martes, 31 de diciembre de 2019

2020, feliz esperanza


Arranca un nuevo año que, como el futuro, está lleno de esperanzas, pero también de temores. 2020, número redondo, podría ser también un año redondo en logros y satisfacciones. Un proyecto preñado de todo aquello que anhelamos y un plazo para lograrlo. Como vivir en paz, con salud, trabajo y en compañía de quienes amamos o queremos. Y en feliz armonía entre todos. Es el deseo de Lienzo de Babel para todos nuestros lectores en este nuevo año que empieza a rodar. 



lunes, 30 de diciembre de 2019

2019, un mundo de protestas


Además de ser un año perdido en España, 2019 ha sido también, aparte de los conflictos y las desgracias, el año de las protestas en el mundo. Las movilizaciones ciudadanas en demanda de derechos, libertad y democracia se han extendido a lo largo y ancho del globo, evidenciando un descontento social en regímenes de todo tipo y en prácticamente todos los continentes. Como si ya no se tolerasen los autoritarismos y las democracias sufrieran tal deterioro, la gente, por una u otra razón, se ha echado a las calles para expresar su hartura e indignación. Ha sido, por tanto, el año de las protestas en Hong Kong (China), Francia, Inglaterra, Italia, Chile, Bolivia, Ecuador, Líbano, Irak, Irán, Argelia, Venezuela, España, Argentina y muchos otros lugares. Y es que los problemas no sólo no se han atendido, sino que han crecido y empeorado, haciendo que las protestas recorrieran el planeta.

La falta de democracia plena y el ejercicio sin trabas de las libertades han empujado a los habitantes de Hong Kong a protestar por los intentos del gobierno autónomo hongkonés, afín al de Pekín, de “diluir” su autonomía y completar su “homologación” con respecto del régimen chino. Acostumbrados en la vieja colonia a disfrutar de las ventajas de una metrópolis abierta, plural y libre, como su mercado financiero, que cuenta con su propia moneda y unas libertades que no son reconocidas en el resto del continente, un proyecto de ley que ampliaba la jurisdicción china sobre Hong Kong, enclave de 7,4 millones de habitantes que pertenece a China tras haber sido colonia británica durante 150 años, desató la ira popular y las revueltas, que todavía continúan. Exigen plena soberanía y democracia.

Un enfado tan intenso y violento como el de los “chalecos amarillos” de Francia, un movimiento espontáneo, sin líder ni ideología, que surgió por el precio de la gasolina y la pérdida del poder adquisitivo, y que se extendió por todo el país. La subida de impuestos y la pérdida de empleos que conlleva la globalización provocan el malestar de los ciudadanos y el auge de los populismos. Si, además, las propuestas presupuestarias beneficiaban, según el Instituto de Políticas Públicas galo, al uno por ciento de la población, el más rico, por la bajada de impuestos sobre el patrimonio, y perjudicaban al 20 por ciento de las familias más pobres por el encarecimiento de los servicios, como la energía, los motivos para echarse a la calle no faltaron. La pérdida de poder adquisitivo y el empobrecimiento los empujaban a ello.

Por causas similares, Sudamérica se veía también sacudida por manifestaciones y agitaciones callejeras. El estallido social prendía en Chile con la chispa de una subida de precio en el transporte público. Y por la reacción brutalmente represiva del gobierno, que ocasionó muertos y heridos. Ya ni los cambios en la Constitución satisfacen a los manifestantes, hartos de tanta opresión. También en Ecuador el encarecimiento del combustible, al quitarle la subvención, soliviantó a los afectados, más de 300.000 personas condenabas a la pobreza. En Argentina, gobiernos liberales y peronistas, daba igual, se han alternado en el poder tras comicios poco transparentes sin lograr atajar el continuo deterioro de una economía, prácticamente en bancarrota, que sigue empobreciendo al país. Otro tanto sucede en Venezuela, donde un presidente autoritario sigue aferrado a la poltrona mientras un monigote de la derecha, autoproclamado presidente encargado, no consigue echarlo ni con ayuda del todopoderoso vecino del Norte. Y, en medio, el pueblo pasa calamidades y sucumbe a la miseria. Como en la crisis política de Bolivia, país en el que las trampas por perpetuarse en el sillón presidencial obligaron la huida de su ocupante cuando la gente comenzó a protestar y exigir nuevas elecciones: querían una democracia de más calidad y menos caudillismo. Y la falta de una y el exceso de lo otro acabó exasperando a los bolivianos.   

Por su parte, el año en Reino Unido ha estado marcado por las movilizaciones a favor y en contra del Brexit, hasta que unas elecciones generales, que dieron un rotundo éxito al partido del euroescéptico Boris Johnson, pusieron fecha definitiva a la salida. El próximo 31 de enero, el país abandonará la Unión Europea después de 46 años de permanencia. Pero el escenario que deberá surgir tras la ruptura es una incógnita que ni los británicos ni los europeos son capaces de clarificar. Son tantas las interrelaciones y dependencias existentes que volver a redefinirlas se antoja una tarea compleja, que necesitará de tiempo, confianza y diplomacia. Hasta en Gibraltar se preguntan cómo afectará a la colonia la nueva situación. Porque nada será igual para unos y otros, ni se parecerá, ni de lejos, a lo prometido por los impulsores del “divorcio” británico con la UE.

Italia, por su parte, también expresó durante 2019 en concentraciones masivas su rechazo a las políticas contra la inmigración promovidas por Salvini antes de salir del gobierno. Las denominaron “las sardinas” por la capacidad de la multitud de apretujarse. Convocadas a través de las redes sociales, sus organizadores no buscaban mostrar únicamente su rechazo a Salvini, sino demostrar que estaban a favor de la igualdad, la democracia, la hermandad y el comunitarismo. Es decir, recuperar los valores constitucionales.

En otro continente, muchos países árabes, incluso en los que imperan regímenes autocráticos, sus habitantes no han dudado en celebrar, durante todo el año 2019, manifestaciones y concentraciones en demanda de libertades (igualdad de la mujer, libre expresión, etc.), apertura política (elecciones y gobiernos democráticos) o atenciones ante las necesidades sociales (trabajo, seguridad, bienestar, etc.). En Sudán y Argelia, las revueltas consiguieron obligar a regímenes autoritarios, en manos de militares, iniciar una transición que confluya en una convocatoria electoral que instaure gobiernos democráticos. Salvo en Túnez, donde la “primavera árabe” de 2011 mantiene el rumbo democrático, los demás países avanzan muy lentamente en su evolución hacia la democracia, lo que impaciencia a la ciudadanía y provoca manifestaciones de protestas, cada vez más difíciles de reprimir o silenciar. Hasta en Irán y Arabia Saudí se produjeron tímidas revueltas por el encarecimiento del nivel de vida y la falta de libertades, que los manifestantes achacan a la mala gestión de sus gobernantes y a la intransigencia de unas dictaduras teocráticas que llevan décadas soportando.

Estos ejemplos evidencian que medio mundo protesta y otro medio padece desgracias y calamidades. El conflicto palestino-israelí continúa con su reguero de asesinatos y destrucción tras los muros de Gaza y Cisjordania, donde la población civil e inocente cae abatida por los francotiradores o las bombas del Ejército hebreo. Tal es la masacre que la fiscal de la Corte Penal Internacional ha solicitado la apertura de una investigación por los crímenes de guerra cometidos por Israel en territorio palestino. Mientras presta oídos sordos y descalifica al Tribunal Penal, el primer ministro israelí hace lo imposible por no perder el poder y mantener la protección jurídica, como aforado, que le ampara de no ser enjuiciado en las causas en las que se le investiga por corrupción. A punto está de provocar unas terceras elecciones generales en sólo un año en su país al no facilitar ningún acuerdo que le aparte del Gobierno.

Y Trump, engendrador de protestas y desgracias, y no sólo por su repudio del migrante, sus muros, su negacionismo climático y ecológico o sus bravuconadas y mendacidades. Sino también porque el presidente norteamericano sigue en su lucha contra los “molinos” de un mundo al que América ha dejado de impresionar y atemorizar. La guerra comercial emprendida contra China va camino de quedar en tablas con un acuerdo con el que ambos contendientes salen ganando, a pesar de las amenazas de aranceles por cada lado. Las pretendidas negociaciones promovidas para acabar aquellos conflictos que sus predecesores no supieron resolver, tampoco han servido para nada, ni con Corea del Norte ni con los talibanes de Afganistán. Ni siquiera ha podido amedrentar a Venezuela para que Maduro suelte el poder. Sus exigencias y excentricidades constituyen el hazmerreir de sus colegas en las cumbres a las que asiste. Incluso, en su propio país, es cuestionado por la mitad de la población y objeto de investigación por parte de la Cámara de Representantes para someterlo a un proceso de “impeachment” (destitución) por abuso de poder (en el caso Ucrania) y obstrucción al Congreso (torpedear la investigación), Aunque es improbable que el Senado, donde el Partido Republicano goza de mayoría, vote su destitución, el juicio político contra un mandatario mentiroso, desconcertante y peligroso puede lograr que la opinión pública reconsidere su confianza.   

Sobran los motivos, en un mundo así, para protestar, como se ha hecho a lo largo de 2019, aunque no sirva para nada. Queda el consuelo de que, al menos, los todopoderosos no engañan sus falsas promesas, manipulación y mentiras. Que la gente distingue a los que oprimen.  

viernes, 27 de diciembre de 2019

2019, un año perdido


Vamos a despedir 2019 con una sensación de tiempo perdido, un tiempo malgastado en complicar los problemas en vez de resolverlos y de vivir en permanente estado de ansiedad, como si cabalgásemos un tigre imposible de domar. Estamos a punto de concluir estos 365 días y parece que volvemos a la casilla de salida para encontrar los mismos asuntos que ya nos habían malogrado el curso anterior. Ejemplo de este déjà vu es que seguimos sin Gobierno estable que pueda agotar la legislatura, igual que en diciembre de 2018.

Y en esa estamos. Este año, para colmo, se han tenido celebrar dos elecciones generales (abril y noviembre) por la incapacidad de los elegidos de investir a un presidente de Gobierno. Por esa falta de acuerdo en los partidos sentados en el Congreso, llevamos instalados en la inestabilidad desde hace cerca de un lustro. Sería, pues, una vergüenza que se tuvieran que convocar unas terceras elecciones para lograr por cansancio lo que no se consigue con diálogo y entendimiento: votar al candidato propuesto por el Rey y posibilitar que la minoría mayoritaria, puesto que nadie dispone de mayoría absoluta, pueda formar un gobierno duradero. Salvo esos parlamentarios, todo el país, desde la patronal a los sindicatos, la judicatura y las finanzas, las comunidades autónomas y la enseñanza, por citar algunos sectores, pide que se constituya sin tardanza un Gobierno que haga frente a los retos que tenemos pendientes en espera de decisiones. Llevamos dos años con un presupuesto prorrogado que es una irresponsabilidad que lastra el progreso y la economía de España. Y los únicos culpables de esta situación son los que no se avienen al entendimiento para conformar el Poder Ejecutivo. Nuestros representantes no consiguen comportarse con ese espíritu de Estado que permite atender los intereses generales del país antes que los intereses partidistas. Son ellos, nuestros elegidos, los que nos han hecho desperdiciar todo este año, que a punto está de finalizar, con gobiernos en funciones desde que triunfara la moción de censura socialista contra el segundo gobierno conservador de Mariano Rajoy, en mayo de 2018. Ojalá 2020 nos permita disponer, al fin, de un gobierno en España que no sea provisional y que se dedique durante cuatro años a administrar nuestros asuntos con entrega, responsabilidad y acierto. Espero que no sea mucho pedir.     

La desconfianza no es infundada. Persiste todavía el “problema” catalán y serán diputados de un partido independentista los que tendrán que favorecer, con su abstención, la constitución de un Ejecutivo con ambición de agotar la legislatura. Un problema que sigue enroscado en la demanda de una parte importante de la sociedad catalana de un supuesto “derecho a decidir” y de una legalidad constitucional que saltaría por los aires si aceptase la posibilidad de unas actuaciones que afectan a la unidad del Estado (independencia de una región) y la soberanía popular (decidiría sólo una parte del pueblo español). La aplicación de las leyes ha llevado a juicio y ha condenado a los cabecillas de esas formaciones independentistas que convocaron un referéndum ilegal y declararon una independencia fugaz en Cataluña, cometiendo delitos de sedición y malversación de fondos públicos, entre otros. Algunos de esos líderes, cuando permanecían en prisión provisional y gozaban de sus derechos cívicos, resultaron elegidos diputados del Parlamento Europeo, pero no pudieron recoger su acta ni tomar posesión de sus escaños por estar recluidos. Un recurso al Tribunal de justicia de la Unión Europea les ha reconocido su condición como tales y, por consiguiente, la inmunidad que, como cargos electos, les libraría de permanecer en prisión, en contra de la sentencia en firme del Tribunal Supremo. Y la exigencia de una valoración al respecto por parte de la Abogacía del Estado es lo que impide, hasta ahora, que los independentistas apoyen la investidura del candidato y la constitución de un nuevo gobierno. De ahí que sigamos instalados en la incertidumbre y la inestabilidad.

En cambio, en Andalucía continúa al frente de la Junta el Gobierno formado por el Partido Popular y Ciudadanos, las dos formaciones conservadoras que podrían desbloquear la ingobernabilidad de la Nación. Llevan casi un año en el poder con más errores que aciertos, pero con una enorme habilidad propagandística para rentabilizar sus acciones. Hacen alarde de medidas sociales y progresistas mientras, al mismo tiempo, recortan gastos en servicios públicos y limitan derechos (protección a las víctimas de la violencia machista). Así, publicitan grandes “planes de choque” contra las listas de espera médica y, paralelamente, cierran centros de salud en plenas vacaciones (verano y navidad) y dejan de sustituir las bajas de los profesionales. Las concentraciones y manifestaciones de los trabajadores sanitarios son continuas. Poco a poco, el Gobierno andaluz va implementando políticas neoliberales que benefician a los que más tienen y perjudican a los más necesitados, al deteriorar los servicios públicos (sanidad, educación, dependencia, etc.) e incentivar la iniciativa privada. La labor de zapa de lo público es lenta pero imparable. Y tiene su coste: el goteo de altos cargos dimitidos o cesados este año (más de una treintena) ha sido constante, bien por diferencias en la gestión, bien por la remuneración del cargo, bien por incompatibilidades con la actividad privada. El balance es un gobierno en permanente remoción de su personal de alta dirección.

Precisamente, ese gobierno conservador de Andalucía, al poco de tomar posesión (enero 2019), tuvo que enfrentarse al mayor problema infeccioso de los últimos años en España: el contagio con listeriosis de más de un centenar de personas por consumir carne mechada contaminada y no haber sido detectada por los controles de Sanidad. A causa de la infección, tres personas fallecieron y se produjeron varios abortos, además de tener que ingresar en los hospitales a decenas de víctimas del brote de listeriosis para ser sometidas a tratamiento antibiótico preventivo. Una empresa sevillana, Magrudis, comercializaba la carne contaminada a pesar de tener constancia de ello y sin que los controles sanitarios, tanto del Ayuntamiento como de la Junta de Andalucía (que se cruzaron reproches mutuamente) lo detectara ni lo previniera. Sea como fuese, el daño a la salud de las personas, con víctimas mortales, y a la industria cárnica (con una caída de las ventas del 60 por ciento) fue considerable. Y nadie ha dimitido ni ha sido cesado por ello.

Y ha sido en Andalucía, también, donde la corrupción política ha sido duramente castigada por los tribunales. Dos expresidentes de la Junta de Andalucía (Manuel Chaves y José Antonio Griñán) y otros exaltos cargos de la etapa de gobiernos socialistas, han sido condenados por la Audiencia de Sevilla a penas de prisión e inhabilitación, según los casos, por el llamado caso de los ERE. Se trata de la trama que desvió fondos destinados a ayudar a empresas en crisis y trabajadores despedidos. Para ello se utilizaron mecanismos irregulares que carecían de control por parte de la Intervención de la Junta y que facilitaron la concesión de esas ayudas sociolaborales de manera arbitraria. Según la sentencia, existe responsabilidad penal en los políticos condenados, aunque no tuvieran ánimo de lucro personal. Las tramas de corrupción política e institucional en España han salpicado a todos los partidos que han detentado la capacidad de gobernar desde que se instauró la democracia. Tanto PSOE como PP, así como la extinta CiU y PNV, por enumerar algunos partidos implicados, cuentan en su historial con escándalos de esta naturaleza. Y esta sentencia a líderes históricos del PSOE andaluz ha venido a poner freno a una lacra que ha contribuido a desprestigiar la política y a instalar en los ciudadanos la desconfianza y la indignación.

Pero este año, también, ha traído acontecimientos que nos han situado a la altura de las democracias con menos hipotecas con su pasado. En este 2019 se ha corregido la “anormalidad” democrática de tener enterrado a un dictador en un santuario religioso que se financia con dinero público donde era exaltado por los incondicionales del fascismo. Tras un laborioso proceso judicial, promovido por los familiares para entorpecer la iniciativa, el Gobierno pudo exhumar los restos de Francisco Franco y trasladarlos a un panteón familiar. Las criticas por una higiénica cuestión de decencia democrática no faltaron para una acción que contaba con el acuerdo parlamentario y gubernamental pertinente, sin que hasta entonces llegara a materializarse. Por fin, España recobra la normalidad democrática de situar en su sitio -como hizo Alemania con Hitler o Italia con Mussolini- a los personajes que protagonizaron las páginas más negras de su historia.

Como colofón a este resumen podría citarse la vigésimo quinta Cumbre del Clima (COP25) celebrada en Madrid, organizada por la ONU, y que debía celebrarse en Chile, país que la presidió. Se trata de una Conferencia, en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en la que líderes mundiales de los países comprometidos se reúnen para adoptar medidas tendentes a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y combatir el calentamiento de la atmósfera. En una cumbre anterior, la de 2015, se adoptó el Acuerdo de París (del que se salió EE UU), ratificado por casi 200 países, con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2ºC y hacer más esfuerzos para que no supere los 1,5ºC respecto a las temperaturas preindustriales. Ello sólo es posible reduciendo el volumen de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Pero el acuerdo adoptado en Madrid, denominado “Chile-Madrid, Tiempo de Actuar”, no fue ambicioso por las discrepancias entre países. Los principales emisores de gases (China, India, Estados Unidos, Rusia) se negaron a aumentar sus restricciones contaminantes, por lo que, de seguir las emisiones a los ritmos actuales, 2019 marcará nuevos récords en incremento de temperatura y de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Como señaló la presidenta de la COP25, Carolina Schmidt, “los acuerdos alcanzados no son suficientes para afrontar con sentido de urgencia la crisis del cambio climático” que ya estamos sufriendo. Una desgracia para el mundo y los que vivimos en él, aunque la organización española del evento fue todo un éxito.

martes, 24 de diciembre de 2019

Felices Fiestas

Creas en lo que creas -en Dios, en las hadas o en el Big Bang-, aprovecha la oportunidad que te brindan estas fechas para pararte a pensar que el mundo te pertenece porque sólo tú, de entre todas las especies vivas, dispones la capacidad de obtener de él lo que pueda hacerte feliz, sea un yate, un amanecer o un beso. Porque sólo con la razón se logra ser feliz. ¡Ojalá puedas conseguirlo y disfrutar de unas felices fiestas!  Es lo que deseamos a todos nuestros seguidores, simpatizantes y lectores en general.



sábado, 21 de diciembre de 2019

Boris Johnson, el Brexit y la desinformación


Boris Johnson ha conseguido una victoria rotunda en las elecciones generales del Reino Unido del pasado 12 de diciembre y dispondrá de una holgada mayoría absoluta en el Parlamento británico para acometer definitivamente la salida del país de la Unión Europea. El partido conservador, con el locuaz líder que ha revalidado el cargo, ha arrasado, incluso, en aquellas circunscripciones que tradicionalmente votaban socialista, no gracias a la charlatanería del político “tory”, sino por el rechazo que provocaba el líder izquierdista, Jeremy Corbyn, incapaz de mantener un criterio claro sobre el dichoso Brexit e intentar disimularlo con propuestas extemporáneas que acabaron infringiendo la mayor derrota al Partido Laborista desde 1935. Es así como el primer ministro de pelo alborotado sólo precisó de no meter mucho la pata para atraer en torno a su candidatura a los descontentos de uno y otro lado, tanto de los partidarios de abandonar ya la UE como de los que confiaban permanecer en ella, en la esperanza común de dar carpetazo a un embrollo que mantiene dividida a la sociedad inglesa y que se alimenta de falsas promesas, cuando no de burdas mentiras.

Tantas son las leyendas, exageraciones y desinformación que, cual capas de cebolla, han estado engordando la propuesta del Brexit, desde mucho antes del referéndum de 2016, que, lo que no consiguieron políticos serios de anteriores gobiernos en agotadoras negociaciones y votaciones, lo ha logrado un populista simpático, charlatán y embustero con la promesa de abandonar las instituciones comunitarias el próximo 31 de enero y aumentar significativamente las inversiones públicas, sobre todo en sanidad y gasto social, para compensar la “desconexión” económica y la polarización de los ciudadanos.

Ha sido una campaña intensa de demagogia que ha tenido la ayuda, sin que sea tachada de injerencia, del “siamés” norteamericano, Donald Trump, con sus reiteradas invitaciones a establecer el mayor tratado de libre comercio jamás firmado entre ambos países, una vez que el Reino Unido haya soltado amarras con la UE, naturalmente. Sin disimular su entrometimiento, el aliado americano proponía que se desentendiera de Europa para que se atara a EE UU y priorizar, así, unas relaciones bilaterales que sustituyeran el multilateralismo que predica Europa. Solos y desunidos en vez de compartir el proyecto común europeo. Y, si no se produce un milagro, el Reino Unido de Boris Johnson va a seguir el consejo y abandonará la Unión Europea, gracias a la labor de los euroescépticos y los populistas, cuyas promesas saben ganarse a los descontentos e insatisfechos en nuestras “líquidas” sociedades modernas.

Pertenecer a un club, como es la Unión Europa, sin disfrutar de privilegios no les parece ventajoso a los renegados ingleses que se disponen a dar el portazo. Y para justificarse, aseguran que todos los problemas de Gran Bretaña son por causa de su adhesión a la UE. O de los otros, los demás, los de fuera, focalizados en el inmigrante, la globalización, las decisiones de Bruselas, una diversidad que nos hace temer por la propia identidad, etc. Es el argumentario de todos los populismos ultranacionalistas, de izquierdas o derechas, con sus promesas de soluciones simples para los complejos problemas que afectan a sus naciones, y que, sin tener que demostrar su viabilidad, consiguen atraerse a los indecisos, a los castigados por todas las crisis (política, económica, social, religiosa, cultural), a los parados, a los xenófobos y hasta a los que predican la “esencia” racial y cultural de la que se erigen valedores.

El premier inglés ha sabido manejar el oportunismo populista y la manipulación descarada para ganarse el éxito en esas elecciones. Y no ha dudado en hacer uso de la mentira para conseguir sus propósitos, como ya venía haciendo desde que era un simple periodista contrario a la Unión Europea. Va a hacer ahora como primer ministro lo que hacía como periodista, cuando era corresponsal en la Capital europea: no dejar que los hechos le estropearan su relato. El cúmulo de invenciones y mentiras de su historial periodístico haría avergonzar a cualquier estudiante de Comunicación. A él le ha servido para transitar desde el euroescepticismo a Downing Street, sin cambiar de estilo y sin despeinarse, si esto último no fuera un sinsentido.

De ahí que, entre sus objetivos, figure también, junto al Brexit, “tener a raya” a la BBC, el ente público audiovisual inglés de sobrada reputación por su neutralidad informativa y calidad técnica. Y es por ello, por esas cualidades profesionales, que Johnson ha ordenado que ninguno de sus ministros acuda a un programa informativo de Radio 4, una de las emisoras de la corporación. No perdona que la BBC no expresara un apoyo menos neutral a su candidatura y al Brexit. Vamos: que no se aviniera a manipular como él solía en sus tiempos de reportero. Y que fuera públicamente puesto en evidencia cuando un prestigioso entrevistador de la cadena le reprochó en directo, señalando todas las preguntas que pensaba formularle, que no hubiera querido participar en el programa, como hicieron los demás candidatos. Boris no fue porque sin demagogia y bulos no sabe responder a quien no se deja engañar con artificios verbales.

Pero es lo que han votado los ingleses, atrapados en el barrizal de las mentiras del Brexit y seducidos por la capacidad manipuladora de un oportunista populista. Por muchas promesas patriótico-populistas que haga, ahora tendrá que bregar con la realidad que entraña una nueva relación del Reino Unido con la UE, un futuro acuerdo comercial, otros tratados de defensa y seguridad, reelaborar intercambios educativos, financieros y empresariales, coordinar la protección de datos, etc. Ahora queda lo difícil y que difiere de aquellas exageraciones sobre la rapiña de Europa, los burócratas de Bruselas, las cesiones de soberanía, los mercados encorsetados y tantas otras patrañas aireadas para camuflar motivaciones ideológicas de los que están decididamente en contra del proyecto común europeo, aunque beneficie a sus países. Con el Brexit, la elección de Boris Johnson y la desinformación de la que se valen, percibimos con claridad las intenciones de estos populismos oportunistas y a lo que debemos enfrentamos en nuestras confiadas democracias. Vemos cómo nos manipulan y mienten.

viernes, 20 de diciembre de 2019

El adiós del otoño


El otoño deja, en su despedida, un rastro de hojas secas que flotan en los charcos que han provocado los temporales. Viento y lluvia para un adiós que tiñe de gris el cielo, despeina a los árboles y anega campos y pueblos con los ríos envalentonados y henchidos de orgullo. Todo un alarde de vitalidad cuando la temporada toca a su fin y los fríos ya asoman por los picos altos de las montañas para crear el escenario níveo de las postales navideñas. Reacio a su partida, la estación se empeña en hacerse notar en los estertores de su agonía, brindándonos la oportunidad de conocer su furia postrera y el encanto de una belleza marchita, como el de esas hojas que navegan a la deriva en los charcos callejeros. Es el adiós del otoño.

(Fotografía del autor. Sevilla, diciembre 2019)

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Adiós a Patxi Andión


Una nueva ausencia viene a agrandar el vacío que genera la pérdida de quienes hicieron posible la memoria sentimental y musical de toda una generación. Una ausencia insustituible por cuanto Patxi Andión fue, como Víctor Manuel, Serrat, Aute y algunos otros, mitos que no sólo conmovían por sus canciones, sino que además enseñaban a contemplar y ubicarte en la vida a través de sus letras y sus actitudes personales.

Hoy, por desgracia, ha fallecido a los 72 años el artista, cantante y actor, Patxi Andión, a causa de un accidente de tráfico. Nos quedarán sus discos, en los que la grave y desgarrada voz del cantautor podía hacernos saltar las lágrimas cuando abordaba temas que calaban en lo más hondo de nuestra sensibilidad. Su discografía no era tan prolija (sólo 17 discos) para la longevidad de su carrera musical, en la que había cumplido 50 años el año pasado, precisamente. Pero contenía abundantes joyas, de enorme calidad poética, que no siempre alcanzaron el éxito masivo del público. Hoy decimos adiós a Patxi Andión, mientras mi memoria llora con el recuerdo de algunos de aquellas melodías y letras que me ponían la piel de gallina. Descanse en paz, viejo amigo.





lunes, 16 de diciembre de 2019

Opinión publicada


Abunda en estos tiempos la opinión publicada, ya sea mediante micropárrafos en las redes sociales que acompañan, las más de las veces, a la reproducción de un texto recibido o su enlace, con la correspondiente algarabía de símbolos e iconos que ilustran nuestra actitud, o bien mediante un comentario algo más extenso que hacemos público a través de cartas al director de un medio de comunicación -stricto sensu- o un blog, que permite una mayor dedicación de los temas. Vivimos, pues, en la época del exhibicionismo, lo que incluye la exhibición de nuestras opiniones. Apenas nos recatamos en mostrar aquella parte de nuestra intimidad que, por vergüenza, siempre habíamos ocultado a los demás. Hoy día, todo lo que somos, externa e internamente, es objeto de ser utilizado como reclamo comercial que atraiga el interés o el “me gusta” de esa otra parte necesaria que se dedica a “curiosear” y participar de la misma conducta pública. Sin embargo, eso no es periodismo.

Los periodistas u otros profesionales también ofrecen, por demanda del medio en el que trabajan o por simple voluntad, su opinión o punto de vista personal sobre algún asunto. En tal caso, lo hacen en forma de una columna de opinión que se publica de forma más o menos regular y encuadrada, por lo común, bajo una temática o el prestigio del autor. Esa opinión se hace pública para ofrecer una “original” interpretación de la realidad, no exclusivamente actual, desde la subjetividad del firmante, con la intención de servir de orientación al lector sobre determinados hechos. Y, aunque no se ajusten a una estructura rígida en cuanto a extensión, contenido, estilo o tono como otros géneros periodísticos, las columnas de opinión están obligadas, por honestidad y responsabilidad profesional, a fundamentar sus argumentos en la verdad y la lógica, a fin de que la credibilidad y confianza del columnista entre sus seguidores no sea cuestionada, lo que no quita que, por supuesto, pueda generar discrepancias y hasta la refutación de las razones expuestas.

Periodísticamente, la columna de opinión pertenece (para diferenciarlo del informativo) al género opinativo, como el editorial, la crítica, el comentario y otros que se engloban bajo el epígrafe de “artículo”, que, como define Antonio López Hidalgo, no son más que textos retóricos, argumentativos y persuasivos, independientemente de sus funciones, técnicas y estilos, e incluso de la actualidad informativa. Estos géneros, en especial la columna, contribuyen a dar un valor añadido a las noticias, aportando aspectos, contextos y análisis más detenidos que escapan de la asepsia informativa. De hecho, la calidad, cantidad y diversidad de sus columnistas es lo que diferencia a un medio de otro, puesto que las noticias suelen ser las mismas, generalmente servidas por agencias.

¿Y qué lleva a una persona, periodista o no, a publicar su opinión? En la mayoría de los casos, mera vanidad o afán de notoriedad. Es lo que caracteriza a los tuits, facebook, whatsapps, Instagram y demás soportes de las redes sociales. En medios profesionales se exige “auctoritas”, experiencia o especialidad acreditada a la hora de expresar una opinión acerca de algún hecho o acontecimiento. De lo contrario, sería fácil que el opinador caiga en lo manido, las frases hechas, la ambigüedad y hasta en la mentira. Un “buen” columnista es una persona que ofrece una opinión fundada, basada en la exposición de los hechos y en el desarrollo de las razones y argumentos, sin contradecir la verdad ni la lógica, que conducen a las conclusiones con las que el autor espera convencer, haciendo uso de la pulcritud y armonía en el lenguaje para hacerlo asequible, a todo tipo de lectores.

En España existe sobreabundancia de opinadores de todo espectro y condición, tantos que Francisco Umbral, ya en 1997, decía que “la noticia ya la da la televisión, al periodismo le queda la opinión”. Sin embargo, también hay excelentes columnistas que abarcan todas las ideologías y asuntos tratables. Es cuestión de distinguirlos y seguirlos, no esperando que siempre, en todas las ocasiones, el columnista acierte con el comentario ingenioso y elaborado con que pretende convencer. Nunca se comparten todas las opiniones de nadie, por muy afín que se sea de esa persona. Y menos aún de una persona, incluso siendo periodista, que se dedica a ofrecer una opinión publicada regularmente. A veces, muchas veces, es preferible guardar silencio.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Santana y Camilo


Mis gustos musicales son eclécticos, pero firmes y fieles. Hay músicas que nunca he dejado de escuchar porque me han acompañado toda la vida. E intérpretes que son figuras icónicas en mis predilecciones. Santana es una de ellas. Sus punteos alargados, manteniendo la nota casi hasta la desesperación, me cautivaron en la adolescencia y siguen sorprendiéndome cada vez que los escucho. De tan sublimes, los han imitado otros artistas, como Gary Moore. La fusión que emprendió Santana de ritmos latinos, africanos y del blues para hacer rock ha constituido todo un hito en la música moderna. Tales sonidos atraparon el entusiasmo de jóvenes de varias generaciones y continúan en el presente llenando el aire con su frescura, cuando otros artistas han tomado el relevo. Es por ello que siguen siendo fuente de inspiración para toda clase de músicos y estilos musicales. Un ejemplo es la canción “Oye cómo va”, aquella inolvidable versión que hizo Santana de un mambo de Tito Puente, que ha sido reinterpretada por otros músicos que nada tienen que ver con el rock. Escuchen la versión jazzística de Michel Camilo, un pianista que ha sabido sintetizar mis dispares gustos musicales, tan eclécticos que parecían irreconciliables. Sin embargo, maridan muy bien.



  

jueves, 12 de diciembre de 2019

Buscando papeles…

Elías Bendodo

Tras un año instalado en el Gobierno de Andalucía, el Partido Popular (PP) ha encontrado tres cajas fuertes que supuestamente estaban “ocultas” en la sede de la Agencia pública IDEA, dentro de las cuales fueron hallados documentos en sobres lacados relativos a los ERE que podrían suponer nuevas pruebas sobre aquel escándalo que afecta a los gobiernos anteriores del PSOE y por el que han sido condenados dos expresidentes y otros exaltos cargos socialistas. Al parecer, algunos de esos papeles, entre escrituras, copias y otros documentos, figuran dos convenios suscritos en 1998 por la Junta de Andalucía, “sin membrete y sin pasar por la Intervención”, pero firmados por el entonces consejero de la Presidencia, Gaspar Zarrías, y el vicepresidente de la empresa Campofrío, cuya filial en Jaén, Campocarne, los utilizaría para crear 300 puestos de trabajo, en los que consta que el Gobierno andaluz se comprometía a no reclamar la devolución de unas ayudas que la UE consideró finalmente como ilegales y competencia desleal.

La noticia, dada a conocer en rueda de prensa por el consejero andaluz de Presidencia y portavoz del Gobierno, Elías Bendodo, resulta sorprendente, no por inverosímil, sino por su sospechosa “oportunidad”, que incluye el teatral tono de gravedad y alarma mostrado por el político conservador. Se suma a otras denuncias similares que, desde que el PP desalojó al PSOE del poder, han sido hecha públicas de una manera tan escalonada que parecen responder más al deseo por mantener la sospecha permanente sobre gobiernos anteriores que por dilucidar responsabilidades y subsanar errores. Todas ellas tienen en común el desvelamiento de supuestas irregularidades, despilfarros y falta de control cometidos durante la extensa época (33 años) de gobiernos socialistas en Andalucía. Después de la sentencia de los ERE, las listas de espera en Sanidad y las vacunas no utilizadas, ahora se añaden los papeles ocultos, que han sido enviados a la Fiscalía.

"Cajas fuertes" ocultas.
Y llama la atención, primero, porque el actual Gobierno andaluz, formado por PP y Ciudadanos (Cs), ha tardado un año en tropezar con unos archivadores no empotrados (al contrario que las cajas fuertes), tan grandes como armarios y dotados de cerradura en sus puertas, y leer la documentación que se guardaba en su interior. Todo un alarde de diligencia escrutadora en un ente al que el PP tenía, desde sus tiempos de oposición, como objeto de sus pesquisas sobre la corrupción y el clientelismo de los gobernantes socialistas. Precisamente, la macrocausa sobre el llamado caso Avales, impulsada por ellos y que implicaba a directivos de la agencia, fue archivada por la jueza instructora el mismo día en que el Consejo de Gobierno conservador procedía a “descabezar” toda la cúpula directiva de IDEA, Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía, un instrumento para dinamizar la economía regional mediante ayudas, préstamos y avales a pequeñas y medianas empresas, y la captación de inversiones en el extranjero. Tras ese carpetazo del caso y el nombramiento de nuevos directivos, aparecen de pronto, ahora, desconocidos archivadores y “papeles” que vuelven a comprometer a pasados gobiernos socialistas.

Es asimismo llamativo, en segundo lugar, que documentos de hace veinte años, que encubren fondos dispuestos arbitrariamente y sin sujeción a controles bajo la apariencia de préstamos que benefician a una empresa en concreto, lo que evidenciaría sendos delitos de prevaricación y malversación, se dejen sin más en un archivador de un organismo que pasa a ser dirigido por otro gobierno de distinto color, sin que consten membretes, registros de entrada y salida y demás burocracia administrativa, salvo la rúbrica de las partes firmantes. Hay que ser muy torpes para no percatarse de “cajas fuertes” como roperos, pero más torpe aún para dejar pruebas documentales de arbitrariedades delictivas en los mismos.

Contrato con las cláusulas.
Si no fuera, además, porque el sorprendente hallazgo en la Junta de Andalucía coincide curiosamente con otro hallazgo en el Gobierno de la Comunidad de Madrid, del PP y Cs, de cerca de 200 adjudicaciones de contratos, realizadas entre 2009 y 2013 por diversas consejerías madrileñas en los tiempos de Esperanza Aguirre, que incluyen una cláusula que nutría la caja B del Partido Popular (financiación ilegal), similar a la que investiga un juez de la Audiencia Nacional de otras 50 adjudicaciones de la misma época en una pieza del caso Púnica, diríamos que sería demasiada casualidad tanta torpeza en abandonar y encontrar papeles en Andalucía. La “oportunidad” de un hallazgo, aunque se refiera a hechos diferentes, parece guardar cierta relación con otro hallazgo que afecta a la formación descubridora.

Y esa es una tercera paradoja: la credibilidad y la probidad del Partido Popular dejan mucho de desear, con sus mochilas bien cargadas de corrupción e irregularidades, para que en Andalucía quiera presentarse como ejemplo de gobierno honrado y transparente, que denuncia y persigue el abuso, el despilfarro, el fraude y los delitos… siempre y tanto sean cometidos por otros. Por ello, son tantas las cuestiones que llaman la atención en el “descubrimiento” de los papeles “olvidados” por los socialistas en Andalucía, y todas ellas apuntan a ejercicios de distracción, que nos sorprendería mucho que del mismo deriven repercusiones penales. La propagandística y mediática se da por descontada, lo que, tal vez, fuera su verdadero objetivo. No sería extraño, pues, que los “papeles” quedasen en simple papel mojado.   

domingo, 8 de diciembre de 2019

Entre la Constitución y la Inmaculada


Estamos en pleno “puente” festivo por el que disfrutamos en España de unos días consecutivos de asueto laboral -los que puedan permitírselo- gracias a dos fiestas muy próximas en el calendario: el 6 de diciembre, día de la Constitución, y el 8 diciembre que, al ser domingo, pasa a celebrarse el lunes 9, día de la Inmaculada Concepción. Dos festivos que denotan el carácter contradictorio del ser humano: racional y supersticioso, simultáneamente. El de ser, además, aprovechado lo adquiere por experiencia, que le dicta no desperdiciar ninguna oportunidad de ampliar los descansos y hacer “puente”, es decir, considerar como día festivo una jornada laboral que se intercala entre dos fechas festivas. Un “privilegio” que no todos los trabajadores pueden disfrutar.

Pero, a lo que íbamos: fiestas laicas y religiosas. La educación cívica nos mueve a celebrar el acuerdo por el que regulamos nuestra convivencia de manera pacífica en virtud de unas leyes o normas recogidas en un texto constitucional. Un 6 de diciembre de 1978, los españoles ratificaron en referéndum una Constitución que daba fin a la Transición y nos embarcaba a vivir en democracia, como los demás países de nuestro entorno, dejando en nuestras manos la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes a partir de entonces. Desde aquella promulgación de la Carta Magna, ni el caudillismo ni los dictadores serían tolerados en nuestro país. La política debía atenerse al sistema democrático, gracias al cual cada cuatro años los ciudadanos con derecho al voto elegirían a sus representantes para que, de entre ellos, se nombrara un presidente de Gobierno. Y así seguimos haciéndolo desde hace 41 años. Por eso, la Constitución Española, después de un período de más de 40 años de vergonzante dictadura militar, supuso la bonanza cívica en España y el final de la última dictadura existente en Europa. Sobran, por tanto, los motivos para conmemorar la ratificación de la Constitución vía referéndum como hecho histórico que nos ha proporcionado un dilatado período de paz y prosperidad. También como fecha simbólica para hacer pedagogía sobre los principios que se consagran en el texto constitucional, cuales son la igualdad, la libertad y la democracia, y que configuran un Estado de Derecho, Social y Democrático. Es, sin duda, una conducta racional y colectiva en defensa de unos valores cívicos y pacíficos de convivencia.

Por otro lado, celebrar como fiesta de precepto, el día 8 de diciembre, un dogma católico como el de la Inmaculada Concepción de María, supone otorgar a un credo religioso la misma importancia social de la Constitución. Sin embargo, el calendario está salpicado de más fiestas de carácter religioso que laicas. El de la Inmaculada festeja desde el siglo XVII, para los creyentes, que un dios único se engendró sin fecundación en el vientre de una mujer para nacer de ella y transformarse en un ser humano que compartía la misma esencia divina de la deidad. Conmemora el culto a una mujer como un ser de pureza original, virgen, limpio y bendito, madre de Dios. Para explicarlo burdamente, es como si, en vez del vino, se idolatrase al tonel donde el zumo de uva se convierte en una bebida alcohólica. Se trata, en definitiva, de preservar con esta festividad uno de los hitos más irracionales de la intuición supersticiosa del ser humano a la hora de hallar una explicación al origen del universo y, por ende, del hombre. Dios, la única explicación, no deja de ser un constructo humano que requiere de la “humanización” de su intervención en la Tierra para ser aprehendido por nuestra mentalidad. Pero el fenómeno religioso no puede obviarse en la cultura y las tradiciones que caracterizan a nuestra sociedad cristiana occidental. Ni el arraigo que tiene en la mayoría de la población, declarada confesionalmente católica. De ahí que, como el de la Constitución, también deba celebrarse el Día de la Inmaculada Concepción, de tradicional culto para la iglesia católica y sus feligreses.

Muchos cuestionan la festividad laica, algunos la religiosa. Para unos es algo inherente de la racionalidad del ser humano, para otros es muestra de la irracionalidad que todavía nos conduce por senderos de superstición. En su conjunto, no son más que manifestaciones de la diversidad social, la libertad de expresión y opinión y de la tolerancia que debe mantenerse en una sociedad plural y democrática. Aunque una nos afecte a todos -la Constitución- y otra sólo a los creyentes -la festividad religiosa-, lo importante es que ambas configuren los símbolos de una participación colectiva en paz y libertad. Días festivos que, aparte de ofrecernos una excusa para el ocio, sirven para cohesionar nuestra sociedad en función de sus tradiciones, cultura y logros cívicos de convivencia. Lo que no es poco.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Días de diciembre


Sin ser particularmente religioso, diciembre me inunda de dulce melancolía y gratos recuerdos familiares. Una cierta espiritualidad me embarga hasta hacerme sensible a la luz de estos días azulados y a la frialdad de las noches que, como cuchillos, los dividen en agradables jornadas luminosas. Mi infancia se confunde con la de mis hijos y comparte sensaciones de arrumacos bajo las mantas y de juegos en el hogar, abrigados de la intemperie y custodiados por el cariño de los padres. Son días de diciembre que, más allá de la Navidad, refulgen en los ojos inquietos y expectantes de quien vive estas fechas como una oportunidad de paz y felicidad, acompañado con las melodías de George Winston. Como cada diciembre.   



miércoles, 4 de diciembre de 2019

Otra economía es inevitable


Cuando las desigualdades sociales y la inequidad en la distribución de la riqueza surgen como consecuencia de la actividad económica, es que el modelo se ha agotado y es imprescindible modificarlo. Ya no se trata de valorar que otra economía sea posible, como proclaman los soñadores, sino que hay que acometerla de manera inexorable, como reclaman los realistas, antes que el colapso de la economía condene a todos a la miseria. En un mundo globalizado, en el que rige el sistema capitalista de forma hegemónica pero que aboca a graves problemas de concentración de la riqueza y peligrosas brechas o fracturas en la sociedad, se hace obligatorio reorientar el desarrollo económico y regular con mayor equidad la actividad productiva, de tal manera que el fruto de la economía, sin renunciar al capitalismo, reporte beneficios no sólo económicos o financieros, sino también sociales y ambientales. Es decir, que haga posible una mejor y más eficiente distribución de la riqueza que sirva para amortiguar o disminuir las desigualdades que afloran entre países o en el seno de cada sociedad. Es por ello que es inevitable otra economía. Es perentoria.

Y, también, es factible, en tanto en cuanto la economía no es una ciencia exacta, sino una ciencia social que ha de adaptarse a las circunstancias de cada época y a las necesidades de la población, a la que procura ofrecer un modelo válido para la producción, distribución, comercio y consumo de bienes y servicios. Si un modelo de economía falla, hay que cambiarlo, como se pide en la actualidad. De hecho, existen sesudos estudios que abordan la emergencia de las desigualdades a causa de procesos de acumulación del patrimonio y una distribución de los ingresos y la riqueza profundamente desequilibrados, por no decir injustos para el interés general. No seré yo, profano en la materia, pero preocupado por lo que me afecta, quien determine la veracidad o lo errado de unos análisis que, como los de Thomas Piketty*, economista e investigador de la École d´Economie de París, vienen a incidir en esta denuncia.

Y es que es evidente para cualquiera que las brechas sociales se multiplican y ahondan, favorecidas por un modelo económico que, en vez de repartir bienestar, genera desigualdad y conflictos sociales. La España despoblada -vaciada, se dice ahora- y los falsos autónomos son síntomas indiscutibles de esas desigualdades que provoca una economía que tiende, no sólo a la concentración de la riqueza, sino a la concentración urbana y a la explotación laboral. Dejado a su arbitrio, un sistema económico que se basa en la propiedad privada de los medios de producción y en el mercado como mecanismo de asignación de recursos, por definición no dejará de perseguir la obtención del máximo beneficio o rentabilidad al menor coste, estableciendo el lucro como única divisa. Sin embargo, el interés general y la democracia deben controlar y regular su funcionamiento para que las contradicciones lógicas del sistema capitalista no socaven su propia viabilidad para la creación de riqueza, procurando nuevas normas de gobernanza de la economía que permitan una distribución de la riqueza con mayor equidad.

Los detentadores del capital y las empresas, como propietarios de los medios de producción, además de atender a los requerimientos del lucro, deberán responder a obligaciones sociales y ambientales, de manera que el crecimiento sea equilibrado y sostenible. Toda inversión, en esa otra economía inevitable, ha de buscar, no sólo el beneficio financiero, sino también social y ambiental. Entre otros motivos, porque con el aumento de las desigualdades, la extensión de la pobreza, la deforestación y la contaminación del medio ambiente y la persistencia de las brechas sociales, el actual sistema económico se vuelve ineficaz e insostenible para el futuro inmediato de cualquier sociedad y del mundo.

Como dice Piketty, “el asunto de la distribución de la riqueza es demasiado importante como para dejarlo sólo en manos de los economistas”. Y la verdad es que a todos nos atañe… aunque sea en el bolsillo. Ya que, por nuestro desinterés e ignorancia, pasan estas cosas que nos venden por economía financiera: un vídeo colgado por Ramón Lobo en InfoLibre. Más que risa, causa indignación.

*El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2014.