domingo, 31 de diciembre de 2017

Balance aproximado de 2017

En España
2017 se despide exhausto de acontecimientos que estremecieron a España hasta el punto de desear darle carpetazo cuanto antes con tal que 2018 venga con algo de sosiego y esperanza. La violencia se enseñoreó de este país, dejando el rastro ensangrentado por los yihadistas en Barcelona y Cambrils y salpicando el territorio con esa lacra machista del asesinato de mujeres que parece imposible erradicar. Y es que el fanatismo islamista mata inocentes con la misma facilidad que algunos hombres asesinan a sus compañeras cuando ellas deciden cortar una relación de opresión, abusos y malos tratos. Todo esto sucedía a la par que el juicio del caso Gürtel constataba la existencia de una caja B en el Partido Popular, cuyo presidente Mariano Rajoy, a la sazón presidente del Gobierno, testificaba que no podía saber lo que hacían sus subordinados y el tesorero de su formación -Luis Bárcelas, alias “Luis el cabrón”-, porque él sólo se dedicaba a la gestión política. Mientras, en Barcelona, el Govern de la Generalitat y un Parlament con mayoría soberanista consumaban su reto al Estado y declaraban la independencia de Cataluña, tras un simulacro de referéndum que el Gobierno combatió con porras y arrestos. El presidente de aquella Comunidad huyó a Bélgica mientras su vicepresidente y otros consejeros acababan en una cárcel de Madrid. Con ese Govern destituido y el Parlamento disuelto por intervención del Estado, se convocaron nuevas elecciones que dejaron la situación tal como estaba, a espera de que 2018 aclare un follón político que la Justicia es incapaz de resolver por sí sola.

En el mundo
El que hoy acaba ha sido el primer año de mandato de Donald Trump, el inquietante presidente norteamericano que sigue empeñado en retirar a su país de todas las instancias internacionales que basan en el consenso y el multilateralismo las relaciones entre los países del mundo. Como los maníacos obsesivos, cree que todos persiguen perjudicar a EE UU u obtener beneficios a su costa, ya sea en la OTAN, en la ONU o en la Organización Mundial del Comercio. Por ello, prefiere el aislacionismo como política estratégica y el proteccionismo como práctica económica en un mundo en el que impera la globalización, precisamente promovida por EE UU. Ni la UNESCO, ni el Acuerdo de París contra el cambio climático o los tratados comerciales convencen a un presidente que quiere “América primero”, sólo para los americanos, sin inmigrantes ni refugiados, con muros en las fronteras y vetos a la migración, como si su población fuera autóctona y descendiente directamente de los indios. Mientras tanto, el cerco judicial se estrecha en torno al círculo íntimo del presidente por la supuesta injerencia rusa en la campaña electoral en que sorpresivamente resultó vencedor. Algo que no esperaba nadie. Y desde entonces con ese estilo faltón y arrogante que le caracteriza, incapaz de reconocer su inexperiencia, se ha pasado el año enfrentándose al loco de Corea del Norte con mutuas amenazas nucleares, agasajando a las petromonarquías saudíes y alineándose incondicionalmente con los sionistas de Israel al reconocer Jerusalén como capital del Estado hebreo. Con semejante panorama, lo mejor de 2017 ha sido la derrota del Estado Islámico, aunque ello no suponga la eliminación de su capacidad para irradiar odio y terror allá donde consiga radicalizar a descerebrados seguidores. Saludamos, pues, con temor a 2018. Porque no hemos podido citar, en nuestro apresuramiento, ni a Maduro, ni a Putin, ni la masacre de los rohingyas, ni los palestinos, ni la vergüenza europea, España incluida, de incumplir su propio acuerdo de acogida de refugiados, etc.

viernes, 29 de diciembre de 2017

Pérdidas


Cumplimos años y nos quedamos huérfanos de referencias vitales que vamos perdiendo con la edad. Referencias que nos vinculan, a través del arte, la cultura, la música, el deporte o el espectáculo, con la época que nos tocó vivir. Poco a poco nos invade una sensación de extrañeza, de aislamiento en un mundo que se va haciendo desconocido, ajeno a nuestra existencia. Y nos sentimos solos, desorientados en esta experiencia de convivir y relacionarnos con los demás. Sobrevivimos sin comprender las nuevas modas y sin ligarnos a los movimientos contemporáneos de masas. Simplemente, vamos anotando las pérdidas que vamos sufriendo. Y este año han sido muchas, demasiadas. Como Juan Goytisolo en la literatura, o Federico Luppi, Nati Mistral, Jeanne Moreau. Roger Moore y Jerry Lewis en el cine, que también perdió al director y guionista Basilio Martín Patino; o Walter Becker, cofundador de Steely Dan, John Abercrombie, guitarrista de jazz, y Tom Petty, Chuck Berry y hasta mi adorado Al Jarreau en la música. Por perder hemos perdido al dibujante de cómic Alfonso Azpiri y al mítico piloto español de motos Ángel Nieto. En el plano personal, también se fue hace un año, sin molestar, la abuela, mi suegra, dejándonos un vacío inconsolable. Y así, pérdida a pérdida, hasta que nos toque. Es ley de vida, a la que llegamos desnudos y abandonamos en la más absoluta orfandad. Y es que estoy en modo sentimental, como Step Ahead.

martes, 26 de diciembre de 2017

¿Prescriben los delitos en un elegido?

Carles Puigdemont
Los “problemas” en Cataluña, la primera y única comunidad autónoma intervenida por el Estado por declarar unilateralmente su independencia, se mantienen como estaban tras unas elecciones del pasado 21 D que debían clarificar la situación. No ha sido así. Continúan existiendo dos bloques enfrentados en la sociedad catalana y el Parlamento regional, aunque uno de ellos, el soberanista, con el 47,5 por ciento de los votos, acapara la mayoría absoluta de la Cámara, que vuelve, de esta forma, a dirigir la política de la comunidad en clave independentista. ¿Será ello posible por enésima vez? Sí y no.

Ya decíamos en un comentario anterior que, ganase quien ganase estas elecciones, deberá gobernar Cataluña sin saltarse la ley y manteniendo un escrupuloso respeto al Estado de Derecho, por las cuentas que le trae. En caso de que esa responsabilidad recaiga en elegidos de nuevo cuño, los consellers encarcelados y un presidente de la Generalitat fugado recordarán el alto riesgo que se asume al ignorar y violar la ley. Pero si son los mismos actores de la legislatura anterior, algunos de los cuales están sujetos a medidas cautelares, la reincidencia representaría un agravante que podría complicarles y endurecerles cualquier medida judicial. Y la verdad es que, en esta ocasión, no está el horno para bollos secesionistas, con el foco de la Justicia puesto en lo que hagan y decidido a no tolerar ningún quebranto más de la legalidad, incluyendo entre las leyes, naturalmente, a la Constitución. Deberán, por tanto, hilar fino los elegidos para, sin renunciar a sus ideas, hacer política desde la lealtad institucional y bajo el imperio de la ley. Es decir, recuperando el diálogo (el verdadero, sin imposiciones), la estabilidad democrática (y legal) y la normalidad (política, económica y social) en una Cataluña fracturada, paralizada por una tensión estéril y en grave riesgo de convertirse en una autonomía fracasada (al no satisfacer las necesidades de todos los catalanes).

Oriol Junqueras
Pero en el centro de esta coyuntura, la situación creada tras las nuevas elecciones presenta una inimaginable extravagancia: la de contar como elegidos a algunas personas que están siendo investigadas y procesadas por cometer graves delitos (sedición, prevaricación, etc.). En tal tesitura, existe la intención de interpretar el resultado electoral como sentencia ciudadana que absolvería a los encausados. Es una tentación en la que han caído todos los partidos que cuentan con líderes sometidos a causas judiciales. Ejemplo de ello es el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que  suele parapetarse tras este argumento para declararse absuelto de cualquier responsabilidad por los casos de corrupción existentes en su partido. También en el PSOE se recurre a la misma cantinela cuando quiere amparar y justificar a cargos electos señalados o imputados en causas penales. Es una utilización del derecho a la presunción de inocencia que persigue la impunidad. Por ello, no resulta extraño que el “molt honorable president” fugitivo, Carles Puigdemont, exija desde su refugio de Bruselas que se le permita retornar para tomar posesión de su escaño y asumir una eventual investidura sin preocuparse por el auto de busca y captura que le aguarda si pisa suelo español. Se considera, como todos en su situación de delincuentes electos, juzgado y absuelto gracias a los votos que cosechó su partido PDeCAT, la antigua Convergència. Del mismo modo, también los políticos encarcelados reclaman libertad para ocupar sus escaños en el Parlamento catalán. Todos ellos piensan que los delitos prescriben al ser elegidos por el voto popular. ¿Sería ello correcto?

En un Estado de Derecho, con separación de poderes, el Judicial es independiente del Ejecutivo y el Legislativo. Todos, sin embargo, están sometidos a la ley y su ámbito de actuación está delimitado por el marco legal en el que han de desenvolverse. En la configuración del estado autonómico español, los gobiernos autonómicos representan al Estado en sus territorios y administran las competencias que este delega para descentralizar el poder y acercarlo a los ciudadanos. En el caso catalán, aunque la voluntad del Gobierno fuera la de permitir que los electos encausados por diversos delitos tomaran posesión de sus cargos, no podría, sin embargo, impedir que la Justicia continúe su curso y persiga a quienes están acusados de un delito de rebelión contra el Estado al que, en puridad, han de representar. Y de todos los dirigentes nacionalistas investigados, 18 son parlamentarios electos, entre los que se encuentran tres encarcelados (Oriol Junqueras, Joaquim Forn y Jordi Sánchez) y cinco huidos a Bélgica (Puigdemont, Clara Ponsatí, Lluís Puig, Toni Comín y Meritxell Serret). 

Parlamento catalán.
Por esta razón, aunque persista la existencia de dos bloques antagónicos (separatistas y unionistas) que dividen la sociedad y el Parlamento de Cataluña, la legislatura surgida de estas elecciones extraordinarias no podrá volver a repetir el pulso al Estado y la desobediencia a las leyes, al Estatuto de Autonomía  y a la Constitución. Y ello, incluso, como es probable, si la repetida mayoría parlamentaria independentista conforma un Govern idéntico al anterior, disuelto por la aplicación del Artículo 155 de la Constitución.

Quiere decirse que, respondiendo al interrogante que nos hacíamos al principio, es factible por enésima vez dirigir la política catalana en clave soberanista, pero no es posible hacerlo desde la ilegalidad y la desobediencia a los tribunales de Justicia ni al Tribunal Constitucional. Entre otros motivos, porque ni desde la cárcel ni desde el exilio, donde se hallan por sus responsabilidades penales los máximos dirigentes de las dos formaciones con mayoría parlamentaria, aunque sin mayoría social, se puede predicar una política que conduce inexorablemente a tales destinos.

Ni Puigdemont ni Junqueras, que se disputan la presidencia de la Generalitat, pueden representar al Estado contra el que se rebelan si antes no cumplen con la Justicia y declaran ante el juez su intención de acatar la ley, lo que les impediría toda vía unilateral e ilegal hacia la independencia. Y si fueran otros los que les sustituyeran, las situaciones penales de los citados servirían de advertencia ante las tentaciones secesionistas a través del desafío a la legalidad vigente. Queda claro, por tanto, que ser electo no exime del respeto a la ley ni de las consecuencias penales de la comisión de delitos, por otra parte, impropios en representantes de la soberanía popular en un Estado de Derecho.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Brindo por ustedes

A quienes celebran la Navidad, a los que festejan el equinoccio de invierno, a los que aprovechan la oportunidad de pasar una noche reunidos con los parientes o los amigos, a los que siguen la tradición o la denostan, a quienes pasan de fastos y gastos, a los supersticiosos y a los descreídos, a todos, piensen lo que piensen y estén donde estén y con quienes estén, solos o acompañados, tristes o contentos, que pasen unas gratas fiestas y disfruten, independientemente de la excusa, de una ocasión para ser felices, intentarlo o aparentarlo en compañía de quienes se sientan a la mesa, con la charla de unos y el recuerdo de otros. Al fin y al cabo, lo que celebramos es poder hacerlo en paz, tolerancia y libertad, dejando de lado nuestras diferencias y nuestras anteojeras religiosas o profanas, y aferrarnos a una vida que nos ofrece estos ratos de pasarlo bien o pasarlo mal, de nosotros depende. Que por mí no quede: brindo por ustedes.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Un grito de solidaridad

No puede evitar solidarizarse con el que sufre, con quien padece una enfermedad que sabe que es mortal y te destruye completamente, como si te devorara de dentro hacia fuera, recordándote con cada mordisco el final que te aguarda. Observa que los tratamientos apenas detienen el curso de la enfermedad, retardando sólo un poco su maldito triunfo sobre la vida, aunque ya casi ha vencido a la capacidad de resistencia de su víctima. Y no lo puede soportar, no puede soportar no hacer nada y resignarse con las manos quietas a ver cómo vence el mal. Por eso decide, a la desesperada, gritarlo al mundo, hacérselo saber a todos sus amigos, incluso a quienes ni siquiera conoce pero rastrean curiosos las redes sociales. Y los reta a leer su lamento y difundirlo indefinidamente, como si el número de lectores influyera en el curso de una enfermedad. Pero es lo único que puede hacer: gritar, gritar de rabia y dolor, hasta que los aullidos alcancen a alguien que sepa aportar algún consuelo, alguna esperanza. Es su manera de mostrar solidaridad con el amigo enfermo de cáncer. Es su manera de hacer algo para no abandonarlo en su angustia. Para no dejarlo solo hasta el final.

A Pedro Burgos Trujillo, a quien acompaño en el grito. 

jueves, 21 de diciembre de 2017

Amanece el invierno


Amanece el invierno en el día más corto del año y la noche más larga, para progresivamente ir alargando las horas de sol hasta derrotar totalmente las tinieblas que se habían apoderado de los días. Amanece hoy el invierno para cerrar un ciclo e iniciar otro de 365 días que nos brinda la oportunidad de renovar proyectos y olvidar desencantos. Amanece un invierno que ya ha acortado, con sus fríos y heladas adelantadas, a un otoño empequeñecido por un verano inagotable y usurpador del tiempo que no era suyo. Amanece el invierno más transparente de luz como tacaño de agua de los últimos años, obligando a los sedientos a seguir implorando esas nubes que riegan la tierra y calman la sed. Amanece hoy el invierno para cumplir con la promesa de una próxima primavera que sustituirá el manto blanco por una policromía que cubrirá los campos y llenará de voces y cantos el aire. Hoy amanece el invierno para hacernos compañía hasta marzo, como condición indispensable de una vida que cumple años y es testigo de los cambios de estación. Amanece, pues, hoy el invierno, afortunadamente.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Los ERE en el banquillo

Ha comenzado la vista oral de los ERE tras siete de instrucción del sumario, cuatro de ellos por parte de la jueza Mercedes Alaya, quien, incluso cuando ya no le corresponde dictar sentencia, sigue sin querer perder protagonismo en una macrocausa que parece asumir como si fuera la única persona capaz de enjuiciarla y dictar veredictos de todo el estamento judicial. La entonces parca jueza de instrucción, ahora magistrada de la Audiencia Provincial, no rehuyó a su habitual entrada en los Juzgados tirando de su inseparable maletita con ruedas –su famoso trolley- casi simultáneamente de cuando lo hacían los acusados más relevantes y mediáticos de la causa, los expresidentes de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, no fuera ser que se olvidara que había sido ella quien iniciara e investigara el caso de corrupción más voluminoso, por los folios del sumario y el montante económico de lo supuestamente defraudado, de la política española hasta la fecha, el llamado "caso de los ERE". Incluso aprovechó tan esperado momento la magistrada Alaya para manifestar que le generaba "una incertidumbre fea" la sentencia que pudiera dictar el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) en caso de resolver un eventual recurso, ignorando, pese a ser juez, que sería el Tribunal Supremo y no el TSJA la instancia a la que habría que elevar esa probable apelación, en virtud de la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 2015. Ese afán de protagonismo ha empujado a quien fuera implacable justiciera a cometer una irrupción totalmente impropia y desafortunada, que en nada favorece a la necesaria imparcialidad que han de mantener los que imparten Justicia. Y esto no ha hecho más que empezar.

Pero a lo que íbamos: por fin ha dado comienzo la vista oral de la "pieza política" del caso de los ERE, una macrocausa por la que se investiga si el procedimiento de ayudas empleado por la Junta de Andalucía durante más de una década –las famosas transferencias de financiación- para socorrer a empresas en crisis y trabajadores en paro, era ilícito y, por ende, delictivo. Eso es, exactamente, lo que sostienen la Fiscalía y la jueza de instrucción, quienes consideran que el Gobierno andaluz diseñó un procedimiento a sabiendas de su ilicitud para subvencionar, mediante la partida 31L del Presupuesto andaluz, unas ayudas de forma opaca que no requerían el control de la Intervención General. Ese fondo era el que manejaba arbitrariamente el exdirector general de Empleo, Javier Guerrero ("fondo de reptiles, lo denominaba), para conceder tales ayudas a trabajadores y empresas en crisis, y del que desvió recursos para favorecer a "intrusos" -personas, empresas y amigos que no reunían los requisitos exigidos para recibirlas-, cometiendo irregularidades graves en forma de prevaricación, malversación y otros delitos, por algunos de los cuales ya ha sido condenado. Ahora, en esta pieza aparte de la causa, se debe resolver si los políticos de la cúpula de la Junta de Andalucía, los 22 exaltos cargos del Gobierno autonómico que se sientan en el banquillo, estuvieron compinchados (asociación ilícita) para, con conocimiento de su ilegalidad, elaborar unos proyectos de ley presupuestarios que incluían, según la acusación, la "delictiva" partida 31L, aprobada cada año por el Parlamento andaluz.

Entre esos 22 investigados, acusados de diseñar partidas presupuestarias ilegales, figuran los dos expresidentes de la Junta de Andalucía citados, seis exconsejeros y 14 exaltos cargos, a los que se les imputan delitos de prevaricación, malversación de fondos públicos y asociación ilícita. Junto a ellos hay 117 testigos y una docena de peritos que deberán aportar testimonios que permitan dilucidar al tribunal si realmente, como establece la acusación, existió una trama política para idear un procedimiento de ayudas gubernamental, sin publicidad ni control, ajeno a la fiscalización del Interventor de la Junta de Andalucía. Un sistema por el que se repartió, de forma opaca y arbitraria, más de 850 millones de euros en ayudas a empresas y trabajadores durante más de una década, desde el año 2000 al 2011.

En concreto, se cifra, según la Fiscalía Anticorrupción, en 741 millones de euros el dinero que fue a parar, no sólo a socorrer a trabajadores afectados por los expedientes de regulación de empleo y empresas en crisis, sino a comisionistas, intermediarios, sindicalistas, agencias colaboradoras y falsos trabajadores, gracias a una trama organizada desde la Consejería de Empleo, que actuaba, sorprendentemente, sin ningún control y de manera arbitraria, es decir, corrupta. Tal dispendio se nutría de las transferencias de financiación, un instrumento de ejecución presupuestaria que esquiva los controles previos de la Intervención General de la Junta, cuyo uso es perfectamente lícito para equilibrar las cuentas de empresas públicas y otros organismos. Un procedimiento que de forma puntual también ha utilizado el Gobierno de la Nación para conceder 325 ayudas sociolaborales a trabajadores del ERE de la Faja Pirítica de Huelva, subvencionadas por el Ministerio de Trabajo. Además, se trata de un instrumento bastante común en los presupuestos de otras comunidades autónomas, como Galicia, Castilla-La Mancha, La Rioja, Madrid, Cataluña o Baleares, por ejemplo.

El quid de la cuestión es, pues, determinar si los altos cargos del Gobierno andaluz encausados cometieron responsabilidad penal al permitir la utilización de una partida presupuestaria destinada a subvencionar ayudas sociolaborales y, como sostiene la juez Alaya, si planificaron tal mecanismo para sortear intencionadamente los controles de Intervención, lo cual favoreció la creación de una red de corrupción que se extendió desde la Consejería de Empleo hasta las empresas, agencias, políticos y falsos trabajadores que se beneficiaron de ella. Se juzga, por tanto, algo más que las irregularidades de un procedimiento administrativo carente de control y transparencia, sino también toda la política impulsada por la Junta de Andalucía para subvencionar trabajadores afectados por ERE y empresas inmersas en problemas de viabilidad. Tal es la magnitud de las acusaciones a las que se enfrentan esos 22 exaltos cargos que se sientan en el banquillo. Independientemente del veredicto a que llegue la Sala, la responsabilidad política de todos ellos ya ha sido asumida al abandonar todo cargo público, darse de baja como militantes del partido socialista y demostrar, cosa que nadie cuestiona, que no se lucraron ni se apropiaron del dinero de los contribuyentes.

Queda por ver si, después de cerca de dos lustros poniendo en duda la honorabilidad de las personas y la confianza en las instituciones, una eventual sentencia absolutoria podría reparar el inmenso daño ocasionado a unos y otros, máxime si todavía la inquina y las sospechas impregnan las manifestaciones de quienes están obligados a la imparcialidad y la prudencia en todo momento, tengan o no "vela en este entierro". En cualquier caso, queda mucho juicio por delante y mucha expectación, puesto que la vista oral de la pieza "política" del caso de los ERE enjuicia, también, una época y una forma de hacer política. Ahí es nada.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Regresión moral de la convivencia


Algo pasa en la sociedad española en los últimos tiempos, algo de una gravedad inimaginable que corroe la salud moral de los ciudadanos y deteriora peligrosamente la convivencia. Algo que confunde y descoloca a los que siempre hemos creído que la educación y el progreso tenían sólo una dirección y era hacia la mejora de las condiciones de vida y la tolerancia de todos, basada en el respeto, la libertad y la igualdad. Pero resulta que no, que recaemos en la intransigencia, el odio y la discriminación del otro, del que no piensa como uno, no guarda nuestras creencias y no comparte nuestras costumbres. Asistimos, boquiabiertos y avergonzados, a una regresión moral de la convivencia en la sociedad española que se expresa en ese repunte del odio político y esos insultos y agresiones que saltan por cualquier motivo, a veces de carácter banal, o careciendo de él.

En estos tiempos convulsos, raro es el día, por ejemplo, en que no se produce una agresión, física o verbal, a un profesional sanitario en los ambulatorios u hospitales de nuestro país por parte de un usuario disconforme con el procedimiento de atención o el trato dispensado y el tratamiento terapéutico prescrito en consulta. Tales energúmenos con derecho a seguridad social se comportan como si los recursos sanitarios fueran de su exclusividad y los criterios médicos tuviesen que atenerse a sus exigencias o expectativas. Y cuando no es así, reaccionan violentamente, se saltan las normas y faltan el respeto o agreden injustamente al personal médico o sanitario que tienen por delante. Ni la educación obligatoria que se supone han recibido, ni el civismo de la comunidad en la que están integrados, ni los progresos materiales o las comodidades de que disfrutan, comparadas con las de épocas pasadas, parecen haber ejercido ningún efecto en sus conductas primarias, egoístas e intolerantes. Rezuman rechazo a la sociedad por su situación personal, en algunos casos, o por mera inadaptación a las normas cívicas de convivencia, en muchos otros.

Pero no son sólo los que se comportan con amargura y resentimiento social los causantes de esa regresión moral que detectamos en nuestra convivencia, sino también los ciudadanos de cualquier condición y formación que se aprovechan precisamente de su posición para dar muestras de homofobia, misoginia, racismo, xenofobia, aporofobia, hispanofobia  o cualesquiera intolerancias racial, cultural, religiosa o económica que pensábamos, si no extinguidas, sí al menos reducidas a la minoría marginal de los fanáticos. Se trata de actitudes poco éticas que proliferan en la confrontación política, fundamentalmente. Y tiñen ese debate de odio y maledicencia, seguramente por carecer de argumentos y propuestas con las que rebatir al adversario. O, simplemente, por intencionado ejercicio de manipulación de la opinión pública mediante el espectáculo de la grosería, las descalificaciones, los insultos y las mentiras, a modo de esa posverdad ahora inherente a la dialéctica política. Resulta una conducta inimaginable en personas con niveles culturales, educativos y económicos que deberían estar inmunizados para no caer en ella, para no ofrecer comportamientos chabacanos y tabernarios. Sin embargo, los vemos participar voluntariamente, en la actualidad, en el repunte del odio político y la degradación moral que nuestra sociedad exhibe en los últimos años, potenciados al fragor de la diatriba independentista en Cataluña.

Personajes públicos o de la esfera privada que no se resisten a proferir graves insultos y descalificaciones contra dirigentes contrarios a su ideología o tendencia política, sin pararse en mostrar el debido respeto personal hacia el adversario en la lid electoral. Ofrecen un espectáculo bochornoso. Así, todo un catedrático de la Universidad de Barcelona no tiene reparos en publicar mensajes homofóbicos y chabacanos en su red social contra el candidato socialista de aquella comunidad en el marco de la actual campaña electoral, sin siquiera competir con él como candidato. Simplemente, lanza su exabrupto barriobajero por desfogue de la violencia que su educación universitaria y científica no ha podido contener por más tiempo. Más aún: a la joven candidata de Ciudadanos le llueven las amenazas, los insultos y hasta los atentados (lanzan una cabeza ensangrentada de cordero a una mesa de su formación), más por ser mujer –y guapa- que por ser adversaria política con posibilidades de arrebatar el triunfo electoral a los independentistas. Una violencia de estilo mafioso, la más de las veces anónima, que no hace ascos al insulto y la grosería misógina, como la que exhibió un actor catalán en un ripioso tuit, en el que la llamó “mala puta”.

Pero más grave todavía, y demostrativo de hasta dónde puede conducir la bajeza moral y la violencia instalada en la convivencia social, es el apuñalamiento mortal que recibió una persona en Zaragoza, de manos de un conocido “okupa” antisistema, por vestir unos tirantes con los colores de la bandera de España. Le atacó por la espalda y le pateó la cabeza cuando ya estaba moribundo en el suelo. No era la primera agresión que cometía este individuo disgustado con el sistema político y económico en el que vive y al que cuestiona con los argumentos de la afrenta física, las pintadas, los insultos y el ejercicio de la violencia. Ya había dejado tetrapléjica a otra persona en 2006. Su ideología, al parecer, es la ley del más fuerte y descarado, armado con un cuchillo o un palo, tanto para ocupar una vivienda que no es de su propiedad como para enfrentarse a un adversario de sus ideas. De su boca no salen razones, sino amenazas e insultos que con temperamento patibulario pueden desembocar en el asesinato, como ha sido el caso.

Lo triste de todo ello, además de preocupante, es que muchos pensábamos que, con la llegada de la democracia y el progreso material y moral que proporcionaría, las conductas intolerantes, los arrebatos sectarios, los actos y las descalificaciones machistas, homófonas e intolerantes serían superados como cosas del pasado, resabios de un ambiente dictatorial, paternalista y falto de educación, algo totalmente trasnochado. Sin embargo, el tenue avance en nuestra convivencia cívica parece haberse detenido para dar lugar a una regresión moral que contamina nuestros comportamientos y actitudes. Tan endeble parece haber sido aquel civismo individual y colectivo que, bien por la irrupción de la crisis económica y las apreturas que ha traído, bien por la impunidad que nos brinda el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación, permitiéndonos cualquier comentario gratuito desde el anonimato, pronto lo hemos desechado para recuperar la vieja esencia cainita del enfrentamiento visceral, la proliferación de odio y hasta la violencia física más descarnada e irracional. Hemos olvidado enseguida los avances éticos de la convivencia, basados en el respeto al otro, la libertad del otro y la igualdad de todos en tolerancia y paz. Estamos permitiendo que una regresión moral se instale en nuestra sociedad para que nos convierta en energúmenos en vez de ciudadanos miembros de una sociedad en la que todos somos iguales en derechos, también en deberes, gracias a la democracia y la libertad que nos hemos dado. Y no distintos por el uso de la fuerza y la violencia con las que algunos pretenden comportarse para imponer su santa y cavernícola voluntad. ¡Cuánta falta hace aquella imprescindible educación para la ciudadanía!

jueves, 14 de diciembre de 2017

No son tiempos para Trump

Coherente consigo mismo –tal es su naturaleza, como la del escorpión que pica a la rana-, Donald Trump, el incomprensible presidente de EE UU, ha vuelto a incendiar un conflicto, ya de por sí sumamente explosivo, al trasladar la embajada de EE UU desde Tel Aviv, capitalidad administrativa de Israel, a Jerusalén, ciudad simbólica que es objeto de una enconada negociación para establecer un régimen jurídico especial en el contexto del conflicto palestino-israelí. Reconocía, así, a la Ciudad Santa como capital del Estado hebreo, satisfaciendo la pretensión histórica de Israel, cosa que ningún Estado ha querido avalar. Y ha tomado esa decisión, que ya en 1995 el Congreso norteamericano había aprobado sin que ningún presidente lo materializase, a sabiendas de que cometería la mayor provocación que cabía imaginar en la eterna hostilidad que enfrenta a árabes e israelíes desde antes de la creación del Estado de Israel en 1948.

De un plumazo, conforme a su estilo visceral, ha destrozado todos los esfuerzos, años de negociaciones y resoluciones vinculadas a la legalidad internacional que se habían desarrollado para alcanzar una compleja solución pactada que hiciera posible la coexistencia pacífica de dos Estados en aquel territorio: Israel y Palestina. No ha sido posible pero, a partir de ahora, todavía menos. La insensata decisión de Trump suma en su haber, de entrada, más de cuatro muertos a consecuencia de las revueltas que ha generado entre la población árabe y musulmana. ¿Y qué ha conseguido con ello el presidente norteamericano? Simplemente, dar espaldarazo a las ambiciones del Estado sionista de apropiarse de la mayor parte posible del territorio de la antigua Palestina y extenderse más allá de las fronteras establecidas por Naciones Unidas, lo que incluye a Jerusalén, sede de los Santos Lugares para las tres grandes religiones monoteístas (judía, cristiana y musulmana), ciudad que ocupó durante la Guerra de los Seis Días, hace cincuenta años, declarándola capital “eterna, unida y permanente de Israel”. ¿Era necesario agitar este avispero? Por supuesto que no.

Es cierto que esta decisión formaba parte de aquellas ocurrentes promesas que enarboló Donald Trump durante su campaña electoral para atraerse el voto del lobby judío norteamericano y de los supremacistas blancos fanáticamente religiosos con la literalidad de una Biblia que presenta al pueblo hebreo como el escogido por Dios. En realidad, Trump simplemente ha cumplido con su promesa, buscando antes el refrendo de sus votantes más intransigentes que la lealtad con una política internacional basada, hasta que él llegó al Poder, en la multilateral y los equilibrios. Rompe, pues, con todos los consensos con los que se había comprometido EE UU y que servían para tejer con hilos de reciprocidad las relaciones entre las naciones del mundo. Esta nueva y abrupta ruptura se suma a otras que ha venido adoptando desde que asumió la presidencia de EE UU., hace sólo un año. En esta ocasión, ese alineamiento incondicional con la política de hechos consumados que practica Israel incumpliendo las resoluciones de la ONU, le ha obligado a saltarse a la torera la legalidad internacional, como ya hiciera anteriormente con la UNESCO, el Acuerdo de París contra el cambio climático, su desentendimiento con el acuerdo nuclear iraní, los tratados comerciales que su país había establecido con países de Asia (TLC, entre USA y 11 países del Pacífico) y del propio continente americano (TLCAN, entre USA, Canadá y México). Se trata, en definitiva, de perseverar en aquella doctrina aislacionista y unilateral de retirada que resumió en el afortunado lema de “America first”, y que puede reportarle inicialmente el reconocimiento de sus más arrebatados seguidores, pero que a la larga perjudicará a su país, con la proliferación de aranceles por parte de todas las economías y la pérdida de liderazgo a nivel mundial.

Lo más grave es que Donald Trump parece comportarse como un pirómano cada vez que se siente acorralado por las pesquisas secretas que está realizando en su entorno más cercano el fiscal especial Robert Mueller acerca de la trama rusa. Unas pesquisas que ya han llevado a la Justicia a cobrarse piezas de considerable calibre, como el exconsejero de seguridad Michael Flynn, el exjefe de campaña Paul Manafort y el exasesor electoral George Papadopoulos. Para colmo, declaraciones como las del exdirector del FBI destituido por Trump, James Comey, sobre los impedimentos que ponía el presidente para que la agencia investigara esa trama, y las de su lugarteniente, Peter Strzok, sobre la injerencia del Kremlin en la campaña electoral, han instalado el miedo en Donald Trump, quien no sabe ya cómo librarse de los indicios que lo señalan. Siente el aliento de los investigadores, que rastrean ya las cuentas financieras y fiscales del propio presidente, las de su hijo mayor Júnior y las de su yerno, Jared Kushner, quien precisamente fue designado para encabezar una delegación presidencial especial para Oriente Medio en busca de un acuerdo de paz entre Israel y Palestina. Trump, que ahora ha dinamitado ese acuerdo, parece que halla en el escenario internacional la tranquilidad que no consigue en el ámbito interno, aunque sea destrozando acuerdos y relaciones enjundiosamente  elaborados. Toma decisiones incomprensibles y hace anuncios de intenciones, como prometer regresar a la Luna sin concretar ningún plan ni posibilitar soporte financiero, con tal de desviar la atención pública de las sospechas que le persiguen y conseguir un efecto ansiolítico que calme su intranquilidad.

Y es que Trump, el pirómano, aviva incendios, incluso, en su acción gubernamental doméstica a causa de esa manía a dejarse llevar por sus impulsos al comentar vía Twitter la actualidad. Los psicoanalistas deben estar “flipando” con tal exposición pública con la que el presidente alardea inconscientemente de sus obsesiones y traumas. Así, manifiesta una tendencia racista y xenófoba cuando expresa equivalencia moral en su condena a los “dos bandos” por la violencia desatada en Charlottesville, a raíz de una marcha de supremacistas blancos, integrada por grupos de ultraderecha, nazis y del Ku Klux Klan, y las protestas antirracistas. O cuando brinda su apoyo al sheriff de Phoenix (Arizona), acusado de perseguir ilegalmente a hispanos en su demarcación. Una incidencia pública de racismo, ahora desde la Casa Blanca, como de la que hizo gala en 1989, cuando gastó la suma de 85.000 dólares en contratar un anuncio a toda página en cuatro diarios neoyorquinos para pedir la pena de muerte contra “los cinco de Central Park”, cuatro adolescentes negros y uno hispano que fueron hallados inocentes, tras las pruebas de ADN, de violar a una mujer.

También el machismo y la misoginia resultan patentes en actitudes, comentarios y declaraciones que Donald Trump no puede reprimir, como aquella confidencia suya en la que se vanaglorió de que, si eres una celebridad, puedes “agarrar por el coño” a cualquier mujer y no pasa nada. O cuando manifestó su apoyo al candidato republicano a senador por Alabama, acusado de abusos sexuales a menores. Afortunadamente, ello no ha favorecido al candidato cuestionado, pues salió elegido un senador demócrata, poniendo en peligro la mayoría republicana de la cámara.

Y, ahora, Jerusalén, el último avispero que ha agitado el presidente norteamericano, en su empeño de meterse en todos los charcos a pesar de que en ninguno halle los éxitos que busca desesperadamente para demostrar su talla de estadista. Y no los encuentra porque su política miope, cortoplacista, aislacionista y de desentendimiento con los problemas que aquejan al mundo, e impulsada desde actitudes racistas, xenófobas, machistas, misóginas y sectarias, es incompatible con los valores y las aspiraciones que predominan en estos tiempos en los países desarrollados, incluyendo al propio EE UU, donde las mujeres no toleran ya los abusos y las agresiones sexuales de que son víctimas en aquella sociedad y están decididas a denunciarlos al amparo del movimiento #Metoo, #yotambién. Trump, por lo que se ve, se ha equivocado de época; es un pirómano que, en estos tiempos, no da la talla para ser presidente, aunque incomprensiblemente lo hayan elegido.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Descubriendo a un desconocido


Cada vez es más frecuente que, cuando me miro al espejo, no reconozca a la persona que está frente a mí y me mira fijamente, con cara de extrañeza y ojos entre cansados y tristes. Quien me contempla desde el otro lado del cristal es un viejo canoso y desaliñado que en nada responde a la imagen que tengo de mí y que irradia madurez y bonhomía. Allí veo un ser desvalido e inseguro cuando debería reflejarse una persona confiada y segura, incluso elegante a pesar de su edad o, tal vez, precisamente por la edad, al carecer de condiciones físicas que engalanen cualquier prenda. Pero más extrañeza me produce escudriñar ese rostro y descubrir una careta de libros y una alambrada cultural que camuflan a un pensamiento débil, vago y vulnerable a cualquier influencia ajena. Hallo tras aquella máscara a un ser anodino y vulgar que procura elevarse sobre su miseria y estrechez intelectual, sin conseguirlo. Y al recorrer introspectivamente aquel cuerpo e introducirme en sus entrañas desnudas, sin los artificios de la moda y las convenciones, descubro instintos primarios y sentimientos predadores como los de cualquier animal que pretende sobrevivir en un ambiente hostil. Vísceras y órganos negros que rezuman egoísmo, vanidad y avaricia hasta deformar el organismo, contaminar los apetitos más sublimes y moldear las emociones y los gestos con hipocresía y falsedad. Nada responde a la imagen que conservo de mí porque, frente al espejo, descubro a un desconocido.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Otra vez diciembre

 
Diciembre nos sorprende otra vez en el calendario. Aparece con sus lunares rojos de celebraciones más comerciales y paganas que religiosas para recordarnos que otro año está a punto de consumirse, sin apenas darnos tiempo de cumplir con todos los proyectos a que nos habíamos comprometidos. Un nuevo diciembre invernal de frío y nieve que vuelve a cubrir de blanco el norte del país y las cumbres de las montañas, aunque tacaño en lluvias, tan necesarias para poder despilfarrar su agua con la desconsideración habitual de nuestra actividad productiva y nuestros hábitos derrochadores. Un mes de balances y renovadas promesas con los que intentamos engañarnos un año más, en un alarde de felicitaciones, regalos, comilonas y petardos que no ocultan nuestra superficialidad infantil y cierta nostalgia de una niñez de reyes magos y arrumacos maternales. Otra vez diciembre para continuar persiguiendo sueños y alimentando frustraciones que se acumulan entre las arrugas de la vida. Sin embargo, otro diciembre para la esperanza de conquistar nuestras metas o de ser testigos que miembros de la familia o amigos las alcanzan. En definitiva, otro diciembre que se suma a los 64 restantes en la contabilidad vital de nuestra existencia. Motivo suficiente para celebrarlo. Por fortuna.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Economía e ideología: de Trump a Rajoy


Hay quien todavía piensa que la economía es neutra, como una especie de ciencia exacta independiente de los intereses de la sociedad y autónoma de la política. Incluso existen los que estiman que, puestos a tenerla en cuenta, es preferible dejar la administración de la cosa económica a la derecha, a la que pertenecen los ricos y los que saben sacar máximo provecho del dinero, que dejarla en manos de una izquierda que, no acostumbrada a manejar caudales, o bien despilfarra o bien es inepta en esta materia, cuando no defraudadora. Que la economía deba estar al servicio de la sociedad es un planteamiento que pocos asimilan, cuando es su función, No es viable ningún sistema económico ajeno al modelo de sociedad que se pretende construir con su concurso y mediación. No existe la aplicación pura y aséptica de la economía, ya que esta no tiene sentido sin un objetivo social, por mucho que así intenten camuflarlo quienes persiguen, a través del neoliberalismo económico, transformar la sociedad por una de corte liberal, en la que el Estado se abstiene de regular la actividad económica y de contrarrestar las desigualdades sociales para socorrer a los imposibilitados de costearse sus necesidades básicas. Para ello se arguye la sacrosanta libertad de cada cual para “apechugar” con su vida (una falacia que obvia las desigualdades de origen). Siempre existe intención política e ideológica en cualquier tipo de economía. Como decía Marx, la infraestructura económica define o diseña la superestructura social, ya que la economía es la base inmaterial de la que dependen los elementos de la vida social, desde su organización y elaboración de reglas a las que se atiene la colectividad hasta el modo de producción de sus bienes. Pero muchos ciegos voluntarios se niegan ver esta íntima relación entre economía e ideología.

Y para convencerlos, hay que recurrir a la historia, antigua y reciente. Por ejemplo, en tiempos feudales la propiedad productiva pertenecía a la nobleza y el clero, relegando a los campesinos a trabajar y servir para ellos a cambio de la mera subsistencia. El burgo o núcleo poblacional medieval era una organización de los burgueses en el que solo ellos tenían derecho de ciudadanía. Los nobles heredaban la riqueza, y los plebeyos la pobreza y la imposibilidad de escapar de su destino social. Esa economía feudal conformaba una sociedad en la que las leyes (que institucionalizaban la diferencia entre siervos y señores), la religión (un Dios que amparaba la monarquía absolutista y el origen divino del Poder), la cultura (contribuyendo a evitar tensiones y revueltas mediante la propagación de la ideología medieval) y la forma de gobierno (un rey y su plebe de súbditos)  justificaban ese orden social establecido. La economía al servicio del feudalismo en beneficio de unos pocos (propietarios y dirigentes) y oprimiendo a la mayoría (trabajadores, campesinos, pueblo). Había, pues, una intención política o ideológica en mantener esa economía feudal.

Se podrá argumentar que, desde entonces, la economía ha evolucionado, pero siempre a favor de los detentadores del capital y en razón a sus beneficios y privilegios (economía de mercado), no en busca de mejora o justicia social. Es verdad que esa lógica liberal mercantil ha venido acompañada de períodos de estabilidad, progreso, distribución limitada de la riqueza y paz, pero por conveniencia de la nueva organización económica, no de la sociedad. La paz y el comercio, posteriormente también la democracia, eran –y son- interdependientes por exigencias y garantía del comercio, no de la paz y el bienestar social. Así, la Revolución Industrial, con la presencia del carbón y el hiero y la invención de las máquinas, transformó aquella economía feudal en la moderna economía de mercado y cambió la motivación de la subsistencia por la de la ganancia. Esa economía de mercado ha generado la sociedad de mercado, donde todo tiene un precio (bienes y servicios, incluida la mano de obra), lo que implica nuevas instituciones y nuevas reglas sociales (sindicatos, etc.), ya que el trabajo humano se ha convertido también en mercancía. El mercado y el trabajo se regulan, desde entonces, para obtener el máximo beneficio, limitando la jornada laboral para preservar esa mano de obra, el factor más importante de la producción, remunerando el trabajo para estimular el consumo por parte de los propios empleados y elaborando leyes laborales en interés del mercado y la economía, no del trabajador. En definitiva, la economía de mercado (infraestructura) condiciona todas las instituciones sociales (superestructura) y las subordina a sus exigencias, de acuerdo a los intereses de las clases dominantes.

Por eso, en la actualidad, Donald Trump (fiel valedor del neoliberalismo económico y de los mercados autorregulados) impulsa una reforma fiscal en EE UU que beneficia, fundamentalmente, a las empresas y los acaudalados como él, aunque perjudique a millones de estadounidenses menos pudientes a causa del déficit y el recorte de gastos subsiguiente que será necesario realizar para cuadrar las cuentas. Los ricos pagarán menos impuestos y las empresas soportarán menos cargas fiscales porque la lógica mercantil liberal lo demanda en función de una economía capitalista, en la que el beneficio es la ley suprema, por encima de la satisfacción de las necesidades humanas. Se subordina, por tanto, el orden social al interés del sistema económico que preconizan los republicanos y, especialmente, su líder en el Poder, el empresario Trump. Aunque se trata de una victoria pírrica del magnate travestido político, al ser el único éxito del que puede presumir tras cerca de un año instalado en la Casa Blanca (el Obamacare y el muro con México no le han salido bien), no deja de ser un ejemplo paradigmático de la prevalencia de la economía sobre la política y otros intereses sociales en la actualidad, en función de la ideología gobernante.

Ello es tan sintomático como la decisión de Rajoy de rescatar a los bancos y al sistema financiero español en vez de a los ciudadanos y de fortalecer los instrumentos públicos que posibilitan el sostén de los más desfavorecidos (sanidad, educación, prestaciones a parados y a dependientes, pensiones, becas, etc.), a los que la crisis económica afectó directamente de manera grave e injusta. Una crisis que ha hecho estragos, debilitando esos recursos de socorro (reduciendo el Estado de bienestar) y empobreciendo a la mayor parte de la población (trabajadores y clases medias). Pero para la economía, desde el punto de vista neoliberal, era prioritario reinstaurar la actividad financiera, a pesar de que su avaricia fuera la causa de la crisis, en vez de volcarse en atender a los perjudicados, a la sociedad víctima de tales abusos. Y, hoy, continuamos con la misma tónica, elaborando leyes que satisfagan la “confianza” de los mercados (reforma laboral, reducción de gastos sociales, etc.), instalando la precariedad en trabajos, salarios y condiciones laborales, y, como dice Karl Polanyi, entronizando la economía mercantil en perjuicio de las transformaciones sociales. Es decir, seguimos subordinando la organización social al sistema económico imperante, en vez de hacer justamente lo contrario. Y así nos va, condenando toda una generación a vivir peor que la de sus padres, eliminando las garantías laborales y las protecciones de los trabajadores frente al capital, y oscureciendo, cuando no negando, el futuro a los marginados de una economía que dicta sus normas y establece condiciones a la sociedad. Todo ello, no obstante, en consonancia con el modelo liberal de sociedad que se persigue imponer con tantos sacrificios humanos.

Y todavía hay quien lo niega y vota a los mismos que están engañándole sin disimulo, con el pretexto de que estas medidas económicas que nos empobrecen son neutrales y necesarias para crear empleo, como exige el mercado. ¡Valiente patraña!

jueves, 30 de noviembre de 2017

La mirada triste de un niño

Cuanto más vulnerables nos sentimos, mejor apreciamos la vulnerabilidad de los débiles, de los indefensos, de los inocentes que ignoran, en su inocencia infantil, los riesgos a los que están expuestos, los peligros a los que se enfrentan, la maldad que les acecha en cualquier lugar o en el momento más inesperado. Al envejecer, asumimos con pesar que las fuerzas fallan, las defensas aflojan y que la seguridad se pierde, por eso nos conmueve hasta las lágrimas, en esta edad abyecta, reconocer esa fragilidad en los niños incluso cuando derrochan energía y rebosan salud, pero más aún cuando un padecimiento, por benigno que sea, trastoca tanta vitalidad y hace aflorar la tristeza a los ojos. Un niño enfermo es una traición de la vida y un abismo en la normalidad que ha de guiar toda existencia hasta su final. Es insoportable la mirada de un niño triste porque nos interroga sobre lo que injustamente le pasa, lo que padece inmerecidamente y no sabemos afrontar más que con compasión e impotencia. Máxime, si ese niño es un familiar, un milagro que nos reconcilia y premia con su presencia el tránsito que hacemos por este mundo. Quien no sucumba ante la mirada triste de un niño, quien no se estremezca ante unos ojos húmedos de pesar, no alberga un corazón en el pecho sino una piedra, ni sentimientos que le hagan merecedor de la Humanidad a la que se cree pertenecer, sino instintos bestiales. La mirada triste de un niño es una plegaria que no podemos responder más que con amor.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Un `mondadientes´ sideral

Un asteroide (A/2017/U1, llamado coloquialmente “Oumuamua”, en hawaiano “mensajero lejano que llega primero”) ha pasado por nuestro Sistema Solar (entre el Sol y Mercurio) llamando poderosamente la atención de los astrónomos por la peculiaridad de su forma, parecido a un palillo. No es que sea el primer asteroide que se haya contemplado nunca, ya que estos peñascos siderales abundan en el Universo, pero es el primero que presenta dos características únicas: tener una forma muy alargada, como la de un mondadientes, y carecer por completo de atmósfera, lo que indica que está formado, de forma maciza, por roca y metal. Su tamaño oscila entre los 400 metros de largo por 80 metros de ancho. No se conoce ningún astro con esa forma. Se aparta, así, de las formas esféricas u oblongas de este tipo de cuerpos, lo que le confiere un interés especial. Además, por su procedencia.

Estos objetos rocosos o metálicos orbitan alrededor del Sol, generalmente entre los planetas Marte y Júpiter, aunque algunos tienen órbitas más allá de Saturno y otros se acercan más al Sol, como Òumuamua´. Se les considera “planetas menores o enanos” en función de su tamaño, como Ceres, un asteroide de más de 1.000 kms. de diámetro y en cuya superficie se aprecian cráteres, criovolcanes, depósitos de hielo y sales, grietas y montañas, algunas de hasta cinco kilómetros de altura (Ahuna Mons). Otros, en cambio, son pequeños y en ocasiones se estrellan contra la atmósfera de la Tierra, encendiéndose y transformándose en meteoritos. Sin embargo, también pueden estallar, como el que, en febrero de 2013, chocó contra la atmósfera y explotó sobre la ciudad rusa de Cheliábinsk, provocando un gran susto a sus habitantes a causa del ruido que produjo su desintegración.

Ahora, Oumuamua se aleja de nosotros a más de 30 kilómetros por segundo y se perderá en los confines del Universo, en dirección a la constelación de Pegaso. Durante el poco tiempo que estuvo al alcance de los telescopios se ha podido observar, de manera indirecta y midiendo la curva de luz, su tamaño, forma y color, presentando unos tonos rojizos, habituales en los cuerpos procedentes del cinturón de Kuiper, en el exterior del Sistema Solar. Por el cálculo de su trayectoria, se cree que este asteroide es una esquirla que procede de otro sistema solar, por lo que su estudio podría aportar datos fundamentales sobre la formación planetaria del exterior de nuestro Sistema Solar. Incluso hay quienes proponen enviar una sonda para investigarlo de cerca (Proyecto Lira, una iniciativa de una organización británica para el estudio interestelar), aunque desgraciadamente no se dispone de tiempo ni tecnología para dar persecución a un objeto que se aleja hacia las profundidades del espacio exterior. Pero sí se podría estar preparado para interceptar nuevos objetos cósmicos que se acerquen en el futuro a nuestro Sistema Solar interno, midiendo la frecuencia de sus apariciones. Aunque es la primera vez que se detecta la presencia de un cuerpo procedente de otro sistema solar, se estima que, tras la visita de Oumuamua, estos objetos relativamente grandes podrían aparecer una vez cada década, según conclusiones estadísticas.

Esta vez se nos ha escapado el primer objeto interestelar que ha tenido oportunidad de conocer la Humanidad, pero con seguridad no será la última. Es cuestión de continuar escrutando las estrellas, como siempre ha hecho el ser humano desde los tiempos de las cavernas.

martes, 28 de noviembre de 2017

El año de `Spiriman´

Se cumple, por estas fechas, un año de las movilizaciones producidas en Andalucía contra la gestión sanitaria del Gobierno autonómico, promovidas por un personaje que se ha hecho famoso agitando a las masas: el médico granadino Jesús Candel (Granada, 1976), más conocido como “Spiriman”. Las quejas por la política de “fusión” de hospitales con que la consejería de Salud pretendía unificar las unidades de gestión clínica de los centros sanitarios existentes en cada área sanitaria, con la intención de ahorrar duplicidades en servicios, personal y costos, junto a la precariedad a que obligaban los recortes presupuestarios impuestos por el Gobierno de la Nación que han afectando a las inversiones en sanidad y a la calidad de las prestaciones sanitarias, fueron eficazmente utilizados por este activista “youtuber” para organizar unas movilizaciones multitudinarias que, etiquetadas enseguida como “mareas blancas”, lograron paralizar dichas fusiones y forzar la destitución de los responsables que las promovieron y aplicaron.

Ese poder de convocatoria por medio de las redes sociales, que comenzó reuniendo a más de 40.000 personas que reclamaban que se mantengan dos hospitales completos en Granada, se extendió rápidamente a otras provincias, como Málaga, Huelva y Sevilla, aglutinando la indignación ciudadana contra las “fusiones” hospitalarias y contra lo que tachaban de “nefasta” gestión de la Sanidad pública en Andalucía. Todas aquellas “mareas blancas” fueron, durante el transcurso de este año, promovidas o secundadas por el infatigable agitador granadino, quien no dudaría en asumir la autoría y el protagonismo de un movimiento “popular” que lo consideraba un héroe y que desde el Gobierno andaluz era percibido con sorpresa y temor.

Sorpresa por la capacidad de aglutinar, al margen de las organizaciones representativas (sindicatos, asociaciones profesionales, etc.), el descontento social por una gestión sanitaria que no era peor ni mejor que la de cualquier otra autonomía; y temor por la habilidad de enfrentar ese descontento, como si de un adversario político se tratase, a los gestores de la política sanitaria del Gobierno andaluz. La “espontánea” emergencia de este líder, hábil en movilizar a las masas a través de las redes sociales, causaba, más que extrañeza, recelo, por cuanto no se limitaba a reclamar medidas laborales o profesionales, sino a cuestionar toda la política sanitaria de la Junta de Andalucía. De hecho, sus vídeos están trufados de denuncias de despotismo contra el Gobierno andaluz, al que acusa de nombrar a dedo a sus consejeros, quienes, a su vez, de manera “clientelar” eligen a  unos gerentes hospitalarios sumisos y poco válidos porque apenas han ejercido la medicina en su vida, según “Spiriman”. Con semejantes manifestaciones en su cuenta de Facebook, logra atraer miles de seguidores dispuestos a ratificar y secundar sus protestas e iniciativas. Afirma combatir la precariedad financiera, el deterioro de la calidad sanitaria y la política de fusiones hospitalarias porque persigue una Sanidad “digna”, pero sin aportar alternativas que sean viables y sostenibles. Y es que detrás de sus acusaciones generalizadas y peticiones insostenibles existe una intencionalidad ideológica y política, como correspondería a cualquier adversario político en un Parlamento o una tribuna partidista. Maneja una mezcla verdades y mentiras en un cóctel populista que resulta sumamente eficaz para seducir a una población descontenta con los recortes y la austeridad que se han cebado con el sector público. De ahí su éxito a la hora de convocar a las multitudes  y de recibir el apoyo que le brindan los ambientes (sociales, mediáticos, políticos) enfrentados con el Gobierno andaluz.  

Pero no se nos malinterprete. En este blog fuimos de los primeros en denunciar las fusiones hospitalarias como iniciativa nacida de la austeridad económica más que de la eficacia asistencial. Sin embargo, siempre hemos considerado que alguna racionalización era posible si se efectúa con criterios profesionales y no sólo económicos. Dejábamos un resquicio para que se nos convenciera de la bondad de aquellas fusiones, ya que no disponíamos de todos los datos para valorarlas con rigor. Y porque estamos seguros que la gestión de los recursos sanitarios no se hace contra nadie, sino con voluntad de sacar el mayor provecho de los siempre escasos presupuestos para obtener los máximos beneficios asistenciales, estableciendo prioridades. Es decir, que ninguna Administración actúa de oficio con mala fe o ligereza, aunque puede equivocarse. Y que los críticos tampoco se mueven siempre con un desinteresado propósito de conseguir mejoras para los ciudadanos. A veces, tienen intenciones ocultas y estrategias espurias para manipular. Por ello, en las actuaciones del médico activista granadino se exhala un tufo sospechoso, dada su intransigencia y la generalización de sus acusaciones.

Sin aportar ningún estudio sobre los beneficios o perjuicios que podrían ocarrear las fusiones hospitalarias y demás políticas sanitarias, “Spiriman” las rechazaba y obligaba derogarlas con el argumento de que perjudicaban la atención sanitaria de la población, no ayudaban a eliminar las listas de espera y servían para reducir personal de los hospitales, cuyas plantillas ya sufrían los efectos de los recortes presupuestarios por la imposibilidad de sustituir bajas y jubilaciones, no por despedir a trabajadores, como hicieron en otras comunidades. No era de extrañar, pues, que esas demandas fueran seguidas no sólo por los usuarios de la sanidad pública, sino también por muchos trabajadores de los centros hospitalarios. Las calles, como cabía esperar, se llenaron de batas blancas que exigían más inversión, la parálisis de las fusiones y el cese de los responsables y gestores sanitarios. Todo ello dirigido y controlado a través de Internet por “Spiriman”, el “supermán” de los sufridos indignados con la sanidad andaluza.

Sin embargo, a este médico que trabaja a media jornada en las Urgencias del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, pero con recursos para poseer empresas y dirigir una fundación, empiezan a lloverle las críticas, fundamentalmente por su incontinencia verbal. Habituado a ser seguido y aplaudido, no tolera que se le lleve la contraria. Profiere insultos y descalificaciones hacia todo el que no piense como él, como hace contra los responsables sanitarios del Gobierno andaluz en sus vídeos. No admite la discrepancia y arremete contra compañeros sanitarios, políticos, taxistas o periodistas. Nadie se libra de ser objeto de sus arrebatos verbales. Por tal motivo, en el hospital donde trabaja han elevado un escrito a la Comisión de Igualdad en el que le acusan de “ataques machistas y acoso psicológico”. Al parecer, sus compañeras femeninas de profesión que difieren de sus opiniones están hartas de aguantar sus insultos, en los que comete presuntos delitos de odio, contra el honor y contra la discriminación e igualdad entre hombres y mujeres. Incluso han solicitado al Colegio de Médicos que intervenga para frenar la escalada de insultos y descalificaciones personales que prodiga Jesús Candel, alias “Spiriman”, cuando se le rebate.

Hasta el Colegio de Periodistas de Andalucía ha tenido que intervenir, por las amenazas que ha lanzado este líder a profesionales de la información, haciendo pública una nota en la que considera inaceptable la defensa de cualquier causa, por justa que sea, mediante descalificaciones personales, insultos y amenazas. Y aprovecha para recordar que la libertad de expresión no ampara este tipo de recursos.

Pero nada de ello frena el empeño de rebeldía de “Spiriman”, el médico generalista convertido en el activista más popular de la sanidad y líder autoelegido de unas “mareas blancas” que han doblegado el brazo a la Junta de Andalucía y paralizado algunas de sus políticas sanitarias. Al contrario, se siente perseguido y víctima de una campaña de desprestigio por sus críticas “políticas” y movilizaciones ciudadanas. Y ello le anima a seguir batallando en nombre de todos y bajo mandato de nadie por “su” idea de una Sanidad pública “digna”, aunque la Historia demuestre que los seres providenciales, que se creen en posesión de la razón y los demás equivocados, acaban hundiendo lo que intentan salvar o estrellándose contra la realidad. Este ha sido el primer año de “Spiriman”, todo un personaje.  

viernes, 24 de noviembre de 2017

Viernes negro


Seguimos siendo auténticos en esa actitud tan española de despreciar lo propio y abrazar lo ajeno, como catetos. Seguimos copiando modas del consumismo voraz que se irradia desde EE UU y que, con cualquier reclamo ocurrente, despierta el apetito insaciable de los que no se reconocen consumidores. Sumisos, nos disponemos a participar de otro día grande para el comercio, previo al dispendio de las Navidades. Hasta las farmacias sacan al mostrador, con la etiqueta del Black Friday, potingues que acumulaban polvo en los cajones. Y es que somos así: elementales, manipulables y confiados con las tretas de un mercado que nos tiene prisioneros con sus estrategias de “marketing” y nos induce a comportarnos como auténticos devoradores de gangas. Y todo, para no ser menos. Ante tal tesitura, el único tonto es el que no aprovecha la oportunidad para venderte la última inutilidad con el señuelo de un supuesto ahorro. Pero más tonto aún es el que la compra. Corra. Corra, que se acaba. Hoy es Black Friday como ayer fue Halloween y mañana será lo que ellos quieran. Para eso nos colonizan y nos imponen sus costumbres, sus modas, su cultura y su comercio. Para sacarnos las perras, ya que el cerebro nos lo han secado. Hoy es un viernes negro, sin remedio. A disfrutarlo despacito, totalmente rendidos.


jueves, 23 de noviembre de 2017

21D: ganará el Estado de Derecho

Destituido el gobierno de la Generalitat de Cataluña, con la mitad de sus miembros en la cárcel y huido su presidente a Bélgica después de proclamar en aquella región una república de manera ilegal, saltándose las leyes y haciendo caso omiso de la Constitución, el próximo 21 de diciembre se celebrarán elecciones autonómicas para elegir un nuevo Ejecutivo con el que recuperar la normalidad democrática e institucional. Pero todos los “opinadores” de la actualidad, incluido quien esto escribe, han expresado sus dudas respecto de un resultado que vuelva a ser favorable a los independentistas y los sitúe, otra vez, como actores y artífices de la iniciativa política catalana. Es decir, han advertido del regreso a la situación de origen de una mayoría parlamentaria que posibilitó todas las argucias con las que, desobedeciendo la legalidad, se consumó la declaración unilateral de independencia de Cataluña por parte del Parlamento regional. La mayoría de los comentaristas hemos supuesto que, con Junqueras, Puigdemont, Forcadell y demás secesionistas en el Parlament, se volvería a las andadas. Y puede que sea un riesgo cierto. Pero también podría representar una posibilidad de reconducir la política catalana y recuperar la convivencia ciudadana por vía del diálogo y el respeto a las leyes, incluida la propia Ley Orgánica del Estatuto por el que se rige el autogobierno de la Comunidad. Existen señales de que el sentido común y la lealtad democrática imperarán a partir del 21D en Cataluña.

Todos los citados anteriormente, salvo el expresidente Puigdemont y los consejeros que le acompañan en su autoexilio de Bruselas, han manifestado de manera explícita su acatamiento al Artículo 155 de la Constitución por el que el Gobierno suspendió de sus funciones a los miembros de aquel Govern y disolvió el Parlament catalán para convocar seguidamente comicios en la Comunidad Autónoma. Es verdad que los que aseguran acatar la norma constitucional que los suspendió de sus cargos lo hacen para que la Justicia les reconozca beneficios penitenciarios y les conceda la libertad condicional. Por igual motivo, afirman ahora que la declaración de independencia que promovieron tenía un carácter más simbólico que jurídico, por lo que, de alguna manera, parecen decididos a respetar la legalidad, aunque sea por temor a las consecuencias penales en las que podrían incurrir, máxime si suponen la reincidencia en delitos por los que actualmente son juzgados. En cualquier caso, y sea por lo que fuere, los independentistas nuevamente elegidos no podrán actuar con la desfachatez y la osadía con que lo hicieron en la anterior legislatura y que les condujo a la cárcel o al destierro como prófugos. Gracias a la lenta pero firme actuación de la Justicia, el escenario que se presenta el próximo 21D es totalmente nuevo, puesto que preserva la vigencia del Estado de Derecho, que es el único ganador de esas elecciones.

Ante la inseguridad que despertaba un resultado que fuera favorable a los partidos independentistas en esas elecciones de diciembre, emerge con fuerza la eventualidad de provocar un cambio de actitud en los dirigentes de esas formaciones, conocedores ahora de las consecuencias penales de quebrantar la ley, ignorar las resoluciones del Tribunal Constitucional, no respetar la legalidad y el marco del Estado de Derecho e incurrir en responsabilidades por la posible malversación de fondos públicos para iniciativas ilícitas. Cabe, en fin, la esperanza de recuperar el diálogo y la negociación, ahora sí, para alcanzar soluciones políticas a un problema territorial de índole político, a fin de restaurar la grave quiebra de la convivencia entre los ciudadanos de Cataluña, atajar la fuga de empresas y dar respuesta, desde la ley y la democracia, a los deseos de ese 39,2 por ciento de catalanes que, según un sondeo reciente de la Cadena Ser, aspira a la independencia.
 
Y ello es así porque, dentro del marco del Estado de Derecho que establece la Constitución y mediante los procedimientos democráticos que en él se contemplan, los independentistas catalanes podrán perseguir sus objetivos sin recurrir a violar la ley ni mentir a los ciudadanos, como hicieron durante los últimos años. Es, incluso, posible reformar la propia Constitución para alcanzar cotas de autogobierno propias de un Estado verdaderamente federal, sin privilegios ni imposiciones unilaterales de algunos contra los demás. Acatar estas normas, como aseguran quienes las incumplieron gravemente, abre un nuevo horizonte esperanzador no sólo a Cataluña, sino a España en su conjunto en cuanto al funcionamiento normal de nuestras instituciones y a la relación y convivencia de los catalanes entre sí y entre los españoles en general. Salvo voces aisladas de intransigentes radicalizados, tal parece ser el resultado del próximo 21 de diciembre: el retorno al imperio de la ley y a la asumida vigencia del Estado de Derecho. Gane quien gane esas elecciones, no hay más opción que la prevalencia del Estado de Derecho. Un punto de partida sólido para encarrilar los conflictos que nos aquejan, incluido el catalán.