los estudiantes aprendieron idiomas con las becas Erasmus, y hasta crearon una moneda única, pero nada de ello, cuando vienen mal dadas por políticas desafortunadas que empeoran las consecuencias de una crisis en vez de aliviarlas, sirvió para evitar truncar el sueño en pesadilla y generar suspicacias que alimentan a indecisos y descontentos con un proyecto en fase embrionaria y de consolidación.

Esa legión de frustrados, inconformes, indecisos y apáticos son los que hoy raptan a Europa y la abandonan, no convertida en princesa, sino en frágil damisela a lomos del toro negro de la abstención que ni ve ni le importa hacia dónde corre, ignorando si se dirige hacia verdes campos de bienestar o a un abismo por el que despeñarse. Todo queda en manos de minorías, hasta la mayoría es minoritaria, y en la atomización de una representación que incluye a los patógenos que la infectarán desde dentro para devorarla y destruirla.

Claro que también han aparecido vacunas, grupos de izquierdas que pretenden otras políticas, más saludables y humanas, que contrarresten el deterioro de una Europa maltrecha y los ataques de los macrófagos antieuropeístas. Consiguieron atraer la atención y la credibilidad de los desorientados y desanimados, de los que a punto estuvieron de engrosar la abstención galopante. Ahora sólo falta por saber cómo evolucionará esta Europa a la que Rusia mordisquea las extremidades, arrancándole alguna falange, y Estados Unidos desprecia como a un tonto útil. Sólo falta que nos creamos nuestro propio sueño y volvamos a considerarnos dioses de nuestro futuro, para no consentir que nadie más que Zeus pueda raptar Europa.

domingo, 25 de mayo de 2014

La Feria del Libro de Sevilla

Un año más, la Feria del Libro monta su tenderete de casetas en la Plaza Nueva de Sevilla, repitiendo un emplazamiento que parece el más adecuado para que los amantes de la lectura acudan a recorrer expositores, dejándose llevar por el afán de descubrir alguna curiosidad bibliográfica o respondiendo a las tendencias de moda o, simplemente, atendiendo a su gusto personal. Cuarenta casetas y un horario que se amplía hasta las 11 de la noche atraerán esa afluencia de un público devoto a los libros y a todos los estilos literarios, que dispondrá de la oportunidad de asistir, además, a presentaciones, conferencias, mesas redondas, coloquios, firmas de autores y actividades para escolares, entre otras propuestas previstas por la organización.

En esta ocasión, la Feria del Libro de Sevilla está dedicada a la poesía, en homenaje a dos grandes poetas andaluces que tuvieron que exiliarse a causa de la Guerra Civil española y de los que se cumplen este año importantes efemérides: el 75º aniversario de la muerte de Antonio Machado, en Colliure (Francia), y el centenario de la publicación de “Platero y yo”, de Juan Ramón Jiménez, fallecido en Puerto Rico.

Personalmente, me gusta pasear la mirada por las portadas y lomos de los libros amontonados en los stand de la Feria o en cualquier librería. No suelo pararme ante ningún escaparate, salvo el que rinde satisfacción a la lectura. Por eso, esta vez tampoco he podido faltar a dar una vuelta por la Plaza Nueva, donde tropecé con la grata sorpresa de hallar una obra de un amigo, vecino “inquilino” de Cuadernos de Roldán -la tertulia poética en la que compartimos aficiones y amistades-, poeta excelso y académico, Francisco Núñez Roldán, que acaba de publicar la novela “Jaque al peón”, con la que ganó el XVII Premio de Novela Ciudad de Badajoz. Adquirí un ejemplar sin aguardar que el propio autor me firmara una dedicatoria. Así son las sorpresas, imprevistas y súbitas, pero tejen unas relaciones de complicidad que nos proporcionan el poder participar de estos momentos maravillosos gracias a los libros.

Así que, hoy domingo, tanto si no vota como si decide echar una papeleta a candidato, en blanco o nula, y ya se ha saciado de todas las finales de fútbol que podía soportar, le aconsejo encarecidamente se desintoxique de los disgustos de la vida y permita que su espíritu vuele libremente por entre los libros y los mundos que le abren a sus pupilas. Jamás encontrará un tiempo mejor aprovechado que el dedicado a leer. La Feria estará abierta hasta el 1 de junio.  

viernes, 23 de mayo de 2014

El machismo confortable de Arias Cañete


No hay que escarbar mucho para hallar, bajo las apariencias de las buenas maneras y el gracejo campechano, la sustancia de la que están hechas algunas personas, sobre todo públicas y, por tanto, obligadas a mostrar una imagen “correcta” y educada. Cuando pierden la compostura, a causa de un contratiempo o un momento de tensión, emerge su manera de ser real en forma de desplantes, declaraciones y actitudes que brotan como un resorte imposible de reprimir.

Es lo que le ha pasado a Miguel Arias Cañete, candidato del Partido Popular al Parlamento Europeo: ha dejado que aflore en un exabrupto defensivo, tras perder el debate televiso frente a la rival del Partido Socialista, el ramalazo machista que ya en otras ocasiones había evidenciado. Y aunque ha pedido al fin disculpas, después de esperar cerca de una semana en la que ha renunciado a conceder entrevistas para evitar pronunciarse y ha tenido que soportar que hasta líderes de su propio partido se las aconsejaran, como Esperanza Aguirre, no deja de ser sintomático que un político de su responsabilidad mantenga una mentalidad en abierta confrontación con la realidad social del país al que piensa representar en Europa. Casa mal en la Europa de los derechos, las libertades y la igualdad un personaje que aún considera a la mujer incapaz de detentar la capacidad intelectual del varón, como Arias Cañete dejó relucir. De ahí el revuelo de unas declaraciones que han sustituido la materia que debería enfrentar a los candidatos en unas elecciones europeas, como las política agrarias comunes, los fondos comunitarios o la negociación de los objetivos de déficits que tanta austeridad y empobrecimiento han traído a nuestro país.

Todo lo que interesaba de Europa se ha visto eclipsado por el machismo residual de un personaje que, para disculparse, sólo acierta a decir que se expresó mal. La opresión y la desigualdad, sin olvidar la violencia, que todavía soportan la mitad femenina de la población no es sólo una cuestión semántica, de “formas de hablar”, sino síntomas inequívocos de que aún existen personas que, por razón de sexo, se consideran superiores a otras o muestran aversión a la mujer. Es decir, esas expresiones revelan que la misoginia y el machismo siguen latentes en amplias capas de nuestra sociedad e impregnan el comportamiento incluso de los “próceres” que van a velar por los derechos individuales y colectivos de nuestro país en las instituciones de la Unión Europea.

Y aunque Miguel Arias Cañete haya asegurado haber trabajado con mujeres excepcionales que le han dado ejemplo en la política, esa misma justificación exuda la descripción de una excepcionalidad que le asombra, cuando en las mujeres habrá tanta mediocridad y excelencia como entre los hombres, a pesar de que ellas afrontan aún hoy impedimentos para desarrollar cualquier profesión en igualdad de condiciones y salarios que el varón. La discriminación de la mujer no se materializa sólo con la subsistencia de obstáculos que impiden compatibilizar su vida familiar y laboral o con esos techos de cristal que son infranqueables en las cúpulas económicas, financieras, empresariales, culturales, políticas y sociales, -dejemos de lado las religiosas por su propia incongruencia-, sino también por las cotidianas y arcaicas maneras de considerarlas, en comparación al hombre, con menor capacidad y habilidades físicas e intelectuales.

Los valores machistas que mantienen esa situación de discriminación, imposible de erradicar por lo que se ve, es lo que indigna en boca de quien debiera, por dedicarse al servicio público de forma voluntaria, ser más respetuoso con la mitad de su electorado, aunque sea conservador, y consecuente con los derechos constitucionales del país que aspira a representar en Europa y que consagran la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, sin restricción por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Justo lo que recoge nuestra Constitución y que un político como Arias Cañete debería conocer, asumir y defender, y no propalar con chascarrillos y retruécanos que recuerdan tiempos caciquiles aquellos roles y estereotipos de índole machista sobre la mujer que se conservan incrustados en los usos, maneras y costumbres de algunos sectores y estamentos de nuestra sociedad.

Con todo, no hay que pedir peras al olmo. No en balde Miguel Arias es candidato del partido conservador de España, representante de una oligarquía burguesa que participa de un modelo de sociedad que es renuente a los avances sociales en cuestiones de igualdad de género, distribución de la riqueza nacional para favorecer a los más débiles, de una progresividad fiscal que obligue pagar más al que más gana, de la regulación de los mercados y la subordinación de la economía al interés general, del mantenimiento del Estado del Bienestar, de otorgar una igualdad real de oportunidades, de reconocer nuevos derechos y libertades, como el matrimonio homosexual y el aborto, y hasta de reparar injusticias y atropellos históricos intolerables, como la dictadura franquista y su rosario de fosas anónimas con los restos de fusilados inocentes que siguen sin poder ser exhumados para poder enterrarlos sus familiares, de amparar a torturadores de aquel régimen dictatorial al no concederles la extradición para que sean juzgados por los únicos jueces extranjeros que mantienen abiertas investigaciones por delitos de lesa humanidad, etc.

Que un partidario de esa derecha recalcitrante de la modernidad en las relaciones sociales, inmovilista en las costumbres que preservan sus privilegios y liberal en los negocios, pero rácana con los trabajadores, sea tildado de machista es, con seguridad, el menor de sus problemas y puede que ni perciba como insulto lo que ha proferido sobre las mujeres en el debate electoral. Ya otras veces había mostrado actitudes y expresiones semejantes, como cuando afirmó en 2003 que el regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno;  o cuando vaticinó en el 2000 que el Plan Hidrológico saldría [aprobado] por cojones; y en la añoranza de señorito de casino cuando recordó a aquellos camareros maravillosos que te servían con diligencia cuánto pudieras pedirles. Es su manera de pensar y de ser, y de ahí que haya sido reacio en pedir disculpas, obligado tal vez por imperativos de los asesores de su estrategia electoral.  

Miguel Arias Cañete pertenece a la vieja escuela. No hay que olvidar que este madrileño por nacimiento y andaluz consorte por matrimonio con hija de marqueses, es de los que viven confortablemente en una sociedad estratificada en clases, en la que la superior disfruta de privilegios y explota a las inferiores conduciéndolas a un empobrecimiento cada vez mayor, y donde la mujer ocupa un lugar subordinado históricamente a la voluntad del hombre. Como Dios manda y ha sido siempre.

Lo malo no es lo que este político trasnochado piensa, sino que lo elijamos para que, con esa mentalidad, nos represente en Europa. Casi estoy por afirmar que, si lo hacemos, nos lo merecemos. Por votar irreflexivamente.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Votar en blanco es votar


Cuando no sabes a quién votar, cuando ningún candidato merece tu confianza, cuando pretendes expresar el más rotundo rechazo a las opciones en liza por el descontento que generan todas ellas, cuando deseas descartar a los que no gozan de la credibilidad de los ciudadanos, cuando el hartazgo te conduce a exigir un cambio de personas y tendencias, cuando la desafección te la producen los políticos no la política, cuando mantienes el compromiso de participar en democracia porque no eres indiferente ni quieres que te confundan con los apáticos, pero sobre todo cuando no toleras que otros decidan por ti y anhelas mostrar tu repudio por unas caras que sólo representan a ellas mismas, entonces sólo puedes hacer dos cosas: votar nulo o votar en blanco.

Lo que no puedes hacer es abstenerte, porque la abstención es justo lo contrario de lo que persigues, si lo que pretendes es enviar una señal inequívoca de “freno”, de reflexión sobre la nulidad de la oferta electoral. Con la abstención no castigas a los partidos, sino que facilitas el triunfo de la oferta más votada, a las formaciones mayoritarias, al rebajar el porcentaje de votos necesarios para la mayoría con menos cantidad de votos. Cuando los grandes partidos temen un castigo electoral, promueven con campañas de baja intensidad la abstención del votante. Es lo que está ocurriendo con la actual campaña al Parlamento Europeo, en la que tanto PP como PSOE, muy desgastados ante la ciudadanía, prefieren quedarse como están y sólo buscan, dada su implantación en todas las circunscripciones, los votos que con el Sistema D´Hondt les reportará la mayoría de escaños.

El voto en blanco es un voto computable y válido. Se vota en blanco depositando el sobre vacío, sin ninguna papeleta dentro, en la urna. Se vota con un sobre sin papeleta en aquellas elecciones con listas cerradas (municipales, parlamentos autonómicos, Congreso de los Diputados y Parlamento Europeo), o no marcando ninguna candidatura en las papeletas al Senado (lista abierta). Ningún partido explica ni publicita la opción de votar en blanco porque se verían concernidos si el elector lo utilizase para manifestar el rechazo a las candidaturas que se le ofrecen en unas elecciones, ya que las descarta como no adecuadas ni elegibles. En ese sentido, el voto en blanco adquiere una significación de severa crítica y claro reproche a los partidos políticos y al “ticket” electoral que presentan ante los ciudadanos.

Precisamente, ese es el poder –¡y el peligro!- del voto en blanco: evidenciar la credibilidad que merece a los votantes unas formaciones políticas que reclaman la confianza de los ciudadanos durante las elecciones por medio de su voto. No elegirlos, no elegir a ninguno, pero votar a un escaño vacío como opción mayoritaria, exigiría una profunda reflexión sobre lo que demandan los ciudadanos y el civismo de su reclamación, profundamente democrática. Y aunque a los partidos mayoritarios legalmente no les afectaría, ya que siempre resultaría ganador el que más votos obtuviera, sí generaría una controversia social acerca de la necesidad de dar respuesta al sentir de la población y la obligación ética de repetir las elecciones con nuevos candidatos. No sería la primera vez que una ley tuviera que adecuarse a la voluntad de la población, como el referendo por la Autonomía en Andalucía, que legalmente no se ganó al no reunir mayoría en la provincia de Almería. Pero el clamor popular en toda la región hizo que se modificara la ley para que Andalucía consiguiera la autonomía por la “vía rápida”.

Los que sí saldrían claramente perjudicados serían los partidos minoritarios, puesto que, cuántos más votos se escruten, más votos se necesitarían para alcanzar el porcentaje mínimo necesario para lograr representatividad (3 por ciento de los votos en elecciones generales, y del 5 por ciento en las locales).

Los únicos votos válidos en unas elecciones son el voto a candidatura y el voto en blanco, puesto que el voto nulo no es computable para el escrutinio y sólo se utiliza en las estadísticas de participación (total de votos emitidos) y, por tanto, no tiene ninguna consecuencia electoral. En todo caso, se comporta como la abstención: reduce la cifra de votos válidos de la que se extrae el porcentaje que da la mayoría. Por eso no favorece a ningún partido político, aunque indirectamente beneficie a las formaciones mayoritarias.

El sistema electoral está pensado para evitar la fragmentación política y garantizar la gobernabilidad de España, gracias al reparto proporcional de escaños por cocientes que establece la Ley D`Hondt. Este sistema ha favorecido en la práctica un bipartidismo que se alterna en el Gobierno y ha supuesto un obstáculo a la representación de las formaciones minoritarias. Ninguna de las modalidades de voto descritas anteriormente altera en gran medida estos efectos electorales, pero queda el derecho moral al pataleo y a mostrar aversión por una democracia tan poco respetuosa con la voluntad popular. Por eso, aunque el voto en blanco no señala ninguna opción capaz de formar gobierno, al menos expresa un estado de opinión, caso de ser masivo, que debería ser tenido en cuenta para dar respuesta política y articular los cambios que reclama la ciudadanía con un simple sobre vacío.

Y puestos que cada partido se afana por advertir que “lo que está en juego es el futuro”, que “la unión hace la fuerza” y que “tú mueves Europa” gracias al “poder de la gente”, bueno será también que se sepa cuáles son las alternativas que disponemos para conseguir todo ello, atendiendo principalmente a nuestros deseos, no al interés de unos políticos que causan, en su gran mayoría, desafección ciudadana.

lunes, 19 de mayo de 2014

Monstruos

Llevamos una temporada de monstruos por doquier. Hace poco, monstruos extraterrestres, que accedían a la Tierra a través de una brecha espacial abierta entre las grietas de una falla del fondo del océano, invadieron las pantallas de los cines. La única manera de combatirlos era con un robot manejado por dos pilotos, que mezclaban sus mentes en una especie de regresión psicoanalítica, y construidos a escala del invasor: enormes y poderosos. Traumas y problemas personales aparte, los buenos se unieron para vencer a las criaturas, de las que ya se vendía en el mercado negro restos de vísceras y demás casquería sumamente rentable.

Superado el susto de Pacific Rim, de Guillermo del Toro, nos enteramos compungidos de la muerte, al parecer tras caerse por unas escaleras, de Hans Ruedi Giger, que no sabíamos quién era hasta que supimos por las necrológicas que fue el artista que diseñó y moldeó Alien, el bicho horrendo capaz de matar a todo el mundo menos al gato, expulsando de su boca babosa una caja dental que lanzaba contra la presa como una broca. Sus dibujos reflejaban un mundo tenebroso y gótico, con claras reminiscencias eróticas, óseas y metálicas. Lo dicho, todo muy negro y confuso como una pesadilla.

Todavía no nos habíamos recuperado del estruendo cuando ya vuelve a las salas, como un eterno retorno, Godzilla, el gigantesco lagarto japonés mutado en monstruo vengativo por culpa de unas pruebas nucleares, como las bombas que, curiosamente, se lanzaron por primera vez en la historia contra aquel país oriental, sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Godzilla arrasa con lo único que sobrevive tras una guerra atómica: los edificios. Pero a lo bestia.

Estos son los monstruos, sin citar a los superhéroes de todo pelaje, que últimamente monopolizan la ficción cinematográfica. Pero los que causan pánico de verdad son los reales y contemporáneos, de carne y hueso, mucho más dañinos y desalmados, aunque menos espectaculares en su apariencia física. Suelen llamarse “reformas” o “ajustes” y matan, roban, empobrecen, arrebatan derechos y destruyen la naturaleza con más ferocidad que los del celuloide. Son infinitamente más crueles y de su maldad no se libra ni el gato que respetaba Alien. Los controlan seres encorbatados, pulcros y exquisitos que no dudan en dirigirlos contra la sanidad, la educación, los servicios públicos y cualquier prestación social en la que puedan exprimir recursos de los que apoderarse para saciar su voraz enriquecimiento. Derogan conquistas legales, condiciones laborales y libertades ciudadanas hasta retrotraerte a épocas que creías superadas, y te amenazan si intentas manifestar tu descontento en las calles o expresar en las redes sociales tu mala leche al verte pisoteado y vilipendiado. Ni los niños, los jóvenes, los maduros o los ancianos, hombres y mujeres, escapan de sus garras, de las que sólo están a salvo los muy pudientes y descaradamente ricos. Contra ellos los buenos no ganan nunca, sino los explotadores, los falsificadores, los defraudadores, los corruptos y los ladrones.

Por eso, puestos a elegir, prefiero los monstruos de la pantalla y no a los que nos gobiernan. Los primeros hacen mucho ruido, pero te dejan indemne. No matan, pero entretienen. Son monstruos que escojo yo, no éstos reales que me señalan a mí como víctima. ¡Malditos!

domingo, 18 de mayo de 2014

Divagaciones dominicales

Nietzsche se volvió loco imaginando el Eterno Retorno, una subversión del tiempo en eternidad, del que surgiría el Superhombre que sabe que ningún instante se justifica más allá de sí mismo porque encierra todo lo pasado y todo lo futuro, en reconciliación total con la existencia. Strauss se inspiró en el Así habló Zaratustra del filósofo para componer una sinfonía bellísima que fue mundialmente popular gracias a la película de Stanley Kubrick 2001: Una odisea en el espacio. El libro, el disco y la película han impresionado mis sentidos en diferentes periodos de mi vida para hacerme divagar cuando los días están desocupados, como los domingos, y los consumimos en conjeturas metafísicas perfectamente inútiles, pero entretenidas. Así desemboco en la versión jazzística que el músico brasileño Eumir Deodato hizo de esa pieza clásica y que, de alguna manera, me hace retornar a aquella voluntad que determina la existencia: somos causas y consecuencias del destino, que gira eternamente en un cíclico devenir.

sábado, 17 de mayo de 2014

La infancia arrebatada

Los crímenes contra los niños nos hacen abominar de la especie humana. La crueldad que es capaz de mostrar el ser humano, cúspide inteligente de la naturaleza, es mucho mayor, por consciente y gratuita, que la de cualquier animal salvaje. El instinto de un león lo lleva a matar a los cachorros de una leona ajena para despertar su celo y poder engendrar su propia camada. Así perpetúa el linaje del vencedor y más fuerte, del más adaptado para sobrevivir en la selva. El hombre es capaz de matar y violar para infligir humillación, para demostrar poder y aterrorizar a sus semejantes. Es algo que se constata en todas las guerras desatadas en la historia de la Humanidad.

En Nigeria, el mes pasado un grupo terrorista de la secta radical islámica de Boko Haram secuestró a más de 200 niñas de una escuela para, según un envalentonado líder guerrillero, impedir que sean “mentalizadas” por la educación occidental. Se trata de un acto violento contra la infancia, pero no menos grosero que el que se comete a diario en nuestros civilizados países del primer mundo. Cada pueblo, a su modo y manera, intenta arrebatar la infancia de los niños para moldearlos al gusto de los adultos que imponen las normas. En Nigeria lo hacen a la fuerza, aquí abusando de la inocencia e ingenuidad de las criaturas. La única diferencia es de grado: en el país africano falta la evolución necesaria para que alcance las sutilezas de nuestra cultura civilizada y moderna.

Lo anterior no pretende disculpar a los salvajes nigerianos que por las bravas desean implantar una aplicación más estricta de la sharía, sino también ser critico con la forma de condicionar la formación de nuestros hijos, al bautizarlos nada más nacer, “prepararlos” ritualmente para celebrar una primera comunión de la que ignoran o no tienen criterio cabal para valorar su significado y, en definitiva, la manipulación a la que se les somete con tal de integrarlos en nuestras costumbres, creencias y hábitos a unas edades en las que deberían estar disfrutando de su infancia. Una infancia arrebata por sutiles hormas sociales o violentos actos de fuerza, depende del país.

Los fanáticos de Nigeria pretenden impedir lo que estiman una nefasta influencia occidental en niñas que escapan, gracias a la educación y determinados valores universales (derechos humanos), a los patrones culturales de la civilización islámica, que relega a la mujer a un papel subordinado al hombre y cuyo cuerpo ha de ser tapado para que no tiente instintos masculinos primarios. Y su forma radical de controlar la crianza y mentalidad de las nuevas generaciones es mediante el secuestro, la represión y la dictadura política o moral, propia de regímenes autoritarios liderados por sátrapas religiosos o civiles.

Sin embargo, países avanzados como el nuestro ejercen, con instrumentos más sofisticados de manipulación, una influencia fáctica para imponer los valores dominantes en cada sociedad, a través de hábitos culturales, ritos sociales o normas legales basados ora en la tradición, ora en la supuesta voluntad mayoritaria de la población, fundamentalmente, pero que responden al interés de las élites. De esta manera, por ejemplo, un país constitucionalmente “aconfesional” celebra funerales de Estado religiosos, financia al personal de una determinada creencia, concierta centros de educación que aplican normas contrarias a la Constitución (segregación) e imparten adoctrinamiento religioso sufragado por el Estado, impone leyes morales contra derechos ciudadanos (aborto), permite la apropiación por parte de la Iglesia de inmuebles pertenecientes al Patrimonio cultural (Mezquita de Córdoba, etc.) y elabora el contenido curricular de la enseñanza de manera que se eduque a los niños conforme las afinidades ideológicas de las clases dominantes (supresión de la asignatura de educación para la ciudadanía, eliminación de textos sobre educación  sexual, minimizar toda alusión a la Guerra Civil o eludir los fusilamientos y crímenes cometidos en ella, etc.). Son actos menos violentos que los de Nigeria, desde luego, pero la finalidad que persiguen es igual de repudiable: arrebatar la infancia de los niños para prepararlos a perpetuar los valores e intereses preponderantes de la sociedad en la que están insertos.

Se podrá argüir que existe una diferencia sustancial, cualitativa, aparte de la injustificada e innecesaria violencia nigeriana: la de que, a pesar de todo, nuestros hijos, una vez coronen la edad adulta, gozarán de libertad para decidir y pensar de manera autónoma, sin interferencias religiosas, educativas, ambientales o familiares, cosa que no sucede con las niñas de Nigeria, a las que los sanguinarios secuestradores exhiben orgullosos por haber abrazado el Islam durante su cautiverio. Hasta es posible que, si se prolonga el secuestro, generen sentimientos de simpatía hacia sus carceleros y desconfíen de sus familias. También en Occidente se produce el Síndrome de Estocolmo, sin que por ello se justifique ni se perdone ningún acto contra la libertad de las personas.

Pero el sentimiento de adhesión a los valores preponderantes que puede conseguirse con una eficaz labor de mentalización e integración social, instrumentalizado a través de la educación, las costumbres y las leyes, no exime el carácter alienante de su objetivo ni el dirigismo castrante de la libertad del individuo para determinar su formación. Es posible que, de adultos, podamos gozar de libertad para elegir, pero ignoramos las posibles alternativas porque no nos las han presentado en igualdad de condiciones. Solamente los herejes escapan al influjo de lo convenido.

Y es que, con todo, ninguno de los métodos de manipulación infantil respeta al niño, le proporciona los medios para una formación no dirigida a satisfacer demandas impuestas, le facilita el desarrollo para un criterio libre e independiente ni le libra de la coacción social para poder seguir sus propias preferencias en función de sus propias habilidades, capacidades y actitudes. Todos los sistemas, desde el que utiliza la violencia física hasta el más pedagógico de nuestros programas educativos, tiene por objetivo adecuar a los futuros miembros de la sociedad en la satisfacción de las demandas sociales y del mercado, en perpetuar la organización colectiva de la que formamos parte y mantener el orden establecido.

Queremos que las niñas de Nigeria regresen pronto a sus casas con sus familias, pero nos gustaría también que se les pueda educar para la emancipación, de la misma forma que preferimos educar a nuestros hijos. Ojalá se cumplan todos estos deseos.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Córdoba y Metheny


Córdoba es una ciudad que constituye un ingrediente fundamental en mi bagaje existencial, no sólo por el atractivo monumental que encierra, sino porque fue mi primer destino profesional durante poco más de un año. Allí experimenté muchas cosas por primera vez y ello crea un vínculo sentimental indeleble entre esa ciudad y yo que periódicamente me obliga a visitarla en cuanto su ausencia se deja notar y aviva la añoranza en mi memoria. No necesito ningún motivo para regresar a ella.

Pero este año, además, participa en el Festival de la Guitarra que anualmente se celebra en Córdoba un guitarrista que también condimenta mis gustos musicales desde que lo descubrí hace más de 30 años. Sus discos los reproduzco con cierta frecuencia en mi equipo Hi Fi –el electrodoméstico más preciado de mi casa- con el embeleso de quien los considera obras clásicas del jazz fusión y la música moderna. Y tengo ocasión de asistir a un concierto en directo de Pat Metheny y su nueva banda, en la que no figura, por desgracia, su fiel pianista Lyle Mays.

La primera vez que escuché a este artista en directo fue también la friolera de años en el Palacio de Deportes de Sevilla. Llovía a cántaros y caían goteras sobre el escenario. Pero la música nos envolvió con los acordes de unos instrumentos magistralmente ejecutados hasta aislarnos de esas malas condiciones ambientales. El recuerdo que tengo desde entonces es memorable, como el vacío de mi mejor amigo que me acompañaba, tempranamente desaparecido por una traición de la vida.

Todo ese marco vivencial vuelve a confabularse para, de alguna manera, ofrecerme la oportunidad de revivir tan profundas y arraigadas sensaciones vitales. El mes próximo acudiré al concierto de Pat Metheny en Córdoba. Córdoba y Metheny, dos faros que alumbran mi existencia y condicionan gratamente mi vida. ¿Quieres venir conmigo?
 
 

martes, 13 de mayo de 2014

Fisgonean tu bolsillo, pardillo


Mira que hay controles y normas para saber lo que ganas y gastas, mecanismos para que Hacienda te retenga sin que puedas evitarlo e impuestos y tasas que gravan cualquier operación dineraria que realices incluso por recibir la triste herencia de la casa de tus padres, que encima viene ahora el Gobierno y, con la excusa de luchar contra el blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo, va a crear un mastodóntico fichero de datos con los nombres y movimientos de todas las cuentas corrientes o de ahorro, activos y depósitos a plazos que dispongan el conjunto de las entidades financieras existentes en España. En total, se estiman unos 34 millones de datos bancarios que estas entidades estarán obligadas a facilitar a una Secretaría de Estado del Ministerio de Economía, es decir, al Gobierno.

Lo más grave de todo ello es que dicho archivo servirá para que sea consultado por jueces, fiscales, policías y agentes del servicio secreto español (CNI) al objeto presuntamente de combatir el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo, finalidad en sí misma loable pero que se antoja, más que absurda, sospechosa e inquietante por cuanto supone fisgonear en el bolsillo no sólo de los delincuentes, sino de todos los ciudadanos sin distinción, sean inocentes o ladrones, por el mero hecho de poseer una cuenta bancaria. Absurda, además, porque parece improbable que ETA, Grapo, Al Qaeda o la mafia china tengan cuentas corrientes a su nombre o al de cualquiera de sus miembros, ni que Bárcenas o algún otro de nuestros ilustres delincuentes de “cuello blanco” cometa la estupidez de guardar sus “ahorrillos” en bancos españoles a su nombre, al de su pareja o al de alguna de sus “empresas”, donde un juez avispado podría recabar información y abrir una investigación. Todos los personajes enriquecidos con la auténtica corrupción lo primero que aprenden es a escamotear estos controles depositando sus “ganancias” en Suiza o en cualesquiera paraísos fiscales que abundan precisamente en Europa, sin que ninguna legislación se haya atrevido a regularlos, controlarlos o cerrarlos. Tampoco esta ley que ahora se pone en marcha en España pretende importunar la prosperidad de tales paraísos de la evasión que se refugia en sus cámaras blindadas. Más bien parece completar un cerco policial, ahora a través de las entidades bancarias donde obligatoriamente domiciliamos la nómina y abonamos las facturas, completamente inútil para los fines descritos, pero que nos hace vulnerables a los ojos que fisgonean desde el Gobierno nuestro derecho –ya de por sí regulado y controlado- a disponer de nuestro dinero.

Hay que tener en cuenta que se trata de la creación de un Fichero de Titulares Financieros que viene a unirse a todos los demás instrumentos que limitan y cuestionan la libertad de los ciudadanos, presuponiendo que todos son presuntos sospechosos de actividades ilícitas financiadas gracias a sus ahorros particulares. Una medida propia del Gran Hermano que fisgonea hasta tu calderilla para detectar cualquier movimiento de capitales injustificado, facultad que ya tienen los bancos y cajas de ahorro cuando realizas un depósito o el reintegro de dinero superior a 3.000 euros en efectivo, como medida de prevención del fraude fiscal. De ahí que sean tan escasos los billetes de 500 euros: no están en los bancos, sino en portafolios particulares con los que se hacen transacciones opacas al fisco o cruzan fronteras.

Pero ahora se da un paso más, propio de un Estado policial: todo titular de una cuenta bancaria, sea defraudador, terrorista, evasor fiscal o, en su inmensa mayoría, simple ciudadano cumplidor con las leyes, podrá ser “escrutado” financieramente y el movimiento de sus ahorros analizado concienzudamente por cualquier agente secreto, policía, fiscal o juez de nuestro país, sin más motivo o indicio que el de poseer una cartilla de ahorros. Con esta ley, a los ojos de ese Gran Hermano todos somos igual de sospechosos y presuntos delincuentes. Y será el Gobierno, a través del órgano subordinado correspondiente, el que decidirá quién se constituirá en objeto de una investigación que transgrede derechos constitucionales. Menos mal que, ante las advertencias del Consejo del Poder Judicial y el Consejo Fiscal, el Ministerio de Economía ha corregido en el último momento su intención inicial para supeditar cualquier consulta a una previa autorización judicial. Ya representantes sociales y asociaciones de consumidores habían alertado del uso torticero de la ley: “¿quién vigilará al vigilante?”.

Cuando la obsesión por la seguridad nos obliga a recortar libertades es que estamos sucumbiendo a los miedos que nos coartan y paralizan. Existen instrumentos eficaces para combatir el blanqueo de capitales, la evasión de divisas y las cañerías financieras del terrorismo, sin tener que convertir a todos los ciudadanos en presuntos sospechosos ni cercenar sus derechos y libertades. Máxime cuando ya estamos plenamente controlados mediante el carnet de identidad, que nos lo requieren incluso en la más humilde y cochambrosa pensión; nuestros haberes son comunicados pertinentemente a Hacienda por el propio pagador para que nos aplique las retenciones a que haya lugar; todo movimiento bancario de importancia que hagamos es informado a la autoridad por el banco antes de darnos el saldo; y hasta manifestarse se ha convertido en un acto de radical herejía que atenta contra el “orden” social de los que están perfectamente acomodados controlando a los demás.

Ahora, además, la cuenta del banco de la que eres titular, el último refugio de tus “perras”, en las que confiabas para administrar tu futuro sin más cortapisas que las que pudieran brindarte –pocas, por cierto-, será objeto de vigilancia. Eres sospechoso de ser un mero perdedor por no poder depositar tus ahorros en Suiza, pardillo.

domingo, 11 de mayo de 2014

Montoro, réplica de Toledo en Andalucía

En las estribaciones de la Sierra Morena, ocultándose celosamente del viajero que entra y sale de Andalucía por autovía o tren sin percatarse apenas de su existencia, se encuentra abrazada por el río Guadalquivir la sorprendente ciudad de Montoro, una réplica por su estructura geográfica de la imperial Toledo, pero en dimensiones y ambiciones más abarcables y concentradas, como buena esencia de lo valioso y bello.

Al igual que la ciudad de castellanomanchega, Montoro se encarama en lo alto de unos cerros a los que rodea un Guadalquivir extasiado con la panorámica de unas casas colgantes que se reflejan en sus aguas. Pero en vez de un Alcázar, es la torre de la Parroquia de San Bartolomé lo que corona, con su tez rojiza de piedra molinaza, la collación laberíntica y empinada de Montoro, otorgándole a la ciudad su perfil inconfundible y hermoso.

Un puente también rojizo, de cuatro arcos de medio punto, une un barrio del otro lado del río con el casco urbano gracias a las aportaciones que las damas del pueblo hicieron para su construcción a finales del siglo XV, donando sus joyas. De ahí que el puente sea denominado como el de las Doncellas o Donadas.

Cual réplica fidedigna, Montoro también alberga en sus calles alguna urna con la imagen de la Virgen, que en nada envanece a la de los Alfileritos toledana; cuenta con un Museo del pintor local Antonio Rodríguez Luna, ubicado en la antigua Ermita de San Jacinto, donde se custodian sus obras como si se tratase El Entierro del Conde Orgáz, del Greco; y alberga hasta una fábrica de mazapanes, La Logroñesa, que desgraciadamente no abre todo el año.

Únase a todo ello una rica gastronomía en la que destacan el salmorejo y flamenquín cordobés, un paisaje de olivares que trepan por la serranía en verdes filas disciplinadas, los pantanos y embalses que a pocos kilómetros ofrecen un remanso de paz y frescor, y unos vecinos amables y abiertos a la conversación y la convivencia, y obtendrá una de las razones para visitar a “La Bella Escondida”. No siempre los mejores destinos son los más publicitados, sino esos rincones de nuestra tierra que por humildad ni se atreven a reclamar su visita. Pero merecen la pena. Les recomiendo se sorprendan con la hospitalidad y la belleza de Montoro, una réplica de Toledo en Andalucía.   
 

 

 
 

 

viernes, 9 de mayo de 2014

Información en libertad

Aprovechando que en mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha recordado que, en lo va de año, 25 periodistas han sido asesinados y más de 340 continúan encarcelados. ¿De qué delito se les acusa? De informar con libertad desde países que condicionan el derecho a la información y castigan a quienes no censuran su trabajo según la voluntad de regímenes dictatoriales y autoritarios, incluso de algunos formalmente democráticos.

En España tampoco la libertad de informar se respeta escrupulosamente, aunque sin llegar al extremo de meter en prisión al periodista ni mucho menos matarlo. Se buscan subterfugios para obstaculizar su labor, negarle el acceso a las fuentes de información, limitar la posibilidad de documentar los hechos o, en algunos casos, denunciarlo por presuntos delitos cometidos en el ejercicio de informar con veracidad y diligencia de aquellos asuntos que interesan a la opinión pública.

El expresidentes del Gobierno, José Mª Aznar, perdió recientemente una querella contra el diario El País por informar de que había recibido sobresueldos, como otros dirigentes del Partido Popular, durante la época del tesorero Luis Bárcenas, actualmente en prisión a raíz, precisamente, de una investigación judicial por financiación ilegal de este partido, derivada de la trama Gürtel. Plantear querellas por supuestos atentados al honor, la intimidad y la propia imagen es uno de los recursos utilizados para coaccionar la libertad de prensa.

Otro de los más vergonzantes instrumentos que limitan el derecho a la información es la negativa a formular preguntas durante las ruedas de prensa que convocan algunos personajes políticos en la actualidad. Se trata de transmitir literalmente un mensaje a través de periodistas que actúan simplemente como aparatos reproductores del sonido y la imagen, sin posibilidad de indagar las intenciones, el contexto y las consecuencias que se derivan para los ciudadanos de los asuntos comentados por estos líderes. La forma más burda de este tipo de convocatorias ha sido la protagonizada por el actual inquilino de La Moncloa, Mariano Rajoy, al ofrecer una rueda de prensa a través de una pantalla de plasma, sin necesidad siquiera de estar físicamente presente en la sala. En estos casos, los medios y los periodistas participan de la farsa al asistir a tales encuentros, pudiendo negarse a ello si no se garantiza la libertad de ejercer su trabajo dignamente. Un acuerdo corporativo para no difundir ninguna información transmitida a través de ruedas de prensa sin preguntas sería suficiente para que tal obstrucción a la libertad de prensa no se volviera a cometer. Es preferible no informar que hacerlo condicionado por el Poder.

Es evidente que la verdad escuece a quien desea ocultarla. Durante la manifestación en Madrid convocada por la Coordinadora 25S, los agentes antidisturbios golpearon a siete periodistas gráficos que estaban tomando imágenes de su actuación. No obstante, los excesos y el abuso violento de autoridad no son, dentro de su gravedad, los elementos más preocupantes de un gobierno que puede ser cuestionado desde los medios de comunicación. Sino la deriva autoritaria que cercena la libertad de informar al legislar  leyes que impiden, por ejemplo, captar imágenes y grabar vídeos de tales excesos por parte de los profesionales del periodismo e incluso de cualquier ciudadano. Es la declarada intención del proyecto de Ley antimanifestación que está tramitando el Gobierno de España.

Tener capacidad de comprobar y fijar la realidad para disentir de una versión oficial tergiversada no gusta a los manipuladores de los hechos y a un Poder que recela de las libertades. No hace falta, pues, a la hora de luchar por la libertad de prensa, esperar a que encarcelen o asesinen periodistas. A tales extremos se llega previa desconfianza de su labor y de la necesidad social del derecho a la información en cualquier sociedad democrática. Es lamentable que, en pleno siglo XXI, haya muertos y prisioneros por informar, pero también que se pongan zancadillas legales a lo que vela precisamente por la transparencia y la calidad de una democracia: el periodismo libre e independiente. De ahí la conveniencia de celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa, a la que se adhiere este blog.  
 
 

jueves, 8 de mayo de 2014

Campaña de desmemoria


Pasado el ecuador de la legislatura, el Gobierno, ante los retos electorales que le aguardan en su tramo final y que arrancan con los comicios europeos del próximo 25 de mayo y las municipales y generales del año 2015, pone en marcha una campaña propagandística y publicitaria que persigue convencernos de que lo peor ya ha pasado, que gracias a sus medidas de recortes y “ajustes” estructurales hemos superado una crisis económica endosada casi en exclusiva –la recurrente herencia- al anterior Gobierno socialista. Sin reconocer los daños desencadenados por una política “austericida” que ha empobrecido a la mayor parte de la población y ha ocasionado un millón de parados más que cuando accedió al Poder, todos los miembros del Ejecutivo y del partido que lo sustenta no se cansan de repetir, como un mantra, que la recuperación de nuestra economía, y por ende del trabajo, está de camino, que se ha producido un cambio de tendencia y que pronto los ciudadanos percibirán esa mejora. De los tijeretazos en la sanidad, la educación, en las ayudas a la dependencia, en los sueldos, en las condiciones laborales, en las pensiones, en las prestaciones por desempleo, en el empleo público y en todos los servicios públicos, no dice nada. Ni siquiera del rescate a los bancos ni del retroceso en las libertades y los derechos, como el aborto, que disfrutábamos hasta que Mariano Rajoy llegó a la presidencia del Gobierno. La consigna a instalar en la mente de todos es que la recuperación ya se ha conseguido.

Se trata de una campaña con muchas posibilidades de alcanzar sus objetivos pues este país es tremendamente olvidadizo, tiende a no recordar su historia, a incidir en los errores y a equivocarse a la hora de tomar los trenes del progreso y el futuro. Salvo contadas excepciones, así ha sucedido siempre. Nos equivocamos en Flandes y desencadenamos una Europa de estados secularizados que consiguieron librarse del fanatismo religioso que imponía España, nos equivocamos al retornar una y mil veces al absolutismo para impedir la Ilustración, nos equivocamos en la Segunda Guerra Mundial al simpatizar con los fascismos del solar europeo, nos equivocamos en los tiempos modernos al combatir la democracia de la República para imponer una dictadura asesina, y nos equivocamos cada vez que olvidamos a los ciudadanos por los intereses particulares de cualquier colectivo, sea la nobleza, la iglesia o el  mercado del sistema capitalista.

Ante cualquier reto decisivo, como es ejercer el voto en una democracia, los españoles tienden a dejarse llevar por impulsos emocionales y hasta viscerales, fácilmente influenciables por una hábil campaña publicitaria, antes que por criterios sopesados y racionales. Por ello, no está de más una pedagogía recordatoria como la que hace Javier Marías en un artículo reciente. La gobernación de este país y las políticas que se van a defender en el Parlamento Europeo nos incumben a todos porque afectan a la vida diaria de cada cual, aunque las creamos distantes y ajenas. Y las alternativas que se escogen para implementarlas son diversas y hasta opuestas. Hay otras soluciones a las dificultades distintas de las de perjudicar a la gente para beneficiar a los ricos y los bancos. Por eso, hagamos un esfuerzo recordatorio de cómo se intenta afrontar una situación de crisis castigando a los ciudadanos antes de depositar una papeleta en todas las elecciones que nos esperan en los meses venideros y no nos dejemos atrapar en la trampa de una campaña de desmemoria. Es lo menos que cabe esperar de cada uno de nosotros.