viernes, 29 de junio de 2012

El sudor me resbala

El sudor me resbala, metafórica y materialmente. Las gotas de sudor, al mínimo esfuerzo de iniciar un paso, empiezan a brotar como excrecencias líquidas en la frente y la nuca, mojando el cabello y goteando, gravedad abajo, desde la punta de la nariz. También humedecen otras partes del cuerpo, empapando la ropa que lo cubre sobre el pecho, la espalda y las axilas. Imposible permanecer seco sin que ese rocío orgánico intente refrescar una piel que, a pesar todo, acaba asfixiada por el calor. Manos y pañuelos sirven para retirar esa sudoración excesiva que nubla la vista y desagrada al que la contempla, sin que nada impida, cuando agobia la temperatura, su constante segregación. La modernidad aborrece el sudor y evita su presencia con antitranspirantes y aparatos de aire acondicionado, pero el organismo se venga en cuanto ponemos un pie en la calle. Entonces el sudor comienza a resbalar en busca de una brisa que refresque la fiebre que lo hace brotar por los poros de la piel. Es un mecanismo natural de refrigeración mucho más llevadero que estar jadeando con la lengua fuera de la boca, como los perros, que no sudan. Prefiero sudar, por eso el sudor me resbala.

jueves, 28 de junio de 2012

Calores

Se inicia el verano con una ola de calor sahariano. El aire es puro fuego que a mediodía nadie es capaz de soportar sin refugiarse presuroso en cualquier centro comercial aclimatado humanamente con el aire acondicionado a plena potencia. Se produce así la paradoja de que, cuanto más preparados estamos para combatir las altas temperaturas, peor las soportamos. Nuestra resistencia al clima habitual de la región se reduce a medida que aumenta la tecnología que minimiza sus padecimientos. Por eso, en cuanto los termómetros registran los primeros calores de la canícula, comienzan nuestras quejas por la inclemencia de lo que cada año convierte a esta ciudad en una bocanada de fuego. Llega el verano a Sevilla.

martes, 26 de junio de 2012

También se rescatan las autopistas

Daría risa si no fuera cierto y doloroso. Los grandes sectores económicos, aquellos que claman por la liberalización de un mercado que podrían controlar, sin regulación, casi en régimen de monopolio –véase la composición de los consejos de administración de los conglomerados empresariales-, se tornan “socialistas” a la hora de apelar a la nacionalización de sus pérdidas cuando la cuenta de resultados no satisface las expectativas. En situación de pérdidas o quiebra, no le hacen ascos al denostado Estado intervencionista que corre raudo a socorrer a unos sectores poderosos que no pueden dejarse sin el sostén de las ayudas públicas, los mismos recursos que se detraen o se niegan a otros servicios esenciales de titularidad pública, como la educación, la sanidad o el salario de los funcionarios, que se declaran cínicamente “insostenibles”.

Sin embargo, sí hay dinero para la banca, cuyas “puertas giratorias” con la política son francamente de escándalo (Rato en Bankia, por ejemplo), y de la que se asume como un problema gubernamental, no mercantil, su necesidad de capitalización, una “ayuda” que por su envergadura obliga al Estado a solicitar un “préstamo” de rescate a la Unión Europea en condiciones todavía por conocer, pero con aval “soberano”, a través del FROB (Fondo para la Restructuración Ordenada Bancaria), en forma de más deuda, naturalmente.

Por si fuera poco, ahora conocemos que las autopistas de peaje, especialmente las radiales de Madrid, también necesitarán un “rescate” ante la deuda de cerca de 3.800 millones de euros que acumulan. Como los bancos, parece que a las autopistas, esas que nos cobran un peaje por circular aunque ya paguemos un impuesto de circulación y contribuyamos con nuestros impuestos a la Hacienda pública, tampoco se les debe dejar hundir en la quiebra. El Ministerio de Fomento estudia un plan para permitir su viabilidad financiera a través de préstamos a las empresas por importe, en principio, de cerca de 300 millones de euros. Sería el tercer “rescate” en cuatro años que se le facilita a los concesionarios de autopistas, empresas en las que participan las principales constructoras (¡las del ladrillo!) y varias cajas de ahorros (¡otra vez los bancos!).

Los mismos agentes en sectores económicos aparentemente distintos que el Estado se muestra diligente a la hora de “socorrer” cuando no consiguen las ganancias calculadas. Sus deudas las pagamos todos, incluso si son ocasionadas por una gestión abiertamente irresponsable por parte de unos administradores que, en correspondencia, pueden ser apartados impunemente del cargo previa compensación de un astronómico despido blindado.

Este capitalismo que reparte plusvalías entre unos pocos y socializa las pérdidas, daría risa si no fuera tan injusto y obsceno. Máxime si quienes lo promueven tienen la desfachatez de alabar las presuntas “bondades” de esa iniciativa privada (que recurre al Estado en caso de pérdidas) en detrimento de lo público. Sería para mondarse si no te entraran ganas de iniciar una revolución, porque cuando la flamante directora general de Tráfico, María Seguí, afirma que, “entre una carretera y una autopista de pago, yo escojo la de pago” lo que te pide el cuerpo es declararte insumiso y dejar que ella pague, sólo con sus medios, todos los servicios que precise. La responsable de la seguridad vial de nuestras carreteras nos recomienda utilizar los servicios que oferta el sector privado por ser más seguros o, como ella misma asegura, “como inversión en salud”. Es como si la ministra de Sanidad nos aconsejase recurrir a las clínicas privadas en vez de a los hospitales de la red pública en caso de enfermar. ¿Para eso pagamos impuestos?

Por lo que se ve, dicen y están haciendo, pagamos impuestos no para mantener unos servicios públicos que extiendan derechos a los más desfavorecidos, sino para financiar aventuras ruinosas de sectores económicos muy poderosos a los que el Estado debe garantizar la viabilidad y rentabilidad a cualquier precio. Si para ello hay que amedrentar a la población con la excusa de una crisis de la que es ajena, se recurre sin complejos, culpándola de “vivir por encima de sus posibilidades”. Y ante cada “reforma” que la empobrece, se le amenaza con nuevas medidas “difíciles” que continuarán una austeridad de la que están exentos esos sectores políticos-económicos que nos esquilman y nos tratan como tontos. Lo que no estará muy desacertado porque, encima, les votamos.  

domingo, 24 de junio de 2012

¿Tan mal estamos?

A estas alturas de una crisis que ha arruinando las ilusiones de la inmensa mayoría de la población, tanto individual como colectivamente, despojando a cinco millones de personas de cualquier medio de subsistencia digno de ser llamado trabajo, y que ha llevado a la economía a dos recesiones en pocos años, resulta increíble que alguien se haga la pregunta que sirve de titular a este comentario. Sin embargo, yo me la hago.

Y me la formulo porque por mucho que busque motivos para lo que nos describen como un cataclismo, no hallo causas que lo justifiquen, no encuentro catástrofes que impidan la obtención de las fuentes de energía que nos abastecen, ni guerras entre nuestros clientes que limiten la actividad comercial de las empresas nacionales, ni siquiera una baja productividad en la mano de obra de nuestros productos. Sólo me hablan de problemas financieros que, en principio, son ajenos al normal desenvolvimiento de nuestra economía y negocios.

De un día para otro, la rueda del consumo dejó de girar por la avaricia de unos pocos, no porque se dejara de consumir ni de fabricar bienes de consumo. Y aprovechando la confusión, nos están intentado meter un miedo tan irracional que renunciamos a derechos inalienables. Esta situación me recuerda la que se le hace sentir a algunos enfermos.

Cuando soportamos graves circunstancias, nos aferramos a un clavo ardiendo con tal de vislumbrar alguna posibilidad de superación. O, al contrario, se tira la toalla al primer contratiempo a pesar de la panoplia de alternativas existentes para combatir la eventualidad que nos aflige. Todo depende de cómo nos describan el diagnóstico de lo que sucede y los tratamientos disponibles. Incluso, en ciertas ocasiones, se aprovecha una afección banal para dibujar un negro pronóstico si no se modifican hábitos contrarios a la salud. De tanto afirmar que fumar mata, ya pocos abandonan el tabaco por ello.

Algo así está sucediendo con la crisis económica, en la que se detectan las mismas respuestas y parecidas amenazas. Se está imputando a países enteros el problema generado por la avaricia de una minoría que opera detrás de unos mercados financieros tan opacos como irresponsables. Y en vez de ofrecer un diagnóstico claro y veraz, se está aprovechando un estornudo cíclico del capitalismo para infundir miedo a la gente con tal de que acepte, convencida por el pánico, la eliminación de derechos, la reducción del poder adquisitivo y la entrega al sector privado de servicios otrora suministrados desde ámbitos públicos, en virtud a políticas tributarias progresivas y solidarias.

Las terapias contra la enfermedad desbordan la sintomatología que se dice combatir, sin conseguir ninguna mejoría. A pesar de ello, se administran recetas que llevan implícitas profundas reformas estructurales con el objetivo de implantar un determinado modelo económico y social, de carácter marcadamente neoliberal. Así, sin importar la ideología, los Gobiernos sometidos a dichos tratamientos han tenido que admitir esas exigencias, aunque ello fuera en contra su ideario político o despertara el profundo rechazo de la opinión pública. Hay intenciones políticas y consideraciones morales en las decisiones económicas que persiguen un objetivo ideológico no confesado. Son esos mismos intereses inconfesables los que ocultan que las medidas para afrontar la crisis financiera actual no suponen necesariamente el desmantelamiento de los servicios públicos que los acreedores reclaman, que las exigencias para adelgazar el llamado Estado de Bienestar son algo añadido a los mecanismos contables con los que se podría equilibrar las cuentas del Estado, sin someterse a un mercado que ansía su plena desregulación y en el que impera el lucro sobre el interés social o colectivo.

Al enfermo se le ha metido miedo y se le ha presentado un negro pronóstico para que se  avenga a unas decisiones que se le imponen, para que opte a un determinado tratamiento. Tanto si confía en salvarse como morirse, deberá pagar la factura, que es de lo que se trata, independientemente de su enfermedad. Nadie le anima a la resiliencia, a esa capacidad de aprovechar los momentos de dificultad para fortalecerse y afrontar proactivamente la adversidad. Por eso me pregunto: ¿tal mal estamos que no podemos salir de ésta?

Un botón de la Serena

He aquí algunas muestras de Villanueva de la Serena y de Don Benito, escenarios donde un hijo acaricia el sueño de su vida, y en los que, junto a las piedras cinceladas en iglesias, los abuelos pasean a sus nietos y los niños forman pandillas en las plazas, dando sentido a eso que llamamos cultura y civilización.







sábado, 23 de junio de 2012

Cuando los sueños se cumplen

Me desplazo a donde jamás sospeché ir, disfrutando de una experiencia que me llena de satisfacción. Estoy de visita en el solar extremeño donde mi hijo halla el trabajo que ha perseguido con tanto ahínco y constante preparación. Villanueva de la Serena es un pueblo que nunca hubiera visitado si no fuera porque ahora reside allí ese hijo que emprende la dirección autónoma de su futuro y conduce su vida por la senda que siempre quiso recorrer. Venía con la doble intranquilidad de adentrarme en territorios desconocidos, en lo geográfico y lo personal. Sin embargo, en ambos descubro con satisfacción algo mucho mejor de lo esperado.

Villanueva, junto al cercanísimo (casi se tocan) Don Benito, son poblaciones encantadoras, que encierran una vitalidad que atiborra terrazas y plazas y albergan, como no podía ser menos, una riqueza histórica entre las piedras de sus monumentos, más humildes que el de otras poblaciones con renombre pero igual de interesantes, y una belleza paisajística en sus alrededores. Pero, sobre todo, descubro a un hijo que me ofrece con su comportamiento el fruto de la educación y los desvelos que como padres le dedicamos. No es sólo la responsabilidad con que asume su trabajo, sino la cotidianidad de los pequeños detalles en su quehacer doméstico, que están impregnados de unas enseñanzas que creíamos no aprovechadas o malgastadas.
No hay mayor satisfacción para los padres que la de contemplar a los hijos valerse por sí mismos. Una satisfacción que te llena de orgullo cuando, con su forma de ser, te devuelven aquellos valores que dudabas fueran asimilados en el hogar. Villanueva de la Serena me desvela un rincón hermoso de Extremadura y un hijo convertido en el hombre que soñábamos. Volvemos encantados.

jueves, 21 de junio de 2012

Te espero

Los días se suceden mientras se espera lo que nunca llega, se aguarda recuperar lo perdido o se desea hallar lo que jamás se encontrará. La vida se malgasta esperando aquello que se anhela por la incapacidad de perseguirlo o no saber conservarlo. Se vive entonces instalado en la frustración de una felicidad inalcanzable que sólo la soledad logra calmar mientras lamenta lo que tanto extraña. Miss you.


miércoles, 20 de junio de 2012

A mi hermana Tita

Se aferra uno a lo que tiene, pero cada vez quedan menos cosas a las que agarrarse. Poco a poco se van perdiendo los asideros que sujetan nuestro ser y una extraña atmósfera de soledad va cubriéndote progresivamente. No es falta de compañía, sino de aquellas referencias que formaban parte de tu identidad o constituían el objeto de tus sentimientos. Sin lo que sirve de marco a tu deambular ni los estímulos que despiertan los afectos, sólo queda el vacío que contiene la nada, la desintegración en todo que es desaparecer. Así me siento desde que hace un año perdí a mi hermana, la más cercana y la que nos unía a todos con su afán de no dejar alejarnos definitivamente, por muy distanciados que estuviéramos. No quiero visitar su tumba como hice con la de mi padre, prefiero ignorar la tierra en la que nos desintegramos, que nos convierte en nada. Cada vez más sólo, quisiera quedarme con el recuerdo de vida, con la imagen que guardo de ella en mi memoria. La echo de menos.

martes, 19 de junio de 2012

La prima despendolada

Mira que se le criticó por dejar que la prima se le subiese a las barbas, pero el tío aseguró que impondría una disciplina que la ataría en corto. Y no sólo no lo ha conseguido, sino que la dichosa prima se ha despendolado y ahora anda en boca de todos por su comportamiento errabundo y desenfrenado.

Nunca se pueden dar lecciones al que hace lo que puede en su casa con la mejor de las intenciones. Quien más, quien menos, comete el error de ser magnánimo y confiar en la responsabilidad de los que están bajo su cargo, pero a veces resulta que alguien sale respondón e incontrolable, como la prima. Nunca fue de fiar porque siempre se dejaba llevar por el lujo y el beneficio sin esfuerzo. Y cuando han pretendido sujetarla a base de reformas y recortes en casa, para que no dispusiera con qué gastar, se ha escapado por libre y anda por ahí desquiciada, dando la nota y dejando el nombre de su familia a los pies de los cotillas avariciosos y envidiosos.

La matrona de la comunidad, a la que todos hacen caso, aconseja con ahogarle en casa el resto de las ayudas, pero la prima sigue a su bola hasta el punto de que, cuanto más se le aprieta, más desenfrenada se conduce, atendiendo sólo a los que por Internet, esos que nadie sabe quiénes son, le ríen la gracia y culpabilizan a la familia de su locura. Pero el desquicie se extiende a todos porque los demás, para evitar las acusaciones de tales desconocidos, persisten en sacrificarse aún más, dejando al abuelo sin medicinas, quitando a los niños del cole y no gastando ni un céntimo que pudiera hacer creer a la prima de que continúa la abundancia.

La matrona se beneficia de la situación porque todo el vecindario confía de ella y es a la única a la que le compran; los de Internet gozan de una capacidad de influencia que pone nerviosa a la comunidad, que no sabe cómo contrarrestarla, y la familia se despeña en una parálisis que la tiene agarrotada por no saber qué hacer para que todos vuelvan a la normalidad. Y mientras, la prima por las nubes, atrayendo una atención desmesurada que desacredita al barrio. Los que pueden, huyen con sus ahorros para estar cerquita de la matrona. Y los que están condenados a quedarse, cada día son más pobres a causa del miedo y la parálisis.

¡Con lo fácil que sería recuperar a la prima! Con un puñetazo sonoro sobre la mesa, mandar a callar a la matrona, dejar de hacer caso a los entrometidos de Internet y que todos en la familia se pusieran a sus quehaceres, con aplicación y diligencia, olvidando a la dichosa prima que regrese cuando le dé la gana. Y, claro, dejar de cuestionar también la educación que se impartió en casa. Entre otras cosas, porque al más pintado, con o sin barbas, le puede salir un hijo rana.

lunes, 18 de junio de 2012

La Sevilla atemporal de los poetas

Decía Julián Marías que “en Andalucía los siglos se nos escapan, con no sé qué huidiza elegancia”, y ha de ser verdad porque, al buscar la salida en este recorrido por la Sevilla de los poetas, donde el tiempo no es que se detenga sino que forma una mezcolanza de siglos, cruzamos la calle Jamerdana, que enciende los recuerdos. En ella vivía José María Blanco Pardo, más conocido como Blanco White, un heterodoxo que combina la poesía con ideales revolucionarios de un pensamiento liberal. A pesar de su carrera sacerdotal, cuestiona el catolicismo y el luteranismo para llegar a una especie de cristianismo sin iglesia, tal vez influenciado por la muerte temprana de una hermana monja. Blanco White tuvo que huir de España, durante la Guerra de la Independencia, por ser un exponente liberal de la Junta Central –Gobierno errante a causa de la invasión francesa- que preconizaba el advenimiento de un Nuevo Régimen frente al invasor napoleónico y el absolutismo del Antiguo Régimen.

En su casa se reúnen Manuel María del Mármol, un neoclásico, autor de Tarfira, la defensa de Sevilla, Félix José Reinoso, poeta y vecino de la misma calle, y Manuel María Arjona, que ejerce de maestro de estos poetas adelantados a un tiempo en que la libertad no reconocía a ciudadanos sino súbditos de reyes absolutos, aunque en Cádiz estaba fraguándose la primera Constitución que contemplaba, entre otras, la libertad de prensa.

Otro de los poetas inconformistas que acude a esta tertulia es Alberto Lista, religioso, político y poeta que destaca en el círculo de ilustrados sevillanos, con una carrera docente e intelectual impresionante. Todos, cuando desaparezcan, pasarán a formar parte del olvido, en sus diferentes grados, como intuyó el propio Blanco White en su Oda a Licio –nombre arcádico de Alberto Lista-: “Mas cuando ya cumplido/ De nuestra vida el término, el instante/ Fatal llegare, entonces en profundo/ Olvido sepultado,/ Del tiempo nuestro nombre será hollado”.

Otra calle que hollaremos, no para olvidar sino para avivar la memoria, será la calle Gloria, en la que advertimos una placa que informa del lugar donde murió el poeta Alejandro Collantes de Terán, en 1933, uno de los escritores vanguardistas que formaron parte de la generación poética de la revista Mediodía.

En este vértigo de calles y desiglos que aturde al visitante, buscamos la salida a través de la calle Mármoles, en la que nos sorprenden tres columnas aisladas y huérfanas, restos de un templo romano, tan enhiestas y enjauladas como si estuvieran en un orfanato, cárcel del olvido.

Y el respiro, al fin, proviene labrado en otro rótulo de esta topografía de la Sevilla atemporal: la calle Aire, tan estrecha y cargada de historia como las que dejamos atrás. Allí vivió el poeta Luis Cernuda, que escogió el nombre de su calle para titular su primer poemario, Perfil del Aire, en el que desvela la esencia de Sevilla: “Un olor de azahar,/ Aire. ¿Hubo algo más?”. Un azulejo en la pared refleja la obsesión del poeta por la fugacidad del deseo y la vida, su “sueño de ser un dios sin tiempo”.

Con la brisa de Cernuda y los siglos que cargamos en la espalda, rememoramos al poeta siempre presente y que sirvió de excusa para iniciar este paseo en conmemoración del primer centenario de su Campos de Castilla, dirigiendo nuestros pasos hacia un lugar muy cercano a aquel “huerto claro, donde madura el limonero” que Antonio Machado hiciera inmortal: la calle Dueñas, no para visitar el Palacio de su infancia, sino para terminar en un bar que hace de proa en aquella collación, lugar donde hoy día, en esta Sevilla contemporánea, se reúne otra tertulia que aún no figura en la topografía histórica de la ciudad ni en los libros que custodian la sabiduría canónica de cada época, pero que con el tiempo podrá ser recordada y recorrido su legado. Son los poetas que en la actualidad forman parte de Cuadernos de Roldán, un grupo que edita tres números al año de un poemario en el que participan Salvador Compán, finalista del premio Planeta, Francisco Núñez Roldán, Carlos Abadía y tantos otros que toman el relevo en la Sevilla de los poetas.

_____
Nota:
Los enlaces remiten a las entradas que conforman este recorido por la poesía sevillana desde la época andalusí hasta la actualidad, haciendo especial mención al período del Barroco y el Renacimiento. No se trata de un estudio pormenorizado de literatura poética, sino del encanto de una ciudad que despierta la inspiración a poetas de todas las épocas.

domingo, 17 de junio de 2012

Garaudy, sin alternativa

El miércoles 13 de junio falleció en París Roger Garaudy (Marsella, 1913), un controvertido filósofo francés que, sin embargo, influyó enormemente en mi formación crítica y en la amalgama cultural que he ido atesorando a lo largo de mi vida. Recuerdo, por ejemplo, la avidez con que leía sus libros, editados por Cuadernos para el Diálogo, en la adolescencia de mediados los setenta, cuando La Alternativa, Diálogo de Civilizaciones, Palabra de Hombre o Una Nueva Civilización constituían los sedimentos de una inquietud que ya perturbaba mi ánimo.

De aquello hace ya 40 años, pero el estímulo que empujaba su lectura sigue intacto porque permanece irresuelta la cuestión que Garaudy abordaba en La Alternativa: “¿Qué es lo que la juventud denuncia y qué es lo que la juventud anuncia?”. Parecía referirse al tiempo actual cuando aconsejaba “tomar conciencia de la crisis: si nos abandonamos a la deriva catastrófica del presente, en pocos años la sociedad actual puede desintegrarse. Y ya no será tiempo de vivir. Todo lo más, de sobrevivir.”

Roger Garaudy era un intelectual marxista, especialista en Hegel, que tuvo una intensa actividad política como miembro del Partido Comunista francés, de donde fue expulsado cerca de cuarenta años más tarde (1933-1970) por su pensamiento heterodoxo. Pasó de defender el estalinismo a oponerse a la invasión de Checoslovaquia, y del ateísmo al catolicismo y, de éste, al islamismo, con la misma pasión dogmática con las que abrazaba todas sus militancias. Era un pensador de causas absolutas en ocasiones contradictorias e irreconciliables, pero no por ello se mostró infiel a su búsqueda de respuestas a las verdades esenciales del hombre en la filosofía, la política y la moral, comportándose como en lo que en alguna ocasión describió “danzar en la vida”.

Los bandazos de su vida, en ciertos aspectos tan semejante a la de nuestro incomprendido Blanco White, delatan su aborrecimiento de las estructuras que impermeabilizan frente al otro, al oponente, y que lo obligan a buscar “alternativas” al socialismo burocrático, abrir diálogos entre el marxismo y el cristianismo, a denunciar la falacia de la supremacía cultural de Occidente como única creadora de valores humanos e, imbuido en el Islam, propugnar un encuentro entre las civilizaciones y pueblos de Asia, África y América Latina para establecer un nuevo orden mundial.

Tras la distancia que otorga la madurez, volví a Garaudy en dos ocasiones: una, cuando ofreció una conferencia en un instituto de Sevilla hace más de 15 años, y otra, recientemente, al visitar en Córdoba la Torre de Calahorra, donde desarrolló el proyecto de mantener vivo el legado árabe y tuve el honor de que me obsequiaran una de sus últimas obras: Biografía del Siglo XX, el testamento filosófico de Roger Garaudy.

Con sus claros y oscuros, la trayectoria de este pensador resume fielmente la del siglo que le tocó vivir y del que se convirtió, al menos para este lector, en la conciencia crítica del mismo. Descanse en paz.

viernes, 15 de junio de 2012

Los poetas sevillanos del Renacimiento

Sevilla vivía un período de gran esplendor en el siglo XVI al ser puerto de entrada y salida del comercio hacia América, lo que posibilitaba una vida intelectual pareja a esa floreciente actividad mercantil. La ciudad refulgía, en la segunda mitad del siglo, en cultura humanística, las artes y la poesía, dando lugar a figuras que rendían tributo a la ilustración y la rebeldía intelectual, buscando refugio en la erudición y contribuyendo a forjar el imaginario literario de un tiempo, el del Renacimiento, que precede como una eclosión luminosa al ocaso del barroco.

En el barrio de Santa Cruz nos asalta el nombre de un poeta prolijo de la época, Lope de Rueda, también conocido como El Terencio sevillano, autor dramático, poeta y comediante, parco en palabras pero brillante a la hora de dotar de agilidad verbal a los personajes de sus entremeses, buscando siempre el elogio y la aprobación del público. Está considerado el fundador del teatro español hasta el punto de merecer el elogio que Cervantes le dirigiera por ser “el primero que en España sacó las comedias de mantillas y las puso en toldo y vistió de gala”.

Más adelante nos encontramos con otra calle rotulada como Diego Ximénez de Enciso, nombre del alma que continúa penando sobre el adoquinado por el que anduvo, recitando con voz grave y rostro lívido versos de sus elogiados cuadros históricos.
 
Es fácil rememorar, recorriendo las arterias de una urbe moldeada con aportaciones sucesivas de culturas, el aspecto y hasta la atmósfera de un período, como el del Renacimiento, en que se multiplicaban los cenáculos culturales que atraían a escritores, artistas y profesionales de diversa índole. En ese ambiente destaca Fernando de Herrera, El Divino, a quien se le reconoce el mérito de fundar la escuela sevillana de la poesía renacentista, basada en el predominio de los valores formales, el estilo brillante y el lenguaje sonoro, en contraposición a la escuela salmantina, sobria de recursos. Era hijo de un cerero y llegó a ser clérigo de la iglesia de San Andrés. Autor de una notable obra ensayística, su poesía amatoria se centra en doña Leonor de Milán, esposa de su amigo don Álvaro de Colón y Portugal, el Conde de Gelves, en cuya casa ubicada en la actual calle Rodrigo Caro se reunía en tertulia aquel grupo de poetas de la escuela sevillana para ensayar una lírica heredera de Garcilaso. Las calles del barrio de Santa Cruz son testigos mudos de ese amor platónico, y único, por las condesa de Gelves, a la que el poeta se refiere en sus versos bajo los nombres arcádicos de  Eliadora, Aglaya, Estrella, Esperanza, Leucotea, Lucero, Lumbre, Sirena, Aurora, etc., variaciones de un solo nombre –Luz- con el que simboliza el fuego que abrasó su alma durante toda la vida. Cuando ella murió, Fernando de Herrera compuso dos sonetos y una elegía de despedida, tras lo cual dejó de escribir poesía.

Otros asistentes a esa tertulia eran Juan de la Cueva, quien había escrito un poema dedicado a su amigo y contertulio, demostrándole conocer su secreto con sólo leer el título: A un galán que seguía una pretensión imposible y de gran riesgo al honor y a la vida; el erudito Gonzalo Argote de Molina, todo un señor, ilustre por nacimiento y vocación, que vivía en la mejor casa-museo de la época, donde contaba con una envidiable biblioteca; Baltasar del Alcázar, poeta con carrera militar y habilidades políticas, por lo que llegó a ser tesorero de la Casa de la Moneda y administrador del anfitrión, el Conde de Gelves; mejor poeta que militar y que destaca por su poesía amorosa y religiosa y por haber asimilado los epigramas latinos, en especial de Marcial, siendo considerado por ello el Marcial sevillano.

También son asiduos de la escuela Cristóbal Suárez de Figueroa, de condición hidalga y discípulo de Juan del Mal Lara, erudito y humanista, maestro de Mateo Alemán y autor de una obra fundamental sobre el refranero español y de una crónica sobre el recibimiento que Sevilla dispensó al monarca Felipe II;  Cristóbal de las Casas, jurista secretario de Tarifa, Francisco de Medina, que, además de poeta, es autor de un prólogo de “Anotaciones sobre Garcilaso de la Vega”, de Fernando de Herrera, en el que se aprecia una defensa de los poetas sevillanos, y Gutiérrez de Cetina, que utilizó de joven el sobrenombre de Vandalio y a quien Francisco Pacheco llama “poeta lírico de maravilloso ingenio e invención, de grande elegancia y suavidad, de mucha agudeza y soltura en el lenguaje”, considerado por todos el poeta del amor por excelencia.

Son más los autores renacentistas de la poética sevillana de los que apenas quedan recuerdos en esta ciudad, como Juan de Castellanos, Juan de Iranzo o Juan Farfán, Luis Barahona de Soto, Diego Mexía de Fernangil, Vicente Espìnel o Pedro de Quirós. Todos ellos son tributarios de la memoria de la ciudad, aunque su legado quede orillado por el resplandor de aquellos a los que Sevilla rinde pleitesía.  

jueves, 14 de junio de 2012

Ética para Dívar

El comportamiento de un juez, que además encarna la más alta representación del órgano de gobierno de sus cuates y, simultáneamente, ostenta el cargo de presidente del Tribunal Supremo, no sólo ha de ser honrado y atenerse a la legalidad, como cualquier persona, sino que debe parecerlo de manera mucho más exigente que la mujer del César. Posiblemente los viajes que ha realizado a Marbella esta altísima personalidad pluriempleada de la judicatura, sin una finalidad clara que los justifique, pueden tener acomodo en los supuestos de gastos contemplados en los presupuestos de cualquiera de los organismos que preside su señoría, pero difícilmente serán explicables desde una consideración ética a una población a la que se le están exigiendo enormes sacrificios personales y recortes en salarios infinitamente más precarios.

Tal comportamiento de Carlos Dívar Blanco, cuarta autoridad del Estado, causa alarma entre la ciudadanía porque es difícil explicar las facturas por gastos privados de varias decenas de viajes en fines de semana largos, de hasta cuatro días, a un pueblo costero de Andalucía que, aunque se esté juzgando allí el caso más emblemático de corrupción de los tiempos de Gil y Gil, no precisa de una atención tan directa por parte de la cúpula del Consejo General del Poder Judicial ni del Tribunal Supremo. Y en caso de que así fuera, peor justificación resultaría el no dedicar semejante seguimiento a procesos mucho más graves que en la actualidad dilucidan tramas y delitos en los que se ven implicados aforados de más elevado rango en política, con conexiones en el mundo de las finanzas, la economía y la política (Gürtel, Urdangarín, etc.).

A pesar de que la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo haya acordado el archivo de la querella contra Dívar por tales viajes, no parece que su comportamiento haya sido consecuente con la ética y la honradez que se supone en personalidades de una tacha ejemplar, tanto en su vida pública como privada, puesto que por la posición que ocupan es imposible deslindar una actividad de otra. Un comportamiento cuando menos discutible al alargar estancias, con cargo al erario público, en hoteles de lujo y cenas privadas, bajo la excusa de algún acto oficial que sólo duraba escasas horas en un día determinado.
Parece que el juez Dívar no ha leído -y si lo ha hecho, no lo recuerda-  lo que el filósofo Fernando Savater explicaba a su hijo adolescente, en un libro todavía a su alcance, acerca de la ética como substrato que permite a los ciudadanos optar por la libertad y la responsabilidad. Son valores que posibilitan que, aún pudiendo hacer lo que se antoje, se prefieran los actos guiados por la rectitud formal y la honestidad real. Es desde ese punto de vista ético que los dispendios que ha disfrutado Carlos Dívar no resultan adecuados ni justificables en una personalidad que tantos privilegios ya goza al no rendir cuentas de sus desplazamientos ni de sus cenas.

Actuar de modo diferente a los que “no tienen más remedio que ser tal como son” (animales, plantas, minerales) es lo que eleva al humano sobre el resto de seres naturales, no sólo por la capacidad racional de su inteligencia, sino por la facultad ética que le enseña opciones y valores de la libertad y la responsabilidad. Justo lo contrario al abuso con que ha actuado Carlos Dívar, personaje con el que ejemplificar lo que repudia cualquier ética, también esa moral cristiana con la que dice guiarse.

Ética para Amador, Fernando Savater, Ed. Ariel, Barcelona, 1993.

martes, 12 de junio de 2012

El `campeón´ se rinde

Tras intentarlo en cuatro combates, el último de los cuales reunía todas las ventajas para tumbar a un adversario seriamente debilitado, Javier Arenas –el campeón del cuadrilátero andaluz-, tira la toalla. Toda la vida aspirando al "título de San Telmo", cetro que ha intentado arrebatar, primero, de la cabeza de un invicto Cháves que lo portaba desde tiempos inmemoriales, y luego de la del heredero Griñán que, por puntos, ha resistido la lluvia de puños invisibles, directos y bajos, que no han conseguido tumbarlo en la lona. Ni siquiera el vocerío que aclamaba al aspirante ni cierta benevolencia del juez –o jueza- que debía controlar la pelea posibilitaron al infatigable campeón derrotar por KO al poseedor de la corona verde-blanca-verde de Andalucía.

El niño Arenas, como se le conocía cuando comenzó a pugnar en política, ha anunciado su renuncia a la reelección como presidente del PP andaluz en el congreso regional que se celebrará a mediados del mes próximo. Con él se va su fiel escudero, entrenador y secretario general del partido en Andalucía, Antonio Sanz, quien vivía sólo y exclusivamente al servicio del púgil idolatrado, al que no ha visto conquistar un título pertinazmente ambicionado hasta la obsesión.

Procurando hacer mella en la capacidad psicológica del contrario, al que atacó desde la ética a la bética, desde la soberbia a la humildad, incluso desde la izquierda y la derecha mostrándose a veces adalid de las clases oprimidas y otras como valedor de la confianza de las élites que manejan la bolsa, el correoso Arenas lo ha intentado todo, Ere que Ere, con tal no sólo de poner un pica en este Flandes del sur, sino también demostrar a sus huestes y a quienes apostaban por él que era el mejor candidato para la última reconquista, siendo indiscutido… hasta la derrota.

Dicen sus acólitos que el campeón mantiene otros frentes abiertos en el Senado y Madrid, donde demostrará su incondicional vinculación con la tierra de la que procede, aquella que no dudan en ofender sus propios correligionarios cada vez que Andalucía no se pliega a sus pretensiones, sin que este hijo pródigo, como ágil púgil de cejas enmarcadas y redundante expresión, se dignara corregir, mucho menos rebatir, evidenciando las fidelidades que ahora le buscan cobijo.

Lo cierto es que abandona una larga trayectoria en el pugilismo andaluz, categoría en la que, salvo asaltos puntuales, nunca ha conseguido la victoria que tanto soñaba, la del título indiscutible de auténtico campeón, no la que el de Olvera acuñara en sus alocuciones coloquiales. Pero que tire la toalla no significa que haya perdido fuelle ni pegada como para consentir que en el gimnasio, donde deja jóvenes, con uñas y oñas, impacientes por subir al ring, puedan tildarlo de “derrotado”. ¡Bonito es el niño Arenas!

lunes, 11 de junio de 2012

Zaragoza

He tenido la oportunidad de visitar durante unos días esta espléndida ciudad aragonesa, capital de la Comunidad, a la que el Ebro seduce para que exhiba en sus aguas el reflejo de las torres de su Basílica del Pilar y de la Seo del Salvador. Y, la verdad, debo reconocer que las proporciones de la ciudad, su clima, el ambiente y la amabilidad de los maños me han impresionado gratamente. Fui convocado por asuntos profesionales, pero tuve la fortuna de coincidir con la Feria del Libro, donde conocí al poeta Miguel Ángel Yusta, que firmaba ejemplares de su “Cancionero de coplas aragonesas”,  y una exposición sobre Durero, Rembrandt y Goya, en el Museo Camón Aznar, que enriquecieron sobremanera los habituales atributos culturales y monumentales que ofrece Zaragoza. Y aunque algunas zonas estaban en obras para extender el recorrido del tranvía, desde cuyos ventanales se puede apreciar la vida que asoma al escaparate de la Gran Vía y la Avenida de la Independencia, la estancia en la antigua urbe de caesaraugusta fue, en cualquier caso, una experiencia inolvidable que no tengo empacho en recomendar. Sirvan estas imágenes de una belleza que rebasa lo captado por la cámara.











domingo, 10 de junio de 2012

La incomprensión de los días

Te ausentas unos días de tu entorno y, al volver, parece que has regresado a otro país distinto. Son tales los cambios producidos que, más que acontecimientos nuevos, lo que se ha transformado es toda la realidad que conocías con anterioridad. La velocidad de los cambios imprime a la actualidad una dinámica desenfrenada que hace que nada perdure apenas un par de jornadas. Vivimos un tiempo sumamente acelerado.

Cuando decidí ausentarme, el Gobierno aseguraba que España no necesitaría ningún rescate por parte de Europa, a pesar de las necesidades financieras que presentaba un número paulatinamente creciente, e inquietante, de bancos, siendo el último de ellos Bankia, la entidad resultante de una fusión comandada por la Caja Madrid de Rodrigo Rato, Me fui confiado en que sería el último banco que el Estado se vería obligado a nacionalizar, según la fanfarronada del ministro de Economía, Luis de Guindos, de disponer del dinero que sea menester para socorrer a la cuarta entidad financiera del país.  Sus 23.465 millones de euros serían el mayor dispendio jamás realizado en la banca española, al elevar la cantidad para su capitalización -por parte del nuevo equipo gestor encabezado por José Ignacio Goirigolzarri- en 19.000 millones de euros adicionales a los 4.465 millones ya invertidos.

Pero,  claro, tras los ejemplos de Cajasur, Unnim, Caja de Castilla-La Mancha, Banco de Valencia, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Cataluya Caixa, Nova Galicia y ahora Bankia, aquello no convence a nadie. El resultado de la desconfianza que despierta nuestro país, y de las contradicciones con las que actúa el Gobierno (diciendo una cosa y haciendo la contraria), es que nuestras cuentas no se las cree nadie, y menos los mercados. Por eso nos imponen unos auditores externos y extranjeros para supervisar los balances y el Fondo Monetario Internacional contrasta los resultados con sus informes, indicando las medidas a adoptar. Y a pesar de la renuencia a hacerlo, finalmente España pide el rescate para la banca por la imposibilidad de seguir costeando con las arcas públicas los costos de su capitalización. Con una diferencia importante en relación a rescates precedentes (Islanda, Grecia y Portugal): esta vez no se interviene la totalidad de la economía del país, sino que se concede un préstamo de hasta 100.000 millones de euros (el 10 por ciento de nuestro Producto Interior Bruto) al Estado a través del FROB para que tape el agujero bancario, sin aparentes condiciones macroeconómicas presupuestarias o fiscales, lo que es una verdad a medias.

En primer lugar, porque se elude aclarar que las condiciones ya se han asumido previamente con las reformas que ha emprendido por adelantado Mariano Rajoy en una estrategia perfectamente calculada. Y en segundo término, porque no se puede obviar que la cuantía del préstamo y sus intereses irán a aumentar la deuda pública, convirtiéndose el Estado en garante de su devolución, es decir, la pagaremos entre todos en caso de dificultades de los bancos. ¡Jolín!

Pero resulta que han pasado más cosas increíbles. Cuando me fui habían apresado al mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, acusado de robar y filtrar documentos reservados que parecían evidenciar una cierta “guerra de poder” -terrenal naturalmente-, dentro de la Iglesia. Ahora, a la vuelta, me entero de que se descubre dinero de la Mafia en la banca Vaticana, lo que hizo temer a Gotti Tedeschi, el “banquero de Dios”, por su vida y, por seguridad, elaboró un voluminoso informe con documentos, correos electrónicos, apuntes y datos que, en caso de ser eliminado, su secretaria entregaría a la policía y la prensa. Razones no le faltan porque, hace 30 años, Roberto Calvi (otro banquero de Dios), cayó asesinado tras el escándalo del Banco Ambrosiano y envenenado en la cárcel el mafioso Michele Sindona.

A Todeschi no lo han matado -aún-, pero la policía se ha incautado de los papeles y ahora es el Vaticano el que teme por el escándalo de unas cuentas que no distinguen ni a dios ni al diablo, tanto que hasta un poderoso mafioso, Enrico de Pedis, se halla enterrado en la cripta de la basílica de San Apolinar entre cardenales y según ritos papales, en virtud de su espléndido “talante” caritativo. De la Iglesia, realmente, ya no me sorprende nada…

Lo que sí me ha dejado totalmente sorprendido es la manifestación que los “ultras”, que juegan con el sentimiento de las víctimas del terrorismo, han celebrado en contra, no de Zapatero como era habitual, sino del actual presidente de Gobierno, otrora un ferviente opositor de las medidas gubernamentales para la reinserción de etarras arrepentidos. Una nueva asociación, formada por las voces más radicales de la intransigencia fanática que prefiere la revancha al perdón, tan católicos ellos, desea hacerse notar en Madrid con toda la sensibilidad y educación de que son capaces para evitar que ninguna medida favorezca la reconciliación y el fin de la violencia, aún cuando la banda terrorista abandone su actitud criminal y opte por vías democráticas. Para interés de algunos, son preferibles los muertos.

Menos mal que con Einstein no pueden ni los recortes ni los ultras ni los neutrinos. Aquel experimento que rebatía su tesis de que ninguna partícula dotada de masa, por insignificante que fuera, podía viajar más rápido que la luz, ha sido corregido al demostrarse equivocado. Lo que se midió como más rápido que la luz estaba mal medido. La Teoría de la Relatividad resulta más sólida que las graníticas actitudes de las economías y los fanatismos más relativistas que se han sucedido en estos días. Sólo la ciencia permanece asida a la razón para comprender el mundo, cosa que intento pero no consigo con estos días que he estado ausente.

martes, 5 de junio de 2012

Mudo por una semana

Por asuntos personales y profesionales de su autor, este blog guardará silencio durante una semana. A algunos les parecerá mucho tiempo, pero para mí será insoportable la obligada ausencia porque asumo como una responsabilidad mi compromiso con los invisibles babilonios que rastrean estas páginas. Sin embargo, pronto nos sorprenderá la fugacidad del tiempo y nadie recordará esta entrada ni lo que supuso al interrumpir una relación adictiva. Gracias por vuestra confianza y hasta pronto.

lunes, 4 de junio de 2012

La poesía sevillana del barroco

La calle de Mateos Gago –antigua calle de Borceguinería-, nace a los pies de la esbelta torre de la Giralda y conduce al Barrio de Santa Cruz, un laberinto de callejuelas que mantiene apresado el tiempo embellecido de una postal para turistas que se conforman con el escaparate de una ciudad que gusta representarse.

Atravezando este barrio enmascarado alcanzamos una de las Puertas que daba acceso a los intramuros de la Sevilla barroca, cuando la decadencia se abatía sobre ella haciéndole padecer toda clase de dificultades. Es la zona de la Puerta de la Carne que, en el siglo XVII, a pesar de las epidemias de peste, la pobreza y la mendicidad, constituía un espacio de gran actividad comercial en la época. La del Barroco es la Sevilla de la crisis económica, política y social, la del declinar de la estrella de Sevilla, que la hundió en un periodo de declive sin paliativos, cuando hasta el río, que había sido vía de prosperidades extinguidas, era ahora causa de desgracias por sus inundaciones y por el retiro a Cádiz de un tráfico que proporcionaba la riqueza de una próspera actividad comercial y mercantil con las Américas.  

Toda esa miseria, donde la muerte resultaba tan próxima, estimuló una fuerte religiosidad en la población, de la que se nutre el Barroco sevillano. Sevilla se transforma en una ciudad-convento, cuyo peso religioso queda de relieve en la existencia de decenas de monasterios, conventos, parroquias y hermandades de penitencia que buscan la expiación de sus pecados.

La calle Mateos Gago, decimos,  nos conduce también a la calle Rodrigo Caro, nombre del poeta, escritor, abogado y sacerdote sevillano, autor de la famosa Canción a la ruinas de Itálica, obra que le sirve para expresar sus reflexiones sobre el impacto que le produjeron los restos arqueológicos de este enclave romano. Precisamente esa es una de las características de los poetas del barroco: hacer uso de sus versos para exponer reflexiones morales, su espanto ante la brevedad de la vida y la inestabilidad de la fortuna, en un período en que la población vive cada vez peor y está sometida a dificultades insoslayables.

Rodrigo Caro forma parte del grupo de poetas barrocos, herederos de Fernando de Herrera, al que pertenecen Juan de Arguijo, músico y mecenas de artistas, cuyo nombre poético fue Arcicio, con el que firmaba obras que se apartaban de lo gongorino para buscar la erudición clásica y arqueológica, Francisco Medrano, que perteneció a la orden de los jesuitas hasta que decidió abandonarla para dedicarse a la poesía como principal actividad, y Francisco de Rioja, un poeta original que construía sus poemas de manera cuidada y refinada, consiguiendo una perfecta armonía entre la versificación y los temas que abordaba. Se le conoce también como el poeta de las flores, a las que dedicó innumerables silvas (métrica que se convierte en la forma barroca por excelencia), pues consideraba a éstas como emblema de la fugacidad de las cosas humanas, especialmente del amor, tan efímero.

Atravesando el laberinto de callejuelas angostas y paredes encaladas de un blanco tan puro que destella brillos azules, llegamos a la iglesia de Santa María la Blanca, que se levanta sobre los escombros de la antigua sinagoga judía. La calle en que se ubica, del mismo nombre, tiene su comienzo en aquella Puerta de la Carne bulliciosa de la Sevilla barroca, donde a extramuros se levanta la actual sede de la Diputación provincial y en cuyo solar se hallaba un viejo cementerio hebreo. Dice la leyenda que unos mendigos, en 1580, encontraron allí sepulturas con esqueletos ataviados con ricas vestiduras y que algunos cadáveres abrazaban libros, porque era costumbre enterrar al autor con su obra.
¡Oh Sevl
Y no es extraño porque esa Puerta de la Carne era la de las Perlas cuando pertenecía a la desaparecida judería auténtica y, a extramuros, se hallaba la primera necrópolis hebrea  de la ciudad. Ya no queda nada de ese pasado judío salvo el recuerdo que acompaña al aroma del pan con el que solían celebrabar el fin del ayuno del Yom Kippur y el presentimiento de viejos fantasmas de ilustres eruditos judíos, como Yohanan Ibn Daud –Juan de Sevilla al hacerse converso-, el sabio rabino David ben Abudarham, experto en astronomía, o Ben Sahl, uno de los principales poetas judíos que huyó de Sevilla cuando el rey cristiano Fernando III, el Santo, conquista la ciudad en 1248.

Pero sin abandonar la calle de Santa María la Blanca podemos llegar a la primitiva casa de Miguel de Mañara Vincentelo de Leca, situada en la colindante calle Levíes, disoluto y después beato caballero que constituyó un ejemplo moral por su dedicación hacia los necesitados, tanto para los sevillanos del XVII como para los de hoy en día. Imbuido en la religiosidad de la época, Mañara será testigo de la epidemia de peste que sesgará la vida de la mitad de la población de Sevilla, en 1649. Ese ambiente de absoluta decadencia, junto a la muerte de su esposa, hacen que este hijo de una familia acomodada se incline por la beneficencia y se dedique a socorrer a quienes sufren calamidades, ingresando primero en la Hermandad de la Caridad, entre cuyas funciones estaba la asistencia a enfermos abandonados y el enterramiento de ajusticiados y ahogados, y fundando posteriormente un hospicio que se convertiría en el Hospital de la Caridad que todavía perdura como museo a orillas del Guadalquivir.

Es así como las calles nos remiten a épocas y personajes que se vuelven inmortales porque forman parte de la cultura que se disuelve en la eternidad para moldear la realidad y la historia que se transmite a través de generaciones. Por eso es posible, sin abandonar un mismo barrio, perseguir el espectro de poetas del barroco que dan nombre a una topografía laberíntica y captar recuerdos de civilizaciones que no guardan una relación temporal con ellos, pero sí espacial al compartir un mismo hogar. Todo ello con la ingratitud de una memoria selectiva con que la ciudad preserva a sus personajes preferidos, dejando a otros sumidos en el olvido, entre los pliegos apolillados de las bibliotecas. Es el caso de  Juan de Salinas y Castro, que escribió poemas burlescos y letrillas en tono hedonista, bastante alejados de la gravedad de su condición sacerdotal; y de Andrés Fernández de Andrada, sevillano que murió en México en la más absoluta pobreza e ignorado por todos, pero al que se le conoce básicamente por ser el autor de una obra que figura en todas las antologías de poesía clásica: la Epístola moral a Fabio, cumbre de la epístola horaciana en España.