martes, 30 de abril de 2013

La escurridiza levedad de la felicidad


No podía más y acabó confesando a un compañero que, si pudiera volver a nacer, no lo haría. Estaba tan abatido que le parecía más justo no existir que vivir. Aseguraba apesadumbrado que no sabía lo que era disfrutar de lo que llaman felicidad porque jamás había tenido un día libre de angustias y preocupaciones, sólo momentos escasos de evasión que lo distraían de lo que no dejaba de rondarle en la cabeza. Que intentaba escapar del destino que se empeñaba en amargarle la vida con una inteligencia lúcida para los estudios, una habilidad brillante para las aficiones y una entrega perfeccionista en el trabajo, pero sin conseguirlo. Nada parecía poder sustraerlo de estar predestinado al padecimiento. Desde la más temprana adolescencia había tenido que enfrentarse  a solas con la muerte del abuelo ya que su madre estaba entregada al padre que se jugaba la vida sobre una mesa de quirófano. Pertenecía a una familia que narraba historias de espíritus y apariciones que sin duda dejaron la impronta de un temor obsesivo por la muerte y por los sufrimientos que provocan enfermedades e infortunios.

Sin embargo, no era un hombre afligido, sino un pesimista crítico que había sido golpeado constantemente por la fatalidad. La ruptura de un matrimonio desdichado le había hecho perder sus pertenencias más apreciadas, sus discos, y había influido en el crecimiento descontrolado de sus hijos. No obstante, una nueva pareja que supo descubrir sus virtudes procuraba proporcionarle una estabilidad que le parecía vedada para afrontar un futuro libre de espantos. Aún así, tenía que atender los periódicos requerimientos económicos de unos hijos sin rumbo y de cuidar a una madre inválida, incapaz ya de reconocerlo, turnándose la tarea con una hermana a la que también acabarían diagnosticando una grave enfermedad. Su permanente huida de una herencia de penas y achaques estaba consiguiendo acorralarlo irremediablemente. Ahora, además, debía hacerse cargo, ya sin ayuda de nadie, de todos los problemas que cargaba a sus espaldas y rondaban en su cabeza. Y volvía a percibir con amargura la escurridiza levedad de la felicidad.
 

domingo, 28 de abril de 2013

Espigas de Sevilla

Foto: Loli Martín
Está agonizando abril y mayo germina ya en los rosales que colorean una ciudad devota de las flores. En los arriates y parterres que orlan avenidas, plazas y jardines brotan estampas floridas que imprimen belleza a la gris monotonía sucia del asfalto y el cemento. Y se llena de vida, delicada como suaves pétalos de rosas, el alma inanimada de una ciudad en la que se yerguen, tal vez por su encantamiento vegetal, las colosales espigas de unos monumentos que eternizan la floración estacional que emulan esos capullos pétreos y cerámicos que acompañan a la Giralda en el horizonte urbano. Son las espigas siempre floridas de Sevilla.

sábado, 27 de abril de 2013

El invisible doctor Yekyll-Rajoy

Ayer fue otro “viernes de dolores”, en los que Hyde-Mariano suele estrangular a la ciudadanía, pero no corrió la sangre. Pudimos respirar tranquilos porque afortunadamente salimos indemnes. Esa es la estrategia de amedrentar con cataclismos inmensos para que no percibamos agresiones menos aparatosas, pero igual de dañinas. Y funcionó perfectamente. No nos cortaron la cabeza, pero siguen chupándonos la sangre.

Tres ministros, tres, salieron al ruedo de la Sala de Prensa del palacio donde dicen que mora un presidente de Gobierno -que esta vez se abstuvo de hacerse visible física y virtualmente-, para explicar (¿) los nuevos ajustes (¿) económicos que han decidido perpetrarnos. Llevan improvisando medidas desde que accedieron al Poder y lo primero que advierten (con caras circunspectas, eso sí) es de que continuarán con las reformas porque las medidas económicas no se improvisan. No hubo risas.

Tras afirmar que gracias a Dios (¿) estamos donde estamos porque, de lo contrario, estaríamos peor (¿) si no fuera por las reformas emprendidas por el Gobierno (y se dice al día siguiente de publicarse que el paro afecta ya a más de 6 millones de almas, gracias al éxito de su Reforma Laboral), el ministro de la "oratoria germánica" afirma que jamás pensaron (¿) en elevar la edad de jubilación hasta los 70 años. Y respiramos de alivio, sin darnos cuenta que ya nos la habían elevado a los 67, decisión a la que se habían opuesto estando en la oposición, pero que afianzaron cuando ocuparon el Gobierno. Amenazan, eso sí, con una comisión que está devanándose los sesos en cómo abaratar aún más el “gasto” en pensiones para que sea “sostenible” (no para el que cotiza, sino para el que administra).

Seguidamente -siguiendo un guión perfectamente elaborado para dar una de cal y otra de arena-, subrayan que no subirán más los impuestos, ni el IVA ni el IRPF. Volvemos a respirar tranquilos. En realidad suben (o mantienen subidos los que ya subieron con anterioridad) y crean otros nuevos impuestos que presentan como novedades tributarias y como desindexación (¿), dejándonos a todos aliviados, pero con expresión de no haber entendido nada. Porque no sólo nos exprimen fiscalmente, sino que recortan servicios, eliminan derechos, abaratan prestaciones, nos despojan de protecciones legales frente a la patronal (convenios, etc.), desmantelan el auxilio social (Estado de bienestar), impiden hasta el aborto e incluso nos echan de casa (desahucian), pero con la “desindexación” respiramos con alivio. Ya nos lo aclararán, cuando la notemos en los bolsillos.

Y todo esta representación pulcramente teatral es para intentar explicar (¿) pretendidamente nuevos planes de reformas para la estabilidad y la transparencia (¿) de nuestra economía -hundida a pesar de tantas medidas-, tal como exige Bruselas para conceder mayor flexibilidad en los objetivos del déficit. Al final nos dan dos años más para “cuadrar” nuestras cuentas. Así, el Gobierno se permite desarrollar las llamadas ocho reformas clave que nos conducirán el año que viene (todo se pospone siempre para el año próximo) hacia la recuperación y la recogida de beneficios. Además, todo ello se envuelve con las grandes palabras seudotécnicas de reformas fiscales y financieras, lucha contra la morosidad, factores de sostenibilidad, transparencia, nuevos tributos medioambientales y especiales, prima de riesgo, confianza del mercado, etc., con las que respiramos plenamente adormecidos. Este Gobierno sabe lo que hace y, lo que es peor, está convencido de ello. Nos chupa la sangre, lo diga como lo diga. Pero podemos respirar tranquilos.

Se trata, pues, de una nueva versión para una vieja película de miedo: ya Hyde-Mariano no tiene ni que hacerse visible para amedrentarnos, aunque adopte la forma del educado doctor Yekyll-Rajoy en su próxima comparecencia en el Congreso. The end.

jueves, 25 de abril de 2013

El extraño caso del doctor Rajoy y el señor Mariano

Hay un día en la semana que se está convirtiendo tan tenebroso como una película de terror. Los viernes de Consejo de Ministros, presidido por don Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, se van pareciendo sorprendentemente a la trama de la novela de Stevenson,  Dr. Yekyll y Mr. Hyde, pues en ambos casos nos encontramos ante una persona que padece un trastorno disociativo de la personalidad que hace que, unas veces, se presente con unas características parcas y generosas, y otras, también parcas pero avaras. Se trata de un desorden psiquiátrico por el que una persona puede expresar dos personalidades opuestas: por ejemplo, ser generoso y tacaño, dependiendo de los días en que predomine un humor u otro.

Es lo que parece sucederle a Mariano Rajoy, que durante semanas, imbuido en la personalidad del amable doctor Yekyll, asegura no subir impuestos ni tocar las pensiones, y los viernes se transforma en el señor Hyde para hacer lo contrario de lo que dice y dedicarse a imponer subidas de impuestos, aplicar recortes a diestro y siniestro, y eliminar derechos y prestaciones a los ciudadanos a golpes de decretos-ley.

Y, como en la novela, lo que se realiza bajo una personalidad parece no ser conocido cuando se está bajo el influjo de la otra, da pie al personaje para mostrar una expresión de absoluta inocencia e incredulidad cuando se le reclama alguna responsabilidad por los actos que comete durante los viernes de miedo. Nada es por su culpa ni en nada se equivoca. Antes al contrario: el bueno de Yekyll-Rajoy se afana en procurar el bienestar y la prosperidad de sus semejantes, aunque el malvado Hyde-Mariano, con alevosía de Boletín Oficial del Estado, se dedique a empobrecer a todos, a descuartizar el Estado del Bienestar y a dejar en el más absoluto desamparo a millones de anónimos  ciudadanos que no pueden permitirse una asistencia sanitaria, costearse las medicinas o encontrar un trabajo con el que poder hacer frente al techo del que los desahucian. En un comportamiento totalmente anómalo, una personalidad pretende hacer creer que la recuperación y el crecimiento están ya floreciendo en el país, mientras la otra disminuye las pensiones, alarga la ya retrasada edad de jubilación y amenaza con volver a recortar sueldos y subir todo lo que no esté ya por las nubes, lo que lastra cualquier recuperación e impide todo crecimiento.

Mañana será, pues, otro viernes de metamorfosis para Mariano Rajoy, que tiene a España viviendo en el hilo del suspense por ver con qué personalidad aborda los asuntos que ni a través de una pantalla de plasma dejan de atemorizar a los españoles. De película.

martes, 23 de abril de 2013

Mis vecinos

Me relaciono con personajes que viven romances apasionados o sufren dramas de suma intensidad. También conozco a seres que disfrutan increíbles aventuras o participan de fábulas maravillosas. Otros me relatan acontecimientos históricos, me explican misterios de la ciencia o simplemente me entretienen jugando con las ideas. Algunos sobreviven durante siglos o tienen una existencia fugaz, pero todos son muy frágiles: tienen el alma liviana de las palabras. Sus vidas descansan en mi mano y mueren cada vez que los abandono. Son los vecinos que habitan en mi biblioteca, mis libros. Sin ellos yo no sería lo que soy.

23 de abril: Día Internacional del Libro

lunes, 22 de abril de 2013

"Recortes" en el aborto


La derecha que gobierna en España está decidida a realizar los recortes necesarios, también con respecto a los derechos de los ciudadanos, con tal de moldear la sociedad a su completa satisfacción; es decir, que se rija conforme a los valores religiosos ultraconservadores que el Partido Popular propugna. Actúa así movido por una ideología que se mantiene, en cuanto al respeto de la pluralidad existente en el país, en la más absoluta intransigencia y obtuso fanatismo. Pretende que toda la población abrace sus ideas y se comporte de acuerdo a su moral, imponiendo ambas (ideario y moral) mediante ley o coacción.

El asunto del aborto es revelador de esta actitud. Atendiendo a las presiones de los sectores más recalcitrantes de la sociedad (la cúspide clerical y la derecha a la derecha de sus filas), el Gobierno se presta a realizar una modificación de la ley del aborto que, en realidad, limita el derecho de la mujer a adoptar, dentro de parámetros que comparten la mayoría de los países de nuestro entorno, la decisión de abortar para regresar a una ley de supuestos, fuera de los cuales sería delito la práctica de esta intervención. Se pasa así del derecho al delito en virtud de una imposición moral de poderosos sectores ultraconsetrvadores, una minoría social que exige el respecto a sus valores, pero desprecia los de los demás, imponiendo los suyos por la fuerza.

Aunque el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, pretendiera convencer de lo contrario con argumentos que avergüenzan, ninguna mujer se ve forzada a abortar si no lo desea. Pero con la ley que él prepara, lo contrario sí será posible a partir de ahora, pues impedirá abortar a quien lo pretenda si no es bajo supuestos extremadamente restrictivos que la ley tolera. Tal modificación del aborto como derecho de la mujer en las primeras 14 semanas de gestación, sin alegar motivo alguno, y hasta las 22 semanas previo informe médico sobre peligros graves para la salud de la madre o del feto, no se hace por criterios basados en la ciencia, sino por creencias religiosas. El fanatismo más reaccionario de la derecha, oportunamente azuzado por obispos que son capaces de manifestarse tras una pancarta en contra del aborto, considera que las mujeres españolas no están capacitadas para tomar por sí mismas la decisión de abortar cuando circunstancias, nunca agradables y nada favorables, las impulsan a ello. Para esos sectores inquisitoriales, abortar será una decisión que ha de quedar en manos del legislador (decide cuándo) y del médico (decide quién) que certificará el supuesto legal que posibilitará la intervención. De esta manera, obligan a la sociedad española a retroceder a épocas en que la Guardia Civil podía requisar historiales clínicos para perseguir a las abortistas y acusarlas de delitos por los que podrían ingresar en prisión.

¿Es eso lo que votaron los españoles, en especial las españolas, en las últimas elecciones generales? El Gobierno de Mariano Rajoy ha aprovechado la avalancha de “reformas” a las que se ha visto obligado por dictados de la economía de mercado para emprender también, de manera simultánea, “recortes” en relación a determinados derechos sociales que costaron años en alcanzar y a los que siempre mostró resistencia. Desde la primera ley del aborto del año 1983, que recurrió al Tribunal Constitucional, hasta la ley de plazos de 2010, que exacerbó el repudio de esos sectores intransigentes que aspiran a una sociedad clonada del catequismo, el Partido Popular nunca ha reconocido el derecho de la mujer a decidir libremente sobre su cuerpo y la gestación, una actitud de desconfianza de género que enlaza con la de sus predecesores ideológicos, cuando negaban  el derecho al voto a las mujeres a principios del siglo pasado.

Estamos, por tanto, ante una ofensiva moral que pretende obligar al conjunto de la sociedad sin respetar la pluralidad existente en su seno y sin atender procedimientos democráticos.  La mayoría parlamentaria que disfruta el Partido Popular no le faculta a emprender cambios radicales en el modelo de sociedad, máxime si afectan a derechos arraigados en su seno. Y no le faculta porque ni se ofertaron de manera clara en un programa electoral ni, puestos a afrontarlos, no se someten a consulta para que conciten el respaldo -o rechazo- mayoritario de la población. A golpe de Decretos-ley o por iniciativas legislativas ordinarias, camufladas como aquellas leyes de acompañamiento que se cuelan entre las de Presupuesto, no es honesto ni conveniente, aunque sea legal, propinar una vuelta de calcetín a la sociedad. Pero es así, precisamente, como se están destruyendo estadios de libertad y derechos sociales que hacían de la española una de las sociedades más avanzadas de Europa. Y no es conveniente empecinarse en imponer criterios unilaterales de esta manera porque, de igual forma, pueden ser derogados cuando el adversario ideológico alcance el Poder. Y una sociedad que no tiene clara su identidad y rumbo colectivos, está expuesta a ser objeto de manipulación por intereses ajenos, como los partidarios y los religiosos, que deberían quedar circunscritos en sus respectivos ámbitos.

Actuar sectariamente desde el Gobierno denota poca altura y grandeza políticas. Y el Partido Popular, con la ley del aborto y tantas otras leyes que ha eliminado simplemente por cuestiones ideológicas, está demostrando su incapacidad para servir a los intereses generales de los españoles.

domingo, 21 de abril de 2013

Amar París y la libertad

Ahora que nos hurtan libertades y derechos, que nos acusan de despilfarradores e irresponsables, que retrocedemos en avances sociales, educativos y culturales, en estos tiempos en que el aborto vuelve a ser delito y no derecho, que la sexualidad queda constreñida a la fecundidad, que el empobrecimiento es el sino para el que no pertenece a los estamentos privilegiados, que las pensiones no están seguras y el empleo una quimera, que la sanidad es un lujo y los viejos un estorbo, ahora volvemos a soñar con Paris, icono de libertad cuando la represión asfixiaba tanto como la dictadura actual de los poderosos del mercado, cuando de jóvenes ansiábamos expandir espíritus y sentimientos reprimidos por una moral castrante, unas costumbres autoritarias y unas mentalidades estrechas y lunáticas. Por eso vuelvo a dejarme extasiar con la música para recordar aquellos tiempos de utopías y amor, aquella época que, al menos, prometía un futuro que ahora nos incautan y roban. Son melodías actuales para envolver un viejo sentimiento: amar París para expresar un anhelo de libertad.


sábado, 20 de abril de 2013

Arrebatada de dolor y sin medalla

“¡Ay, cuánto penar para al final perder la medalla!” puede ser la letra de una copla que Isabel Pantoja podría interpretar por los escenarios de toda España, esa que asiste sobrecogida al espectáculo del sufrimiento y calvario de la tonadillera por culpa de un querer. Y es que, además de la sentencia que la condena a prisión (que podrá eludir) y multa de más de un millón de euros por blanqueo de capitales, también puede sufrir la retirada de la Medalla que Andalucía le concedió como hija ilustre de la tierra. Y es que el dinero puede que no sea problema, ya que la cárcel tampoco parece que lo será, pero el rechazo de los tuyos causa una herida en tu prestigio y dignidad que escuece toda la vida. Duele como una puñalá trapera, de esas que pega el amor traicionero e ingrato. Si la mayor gloria de un torero se consigue al morir en la arena, para una folklórica es sufrir las corná de una vida que te marcan el rostro con la expresión del padecimiento más inhumano, hasta que te desmayas de no poder soportarlo. Arrebatada de dolor y sin medalla será, con toda seguridad, un futuro disco de oro en las superventas de coplas. Si no, al tiempo. Y a Julián, que le vayan dando... por cachuli.

viernes, 19 de abril de 2013

Viernes para mi


Es viernes para mi y para un yerno real pillado por su ambición empalmada, viernes para una monarquía en progresiva desafección de súbditos y una república convertida en mito por la memoria; viernes de estirar una nómina menguante y para el dispendio de ayudas a la banca, viernes de una semana agotada en la búsqueda desesperada de trabajo, de recibir la negativa a subsidios de vergüenza o de ser expulsados de tu propia vivienda por un sistema que protege antes al dinero que a las personas; viernes de escraches ante las casetas ofensivas de una feria, festiva o social, que tilda de violencia nazi el grito de angustia de los desahuciados en su dignidad y respeto; viernes de contables y tesoreros que “barcenean” trapicheos partidistas que enriquecen una ideología y a sus voceros, mientras se recortan derechos y servicios a los mortales que sobreviven manteniendo incólume la honradez y la honestidad. Es viernes de primavera para un otoño de la solidaridad y el bienestar colectivos, un viernes caluroso en que hierve el mercado dominante. Viernes vísperas de misas por la vida de células embrionarias, pero también de denuncias del amor que puedan profesar personas adultas del mismo sexo. Viernes para la alegría o el dolor, para la diversión o el sufrimiento, para el trabajo o el descanso, para la libertad o el sometimiento; viernes para todos, también para mi.

jueves, 18 de abril de 2013

La memoria de la República

El pasado 14 de abril se cumplía el 84º aniversario de la proclamación de la II República española (1931-39), cuya memoria adquiere con el tiempo, más allá de la idealización nostálgica, la viveza de un proyecto capaz de entusiasmar todavía a quienes incluso no la conocieron. Y como era de esperar, ese día proliferaron las loas y los denuestos que suelen sustanciar las reseñas conmemorativas de una fecha que, quiérase o no, forma parte destacada de la Historia de España. Cualquier partidario de la democracia y de la razón sucumbe a la atracción que despierta una Jefatura del Estado vinculada exclusivamente a la voluntad democrática de los depositarios de la soberanía popular en lugar de a la perpetuación de su existencia por transmisión hereditaria. Una opción que se ve reforzada si, por intensa y brillante que haya sido la hoja de servicios prestados al país, la gratitud y la adhesión hacia quien encarna esa Jefatura -en este caso, el rey-,  parece que deba ser de perenne obligatoriedad, aún cuando su comportamiento ya no se corresponda con las altas exigencias y responsabilidades que conlleva la representación institucional del cargo y/o no inspire la confianza mayoritaria de los ciudadanos, que no súbditos.

He dejado pasar unos días para no sumarme al coro de comentarios que genera dicha efemérides y poder subrayar, ya sin la presión de la actualidad, lo que supuso aquella brevísima República en el combate que libran en España dos corrientes de pensamiento diametralmente opuestas: las reformistas y las conservadoras. Se trata de un enfrentamiento tan permanente que, aún hoy, continúa desarrollándose, hasta el punto de que cada una de ellas configura el sentido de las políticas que implementan los Gobiernos en todos los órdenes de la vida colectiva (social, cultural, moral, económico, político, etc.), en virtud de la corriente predominante en cada momento.  De esta manera, resulta fácil observar que, a lo largo de los siglos, la confrontación de estas fuerzas ha significado que, ante cada paso propiciado por las ideas reformistas en pos del progreso y la modernidad de España, le sucedieran dos pasos hacia atrás de resistencia y “corrección” por aquellas fuerzas conservadoras no dispuestas a permitir ninguna evolución progresista. Así, por ejemplo, tras una II República que, con todos sus defectos, procuró la instauración de la libertad y el reconocimiento de derechos a los ciudadanos, devino una Guerra Civil que implantó una dictadura que negaría tanto la libertad como los derechos humanos básicos de cualquier sociedad contemporánea.

Es una pugna que viene sucediéndose, al menos, desde el siglo XVIII, cuando la entronización de la dinastía de los Borbones, con Felipe de Anjou y sobre todo con Carlos III, supuso el inicio de una serie de reformas económicas, sociales y administrativas que perseguían la modernización del país, pero sin alterar al carácter absolutista de la monarquía. Las ideas ilustradas que trajo consigo el monarca francés fueron abrazadas por los que depositaban la confianza en la razón y no en las tradiciones, dando lugar a lo que se denominó el “despotismo ilustrado” (Todo para el pueblo pero sin el pueblo), originando el recelo y la oposición de grupos o sectores que gozaban de poder y privilegios que estaban siendo puestos en cuestión o perdían influencia, como la nobleza y el clero. Gracias a ese impulso reformista, durante aquel período se crearon las principales Academias para la difusión del conocimiento (de la Lengua, la Medicina, Bellas Artes, etc.), se estableció el Derecho de nueva planta y se aplicaron políticas que trataban de elevar el nivel económico y cultural del país.

Aquella “apertura” ilustrada acabaría, no obstante, inmediatamente abortada en cuanto, hacia finales de la centuria, una revolución en el país vecino guillotinó la real cabeza de Luis XVI, lo que encendió las alarmas en España, paralizó las reformas y acabó cerrando a cal y canto las fronteras españolas, en un intento por evitar cualquier contagio revolucionario.

Por avatares de la Historia, Francia vuelve a ser el espejo donde se miren las fuerzas que ansían modernizar el país frente al oscurantismo y absolutismo de los partidarios del Antiguo Régimen. Los “afrancesados”, en tiempos de la Guerra de la Independencia, intentaron servir de puente entre los liberales y los absolutistas, siendo finalmente repudiados por unos y otros, acusados de “franceses” o de “españoles”, según el bando. En cualquier caso, son herederos del espíritu de una ilustración que también alumbró a los liberales y demás partidarios en limitar los poderes de la monarquía y de confiar a la razón y en los ciudadanos las decisiones que incumben a todos, dando lugar en las Cortes de Cádiz a la Constitución de 1812, que establece que la soberanía la detenta la Nación, integrada por ciudadanos todos iguales en derechos y sujetos a las mismas leyes, sin privilegios estamentales que caracterizan al Antiguo Régimen. La Inquisición queda abolida, se suprimen los diezmos y desaparecen los señoríos jurisdiccionales y mayorazgos. También reconoce por primera vez la libertad de imprenta, anulando la censura previa que ejercían el Gobierno y la Iglesia sobre cualquier publicación.

Sólo dos años duró en vigor La Pepa antes de que retornase al Poder el absolutismo de Fernando VII, restablecido en el trono gracias precisamente a Napoleón, y volviese a imperar la sociedad estamental y sus antiguos fueros.  Pero la semilla de los reformistas ilustrados quedaba sembrada en una tierra propicia a cosechas de conservadurismo antes que a plantas de progreso y libertad. Todo el XIX y XX fueron siglos de alternancias interesadas en formar gobiernos que se adecuan a las circunstancias políticas. Monarquías que pactan ora con liberales moderados, ora con militares y conservadores,  en función de la coyuntura. Se sucedieron constituciones y asonadas por partidarios de una corriente u otra hasta que finalmente se proclama la II República, tan dividida en su germen como lo estaba la sociedad de la que emergía. Su empeño en orientar el rumbo histórico de España y de transformar el Estado en un sentido moderno, laico y democrático, conforme a los viejos ideales ilustrados, tropezó enseguida contra las fuerzas y los problemas seculares que la hicieron caer. “Rectificar lo tradicional por lo racional” sería el compendio del programa reformista que quiso impulsar Manuel Azaña y que caracterizó a la República. Incapaz de conseguirlo, el levantamiento militar del general Francisco Franco le asestaría el golpe mortal, tras una Guerra Civil de tres años de duración y una represión tan cruenta que, hasta 1948, no sería suprimido el estado de guerra y los tribunales militares tardarían aún más de 40 años en dejar de funcionar.

Hoy continúa el enfrentamiento entre esas dos corrientes de pensamiento, con igual saña y semejante virulencia, que impulsan ideas progresistas y conservadoras. Son dos visiones del mundo y de la vida en común que se debaten por imponerse esquivando, en algunas ocasiones, los procedimientos democráticos. El matrimonio homosexual, el aborto como derecho, la aconfesionalidad del Estado, la enseñanza laica y pública, la estricta separación de poderes, los derechos sociales, etc., son ejemplos que expresan los avances y retrocesos de estas ideas, y que se materializan en virtud de la ideología dominante. Se avanza o retrocede de acuerdo con la opción imperante. Y aunque los absolutismos ya han sido definitivamente erradicados como forma de Gobierno, el conservadurismo y el reformismo siguen tratando de modificar la realidad de la sociedad actual e imponer sus respectivos valores fundacionales. Queda la monarquía como resto de un pasado ampliamente superado por la razón y un poder eclesiástico que continúa exigiendo el tutelaje moral de los ciudadanos, más allá de sus creencias privadas, para disponer de los privilegios y prebendas que ello acarrea (enseñanza religiosa, financiación pública del clero, etc.)

Conmemorar la República, por tanto, no es sólo una cuestión nostálgica, sino una decisión crítica por la democracia como forma de elección de la Jefatura del Estado, y una apuesta por razón y la libertad, en vez de por la tradición. Es un recuerdo democrático.

martes, 16 de abril de 2013

La Feria de las apariencias

Anoche dio comienzo, con el encendido de la portada, la Feria de abril de Sevilla, cita obligada para los amantes de las esencias rituales de la sevillanía más típica y vanidosa, la que gusta exhibirse impúdica al vuelo sensual de los volantes y a lomos de las caballerías. Una ciudad inmensa en su miniatura de representaciones y apariencias, soberbia en derroches emocionales y materiales que subliman condiciones sociales y estrecheces económicas de los integrados en esa Sevilla del folklore y las tradiciones, en la que conviven sin mezclarse grupos y clases sociales que conforman la sociedad sevillana. Y lo que para unos, una mayoría, es motivo de diversión que hace olvidar incertidumbres durante una semana, para otros, una minoría, es ocasión para el negocio y el establecimiento de relaciones siempre interesadas. En todo caso, un lugar donde combatir el fraude y las irregularidades fiscales, para los inspectores de Hacienda. Pasarela por la que los políticos pasean sus sonrisas más espléndidas y ofrecen sus abrazos más efusivos, y escaparate para que las élites se pavoneen con sus mejores galas y refuercen los lindes de su exclusividad tras los toldos vigilados de casetas exquisitas. Así es la feria de las apariencias para los narcisos de la Sevilla que se refugia en sus tópicos. Una explosión de luz, color, calor y bulla.

domingo, 14 de abril de 2013

Superado y olvidado

Pertenecía a otra época, felizmente superada, a la que nadie querría retornar. En un hospital con tantos centenares de trabajadores, engrosaba el reducto de las personas arrolladas por la evolución que había modernizado al país, sobre todo social y culturalmente.  Y es que aquel compañero, además de zángano, era misógino y egoísta, un estereotipo del más rancio machismo encarado y maleducado. Todos rehuían formar pareja con él en el trabajo, no sólo porque suponía asumir la mayor parte de la tarea, sino porque no aguantaban sus opiniones y sus modales. Sobretodo, las compañeras. De aspecto desaliñado, las humillaba innecesariamente al reducir a la mujer a un papel completamente subordinado aún a la voluntad del hombre. Tal vez por albergar ese pensamiento, nunca se le conoció pareja formal ni informal, manteniendo una soltería recalcitrante durante toda la vida. Asiduo de bares y loterías, sus aficiones consistían en recorrer los primeros y jugar a las segundas con enfermiza intensidad. Las discusiones en que derivaban los diálogos con él eran frecuentes, así como sus ausencias habituales del puesto de trabajo con la excusa de un contumaz cigarrillo. No se le podían encargar asuntos de responsabilidad ni abrigaba interés alguno por ganárselos. Simplemente, procuraba hacer lo mínimo para cobrar un salario que, sin embargo, sería idéntico al que consigue cualquier empleado de infinitamente mejor y mayor competencia profesional. Acabó jubilándose sin que nadie lo echara de menos, aunque de vez en cuando sirviera de ejemplo de lo es una conducta reprobable. Era un espécimen felizmente superado y olvidado.

sábado, 13 de abril de 2013

El caso de los ERE en contexto


Ahora que los casos de corrupción ocupan la atención y despiertan la inquietud de los ciudadanos, según se desprende del sondeo del pasado mes de marzo del Centro de Investigaciones Sociológicas, sería bueno contextualizar y delimitar en sus justos términos el que concierne a los ERE de Andalucía, no vaya a ser que, como siempre, acabemos pensando que todo el monte es orégano corrupto.

Lo más grave que puede decirse, para empezar, del escándalo de los ERE es que comenzó hace diez años y perduró hasta 2010, un larguísimo período de tiempo durante el cual se sustrajo fraudulentamente, de las ayudas y subvenciones que la Junta de Andalucía presupuestó para socorrer a empresas en dificultades y prejubilar a trabajadores destinados al paro, la cantidad de 135 millones de euros. Ese es el importe defraudado de la partida 31L que creó la Consejería de Empleo y Desarrollo Tecnológico del Gobierno andaluz con el propósito de garantizar la paz social y disponer de un instrumento con el que intervenir de forma rápida en una época en la que la industria de la región expulsaba a miles de obreros a la calle (Astilleros, Puleva, Santana, etc.)

Los despedidos a consecuencia de un ERE disponían, gracias a este programa presupuestario de la Administración andaluza, de una renta en función de la antigüedad laboral hasta que pudieran cobrar una pensión de jubilación. También las empresas podían solicitar diversas subvenciones que buscaban garantizar su viabilidad y el mantenimiento del empleo. La cuantía total de los créditos otorgados por ambos conceptos, según la Cámara de Cuentas, es durante ese tiempo de 732,2 millones de euros, habiendo compromisos adquiridos hasta un total de 1.217 millones.  El porcentaje de lo defraudado asciende, por tanto, al 11,11 por ciento de lo destinado a los ERE; en cualquier caso, una cifra inadmisible.

Por otra parte, de las más de 6.400 personas que accedieron legalmente a una prejubilación, 241 son consideradas “intrusos” por percibir estas ayudas sociolaborales sin reunir los requisitos, algunos incluso sin que hubieran trabajado nunca en la empresa en la que figuraban vinculados. El fraude por este concepto es de 17 millones de euros. Ello supone el 3,7% de las ayudas por prejubilación que concedió la Junta de Andalucía durante esos diez años, y el 0,29% de los 81.464 trabajadores andaluces afectados por un ERE en el mismo período, según desglosó en la fracasada Comisión Parlamentaria el actual consejero de Economía andaluz, Antonio Ávila. En cualquier caso, también cifras inadmisibles.

Además, otros 73 millones de euros se repartieron directamente a empresas, un buen número de ellas concentradas en la Sierra Norte de Sevilla -de donde es Francisco Javier Guerrero, el director general de Trabajo encarcelado-, sin ningún tipo de control ni justificación, y que correspondían a empresarios afines al PSOE, entre los que figuraban varios exconcejales de ese partido. En este aspecto, el fraude se eleva al 6 por ciento de la partida de los ERE. Algo, insistámoslo, inadmisible.

Por último, las comisiones abusivas que se pagaron por tramitar estos expedientes, y que lucraron a compañías aseguradoras, intermediarios, bufetes de abogados, algunos sindicalistas y ex altos cargos de la Junta, ascienden a 50 millones de euros, unas sobrecomisiones escandalosas y de todo punto inadmisibles. Es precisamente en este ámbito donde aparece la intervención como “conseguidor” de determinados exsindicalistas que intermediaban para asegurar la concesión de las ayudas de forma fraudulenta, lo que da lugar a insinuaciones de presunta complicidad de los sindicatos, sin aportar ninguna prueba. Ello ha sido rechazado con rotundidad por el secretario general de UGT de Andalucía, Manuel Pastrana Casado, en un artículo publicado recientemente. La generalización de sospechas e infundios desde interesados sectores sociales y medios políticos es, digámoslo también, algo intolerable e inadmisible, por cuanto tergiversan y persiguen el desprestigio de instituciones creadas al servicio y la protección del trabajador.

Y es que, aparte de las cantidades robadas por delincuentes que la Justicia persigue e investiga, los ERE en Andalucía representan sólo el 5,3% del total de los más de 81.000 expedientes realizados en España, lo que hace inveraz la insistente insidia de que Andalucía es la tierra de los ERE. Solamente un 8 por ciento de los trabajadores andaluces se acogieron a estas prejubilaciones diseñadas por la Junta de Andalucía en esta década, a pesar de las altas cifras de paro y la destrucción de empleo que asola la región. Los ERE son una de las medidas utilizadas para amortiguar la grave situación a la que se ve abocado un trabajador afectado por un cierre, una deslocalización o una reducción de plantilla de una empresa con problemas.

Pero si la existencia y la finalidad de estas ayudas son encomiables, el sistema establecido para su concesión es completamente deplorable, pues facilitaba la arbitrariedad y la discrecionalidad por parte de la Administración, como de hecho sucedía al facultar en el exdirector general citado la.concesión de estas ayudas sin ninguna supervisión ni comprobación ulterior  Así podía este personaje autorizar subvenciones al que fuera su chófer para que las gastara en drogas y fiestas. Los informes de la Intervención alertaban de la "ausencia absoluta de procedimiento administrativo legal” a la hora de pagar estos ERE mediante transferencias de financiación. Sólo se cambió el procedimiento cuando se descubrió el escándalo: demasiado tarde.


La juez Mercedes Alaya ha intentado implicar a las máximas autoridades de la Junta de Andalucía por sospechar que el sistema fue creado para “institucionalizar” el fraude en las ayudas. El Partido Popular señala abiertamente al actual presidente de Andalucía, José Antonio Griñán, por aumentar el fondo de los ERE cuando desempeñaba el cargo de consejero de Economía, negándose a reconocer que tales modificaciones, realizadas con el visto bueno del interventor, son frecuentes en la Administración y no suponen el conocimiento de lo que pasaba en la Dirección General de Empleo. Tras meses batallando jurídicamente para conseguir incluso todas las actas de los Consejos de Gobierno de la Junta de la última década, la magistrada parece centrarse ahora en investigar el rastro del dinero.

Lo cierto es que las responsabilidades políticas no se han depurado en un caso tan inadmisible e inaudito como este, que aún está en proceso judicial y bajo secreto del sumario. Pero, en tanto no se asiente el hábito de dimitir por ética y dignidad política, tan exigible al contrario y tan rechazado en el propio, y no se instaure una verdadera transparencia en todos los ámbitos y procedimientos de la función pública, habrá que aguardar al fallo de la sentencia para exigir las consecuencias políticas de los condenados. Una prudencia que debería observarse tanto en la trama Gürtel, caso Bárcenas y los ERE, entre otros. Con todo, es de agradecer la franqueza de la actual titular de Hacienda, Carmen Martínez Aguayo, al estimar que los exconsejeros de Empleo, José Antonio Viera y Antonio Fernández, tienen “responsabilidad política, sin duda, porque son responsables de esa consejería durante ese tiempo” en que se produjeron los hechos.

Pero lo que se debe denunciar como radicalmente inadmisible es la ligera afirmación de que la política es sinónimo de fraude, los políticos de rateros y Andalucía de ser una tierra subvencionada y solar de la vagancia. Ni por las cantidades defraudadas, ni por los trabajadores afectados, ni por los políticos inculpados se justifica el desprecio y la desconsideración que recibe Andalucía desde algunos sectores sociales y medios de comunicación, que en realidad persiguen réditos políticos con el insulto y la ofensa. Casos como el de los ERE perjudican, pero no invalidan la viabilidad de un instrumento público cuya necesidad sigue siendo innegable, máxime en momentos de crisis y de recesión conómica tan graves como los actuales. Andalucía ni los trabajadores andaluces merecen tales descalificaciones. No las admito.

jueves, 11 de abril de 2013

José Luís Sampedro

Dando ejemplo hasta para morir, conocemos después de haber sido enterrado la desaparición de quien ha sido una referencia ética en España: José Luis Sampedro. Este humanista, catedrático de Estructura Económica, sabía supeditar la economía a los intereses de una sociedad más solidaria y justa, denunciando las aberraciones egoístas de un mercado que sin regulación se dedica a “hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres”. Alertaba que “poner el dinero como bien supremo sólo conduce a la catástrofe”, advertencia muy oportuna en los tiempos actuales.

Al mirar hacia mi biblioteca, me detengo en algunos de los libros que adquirí con su firma y en los que José Luis Sampedro demostraba su vasto compromiso con la cultura en general, desde la literatura, como La sonrisa etrusca, la movilización social, como el prólogo que realizó para el librito Indignaos de Stéphan Hessel,o la divulgación humanista, como Economía humanista: algo más que cifras. Podría parafrasearse que nada humano le era ajeno al comportamiento intelectual de este economista, escritor y humanista, a quien no le importaba revelar las manipulaciones y mentiras con las que el Poder intenta amoldar la realidad a sus intereses espúreos, contrarios al bienestar general de los ciudadanos.

Tenía 96 años, durante los cuales nunca perdió la lucidez mental y la coherencia personal. Ni siquiera para morir. No quiso que su muerte se convirtiera en la hipócrita exhibición sentimental que acompaña al entierro de los famosos y que constituye el morbo que alimenta el circo mediático que se monta en torno a los ataúdes de los conocidos, como de hecho ha acontecido con los fastos fúnebres casi simultáneos de Sara Montiel.

Prácticamente hasta el final, José Luís Sampedro mostró su militancia con la justicia y la paz, y contra las guerras y las dictaduras de cualquier naturaleza, sean militares, económicas o morales. Admirado y respetado, los librepensadores lo tenían como la brújula ética del compromiso intelectual con la sociedad. Personalmente, pierdo una referencia en mi actitud crítica y no puedo dejar de lamentar que se van los mejores, aunque su obra permanezca entre nosotros. Descanse en paz.

sábado, 6 de abril de 2013

Hincados de rodillas

A veces relaciono en mi loco cerebro cosas dispares, como la situación a que nos someten los mercados, con sus duras medidas y ajustes que acaban empobreciéndonos cada vez más, y alguna canción que emerge súbitamente del cajón polvoriento de la memoria y que, en principio ,nada tiene que ver. O sí, no lo sé. La realidad nos pone de rodillas por la economía y Los Canarios por culpa del amor.  Sea por lo que fuere, nos obligan a hincarnos de rodillas para rezar por un futuro que no deja de ser una promesa o melodiosamente por un amor furtivo. Puestos a vivir sometidos, prefiero estarlo por una causa sentimental que por culpa del enriquecimiento de unos pocos mandarines avariciosos y desaprensivos. Además, me trae buenos recuerdos de cuando Teddy Bautista cantaba con voz rota y negroide y no cuando le dio por vestir trajes de ladrón de cuello blanco. Ponte de rodillas para disfrutarlo.

viernes, 5 de abril de 2013

Política virtual, periodismo irrelevante


 
Estamos cayendo por el tobogán del vertedero, el que nos conduce, en el ejercicio de la política y en la labor fiscalizadora del periodismo, al simulacro de la política y a la irrelevancia sumisa de los medios. Estamos perdiendo los papeles y el respeto. Unos y otros. Se pierden los papeles cuando la política elude los problemas –se niega hasta citar nombres incómodos- y las preguntas de quienes debían rastrear los hechos hasta encontrar la verdad que se desea soslayar, y se falta el respeto a los ciudadanos, electores y lectores de medios de comunicación. La política virtual, para que sea posible, necesita de la complicidad acrítica de los medios, los cuales simulan una información que no es más que el dictado de un mensaje enlatado y codificado por el emisor virtual. Unos y otros engañan a la población a la que eluden, espantan a los ciudadanos de los que se mofan de manera tan burda y renuncian al ejercicio real, honesto y útil de unas vocaciones o profesiones que eligieron voluntariamente. Una sociedad que permite esta tomadura de pelo de la política y del periodismo es una comunidad gravemente enferma, que no es capaz de reaccionar ante la afrenta que le hurta la exigencia de responsabilidades y la capacidad de adquirir los conocimientos precisos para orientarse y guiar su futuro. Si ningún medio se planta, como era su obligación, yo me niego a comentar lo dictado por una pantalla. Me da asco esta imagen de política virtual y periodismo irrelevante, me repugna como ciudadano y como periodista. ¡Puaf!

jueves, 4 de abril de 2013

Servicios públicos, negocios privados


Los mismos que se desgañitan avisando de que la sanidad pública (o la educación, las pensiones, la dependencia y los bomberos…) es insostenible para las arcas del Estado son los primeros en ser premiados con un empleo por el adjudicatario que asume la gestión privada de la concesión. Entonces deja de ser insostenible para convertirse en rentable, y, de paso, ser muy lucrativa para el vocero que propició el cambio de titularidad del servicio o prestación públicos. Sucede siempre igual, no hay más que rastrear las hemerotecas. Si ayer fue Manuel Lamela, exconsejero de Sanidad de Madrid, a quien se descubre que forma parte de la empresa a la que adjudicó servicios privatizados del Hospital del Tajo en Aranjuez, anteriormente había sido su compañero “político” y antecesor en el cargo, Juan José Güemes (que tuvo la decencia de dimitir en cuanto se aireó el asunto), y mañana será, con mucha probabilidad, Javier Fernández-Lasquetty, actual consejero del ramo. Todos ellos brindan el rostro de lo que funciona como “puertas giratorias” que comunican la política con el mundo de los negocios y los intereses particulares. Pero, más allá de las personas y su deshonesta avaricia, está el modelo económico que se intenta implantar, con la excusa de la presunta ruina que amenaza a cualquier prestación pública y aprovechando que la crisis pasa por donde ellos quieran, como el Pisuerga.

No son los únicos ni los primeros, pero tampoco los últimos. Hay un denodado esfuerzo político por cambiar el modelo social y económico que, hasta hoy, había conformado lo que se denomina Estado de Bienestar, basado en la provisión de determinados servicios públicos, considerados necesarios para la vida de la mayoría de la población y, por tanto, de interés común, cuya financiación se consigue gracias a una tributación progresiva, en la que cada cual contribuye con sus impuestos de acuerdo a su capacidad de renta. Y esto es lo que se quiere cambiar. Lo que pertenecía a la mayoría se desea privatizar para que pertenezca a un promotor mercantil que sólo busca el beneficio, gracias a la ayuda que le presta esa política que actúa de portavoz para convencer a la ciudadanía de las supuestas bondades de una sociedad regida por el neoliberalismo económico.

Así, se procura desmantelar lo público para entregarlo en pedazos al sector privado, ávido de ocupar lo que considera nichos de negocio. Lamela, por ejemplo, traspasó en 2005 a una empresa privada la gestión de diversos servicios del hospital de Aranjuez (entre ellos, la limpieza, el mantenimiento, la seguridad, el transporte interno, la restauración, los aparcamientos, las cafeterías, etc.) durante un período de 30 años a cambio de un canon anual de nueve millones de euros. Curiosamente, se trata de uno de los hospitales que ahora la Comunidad de Madrid desea privatizar completamente en los próximos meses. Y la empresa adjudicataria -entonces un consorcio de constructoras que luego vendería la concesión al grupo Essentium, llamado ahora Assignia Infraestructuras- incorpora al exconsejero como miembro del Consejo de Administración, seguramente por sus dotes de gestor. Aunque el tufo de la podredumbre ética y moral es insoportable, nadie en la política que promueve este cambio de modelo social defiende a los 80.000 madrileños que deberían ser atendidos por ese hospital, y que son tratados como simples “recursos” susceptibles de generar enormes beneficios., sino el supuesto “ahorro” que ello procuraría a la hacienda pública.

¿Cómo es posible que un bien común, como es la sanidad, sea ruinoso en manos públicas y resulte rentable en poder privado? Lamela, Güemes y tantos otros “listillos” lo saben, pero lo callan, propalando en cambio la presunta insostenibilidad de tales servicios a las arcas públicas. No hay nada novedoso en su intención ni en la forma de llevarla a cabo. Siguen un modelo ya establecido, no sólo en otras Comunidades españolas (Valencia, Castilla-La Mancha, Murcia, Galicia, etc.), sino también en otros países y otras épocas, consistente siempre en desguazar lo público para entregarlo a la iniciativa privada. Y parten de la convicción de una pretendida eficacia de la gestión privada sobre la pública, ocultando los intereses particulares e ideológicos que les mueven.

En primer lugar, al objeto de hacer rentable la inversión necesaria para ganar la adjudicación de un hospital (el canon), se precisa negociar simultáneamente la contraprestación (el alquiler) a la que deberá comprometerse el adjudicatario (Administración pública) para concertar el uso del hospital en función de la población que atienda. Casi lo comido por lo servido le sale al sector público la privatización de una prestación, en este sentido.

Pero es que, además, el gestor privado, para lograr incrementar los beneficios, busca disminuir los gastos mediante reducciones de plantilla y rebajas salariales. Los “derechos adquiridos” de los trabajadores antes públicos quedan anulados o reducidos a la mínima expresión. De ahí que haya que hacer campaña sobre la falsa vagancia de los funcionarios y la falacia de su excesivo volumen para que su empobrecimiento e inmediato despido no despierten la simpatía del resto de los trabajadores.

Al mismo tiempo, se implantan y aumentan determinadas tarifas y se cobran atenciones y “comodidades” que anteriormente estaban incluidas en la oferta pública. Desde el utillaje de aseo hasta algunas pruebas complementarias pasan a formar parte de las nuevas fuentes de ingresos para la empresa. Sin embargo, no se exonera al usuario de seguir pagando unos impuestos que cofinancian el lucro privado; antes al contrario, se le exigen copagos farmacéuticos y repagos sanitarios.

Y si, a pesar de todo lo anterior, los resultados no cuadran y el negocio resulta ruinoso, las pérdidas se “nacionalizan”, exigiendo la correspondiente compensación al poder público o devolviendo la concesión a la Administración, como pasó en Inglaterra en los años 90 con los ferrocarriles o recientemente con los bancos en España. Ahí reside el “truco” de la eficacia de lo privado: sus pérdidas corren a cuenta del dinero público. Incluidas las altas remuneraciones que pagan a sus voceros. ¿Encuentran ustedes las bondades de este sistema para el simple ciudadano que no especula ni con su voto? Pues yo tampoco.