lunes, 31 de octubre de 2016

Valladolid, la ciudad que cautivó a un amigo

Aprovechando la circunstancia, hemos querido visitar la urbe que es atravesada por el río Pisuerga y que esculpe como frase hecha este bello enclave de la alta Castilla, aunque también acoja el cauce de otro riachuelo que da nombre a un famoso producto lácteo, el río Esgueva. Sea como fuere, acudimos a esas tierras por dos motivos complementarios: conocer uno de los lugares icónicos e históricos de España y que llegó a ser capital imperial en un momento fugaz de su Historia, y cumplir la promesa a un amigo que desgraciadamente ya no está con nosotros, pero cuya memoria guió nuestra mirada durante todo el recorrido. Fueron sólo dos días, escasos pero densos, que exprimimos en pasearla con tranquilidad y apreciar, perdiéndonos por collaciones, bares y museos, los encantos que atesora la bella ciudad de Valladolid, sede del Gobierno regional de Castilla y León y espíritu vivo del ser, hablar y sentir castellano, es decir, de lo español.

Valladolid es hoy una ciudad moderna y dinámica que conjuga bien su rico patrimonio monumental e histórico con el crecimiento y las dotaciones que exige la acelerada vida contemporánea. Grandes avenidas y nuevas edificaciones y equipamientos conviven y respetan un centro histórico en el que la Plaza Mayor y la Catedral hacen de foco al que  desembocan todas las arterias peatonales y turísticas que logran encauzar al visitante sin que se pierda por el laberinto de calles y escaparates. Se adentra uno, así, por plazas y callejuelas donde se conservan las piedras desgastadas de iglesias, muros y estatuas que atestiguan un paso del tiempo que no hace mella en la memoria colectiva de los vallisoletanos y foráneos de esta distinguida y señorial ciudad castellano-leonesa, obligándolos a rememorar a cada paso los esplendores de un pasado que condiciona los retos del presente y el futuro. Por eso no se olvida que haber sido sede del reino medieval de Castilla, capital temporal del Imperio Español y cuna y altar de reyes, son hitos que hacen de Valladolid un capítulo destacado de la historia de este país. También, y con igual trascendencia, por ser el lugar donde germinó una cultura representada por José Zorrilla y Cervantes, entre otros, y cuyas casas-museo guardan fiel testimonio de la impronta que dejaron en esta ciudad y del arte que irradiaron al resto de España y del mundo.

Fueron dos días que supieron a poco aunque sirvieran para sorprendernos con este hermoso rincón rebosante de historia y, sobre todo, para consolidar aún más la memoria del amigo que, tras hacer aquí el servicio militar, quería que no perdiéramos la oportunidad de ver algún día Valladolid. Gracias a su empeño, conseguimos verla cuando ya lo habíamos perdido a él. Ambos, la ciudad y el amigo al que cautivó, están unidos en lo más profundo de nuestros recuerdos de manera indeleble.  






(Fotografías Lienzo de Babel)




viernes, 28 de octubre de 2016

Oficialmente jubilado

Tras más de un mes de papeleo y visitas a las oficinas del INSS (organismo estatal competente para las prestaciones de la Seguridad Social), donde se ha de pedir una cita por cada consulta que quieras hacer y adivinar cuál de ellas te corresponde por cercanía al domicilio (no es fácil, responden a criterios distintos, no explicitados, de los distritos municipales) y después de presentar incluso una reclamación por la desconsideración de un funcionario burócrata al que no le importa hacerte esperar casi dos horas para despacharte con que allí no corresponde atenderte, por fin he logrado que se me considere oficialmente jubilado.¡Aleluya! Para ello no fue suficiente cumplir con los requisitos en cuanto a la edad, cotizar una friolera de años sin fallar ni un mes y que la empresa te haya dado de baja como trabajador activo al tiempo que te agradece los servicios prestados, sino que además hube de demostrar mi estado civil vía Libro de Familia (¿ha traído usted fotocopia?), cotejar la Vida Laboral, calcular qué porcentaje de retención prefieres que apliquen a tu futura pensión (no vaya ser que en la próxima Declaración de Hacienda tengas de devolver una burrada) y facilitarles un número de cuenta bancaria en la que ingresar la futura pensión contributiva.

Nada de lo anterior lo informan con detalle y claridad, sino que se descubre con cada visita al INSS para aportar cada nuevo documento requerido. Después de superar todos los obstáculos que te ocasiona la falta de diligencia del empleado de turno, al final consigues que acepten la solicitud de jubilación. Al cabo de un tiempo, que vives con el temor de que todavía no esté todo en regla, recibes una carta en la que se te comunica que reconocen tu derecho a una pensión del sistema de la Seguridad Social, cuyo importe no coincide exactamente con lo calculado porque siempre existe un parámetro que no habías tendido en cuenta por simple desconocimiento. Ya no te importa.

En esa carta te notifican la resolución acordada con el desglose del cálculo para la pensión, adjuntan un folleto sobre una página web de la Seguridad Social para que puedas hacer no sé qué diligencias ahora que te sobra tiempo y una Guía del pensionista con datos que hubieras agradecido saber con antelación. Y como colofón, añaden una encuesta para que valores el servicio que te han prestado. ¿Querrán que identifique al funcionario burócrata? Mejor olvidarlo y dedicarse a lo que hace todo jubilado: ordenar a su gusto la vida que le resta. ¡Ya soy un jubilado, oficialmente! Ingenuo de mí, antes de enfrentarme a la burocracia creía que lo sería simplemente por alcanzar la edad y haber cotizado.  

miércoles, 26 de octubre de 2016

Typical spanish


Este país llamado España lleva una temporada haciendo bueno aquel eslogan que publicitaba el turismo de nuestras costas y que los maliciosos decían que servía para reflejar la particularidad política de ser la última dictadura que quedaba en Europa. Ya con una democracia más o menos asentada, volvemos a destacar por nuestra manía de ser poco serios y tomarnos las cosas importantes con desgana, por no decir con chufla. En ello es experto el propio presidente del Gobierno en funciones, ya que lleva así, en funciones sin hacer nada, cerca de un año, aunque en esta semana podrá, al fin, conseguir que le dejen repetir mandato, no gracias a sus habilidades para negociar los pactos que posibiliten su investidura, sino por la responsabilidad de su mayor adversario, el Partido Socialista, que opta por abstenerse en vez de forzar unas terceras elecciones generales. Si más de trescientos días sin un gobierno que acate la voluntad popular y resuelva los problemas de los ciudadanos no es “tipismo español”, que venga el espíritu de Fraga, el que decía que la calle era suya con ese sentido de la propiedad con que Rajoy exige gobernar, a ponernos de acuerdo.

Mientras en el Parlamento de la nación juegan a que legislan y el ejecutivo en funciones se niega a ser controlado por sus señorías porque no se considera elegido por ese Parlamento, en la calle se preparan manifestaciones otoñales y otras alharacas para ejercer un derecho al disenso y la crítica que algunos grupos parlamentarios no pueden hacer prevalecer en la Cámara Baja. Votarán que no al candidato Mariano Rajoy y, no conformes con ello, visibilizarán su negativa mediante megáfonos y concentraciones multitudinarias a las puertas del Congreso y en las avenidas de la Constitución de las principales ciudades. Quieren revivir el espíritu del 15M. Todo un ejemplo de democracia genuina de la buena, entre venezolana y griega, más semejante a nuestra bulla. Una bulla asamblearia que después ha de acatar las directrices del “Politburó” correspondiente, que decide en nombre del pueblo, de los de abajo, pero desde arriba, a través de sus peones.

Otros, en cambio, se rasgan las vestiduras estatutarias por no aceptar lo que sus propios órganos federales acuerdan, y amenazan con desobedecer lo votado según las normas. Es decir, a algunos las estructuras de los partidos les parecen bien mientras les sirven para llegar adonde han llegado, pero cuando adoptan estrategias que no les interesan, rechazan seguir cumpliendo las reglas. Si no convencen -y no ganan-, rompen la baraja. Algo, también, bastante típico de los pobladores de esta “piel de toro”. Pero algo contagioso: hasta Trump advierte de que cuestionará un resultado adverso en las elecciones norteamericanas. El del flequillo rubio parece hispano.

Tan típico español –y casi tópico- como ganar dinero sin hacer nada y por la cara bonita. De esta peculiaridad del capitalismo patrio andamos sobrados. Sobrados de listillos que, creyéndose más inteligentes que nadie, piensan que tienen todo el derecho del mundo a saquear lo que no es suyo pero que quieren para sí. Abundan los ejemplos. Una figura insigne fue y es aquel personaje que llegó a ser banquero, gracias a sus habilidades especulativas, y hundió el banco, pagando con unos pocos años de cárcel antes de intentar enredar con la política y sufrir un sonoro batacazo. Luego le dio por las tertulias televisivas para aconsejar desde su altura moral la mejor manera de conducirse por la vida y ejercer en los negocios. Todo un modelo de triunfador para los jóvenes y no tan jóvenes de las escuelas y arrabales de la economía que aspiran a dar pelotazos como el suyo para vivir como reyes, dicho sea sin ánimo de señalar. Cuando casi nos habíamos olvidado de él, vuelve Mario Conde por dónde solía y es cazado intentando repatriar sus “ahorros” del extranjero, allá donde los había ocultado del fisco y la policía españoles. Pero “manos rotas” como las suyas hay muchas en este país de pícaros. Vean, si no, a ese patrón de patronos todavía entre rejas por la contabilidad imaginativa de sus empresas y, ahora, juzgado también por disfrutar de una Tarjeta Black que los malhechores se repartían entre ellos para gastos corrientes: una calderilla de miles de euros, libres de justificación, y a costa de los esquilmados ciudadanos, que son los que pagan con sus impuestos esas regalías de los que quiebran bancos y los rescates para sanearlos, y que encima siguen votando mayoritariamente al partido que los ampara, los agrupa y los coloca en las poltronas adecuadas desde las que seguir afanando. ¿Quieren nombres? Blesa, Rato, Bárcenas, Soria, Barberá, Fabra, Camps, Matas, Blasco, Granados, etc., etc., etc., y un larguísimo etcétera. Para no ser sectario, citaré también corruptos que se lo llevaron calentito en el otro bando del bipartidismo, tan dispuestos todos al “y tú más”: Roldán, Urralburu, Hormaechea, Hernández Moltó y algunos más, entre los que sisan para enriquecerse y abrir cuentas en Suiza, como hace todo buen padre "typical" de la patria.

Todos ellos forman parte del paisanaje típico español, como las chapuzas, la tortilla de papas, las corridas de toros, escupir o tirar papeles al suelo aunque haya papeleras cada diez metros. Pero nada más “typical spanish” que las chapuzas, sobre todo si las paga un ingenuo cliente, al que dejan sin el servicio que espera y sin dinero en la cartera, tanto a escala “autonómica” (del profesional autónomo) como de las PYMES (pequeñas y mediadas empresas) y las públicas. Todas se caracterizan por hacer mal su trabajo o no acabarlo en condiciones, ya sea instalar un grifo que gotea, construir un edificio sobre arcillas expansivas, hacer un aeropuerto sin aviones o amputar una pierna sana. La Marca España, esa que patrocina el Gobierno cuando quiere demostrar que hace algo, destaca por la cantidad de “pepe goteras y otilio” que actúan en representación de ella. Salvo excepciones: no hay que ser pesimista.

Salvo excepciones, porque en este país también hay gente de construye catedrales, compone sinfonías, escribe novelas, pinta monas y hasta viaja al espacio como astronauta. Son poquitos, pero son. Raros ejemplares que se levantan cada mañana para ir a trabajar con honestidad y dar todo lo que pueden de sí por amor al arte y con el desprecio de quienes los toman por tontos por no aprovecharse, como hacen los listos, de los peces de colores. Ellos no forman parte del paisaje típico español y resultan extraños, como si fueran alemanes que hablan castellano y cuidan la calidad en lo que hacen. Incluso son puntuales y no se comunican con sus semejantes a grito limpio, leen libros, compran prensa y no aparcan sus vehículos invadiendo aceras o pasos cebra. Portan un DNI que certifica que son tan españoles como usted y yo aunque se conduzcan con educación, respeten al prójimo y cumplan con su deber, sin intentar engañar a nadie, mucho menos a Hacienda. Anónimos y discretos cuando te los tropiezas porque no esperas que haya en este país gente eficaz y que no sepa quién es Belén Esteban ni esté al tanto de la liga de fútbol. Una pena.

lunes, 24 de octubre de 2016

Difícil papeleta

El Comité Federal del Partido Socialista (PSOE) ha decido que, en la próxima votación para la investidura del candidato conservador de la minoría mayoritaria, Mariano Rajoy, es “menos malo” abstenerse y permitirle gobernar que mantener un rechazo intransigente que conduciría directamente a unas terceras elecciones generales en menos de un año. Eligiera lo que eligiera, sí o no, todas las opciones eran catastróficas para el PSOE, que siempre sería culpado de obligar a repetir comicios o de sentar en la Moncloa a un presidente infame. Tenía ante sí una difícil papeleta y ha preferido hacerse el “haraquiri” ahora que dentro de unos meses, cuando estuviera aún más debilitado electoralmente.

Ya hace tiempo estimamos en estas mismas páginas la opción de la abstención como única solución responsable para evitar unas terceras elecciones que abocarían al país a una situación de peligroso deterioro político y social. Sin embargo, también asegurábamos en aquella ocasión que dicha decisión debería explicarse, con grandes dosis de pedagogía, a los simpatizantes socialistas, gran parte de los cuales son partidarios de impedir un gobierno del PP, y al resto de los ciudadanos, a los que sorprendería la postura del PSOE. Creemos que hay obligación de aclaración porque, en principio, ni unos ni otros perciben claramente la importancia de contribuir a la gobernabilidad del país de manera preferente frente a los intereses partidistas de los socialistas. Sería la primera vez en democracia que el PSOE permitiera, con su abstención, la formación de un Gobierno conservador. La Historia juzgará este momento sin precedentes y valorará si la decisión del PSOE socava o cimenta la estructura de un partido centenario que hace prevalecer los intereses del Estado a los suyos propios.

Para dejarse llevar por la demagogia simplista y vocinglera ya existe otro grupo en el Parlamento español que no ha tardado en calificar a los socialistas de aliados del PP y de abandonar la representación política de los humildes y desfavorecidos, de los trabajadores y clases medias, para venderse a las élites y los poderosos. Una crítica preocupante si no fuera porque los mismos que la formulan impidieron un gobierno del PSOE cuando pudieron respaldarlo, hace escasos meses, y prefirieron “aliarse” con la derecha para votar no. Prefirieron ejercer la “pinza” contra una opción de gobierno progresista.

Sería fácil, si no fuera redundante, razonar los motivos de la decisión adoptada por el Comité Federal del PSOE de abstenerse en la próxima sesión de investidura de Rajoy, pero parece más pertinente abundar en las posibilidades que se le presentan a los socialistas de controlar y modificar las iniciativas que un Gobierno en minoría ha de tramitar en el Parlamento de la nación. Que esa capacidad de influir en las políticas de los conservadores, cada vez que pretendan aprobar cualquier ley en el Congreso de los Diputados, es mucho más eficaz y respetuosa con la voluntad transformadora del PSOE que unas terceras elecciones de resultados imprecisos, no hay duda. Sólo por ello es preferible la abstención al no. Y sólo así, visibilizando el comportamiento parlamentario de los socialistas a lo largo de la legislatura –dure lo que dure-, será posible demostrar que el PSOE defiende los intereses de los trabajadores, procura una sociedad con menos desigualdad y se opone a las medidas de austeridad que empobrecen a los ciudadanos. Frente a la demagogia barata, podrá demostrar la idoneidad de la responsabilidad y la seriedad de un partido que ignora las banderas del oportunismo populista.

En cualquier caso, el PSOE tenía una difícil papeleta y ha optado por la decisión menos mala en esta tesitura en la que nos encontramos desde hace casi un año y bajo amenazas de nuevos recortes y ajustes. Una vez arranque la legislatura, la cotidianeidad parlamentaria hará que todos se “retraten” y muestren sus verdaderas intenciones y a quién representan realmente. Será una legislatura apasionante. 

viernes, 21 de octubre de 2016

Un día demasiado rosa

El miércoles pasado, 19 de octubre, se celebró, como cada año, el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama: una enfermedad que es la primera causa de muerte por tumores malignos entre las mujeres, aunque el porcentaje de supervivencia es cada vez más elevado, cercano al 80 por ciento. Gobiernos, instituciones, asociaciones de todo tipo y medios de comunicación se volcaron en la conmemoración de la jornada, difundiendo noticias relativas a la enfermedad, los modos de afrontarla, las enormes expectativas que existen de poder superar el tumor y la importancia de la prevención médica que permita una detección precoz que ayuda enormemente a tratar y vencer el cáncer. Y como viene siendo costumbre, ese día amaneció con camisetas, pancartas, carteles, pañuelos, globos y cualquier elemento alusivo pintados de rosa y por doquier se exhibieron  lacitos del mismo color como signo de apoyo y sensibilidad en la lucha contra un mal que se estima va a afectar a una de cada cuatro mujeres a lo largo de su vida. Pero también, como es habitual, los actos con los que se conmemora la fecha resultaron, a mi juicio, más espectaculares que efectivos por cuanto, transcurridas 24 horas, todo el mundo regresó a sus rutinas, guardó globos y lacitos y se olvidó del tema hasta la próxima convocatoria, todo el mundo menos las mujeres que lo padecen.

No es que esté en contra de estas celebraciones que permiten a los políticos mostrar su perfil más humano y demostrar efusivamente su solidaridad con las mujeres que sufren este tipo de cáncer, a las que animan a seguir luchando. Ni reniego de las campañas que persiguen sensibilizar a la población acerca de la importancia que tiene esta grave enfermedad en las sociedades modernas, en las que a tantos cancerígenos estamos expuestos. Lo que critico es la utilización propagandística de estas conmemoraciones como campañas de imagen para responsables políticos y personajes públicos que, aparte de hacer emotivos discursos y exponer buenas intenciones, podrían proporcionar, desde sus respectivos puestos o cargos institucionales, los recursos y medios necesarios para combatir con mayor eficacia ésta y otras enfermedades que aun hoy amenazan a la población y se cobran un porcentaje de muertes nada despreciable, muchas de ellas perfectamente evitables.

Visualizar la existencia de una enfermedad, que se ceba con la mujer y puede acabar con su vida, no resuelve en absoluto el problema. Entre otros motivos, porque performances, lemas y manifestaciones callejeras no parecen instrumentos adecuados para tratar y erradicar ninguna patología. Sino que hay que abordarla como un problema de salud que las autoridades deben enfrentar con los medios que la ciencia permite. Y es que sólo con políticas sanitarias para un diagnóstico precoz, estudios epidemiológicos que establezcan una posible prevalencia hereditaria y tratamientos médicos y quirúrgicos que combatan el cáncer y logren eliminarlo, se emprenderá el camino más seguro para vencer una enfermedad de esta naturaleza. Más que espectáculo, hacen falta médicos, centros de salud, mamógrafos y planes sanitarios que consigan que la población femenina esté controlada frente a la incidencia de esta enfermedad y tratada sin demora, llegado el caso. Del mismo modo que con pancartas y lazos no se erradica el sarampión y otras enfermedades de la infancia, sino con planes y calendarios de vacunación, igual deberá hacerse con el cáncer de mama en la mujer. Son las autoridades sanitarias y los responsables políticos quienes deberían estar concienciados contra esta enfermedad para que faciliten los medios oportunos, en investigación científica y pautas de tratamiento protocolizadas, que hagan posible minimizar la incidencia de la enfermedad en nuestra sociedad.

Es curioso que, aparte del componente patológico de este tipo de cáncer, que en absoluto es la primera causa de muerte en la mujer, parece concitar más atención el hecho de que afecte a la mama de la mujer y en las repercusiones que conlleva, no sólo físicas sino también psíquicas, su extirpación si fuera necesario. La mayor parte de los reportajes periodísticos elaborados ese día giraron sobre cómo la mujer sobrelleva la amputación de un seno, más desde un punto de vista estético y social que biológico. Una preocupación comprensible en la mujer por cuanto esa glándula simboliza la feminidad y la maternidad que las distingue del hombre. Pero enfocar este asunto primando las consideraciones estéticas es desviar la atención y confundir a las propias mujeres.

Porque sería inaceptable que se utilizara el aspecto vivencial y estético de la mujer mastectomizada como la mayor preocupación que generta una enfermedad que, en realidad, es la séptima causa de muerte en la mujer, por detrás de las enfermedades cerebrovasculares, el infarto de corazón, la demencia, la insuficiencia cardíaca, el Alzheimer y la hipertensión -según estadística del INE en 2014-, sin que ninguna de ellas motiven campañas tan mediáticas como el cáncer de mama. Montar un espectáculo propagandístico utilizando reclamos emocionales y conmiserativos para que gobiernos e instituciones alardeen de su sensibilidad y preocupación ante los problemas que aquejan a los ciudadanos, es un acto de manipulación cuyo objetivo no es resolver el problema sino engañar a la población, a la que se le siguen negando los recursos que verdaderamente permitirían combatir un problema sanitario.

Es por ello que el Día Contra el Cáncer de Mama resultaba excesivamente rosáceo, demasiado colorista en lo superficial y anecdótico, sin apuntar a las verdaderas causas del problema: hay que destinar recursos, no discursos, para organizar planes sanitarios que combatan con eficacia éste y otros problemas de salud de los ciudadanos, afecten a las mamas, la próstata, el pulmón, la sangre o el cerebro, tanto en la mujer como en el hombre. Todo lo demás es propaganda.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Cuanto más lejos, más cerca

La distancia que nos separa de las personas queridas nos hace sentirlas más cercanas a nuestros sentimientos, nuestros pensamientos viajan con ellas y no las abandonamos en ningún momento. Cuánto más lejos se hallan, más cerca están de nosotros. Nos duele esa lejanía que se interpone en medio, pero nos reconforta el pronto regreso de ese ser cuya ausencia nos hace tenerlo más presente que nunca. El tiempo se reduce, entonces, a la expectativa de volver a abrazarlo y recuperar una presencia que, desde el mismo instante de su partida, echamos dolorosamente de menos. Podrá estar en la otra esquina del mundo, pero su voz y su sombra continúan entre nosotros y, hasta que no retorne, nos hará estar despiertos por las noches y atentos a cualquier señal que delate su llegada. Incluso en estos tiempos en que la comunicación es instantánea, el ser querido deja un vacío que no se llena hasta que su cuerpo se funde con el nuestro y los besos certifican que no es un sueño.

martes, 18 de octubre de 2016

¡Parad a Trump, pero también al PP! (y 2)

Hay que detener a la derecha impresentable que representa el candidato republicano de Estados Unidos, Donald Trump, impidiendo con la fuerza de los votos que salga elegido en las elecciones presidenciales del próximo noviembre, pero también hay que parar a la derecha desvergonzada que gobierna España y que aspira a repetir mandato sin rectificar ninguna de las políticas con las que empobrecen y amputan libertades a la mayoría de la población. Hay que detener a esos neoliberales del Partido Popular que no han gobernando para el pueblo sino para los poderosos, para los pudientes y las élites de este país, a quienes han gratificado con amnistías fiscales, reformas laborales y rescates económicos, mientras negaban toda ayuda a los humildes, trabajadores y clases medias, condenados a soportar el peso de una crisis que no habían provocado. Hay que detener esa siniestra e injusta política que la derecha autoritaria del Partido Popular pretende seguir aplicando con nuevos recortes, más impuestos y menos derechos que son contrarios al interés general de los ciudadanos. Medidas que, en estos años de gobierno conservador, presidido por Mariano Rajoy, han ocasionado que los ricos sean más ricos simultáneamente al incremento de los niveles de pobreza en el país, parámetros que  demuestran para quién se gobernaba y contra quiénes el gobierno actuaba. 

Hay que parar también al PP porque no se puede adelgazar más al Estado de Bienestar  con el subterfugio de hacerlo sostenible, cuando en realidad lo que se persigue es que prestaciones públicas sean ofertadas por la iniciativa privada, con el único propósito de ganar dinero gracias a la tarifación de servicios que han de costear los usuarios. Hay que parar el intencionado deterioro de la calidad en la educación, el sectarismo con que se elaboran leyes y planes educativos, la continua merma en las plantillas del profesorado, el endurecimiento de las condiciones para obtener una beca y la disminución de su cuantía, y esa obsesión por impedir la investigación y el desarrollo científico en nuestro país mediante una escasa financiación que, sin embargo, no se regatea a la Iglesia católica ni a los colegios concertados.

Hay que parar al PP para evitar el desvalijamiento del fondo de pensiones y el progresivo deterioro del sistema público que permite que nuestros mayores disfruten de su jubilación con dignidad. Hay que enfrentarse a un gobierno que prefiere que planes privados sustituyan este pilar imprescindible del Estado de Bienestar, provocando su quiebra a causa de aportaciones insuficientes por salarios precarios y trabajos también precarios o temporales. No es casualidad que el déficit al que está abocado el fondo de pensiones se haya producido con un gobierno neoliberal, justamente el que ha congelado las pensiones, y que las mayores aportaciones extraordinarias al mismo se hayan acometido con gobiernos socialdemócratas que, además, habían establecido la revalorización de las pensiones en función del coste de la vida. El futuro de nuestros abuelos nos obliga a parar estas medidas insolidarias.

Hay que detener que se limiten derechos por una supuesta mayor seguridad cuando la mayor seguridad para los ciudadanos es aquella que garantiza sus libertades y ampara los derechos que les reconoce la Constitución. Ninguna ley de seguridad ciudadana se justifica por un recorte de libertades y el impedimento a la libre circulación de personas, la libertad de manifestación y la libre expresión. Hay que parar un gobierno en el que el ministro de Interior es acusado de usar su cargo para perseguir a adversarios políticos y hacer proselitismo confesional mediante la concesión de medallas policiales a imágenes religiosas. Todo ello ha de ser detenido por ir en contra de una sociedad libre y democrática.

Pero si todavía se alberga alguna duda sobre la necesidad de parar al PP, la corrupción que exuda el partido conservador es, por sí sola, motivo sobrado para apartarlo del poder y obligarlo a sacar sus manos sucias de las instituciones y del dinero de todos los españoles. Causa vergüenza, sólo en el comienzo del juicio, las declaraciones del principal imputado en la trama Gürtel, admitiendo con absoluta desfachatez cómo se adjudicaban concursos públicos a cambio de comisiones que servían para el enriquecimiento de unos pocos y para la financiación ilegal de esta formación política. Personajes de una corrupción que tenían cobijo bajo las siglas del Partido Popular, al que beneficiaban en campañas y actos electorales con el dinero que sustraían de forma fraudulenta de distintas administraciones del Estado (local, comunitaria y estatal), pero que su mayor monto acababa en cuentas particulares en Suiza de los miembros más significativos de la trama, como el tesorero del partido Luis Bárcenas.

No es posible que tanta corrupción en el PP quede impune políticamente, independientemente de las sentencias judiciales, con la anuencia de los ciudadanos, quienes han de tolerar que Matas en Baleares; Barberá y Camps en Valencia; Granados y su jefa, Esperanza Aguirre, en la Comunidad de Madrid; infinidad de alcaldes, concejales y diputados, ministros que mienten sobre sus inversiones en paraísos fiscales o que ignoran que tienen un Jaguar regalado en el garaje, junto a un largo etcétera de personajes corruptos, muchos de los cuales desfilaron empavonados en la boda imperial de la hija del expresidente Aznar, campen a sus anchas y se permitan exigir que les dejen gobernar para seguir enriqueciéndose a nuestra costa. Hay que parar, también, al PP para que pueda depurar, fuera del poder, responsabilidades por este desfalco al dinero de los contribuyentes y a la confianza de los ciudadanos.

Tanto Trump en Estados Unidos como el Partido Popular en España representan riesgos para la convivencia pacífica de los ciudadanos y la calidad de la democracia de ambos países. Hay que pararlos por un sentido de equidad y justicia, ya que las políticas que aplican van teñidas del sectarismo y la intolerancia de los que hacen gala sus líderes y que es lesiva a los intereses generales de las respectivas poblaciones. Si se quiere elegir un buen gobierno, aquel que busca el bienestar de todos, tanto aquí como en USA, hay que parar a Trump…, pero, también, al PP. Sin demora.

domingo, 16 de octubre de 2016

La hipocresía de un spot

Circula por ahí un spot que, para promocionar un evento erótico, pretende hacer un retrato de brocha gorda sobre nuestro país, España, destacando las contradicciones y las hipocresías que alberga. Utiliza la demagogia y la sinécdoque para, a partir de seleccionados temas (fiesta de los toros, pederastia eclesial, rescate bancario, corrupción política, etc.), pintar una realidad bufonada de un país carente de valores éticos e hipócrita. Todo muy bien, y técnicamente impecable, si la finalidad del spot fuera despertar conciencias para combatir las lacras que denuncia, pero que pretende únicamente captar la atención para vender un acontecimiento erótico que usa la prostitución como producto de mercado. Otra lacra aún más grave que esclaviza seres humanos.


viernes, 14 de octubre de 2016

¡Parad a Trump…! (1)

A los norteamericanos les está costando trabajo parar al impresentable Donald Trump, ese energúmeno que aspira a ser el próximo presidente de la nación más poderosa de la Tierra sin siquiera saber dónde está Uganda en el mapa y sirviéndose de simples nociones de vestuario, como él mismo califica sus opiniones, no sólo sobre el papel de la mujer y la igualdad en derechos que les reconoce una sociedad moderna, sino en casi todo, salvo en eludir y trampear impuestos. Dice mucho del candidato republicano que ni los líderes del partido al que representa quieren que gane estas elecciones, aunque no sepan ni puedan, por ser demasiado tarde, cómo impedirlo y apartarlo de la contienda electoral. La  única virtud que lo encubra es ser multimillonario, por lo que no le faltan fondos para financiar su campaña y rodearse de asesores que dulcifiquen, en lo posible, su repulsiva imagen racista, misógina y palurda, tanto en política como en civismo y educación.

Les está costando, como digo, evitarse el bochorno de un presidente de semejante catadura porque son ellos mismos, los propios norteamericanos, los que favorecen su avance gracias al apoyo que consigue en la América profunda, cateta, ingenua e intolerante que vota a cualquiera que prometa sacarla de la depresión social en la que se haya inmersa a causa de las dificultades económicas, la desubicación de empresas y la carencia de expectativas con las que poder esquivar los cambios económicos y sociales que se han producido, no sólo en Estados Unidos, sino también en la mayoría de países del mundo por obra y gracia de esa globalización que el propio mercado americano ha promovido. La culpa de los males y dificultades que padecen los rancios conservadores norteamericanos la achacan a las importaciones comerciales, los inmigrantes que les arrebatan puestos de trabajo, la excesiva tolerancia racial y cultural, al “establishment” político que se muestra ciego con sus problemas y, en definitiva, a todo cuanto sea diferente de sus costumbres y tradiciones y socave los privilegios, en prebendas o dólares, con que eran tratados.

A esos electores blancos y ultraconservadores, Donald Trump les parece un ser providencial que está decidido a cerrar las fronteras con muros por defenderlos, va a expulsar a todos los inmigrantes, ilegales o no, que les quitan el trabajo y causan desórdenes, va a cambiar el comercio mundial para que sólo USA pueda producir, fabricar y vender sus productos en el mundo sin que nadie les haga competencia, va a acabar con el terrorismo a base de bombas y cañones en la mejor tradición del far west, va a meter a Hillary Clinton en la cárcel por usar un correo electrónico particular y no oficial, va a reimplantar la segregación racial para que América sea de los americanos… blancos y protestantes, naturalmente, va impedir el acceso al país de toda persona musulmán, latina o cualquier otra condición, confundiendo religión con etnia, inmigrante con delincuente, musulmán con terrorista, etc., sin que nadie le corrija ni le afee el simplismo, y, en definitiva, va a fortalecer los Estados Unidos de América como nunca antes en la historia, impidiendo gobiernos débiles, como el de Obama ahora o el de Clinton mañana, que no defiendan como es debido la primacía imperial yanqui en el mundo. Este es el eficaz caramelito con el que el candidato Trump atrae a los descontentos y frustrados con el viejo sueño americano, convertido ahora en pesadilla según él, y que se han visto marginados por la dinámica de los nuevos tiempos.

El ínclito Trump se ha permitido hasta ahora la desfachatez de soltar las más ofensivas ordinarieces sin que por ello sea castigado por sus simpatizantes. Ha podido mofarse de los veteranos de guerra, ha arremetido contra los correligionarios de su propio partido que le han retirado su apoyo, ha insultado a periodistas y medios de comunicación por no plegarse a sus deseos, ha ofendido a naciones vecinas con calificaciones injuriosas, ha podido mostrarse como el más repulsivo machista al alardear de agredir a mujeres sin que ellas pudieran evitarlo, ha bordeado incluso la pedofilia al fijarse en una niña para asegurar que dentro de unos años la conquistaría, se ha permitido expresar su simpatía por Putin, sin que le importara fuera sospechoso de interferir en la campaña electoral norteamericana mediante espionaje electrónico, y, en suma, se ha permitido poner en duda gratuitamente la nacionalidad del actual inquilino de la Casa Blanca, simplemente por ser negro, e, incluso, poniendo el parche antes de que salga el grano, hasta ha mostrado su desconfianza por la limpieza electoral si no resulta elegido.

A menos de un mes para que los norteamericanos acudan a las urnas, Trump se revuelve contra los que recelan de él y descubren su nada modélica conducta, pasada y presente, tan plagada de irregularidades, mediocridad y chabacanería, que lo hacen indigno para  representar y dirigir no sólo la única potencia mundial con influencia global, sino cualquier país medianamente desarrollado, moderno y democrático. Resulta inconcebible, a estas alturas, que se dirima la presidencia de EE.UU. entre él e Hillary Clinton cuando lo que les diferencia es abismal en cuanto a preparación, experiencia, ética, cualidades personales,  programas electorales y modelos de sociedad que ambos representan.

Hay que parar a Trump por decencia política, seguridad mundial y ética individual del pueblo norteamericano llamado el próximo noviembre a elegirlo o rechazarlo, y por la tranquilidad de las poblaciones de las demás naciones que se ven afectadas por lo que sucede en Estados Unidos y por las normas y valores que de allí se irradian al resto del mundo. Hay que pararlo porque, aunque la democracia no garantiza el gobierno de los mejores, debemos impedir a toda costa que posibilite el gobierno de los peores y más chabacanos representantes de la ciudadanía. ¡Paradlo, por favor, antes de que nos arrepintamos!    

jueves, 13 de octubre de 2016

Otoño en Sevilla


Por fin el otoño se cierne sobre Sevilla, cubriéndola con esas nubes grises de una lluvia deseada que limpia su atmósfera, baldea sus calles y riega jardines y plazas. Nubes raudas que acarician esa torre empinada que pretende llegar hasta ellas para empaparse de su preciado cargamento sin aguardar que caiga del cielo. Son las primeras lluvias y los fríos tardíos de un otoño empeñado en ocultar su rostro hasta ayer, en que la ciudad bendijo su regreso y se dejó abrazar con esa luz tenue que lo acompaña. Una estampa distinta y bella de una ciudad que recibe alborozada la entrada del otoño.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Hispanidad monumental

Monumento en Alcalá del Río (Sevilla)
Hoy, Día de la Hispanidad, cuando algunos ayuntamientos españoles, que se pueden contar con los dedos de una mano, se muestran contrarios a conmemorar esta fecha por considerarla efemérides de un magnicidio y de la ocupación colonial de todo un continente por parte de España, otros, en cambio, se toman con humor la festividad y la celebran adornando los monumentos más significativos de la localidad con la gracia que se aprecia en la imagen. Mientras aquí se discute la singularidad de que este país, a partir de 1492, propagara su lengua y cultura a la América hispánica, junto a la violencia y abusos de toda conquista colonizadora, las naciones que hablan español devuelven a España un idioma que no deja de evolucionar y actualizarse y una cultura que mezcla lo indígena con lo adquirido en un mestizaje mutuamente enriquecedor. Frente a los negacionistas de la historia, la gran Historia de la Hispanidad, prefiero a los que se la toman con humor, asumiendo lo que España ha aportado y el destino común, como pueblo unido por una lengua, que nos depara pertenecer a la comunidad hispánica, una de las culturas más excelsas y prestigiosas del mundo.

domingo, 9 de octubre de 2016

El monstruo que viene

Entre todos lo estamos convocando y él sólo se está acomodando entre nosotros. No es un monstruo de película, sino una pesadilla cada vez más extendida en la realidad de este país tan insensato como ingenuo. Es el monstruo de la pobreza y las desigualdades, de la precariedad y el desempleo, de la formación para las élites y mano de obra barata y cualificada para el abuso y la explotación,  el monstruo, en suma, de la injusticia que consentimos a cambio de migajas y caridad. Ese monstruo que viene ya está entre nosotros y nos devora cada día, comiéndose nuestros ideales, proyectos, ilusiones y convicciones. Pero apenas luchamos contra él, no nos defendemos, no nos unimos para vencerlo y derrotarlo, para expulsarlo de entre nosotros. Lo dejamos actuar como si fuera un mal inevitable, una catástrofe natural y no un producto de nosotros mismos, de nuestro egoísmo y avaricia, de nuestra ceguera colectiva, de decisiones tomadas para favorecer a unos pocos y perjudicar a la mayoría, de hacer distingos sociales según niveles de renta, de separarnos en función de creencias, sexo y color de piel, de olvidar que todos somos seres humanos y pertenecemos a una única naturaleza común. Así alimentamos el monstruo que viene para acabar con nosotros. Un monstruo nacido de lo peor de nosotros mismos. Seguimos empeñados en llamarlo, en desearlo, en instalarlo entre nosotros, en nuestro país, nuestras ciudades y nuestros hogares. Así es el monstruo que viene. Que ya está aquí. ¿No lo ves?

sábado, 8 de octubre de 2016

El saber no ocupa lugar….

Pero necesita espacio para poder retenerlo, para tenerlo siempre disponible y poder consultarlo cuantas veces sea necesario; para disfrutar de él y recrearse con el conocimiento que nos proporciona; para ojearlo, inmóvil y silente, a través de los títulos de las obras que lo condensan, alineadas en las estanterías; para recordar viejas lecturas y volver a sorprendernos con lo que nos hizo sentir y nos aportó; para disfrutar acariciando cada tomo, admirar viejas tipografías y encuadernaciones, sentir el tacto y el leve crepitar de las páginas y descubrir párrafos subrayados en esos libros donde se oculta y que nos contagiaron un poco de su sabiduría y nos prepararon, ensanchando nuestro pensamiento, para enfrentamos al mundo y cuestionarlo. En definitiva, para seguir persiguiendo cual enamorado, nostálgico incomprendido del soporte papel, un saber que requiere espacio donde reposar hasta que volvemos a requerirlo. Son mis libros que mudan a una nueva biblioteca para que me entregue feliz a ellos. Me brindan un placer que disfruto como niño con juguete nuevo cada vez que me encierro en ese espacio en el que habita el saber del que me rodeo. Un placer gratificante y duradero: me hace feliz y lo disfruto desde que aprendí a leer. A la lectura y los libros les debo lo que soy.

viernes, 7 de octubre de 2016

El declive del PSOE

El partido socialista de España (PSOE) ha sufrido la semana pasada su particular estación de penitencia, una semana de pasión que lo ha llevado al límite de la fractura o, cuando menos, al enfrentamiento abierto entre las dos almas que conviven en tensión dentro de la organización política: la radical y la moderada o, si se quiere, la más izquierdista y la centrista que aglutinan a rupturistas y reformistas dentro de sus siglas. Esas dos sensibilidades siempre han estado ahí, en el seno del pensamiento socialista, desde la segregación de la socialdemocracia del ideario comunista-marxista de mediados del siglo pasado. Y con ese don de la inoportunidad tan nefasto, esta historia cainita del PSOE siempre se ha materializado en momentos en los que, a ojos de cualquier testigo, hubiera sido conveniente, para el buen fin del proyecto político que representa el partido, hacer demostración de unidad y liderazgo, no de desunión y divergencias de criterio. Quedan como hitos de esa historia bipolar socialista las diferencias entre Indalecio Prieto y Largo Caballero en tiempos de la República, en 1935, o la de Rodolfo Llopis y Felipe González, en el Congreso de Suresnes de 1974, por citar los más sonados. No son nuevas, por tanto, las diatribas en la familia socialista para determinar el rumbo de la organización y hasta el matiz ideológico en cada circunstancia histórica o crucial.

Que nuevamente vuelvan a tirarse los trastos a la cabeza entre críticos y leales al aparato, esta vez por pactar con quien sea para echar a la derecha del poder o permitirle gobernar por ser la minoría mayoritaria del Congreso, aunque no consiga reunir los apoyos suficientes para ello, no es ninguna novedad. En esta ocasión, no se trata sólo de ansias de poder o del interés personal de quien aspira a ser presidente del Gobierno a cualquier precio. Es la definición de la estrategia política, en función de la “sensibilidad” dominante en este momento, lo que ha empujado a los críticos a la rebelión y, de momento, al control de la situación a través de una gestora, obligando a dimitir al actual secretario general, Pedro Sánchez, y desactivar todas sus iniciativas, tendentes a constituir una alternativa transversal de izquierdas, pausible mediante un pacto con Podemos y otras formaciones nacionalistas, que sustituya a Rajoy de la presidencia del Gobierno. Para ese sector crítico del partido, las cuentas no cuadraban y las facturas por el apoyo de las formaciones independentistas a una posible pero improbable investidura, resultaban inasumibles, por demasiado caras: permitir un referéndum segregacionista en Cataluña. Y se rebelaron, como es norma en el PSOE, con desgarros y dando el espectáculo.

En cualquier caso, el problema que en la actualidad presentan las opciones políticas socialdemócratas es mucho más grave y profundo de lo que aparenta esta lucha en el socialismo español. Porque no se trata sólo de una discusión por cuestiones coyunturales, sino de un enfrentamiento que proviene de divergencias estructurales sobre lo que representa hoy día el pensamiento socialista en nuestra sociedad y en un mundo dominado por la globalización y la economía de mercado. Se trata de un re-posicionamiento de la oferta socialista y de articular un mensaje que ya no convence a las masas que antaño votaban al PSOE y que, desde hace un lustro, se decantan por otras opciones nuevas, en principio, más atractivas y frescas. Se trata de frenar esa caída en el apoyo social de una opción política que se muestra incapaz de ofrecer una alternativa sólida, no sólo frente a los populismos radicales de derechas e izquierdas, sino ante el neoliberalismo reinante que ha sabido imponer su lógica y sus condiciones en todos los órdenes de la vida, hasta el punto de obligar a que el mayor y más incuestionable fruto de la socialdemocracia, el Estado del bienestar, sea revisado y valorado según su “sostenibilidad” y rentabilidad, en vez de por su necesidad ante las injusticias y las desigualdades sociales.

Aquellos logros de la postguerra están consolidados y ya no sirven para atraer y seducir a los ciudadanos como reclamo electoral. Incluso la derecha económica y social los ha aceptado como imprescindibles (aunque sin reconocer que sean frutos históricos de la socialdemocracia, como la educación pública, la sanidad universal, las pensiones y hasta el novísimo derecho a la dependencia), pero intenta adecuarlos a los parámetros del neoliberalismo, que persigue sean “sostenibles” por sí mismos (mediante copagos y repagos por parte de los ciudadanos, aparte de con impuestos) o trasladando su provisión a la iniciativa privada, cuyo objetivo, como es sabido, es la rentabilidad, ganar dinero, no prestar un servicio público. Tan potente y eficaz ha sido este lavado de cerebro neoliberal que casi todo el mundo asume la necesidad de aplicar una “austeridad” que “pode” el Estado de Bienestar para hacerlo “sostenible”, aunque ello suponga más desigualdad entre los ciudadanos que no pueden costearse prestaciones y servicios. Poco a poco, pero de manera irreversible, nos han ido transmutado de usuarios a meros clientes, convencidos de que el Estado no puede satisfacer, porque no le corresponde, las necesidades básicas de la población de manera equitativa como solía. Una bandera de la socialdemocracia que ya no arrastra a nadie.

Pero otros han tomado esa bandera y la enarbolan con mucha más energía, yendo en contra de toda austeridad y toda política económica que perjudique a los más necesitados, apelando incluso a la demagogia (como la subida drástica del salario mínimo interprofesional o la implantación inmediata de una renta básica universal), sin importarles cambiar el modelo económico y el sistema capitalista, cosa que la socialdemocracia nunca pretendió. Estas nuevas ofertas políticas han conseguido atraerse a buena parte del voto de izquierdas del socialismo español y persiguen sustituirlo por completo, por caduco. Y otras de derechas, sin manchas ni servidumbres que ocultar, operan de igual modo ofertando la regeneración y la limpieza de las viejas opciones corroídas por la corrupción política y económica, sin que hasta la fecha hayan podido arrebatarle al partido conservador que gobierna España un número significativo de votos, aunque sí suficiente para alejarlo de la mayoría absoluta. Y, de paso, han mordido una parte del electorado centrista que votaba socialista y estaba harto de escándalos de corrupción y de reformas que no llegaban más allá de lo posible y tolerable por el sistema económico y político.

Por todo ello, el PSOE tantea tácticas y discursos con los que recuperar aquellas mayorías que lo aupaban al poder y le permitían gobernar. Son tácticas baldías, ya que el socialismo español no halla la fórmula para evitar la sangría de descontentos e indignados que le hizo perder millones de votos en las elecciones de 2011, que lo ha seguido desangrando en las de 2015 y en estas últimas de 2016, de las que se culpa a Pedro Sánchez, y que ahondan una escisión que viene de antiguo y precipita al PSOE a la irrelevancia, de continuar esa tendencia electoral y la indefinición ideológica.

Lo que le está sucediendo al PSOE es la misma descomposición que ya afectara al laborismo británico tras el cuestionable mandato de Tony Blair, al socialismo francés con Hollande, al SPD alemán, al homónimo de Portugal y, de manera mucho más dramática, al PASOK griego, todos ellos miembros de una corriente ideológica que ha gobernado en la mayoría de los países de Europa y ha llegado ser el segundo grupo, por número de diputados, del Parlamento Europeo. Una descomposición que se ha acelerado, expulsándolos de los gobiernos y alejándolos de los ciudadanos, con la emergencia de la crisis financiera que todavía hoy impide el normal desarrollo y crecimiento económico del Viejo Continente. Basta recordar, para ejemplificarlo, las medidas impulsadas por el último presidente socialista de España, Rodríguez Zapatero, de recortes presupuestarios y congelaciones salariales, que posteriormente fueron endurecidas por el Gobierno de Mariano Rajoy, cuando lo sustituyó en los albores de la crisis, sin que los ciudadanos perdonen a aquel ni castiguen a éste. Si a ello añadimos la aparición de nuevos frentes y preocupaciones, como los que representan el flujo emigratorio masivo que despierta en muchos países, también en el nuestro, el racismo y la xenofobia; una juventud con o sin estudios pero sin expectativas de empleo y condenada a vivir peor que sus padres; la parálisis y la precariedad que caracterizan a la actividad comercial y el mundo laboral; y un fenómeno de corrupción galopante, casi sistémico, que afecta tanto a partidos como a instituciones, no puede resultar extraño que las políticas que, en general, pretendían transformar la realidad se hayan quedado anquilosadas por no saber resolver estos problemas y la socialdemocracia, en particular, haya emprendido una senda de declive en todo el continente que el PSOE está acusando en sus propias carnes.. Muchos problemas, viejos y nuevos, que no hallan respuesta por parte de una izquierda que, no solamente es incapaz de entusiasmar a la gente, sino que deja que la derecha neoliberal vaya desmantelando progresivamente el Estado del Bienestar con la excusa de su “sostenibilidad” y consienta el imparable crecimiento de las desigualdades y las injusticias impuestas por el mercado y su sacrosanto objetivo de enriquecimiento de unos pocos.

El declive del PSOE viene de antiguo y es común a una ideología que se ha dejado ganar por los que no quieren pagar impuestos, están en contra de una fiscalidad progresiva que redistribuya la riqueza nacional y pretenden que los ciudadanos costeen de su bolsillo las necesidades básicas de educación, sanidad y pensiones, aunque vengan condenados desde el nacimiento a padecer carencia de oportunidades para poder afrontarlas. El declive del socialismo español no es cuestión de personas, sino de ideas, de esa falta de ideas y proyectos del que adolece un pensamiento que, desgraciadamente, ha renunciado a transformar la realidad y se ha dejado domesticar por el mercado. Y puesto que el mercado es dominante, la gente deja gobernar a los mercaderes con tal de que repartan algunas migajas a los pobres, que somos el resto.