jueves, 30 de noviembre de 2017

La mirada triste de un niño

Cuanto más vulnerables nos sentimos, mejor apreciamos la vulnerabilidad de los débiles, de los indefensos, de los inocentes que ignoran, en su inocencia infantil, los riesgos a los que están expuestos, los peligros a los que se enfrentan, la maldad que les acecha en cualquier lugar o en el momento más inesperado. Al envejecer, asumimos con pesar que las fuerzas fallan, las defensas aflojan y que la seguridad se pierde, por eso nos conmueve hasta las lágrimas, en esta edad abyecta, reconocer esa fragilidad en los niños incluso cuando derrochan energía y rebosan salud, pero más aún cuando un padecimiento, por benigno que sea, trastoca tanta vitalidad y hace aflorar la tristeza a los ojos. Un niño enfermo es una traición de la vida y un abismo en la normalidad que ha de guiar toda existencia hasta su final. Es insoportable la mirada de un niño triste porque nos interroga sobre lo que injustamente le pasa, lo que padece inmerecidamente y no sabemos afrontar más que con compasión e impotencia. Máxime, si ese niño es un familiar, un milagro que nos reconcilia y premia con su presencia el tránsito que hacemos por este mundo. Quien no sucumba ante la mirada triste de un niño, quien no se estremezca ante unos ojos húmedos de pesar, no alberga un corazón en el pecho sino una piedra, ni sentimientos que le hagan merecedor de la Humanidad a la que se cree pertenecer, sino instintos bestiales. La mirada triste de un niño es una plegaria que no podemos responder más que con amor.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Un `mondadientes´ sideral

Un asteroide (A/2017/U1, llamado coloquialmente “Oumuamua”, en hawaiano “mensajero lejano que llega primero”) ha pasado por nuestro Sistema Solar (entre el Sol y Mercurio) llamando poderosamente la atención de los astrónomos por la peculiaridad de su forma, parecido a un palillo. No es que sea el primer asteroide que se haya contemplado nunca, ya que estos peñascos siderales abundan en el Universo, pero es el primero que presenta dos características únicas: tener una forma muy alargada, como la de un mondadientes, y carecer por completo de atmósfera, lo que indica que está formado, de forma maciza, por roca y metal. Su tamaño oscila entre los 400 metros de largo por 80 metros de ancho. No se conoce ningún astro con esa forma. Se aparta, así, de las formas esféricas u oblongas de este tipo de cuerpos, lo que le confiere un interés especial. Además, por su procedencia.

Estos objetos rocosos o metálicos orbitan alrededor del Sol, generalmente entre los planetas Marte y Júpiter, aunque algunos tienen órbitas más allá de Saturno y otros se acercan más al Sol, como Òumuamua´. Se les considera “planetas menores o enanos” en función de su tamaño, como Ceres, un asteroide de más de 1.000 kms. de diámetro y en cuya superficie se aprecian cráteres, criovolcanes, depósitos de hielo y sales, grietas y montañas, algunas de hasta cinco kilómetros de altura (Ahuna Mons). Otros, en cambio, son pequeños y en ocasiones se estrellan contra la atmósfera de la Tierra, encendiéndose y transformándose en meteoritos. Sin embargo, también pueden estallar, como el que, en febrero de 2013, chocó contra la atmósfera y explotó sobre la ciudad rusa de Cheliábinsk, provocando un gran susto a sus habitantes a causa del ruido que produjo su desintegración.

Ahora, Oumuamua se aleja de nosotros a más de 30 kilómetros por segundo y se perderá en los confines del Universo, en dirección a la constelación de Pegaso. Durante el poco tiempo que estuvo al alcance de los telescopios se ha podido observar, de manera indirecta y midiendo la curva de luz, su tamaño, forma y color, presentando unos tonos rojizos, habituales en los cuerpos procedentes del cinturón de Kuiper, en el exterior del Sistema Solar. Por el cálculo de su trayectoria, se cree que este asteroide es una esquirla que procede de otro sistema solar, por lo que su estudio podría aportar datos fundamentales sobre la formación planetaria del exterior de nuestro Sistema Solar. Incluso hay quienes proponen enviar una sonda para investigarlo de cerca (Proyecto Lira, una iniciativa de una organización británica para el estudio interestelar), aunque desgraciadamente no se dispone de tiempo ni tecnología para dar persecución a un objeto que se aleja hacia las profundidades del espacio exterior. Pero sí se podría estar preparado para interceptar nuevos objetos cósmicos que se acerquen en el futuro a nuestro Sistema Solar interno, midiendo la frecuencia de sus apariciones. Aunque es la primera vez que se detecta la presencia de un cuerpo procedente de otro sistema solar, se estima que, tras la visita de Oumuamua, estos objetos relativamente grandes podrían aparecer una vez cada década, según conclusiones estadísticas.

Esta vez se nos ha escapado el primer objeto interestelar que ha tenido oportunidad de conocer la Humanidad, pero con seguridad no será la última. Es cuestión de continuar escrutando las estrellas, como siempre ha hecho el ser humano desde los tiempos de las cavernas.

martes, 28 de noviembre de 2017

El año de `Spiriman´

Se cumple, por estas fechas, un año de las movilizaciones producidas en Andalucía contra la gestión sanitaria del Gobierno autonómico, promovidas por un personaje que se ha hecho famoso agitando a las masas: el médico granadino Jesús Candel (Granada, 1976), más conocido como “Spiriman”. Las quejas por la política de “fusión” de hospitales con que la consejería de Salud pretendía unificar las unidades de gestión clínica de los centros sanitarios existentes en cada área sanitaria, con la intención de ahorrar duplicidades en servicios, personal y costos, junto a la precariedad a que obligaban los recortes presupuestarios impuestos por el Gobierno de la Nación que han afectando a las inversiones en sanidad y a la calidad de las prestaciones sanitarias, fueron eficazmente utilizados por este activista “youtuber” para organizar unas movilizaciones multitudinarias que, etiquetadas enseguida como “mareas blancas”, lograron paralizar dichas fusiones y forzar la destitución de los responsables que las promovieron y aplicaron.

Ese poder de convocatoria por medio de las redes sociales, que comenzó reuniendo a más de 40.000 personas que reclamaban que se mantengan dos hospitales completos en Granada, se extendió rápidamente a otras provincias, como Málaga, Huelva y Sevilla, aglutinando la indignación ciudadana contra las “fusiones” hospitalarias y contra lo que tachaban de “nefasta” gestión de la Sanidad pública en Andalucía. Todas aquellas “mareas blancas” fueron, durante el transcurso de este año, promovidas o secundadas por el infatigable agitador granadino, quien no dudaría en asumir la autoría y el protagonismo de un movimiento “popular” que lo consideraba un héroe y que desde el Gobierno andaluz era percibido con sorpresa y temor.

Sorpresa por la capacidad de aglutinar, al margen de las organizaciones representativas (sindicatos, asociaciones profesionales, etc.), el descontento social por una gestión sanitaria que no era peor ni mejor que la de cualquier otra autonomía; y temor por la habilidad de enfrentar ese descontento, como si de un adversario político se tratase, a los gestores de la política sanitaria del Gobierno andaluz. La “espontánea” emergencia de este líder, hábil en movilizar a las masas a través de las redes sociales, causaba, más que extrañeza, recelo, por cuanto no se limitaba a reclamar medidas laborales o profesionales, sino a cuestionar toda la política sanitaria de la Junta de Andalucía. De hecho, sus vídeos están trufados de denuncias de despotismo contra el Gobierno andaluz, al que acusa de nombrar a dedo a sus consejeros, quienes, a su vez, de manera “clientelar” eligen a  unos gerentes hospitalarios sumisos y poco válidos porque apenas han ejercido la medicina en su vida, según “Spiriman”. Con semejantes manifestaciones en su cuenta de Facebook, logra atraer miles de seguidores dispuestos a ratificar y secundar sus protestas e iniciativas. Afirma combatir la precariedad financiera, el deterioro de la calidad sanitaria y la política de fusiones hospitalarias porque persigue una Sanidad “digna”, pero sin aportar alternativas que sean viables y sostenibles. Y es que detrás de sus acusaciones generalizadas y peticiones insostenibles existe una intencionalidad ideológica y política, como correspondería a cualquier adversario político en un Parlamento o una tribuna partidista. Maneja una mezcla verdades y mentiras en un cóctel populista que resulta sumamente eficaz para seducir a una población descontenta con los recortes y la austeridad que se han cebado con el sector público. De ahí su éxito a la hora de convocar a las multitudes  y de recibir el apoyo que le brindan los ambientes (sociales, mediáticos, políticos) enfrentados con el Gobierno andaluz.  

Pero no se nos malinterprete. En este blog fuimos de los primeros en denunciar las fusiones hospitalarias como iniciativa nacida de la austeridad económica más que de la eficacia asistencial. Sin embargo, siempre hemos considerado que alguna racionalización era posible si se efectúa con criterios profesionales y no sólo económicos. Dejábamos un resquicio para que se nos convenciera de la bondad de aquellas fusiones, ya que no disponíamos de todos los datos para valorarlas con rigor. Y porque estamos seguros que la gestión de los recursos sanitarios no se hace contra nadie, sino con voluntad de sacar el mayor provecho de los siempre escasos presupuestos para obtener los máximos beneficios asistenciales, estableciendo prioridades. Es decir, que ninguna Administración actúa de oficio con mala fe o ligereza, aunque puede equivocarse. Y que los críticos tampoco se mueven siempre con un desinteresado propósito de conseguir mejoras para los ciudadanos. A veces, tienen intenciones ocultas y estrategias espurias para manipular. Por ello, en las actuaciones del médico activista granadino se exhala un tufo sospechoso, dada su intransigencia y la generalización de sus acusaciones.

Sin aportar ningún estudio sobre los beneficios o perjuicios que podrían ocarrear las fusiones hospitalarias y demás políticas sanitarias, “Spiriman” las rechazaba y obligaba derogarlas con el argumento de que perjudicaban la atención sanitaria de la población, no ayudaban a eliminar las listas de espera y servían para reducir personal de los hospitales, cuyas plantillas ya sufrían los efectos de los recortes presupuestarios por la imposibilidad de sustituir bajas y jubilaciones, no por despedir a trabajadores, como hicieron en otras comunidades. No era de extrañar, pues, que esas demandas fueran seguidas no sólo por los usuarios de la sanidad pública, sino también por muchos trabajadores de los centros hospitalarios. Las calles, como cabía esperar, se llenaron de batas blancas que exigían más inversión, la parálisis de las fusiones y el cese de los responsables y gestores sanitarios. Todo ello dirigido y controlado a través de Internet por “Spiriman”, el “supermán” de los sufridos indignados con la sanidad andaluza.

Sin embargo, a este médico que trabaja a media jornada en las Urgencias del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, pero con recursos para poseer empresas y dirigir una fundación, empiezan a lloverle las críticas, fundamentalmente por su incontinencia verbal. Habituado a ser seguido y aplaudido, no tolera que se le lleve la contraria. Profiere insultos y descalificaciones hacia todo el que no piense como él, como hace contra los responsables sanitarios del Gobierno andaluz en sus vídeos. No admite la discrepancia y arremete contra compañeros sanitarios, políticos, taxistas o periodistas. Nadie se libra de ser objeto de sus arrebatos verbales. Por tal motivo, en el hospital donde trabaja han elevado un escrito a la Comisión de Igualdad en el que le acusan de “ataques machistas y acoso psicológico”. Al parecer, sus compañeras femeninas de profesión que difieren de sus opiniones están hartas de aguantar sus insultos, en los que comete presuntos delitos de odio, contra el honor y contra la discriminación e igualdad entre hombres y mujeres. Incluso han solicitado al Colegio de Médicos que intervenga para frenar la escalada de insultos y descalificaciones personales que prodiga Jesús Candel, alias “Spiriman”, cuando se le rebate.

Hasta el Colegio de Periodistas de Andalucía ha tenido que intervenir, por las amenazas que ha lanzado este líder a profesionales de la información, haciendo pública una nota en la que considera inaceptable la defensa de cualquier causa, por justa que sea, mediante descalificaciones personales, insultos y amenazas. Y aprovecha para recordar que la libertad de expresión no ampara este tipo de recursos.

Pero nada de ello frena el empeño de rebeldía de “Spiriman”, el médico generalista convertido en el activista más popular de la sanidad y líder autoelegido de unas “mareas blancas” que han doblegado el brazo a la Junta de Andalucía y paralizado algunas de sus políticas sanitarias. Al contrario, se siente perseguido y víctima de una campaña de desprestigio por sus críticas “políticas” y movilizaciones ciudadanas. Y ello le anima a seguir batallando en nombre de todos y bajo mandato de nadie por “su” idea de una Sanidad pública “digna”, aunque la Historia demuestre que los seres providenciales, que se creen en posesión de la razón y los demás equivocados, acaban hundiendo lo que intentan salvar o estrellándose contra la realidad. Este ha sido el primer año de “Spiriman”, todo un personaje.  

viernes, 24 de noviembre de 2017

Viernes negro


Seguimos siendo auténticos en esa actitud tan española de despreciar lo propio y abrazar lo ajeno, como catetos. Seguimos copiando modas del consumismo voraz que se irradia desde EE UU y que, con cualquier reclamo ocurrente, despierta el apetito insaciable de los que no se reconocen consumidores. Sumisos, nos disponemos a participar de otro día grande para el comercio, previo al dispendio de las Navidades. Hasta las farmacias sacan al mostrador, con la etiqueta del Black Friday, potingues que acumulaban polvo en los cajones. Y es que somos así: elementales, manipulables y confiados con las tretas de un mercado que nos tiene prisioneros con sus estrategias de “marketing” y nos induce a comportarnos como auténticos devoradores de gangas. Y todo, para no ser menos. Ante tal tesitura, el único tonto es el que no aprovecha la oportunidad para venderte la última inutilidad con el señuelo de un supuesto ahorro. Pero más tonto aún es el que la compra. Corra. Corra, que se acaba. Hoy es Black Friday como ayer fue Halloween y mañana será lo que ellos quieran. Para eso nos colonizan y nos imponen sus costumbres, sus modas, su cultura y su comercio. Para sacarnos las perras, ya que el cerebro nos lo han secado. Hoy es un viernes negro, sin remedio. A disfrutarlo despacito, totalmente rendidos.


jueves, 23 de noviembre de 2017

21D: ganará el Estado de Derecho

Destituido el gobierno de la Generalitat de Cataluña, con la mitad de sus miembros en la cárcel y huido su presidente a Bélgica después de proclamar en aquella región una república de manera ilegal, saltándose las leyes y haciendo caso omiso de la Constitución, el próximo 21 de diciembre se celebrarán elecciones autonómicas para elegir un nuevo Ejecutivo con el que recuperar la normalidad democrática e institucional. Pero todos los “opinadores” de la actualidad, incluido quien esto escribe, han expresado sus dudas respecto de un resultado que vuelva a ser favorable a los independentistas y los sitúe, otra vez, como actores y artífices de la iniciativa política catalana. Es decir, han advertido del regreso a la situación de origen de una mayoría parlamentaria que posibilitó todas las argucias con las que, desobedeciendo la legalidad, se consumó la declaración unilateral de independencia de Cataluña por parte del Parlamento regional. La mayoría de los comentaristas hemos supuesto que, con Junqueras, Puigdemont, Forcadell y demás secesionistas en el Parlament, se volvería a las andadas. Y puede que sea un riesgo cierto. Pero también podría representar una posibilidad de reconducir la política catalana y recuperar la convivencia ciudadana por vía del diálogo y el respeto a las leyes, incluida la propia Ley Orgánica del Estatuto por el que se rige el autogobierno de la Comunidad. Existen señales de que el sentido común y la lealtad democrática imperarán a partir del 21D en Cataluña.

Todos los citados anteriormente, salvo el expresidente Puigdemont y los consejeros que le acompañan en su autoexilio de Bruselas, han manifestado de manera explícita su acatamiento al Artículo 155 de la Constitución por el que el Gobierno suspendió de sus funciones a los miembros de aquel Govern y disolvió el Parlament catalán para convocar seguidamente comicios en la Comunidad Autónoma. Es verdad que los que aseguran acatar la norma constitucional que los suspendió de sus cargos lo hacen para que la Justicia les reconozca beneficios penitenciarios y les conceda la libertad condicional. Por igual motivo, afirman ahora que la declaración de independencia que promovieron tenía un carácter más simbólico que jurídico, por lo que, de alguna manera, parecen decididos a respetar la legalidad, aunque sea por temor a las consecuencias penales en las que podrían incurrir, máxime si suponen la reincidencia en delitos por los que actualmente son juzgados. En cualquier caso, y sea por lo que fuere, los independentistas nuevamente elegidos no podrán actuar con la desfachatez y la osadía con que lo hicieron en la anterior legislatura y que les condujo a la cárcel o al destierro como prófugos. Gracias a la lenta pero firme actuación de la Justicia, el escenario que se presenta el próximo 21D es totalmente nuevo, puesto que preserva la vigencia del Estado de Derecho, que es el único ganador de esas elecciones.

Ante la inseguridad que despertaba un resultado que fuera favorable a los partidos independentistas en esas elecciones de diciembre, emerge con fuerza la eventualidad de provocar un cambio de actitud en los dirigentes de esas formaciones, conocedores ahora de las consecuencias penales de quebrantar la ley, ignorar las resoluciones del Tribunal Constitucional, no respetar la legalidad y el marco del Estado de Derecho e incurrir en responsabilidades por la posible malversación de fondos públicos para iniciativas ilícitas. Cabe, en fin, la esperanza de recuperar el diálogo y la negociación, ahora sí, para alcanzar soluciones políticas a un problema territorial de índole político, a fin de restaurar la grave quiebra de la convivencia entre los ciudadanos de Cataluña, atajar la fuga de empresas y dar respuesta, desde la ley y la democracia, a los deseos de ese 39,2 por ciento de catalanes que, según un sondeo reciente de la Cadena Ser, aspira a la independencia.
 
Y ello es así porque, dentro del marco del Estado de Derecho que establece la Constitución y mediante los procedimientos democráticos que en él se contemplan, los independentistas catalanes podrán perseguir sus objetivos sin recurrir a violar la ley ni mentir a los ciudadanos, como hicieron durante los últimos años. Es, incluso, posible reformar la propia Constitución para alcanzar cotas de autogobierno propias de un Estado verdaderamente federal, sin privilegios ni imposiciones unilaterales de algunos contra los demás. Acatar estas normas, como aseguran quienes las incumplieron gravemente, abre un nuevo horizonte esperanzador no sólo a Cataluña, sino a España en su conjunto en cuanto al funcionamiento normal de nuestras instituciones y a la relación y convivencia de los catalanes entre sí y entre los españoles en general. Salvo voces aisladas de intransigentes radicalizados, tal parece ser el resultado del próximo 21 de diciembre: el retorno al imperio de la ley y a la asumida vigencia del Estado de Derecho. Gane quien gane esas elecciones, no hay más opción que la prevalencia del Estado de Derecho. Un punto de partida sólido para encarrilar los conflictos que nos aquejan, incluido el catalán.

martes, 21 de noviembre de 2017

¿Beatles o Rolling?


Esta disyuntiva siempre se ha planteado entre los amantes de la música moderna, entendiendo como música moderna al rock y el pop, especialmente la producida desde los años 60 del pasado siglo hasta la actualidad. Sólo plantear la cuestión da a entender que esos dos grupos británicos estaban considerados los mejores de su tiempo pero excluyentes en sus estilos, como si no se pudiera ser seguidor de ambos a la vez. Todavía hoy hay quien establece distinciones entre los de Liverpool y los de Londres, asumiendo, en cualquier caso, que las dos eran bandas míticas y de una calidad excepcional hasta el punto de que algunas de sus canciones forman parte de las obras “clásicas” más representativas de la música amplificada. Es decir, que ambas bandas marcaron un antes y un después en la cultura musical moderna. Pero antes de seguir, he de confesar que yo prefería a los Stones, más por sus actitudes provocadoras y gamberras, tanto en la estética de sus componentes como en las letras de sus canciones, y menos por tipo de música, que también. Pero reconozco que los Beatles componían melodías que eran imposible criticar por quienquiera que se considere melómano. Es por ello que poseo vinilos de ambos grupos que todavía me alegran los oídos y rejuvenecen el espíritu, dependiendo del estado de ánimo con que los escuche.

¿Y quiénes fueron los primeros? Aparecieron casi al mismo tiempo, aunque los Beatles alcanzaron el éxito tempranamente, alrededor de 1962, cuando lanzaron su primer sencillo: Love me do. En 1967 redundaron su fama mundial con St. Pepper´s lonely hearts club band. Los Rolling Stones tardaron algo más en arrancar e incluso necesitaron que Lennon y McCartney les cedieran un tema, I Wanna be your man, para conseguir también el éxito del público. Pero en 1965 rubicaron su éxito con el insuperable I can´t get no (Satisfaction). Procedían de diversas formaciones previas y algunos de sus componentes iniciales acabaron siendo sustituidos, pero durante esos primeros años de la década de los 60 del siglo pasado ambas bandas quedaron definitivamente consolidadas bajo los liderazgos de Paul McCartney y John Lennon, en The Beatles, y Mick Jagger y Keith Richard, en los Rolling Stones. A partir de ese momento, comienza a engendrarse el mito de una rivalidad entre ambos grupos que en realidad no existió más que como estrategia comercial y mediática.

Sin embargo, si no rivalidad, sí gustos musicales, estéticas personales y formas de cantar dividían a sus seguidores en dos grandes bandos: los que preferían a los Beatles por sus armonías aparentemente simples, voces limpias y pulcras interpretaciones, su aspecto formal de niños “buenos” con corbata (al menos hasta que sucumbieron a la psicodelia) y ese característico corte del peinado con flequillo. Y los seguidores de los Stones, que preferían la voz “sucia” de Jagger, el maquillaje que endurecía sus rostros, la cuidada rebeldía a la hora de vestir, en las actitudes provocativas en la interpretación y en temas “políticamente incorrectos”, para la época, de algunas de sus canciones. Incluso, por unas melodías más rockeras, de rock más duro que el de los Beatles. Aunque ambos grupos nacieron influenciados por el Blues, tomaron en su desarrollo caminos distintos con los que forjaron sus respectivas personalidades: uno, hacia el pop y rock psicodélico; y el otro, hacia el rhythm and blues y rock fuerte. Eran dos formas de entender la música, quizás antitéticas en el modo y en la forma de tocar y cantar, que hicieron disfrutar –y continúan haciéndolo- a legiones de seguidores. Y ambos fenómenos, también, emergieron como productos de esa cultura underground de los años sesenta que hizo que la archicultura pop se extendiera por el mundo entero como una nueva forma musical de comunicación, convertida ya en la música popular que propaga el mercado sin descanso.

Los Beatles son ya leyenda por la disolución de la banda y la trágica muerte de John Lennon. Una leyenda que deja piezas memorables, como aquel lejano She loves you o el  testamental, con el que casi se despìdieron, Let it be, sin olvidar esa obra maestra de The long and winding road que pone los pelos de punta.

Los Rolling Stones, en cambio, son leyenda viva, siguen en activo en edad de asilo, amenazando aún con el último concierto, tras más de 50 años juntos, que continúa abarrotando salas y estadios. Y también dejan una huella indeleble de calidad musical, como la prehistórica She´s a rainbow, de increíble acompañamiento orquestal, o la clásica Honky tonk women , de ritmo firme, y la almibarada Angie. Entre los dos grupos dieron vida a canciones que marcaron nuestras vidas y trascienden en el tiempo. Por eso, puestos a elegir entre Beatles o Rolling Stones, yo me quedo con los dos, ya que ambos forman parte de mi bagaje musical y sentimental.

 

viernes, 17 de noviembre de 2017

La “hazaña” de La Manada


No a las agresiones sexistas.
Se creen muy machos y que lo que han hecho es una “hazaña” propia de su virilidad, de su condición de hombres con todos sus atributos, con pelos en el pecho y rebosantes de testosterona hasta las cejas. Juntos, en manada humana formando pandilla, en plena diversión festiva, ahítos de alcohol y pulsiones primarias, dan rienda suelta a sus instintos y entre los cinco componentes de la misma follan en un portal a una chica que, como ellos, también pensaba divertirse en los Sanfermines del año 2016. Graban la “hazaña” para enorgullecerse de ella a través de las redes sociales. Ni siquiera son conscientes de la animalidad que cometen al participar en comandita de un acto que se supone individual e íntimo, envuelto en pasión pero fruto de la atracción y el afecto, cuando no del amor. Abusan, si no violan, de la desinhibición que, nacida del carácter o las copas, hizo que una joven confundiera aquel grupo de simpáticos y hasta atractivos chavales con personas que sabrían comportarse como tales y no como fieras. Que sabrían que los juegos y el desenfado llegan hasta donde empieza el respeto que merece toda persona, hasta donde la dignidad impide la animalidad y nos distingue de ella.

Hoy los cinco son juzgados por la supuesta “hazaña” y se justifican en que la víctima la consintió sin oponer resistencia. No caen en la cuenta, como machos que son y no varones sensibles, que ni siquiera así es admisible un comportamiento tan mezquino y bajo que aprovecha la euforia de una chica, que tal vez no sabía ni lo que hacía, para de manera colectiva, como una jauría embriagada de lujuria, satisfacer un deseo que en ningún caso se comparte en manada, sino en compañía de quien lo hace germinar hasta superar la simple atracción física. Pero ninguno se interesó por la chica, ni por su deseo, sino que consumaron su apetito con la urgencia y la inhumana voracidad de una hiena, de una alimaña que tiene la fortuna de encontrar carroña. Tampoco caen en la cuenta de que, si aquella orgía hubiera sido consentida como arguyen, lo más lógico es que hubieran acompañado a la chica hasta donde se alojaba e intentaran conservar el contacto con ella. Sin embargo, la dejan abandonada y humillada en aquel portal donde cometen su “hazaña” hasta que la policía la rescata en medio de un estado de shock y cubierta en lágrimas. Embebidos en su triunfo, se vanaglorian de él y distribuyeron la “hazaña” a través del móvil, sin pensar siquiera que ni a las putas está permitido violarlas de ninguna manera. Para colmo, un guardia civil y un miembro del Ejército forman parte de esa manada hambrienta de sexo, demostrando el nivel ético y la calidad humana de quienes tendrían que velar por nuestros derechos y valores cívicos. Hasta tal punto alcanza su “hazaña”, hasta denigrar los uniformes que, si el juez no lo remedia, podrían vestir y la dignidad de las mujeres a las que ataquen o relacionen. Una “hazaña” propia de una manada de animales.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Cuatrocientos años de Murillo en Sevilla


Bartolomé Esteban Murillo
Se conmemora este año el IV centenario del nacimiento de uno de los pintores más universales de Sevilla, Bartolomé Esteban Murillo (1617-2017), que nació y murió en esta ciudad, una urbe que cuenta con el privilegio de albergar una parte importante de su legado artístico, repartido por los diferentes espacios que frecuentó o para los que realizó algunas de sus obras. Por tal motivo, el Ayuntamiento de la ciudad conmemorará, a partir de este mes de noviembre y hasta 2018, tan magno acontecimiento con un ambicioso programa que reunirá más de 100 obras del pintor, entre originales y reproducciones, a través de ocho exposiciones, además de organizar itinerarios por la ciudad para visitar los lugares emblemáticos en los que dejó su impronta, conciertos y ciclos musicales, actividades divulgativas, proyectos de investigación y un congreso internacional con la finalidad de abordar la vida y la obra del pintor sevillano, máximo representante del Barroco español.

Una tarea ingente sobre un artista universal que con sus obras revolucionó la pintura barroca de su tiempo para convertirse en precursor de la pintura moderna. Y es que hablar de Murillo es hablar de Sevilla, ya que el pintor estuvo vinculado durante toda su vida a esta ciudad, centro administrativo del comercio con Indias en el siglo XVII y símbolo de una gran metrópolis, en la que su obra concitó el interés de instituciones, fundamentalmente  eclesiásticas, y particulares. En ella comenzó a pintar obras costumbristas, de corte tenebrista y luz uniforme, en las que aborda el retrato (Justino de Neve, Don Andrés de Andrade, etc.), escenas de la vida cotidiana de la sociedad de su tiempo (Niños comiendo melón y uvas, Vieja espulgando a un niño, etc.), y las imprescindibles iconografías religiosas, para posteriormente evolucionar hacia las transparencias, los contraluces y un colorido fluido con los que ejecutaría esas bellas y delicadas inmaculadas, en las que se especializó, realizando más de veinte cuadros de inmaculadas (Concepción Grande, Inmaculada Concepción de El Escorial, Inmaculada Concepción de Santa María la Blanca, etc.) en su vida de pintor. La calidad y la excelente factura de su pincelada, con las que creó un estilo propio, pronto le granjearon un merecido reconocimiento que se tradujo en los numerosos encargos que recibió por parte, fundamentalmente, de clientes religiosos (iglesias, fundaciones, conventos, etc.) que lo convirtieron en el pintor más importante y popular de Sevilla. En la actualidad, templos, palacios, hospitales, fundaciones y museos cuelgan en sus paredes parte destacada del patrimonio artístico de Murillo que se ha podido conservar en la ciudad que lo vio nacer, aunque otra parte, no menos importante, o bien fue saqueada durante la invasión napoleónica o repartida por la Desamortización de Mendizábal (la ciudad se quedó sólo con 47 lienzos de los 400 Murillos que tenía antes del saqueo, según el catedrático de la Universidad de Sevilla Enrique Valdivieso), o bien ha ido a parar a instituciones o coleccionistas extranjeros.

La práctica totalidad de la producción pictórica de Murillo -que se estima en más de mil obras, de las que se conservan poco más de 400- se elaboró en Sevilla, la ciudad natal del pintor y en la que falleció en 1682. Ya de niño manifestaba aptitudes para el dibujo, razón por la que, a los 14 años, ingresó en una de las cuatro escuelas de pintura que había por aquel entonces en la ciudad, la de su pariente Juan del Castillo, donde no tardó en destacar. A los 22 años establece su propio taller de pintura que le permite ganarse la vida pintando cuadros que vende en ferias de los pueblos o a encargos para el Nuevo Mundo. Conoce copias de cuadros de Van Dyck y la pintura flamenca y veneciana, lo que le motiva a perfeccionar su estilo. Para ello marcha a Madrid y consigue trabajar en el estudio de Velázquez, el otro gran pintor sevillano afincado en la Corte, quien le abre las puertas de los palacios reales de Madrid, Toledo y el Monasterio de El Escorial, dándole oportunidad de conocer y admirar, incluso copiar, obras de diferentes y grandes maestros, como Zurbarán, Ribera, Rubens, Tiziano, Caravaggio o el mismo Velázquez, el pintor interesado por los misterios de la luz. Tras este período, de apenas dos años, Murillo regresa a Sevilla, donde se consagra como un reputado pintor y funda una Academia de Dibujo, de la que es el primer presidente y cuya dirección comparte con Francisco de Herrera el Mozo. Al poco tiempo, tras el fallecimiento de su mujer, deja el cargo y es sustituido por Juan Valdés Leal, y comienza su época de más fecunda actividad, recibiendo numerosos encargos que hacen que sus pinturas sean disputadas por diversas instituciones religiosas.

Es la época en la que pinta lienzos para el Claustro del Convento de San Francisco y para el de San Francisco el Grande (La cocina de los ángeles), ambos de Sevilla. También es requerido para pintar el retablo de los Capuchinos de Cádiz y, en Sevilla, lienzos para la Iglesia Santa María la Blanca, pinturas para el retablo mayor y capillas laterales de la Iglesia de los Capuchinos, el Monasterio de San Agustín, el Hospital de la Caridad e, incluso, para la Sala Capitular de la Catedral hispalense.

Aunque a Murillo se le conoce fundamentalmente por sus obras religiosas, en las que destacan sus vírgenes e inmaculadas, también sobresale por expresar con gran realismo la vida de los niños pobres y mendigos de la calle (Niños comiendo fruta, Niños jugando a los dados, etc.), hasta el punto de que Hegel, en su Estética, lo considera el primer artista moderno por sus cuadros de temática infantil, en los que refleja, con gran dignidad, la sociedad que le toco vivir.

Bartolomé Esteban Murillo es el pintor sevillano, junto a Diego Velázquez, más importante de España y el artista español que mayor reconocimiento tuvo en la Europa de su tiempo. Sus obras se exhiben en el Museo del Prado de Madrid, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, el Louvre de París, el Leningrado de Rusia, y en galerías y palacios de buena parte del continente europeo, sin olvidar las iglesias, conventos y capillas de Sevilla, Cádiz y otras ciudades.  

Ahora, con ocasión del IV centenario de su nacimiento, se podrá conocer y admirar en Sevilla una amplia muestra de las obras de Murillo, con 60 originales y más de 100 reproducciones en alta resolución, recorriendo un itinerario cultural y turístico casi rectilíneo por los lugares y espacios más representativos de su vida y su arte. Un itinerario que enlaza, por una punta, el Museo de Bellas Artes, que contará con cerca de treinta cuadros originales y dos reproducciones; pasando por la Iglesia de la Magdalena (zona en la que nació y fue bautizado), la Catedral de Sevilla, donde se expondrán una veintena de obras en la Sacristía Mayor, el Trascoro, la Capilla Bautismal, la Sala Capitular y anexos; el Hospital de la Caridad, la entidad privada con más Murillos del mundo, y acaba, por la otra punta, con el Real Alcázar, el Hospital de los Venerables y la Iglesia de Santa María la Blanca. Otros sitios por donde discurrirá el itinerario lo conforman el Ayuntamiento de la capital andaluza, el Palacio Arzobispal, el Archivo de Indias, la Casa Murillo, la Casa de los Pinelo, el Palacio de las Dueñas, el Convento de San Leandro, el Convento de los Padres Capuchinos, la Capilla de la Expiración de la Hermandad del Museo, el Monasterio de San Clemente y el Convento del Carmen (actual conservatorio de música), todos ellos con obras del pintor sevillano.

Una oferta cultural y una ocasión única para descubrir y conocer una de las figuras más representativas del patrimonio artístico de Sevilla, la ciudad de Murillo.  

lunes, 13 de noviembre de 2017

La imagen del independentismo catalán

Tras años y meses de acaparar por sí solo la recurrente actualidad española y de representar, al mismo tiempo, la mayor preocupación de los españoles durante todo este tiempo, más aún que el paro y la corrupción, lo que queda para el recuerdo del problema del independentismo catalán es una imagen que, en su miscelánea, refleja el sinsentido y la estulticia de una aventura política que ha transmutado en opereta bufa. Podrán escribirse tochos de cientos de páginas para intentar explicar, con racionalidad histórica, lo acaecido en una comunidad autónoma por empeño de unos políticos soberanistas que optaron por la ilegalidad, la movilización emocional de masas y la violación del orden democrático y constitucional con tal de declarar unilateralmente la independencia de Cataluña con respecto de España, pero serán unas simples imágenes las que mejor resuman la inutilidad de lo ocurrido.

Unas imágenes que captan la manipulación de un pueblo con mentiras y burlas; la huida cobarde a Bélgica de la máxima autoridad regional, el presidente Puigdemont, en cuanto advirtió el fracaso del despropósito que lideraba; el destino carcelario de la mitad de los miembros abandonados de su gobierno sedicioso que permanecieron en España; la renuncia ante el juez a cuánto había inducido contumazmente, desde instancias civiles e institucionales, la presidenta de aquel parlamento, Carme Forcadell, una de las activistas “nucleares” más señaladas de la rebelión: las rejas que silenciaron la agitación civil de desobediencia y enfrentamientos dirigida por los “jordis”, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, líderes de la Asamblea Nacional Catalalana y de Òmnium Cultural, respectivamente; la miserable actitud de Artur Mas, quien reclama, como hiciera en su tiempo una folklórica por sus deudas con Hacienda, la contribución de los votantes engañados para que le ayuden a afrontar las responsabilidades económicas de su conducta delictiva de malversación; y, en fin, el reconocimiento internacional a la democracia española y al  Estado de Derecho cuando ha hecho frente legalmente, mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución, al absurdo atentado a la ley del independentismo catalán. Hasta organizaciones de Derechos Humanos, como Amnistía Internacional, han salido al paso para recordar que en España no hay presos políticos, sino políticos arrestados por la comisión de delitos y violar la ley.

Este puzzle gráfico es, en sí mismo, más contundente y aclaratorio que mil palabras sobre el fracaso del independentismo catalán y la afrenta a la legalidad democrática y constitucional que supuso su intento de declaración unilateral y a la fuerza, despreciando las leyes, la soberanía nacional y hasta el propio Estatuto de Autonomía de Cataluña. Es la imagen de un independentismo que no fue ni podrá ser, menos aún a las bravas, en contra de la historia, la razón, la democracia y la legalidad. ¿Aprenderemos la lección? El día 21 de diciembre sabremos la respuesta.


sábado, 11 de noviembre de 2017

Dolor crepuscular


No puede remediarlo: le duele una enormidad que le lleven la contraria. Cuando se enfurece es incapaz de controlar la viperina y reacciona lanzando escupitajos agresivos y desmadrados por cualquier crítica o comentario que toma como una agresión a su intelecto. En tales ocasiones, cada vez más frecuentes, siente un dolor punzante, como de puñal candente clavado en el pecho, semejante a la opresión precordial que él registraba a las órdenes de sus necios superiores, nunca tan brillantes como él, que se encargaban de traducirla en diagnósticos y tratamientos. Es un dolor insoportable para un ególatra nada acostumbrado al disenso ni a la exigencia de precisión de sus inflamadas retóricas vacuas, pero extensas cual sermones bíblicos. Una quemazón de rencor y frustración que vienen de antiguo y le mueven a lamer el culo del último emperador que humilla al mundo con su bota y flequillo relucientes, y que ahora, en plena apoptosis neuronal de la senectud, le hacen descubrir al metastásico Israel como pueblo tocado por la divinidad para que haga lo que le salga de los tirabuzones, inclusive masacrar a sus vecinos, tras muros y alambradas, en reciprocidad con lo que hicieron a los judíos en los campos de exterminio en un pasado vergonzoso y repugnante.

Es su manera de ser. Por eso estalla sin contención, sucumbiendo a un nuevo arrebato, en expresiones de rabia y soberbia hacia el viejo amigo respondón que hoy le resulta cretino e ignorante a sus ojos enrojecidos de ira, contra un antiguo compañero de fatigas y experimentos literarios que prudentemente se apartó de su lado para no ensordecer de locura, no a causa de cráneo tan privilegiado, sino por sus ínfulas de aventajado discípulo visionario que aspira dictar normas a los demás, especialmente estéticas y artísticas, según sus irrebatibles y autodidactas criterios dogmáticos, con los que emula a un Benjamín de pacotilla. Ni su familia pudo soportarlo bajo el techo de su morada en el extrarradio de la periferia, pero el rechazo de sus plañideras no le impidió continuar creyéndose el sumo sacerdote de la modernidad, la literatura y, ahora, cuando entona su última nota crepuscular impregnada en dolor, también del columnismo periodístico en las acogedoras páginas de un libelo de la oposición arraigada en Miami, cuna de la libertad y el progresismo, como todo el mundo sabe, incluidos los patriotas que aman su tierra pero mucho más a su dinero, y los macarras y chulos de toda ralea. Culmina así, padeciendo una empanada mental cada vez más confusa, un viaje en el que acomete un giro ideológico de 180 grados, desde el prehistórico comunismo radical de la Joven Guardia Roja de su época estudiantil y disparatada hasta el despiadado anticastrismo y antimahometanismo más conversos y serviles que se hayan asumido nunca a mejor gloria y glosa del imperialismo yanqui. Todo un viraje incoherente pero espectacular, como corresponde a la sociedad criticada por Debord, propio en las demencias seniles de quien balbucea batallitas apocalípticas, conspiraciones secretísimas y análisis estratégicos que únicamente mentes superdotadas como la suya son capaces de propalar sin desmayo ni rastro de duda, tampoco de pruebas, naturalmente.

A falta de títulos académicos y amigos, aunque guste regodearse de citas cultísimas y de relaciones con altísimos dignatarios sumamente brillantes del Pentágono, el Kremlin y hasta del Vaticano, no guarda reparos en presentarse como un diplomático “free lance”, tocado con pajarita y sombrero, y atributos para acceder a todos los archivos del poder y capacidad para desenmascarar sus ignominiosas y ocultas vergüenzas. Un genio, en fin, del cuento y la palabrarería que, aparte de guiones y otros relatos de los que presume vivir espléndidamente soñando bacanales con vírgenes bellezas, les sirven para creérselos él mismo y comportarse como si fuera el protagonista más listo y hábil de todos ellos, aunque siempre acabe rodeado de ignorantes, mequetrefes y cortos de entendimiento. Todos los que lo conocen temen y, al mismo tiempo, se divierten con un cascarrabias así, que se yergue profeta en sus delirios pero, a la postre, humilde en la miseria que comparte con sus coetáneos. No deja de producir cierta compasión porque, al fin y al cabo, todos estamos predestinados a convertirnos en simples restos, residuos de una decadencia no sólo física sino también psíquica, que a algunos les afecta la moral. Y es que no hay peor tara que ser un tullido mental. Una pena, la verdad. Una pena porque él ni siquiera es consciente de que chochea y se orina en los pantalones, como cualquiera con la próstata hecha ciscos, mientras parlotea sin cesar hazañas imaginarias o reales. Aunque, a estas alturas de su amargada vida, todo da igual y lo mejor es dejarlo que continúe vociferando o garabateando exabruptos, si eso lo hace feliz.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Trump: un año calamitoso

Se cumple un año del ascenso a la presidencia de Estados Unidos, contra todo pronóstico, del empresario multimillonario metido en política, Donald Trump. Su campaña electoral, frente a Hillary Clinton –la gran favorita-, se había basado en denostar a todo el “establishment” de Washington, esa cloaca política, y prometer sencillas medidas radicales para resolver, de un plumazo, los complejos problemas que aquejaban y aquejan a los norteamericanos. El eslogan con el que sintetizó su ideario político hizo fortuna entre el electorado: “America first”, una idea “revolucionaria” en un mundo y un tiempo caracterizados por la globalización y las interrelaciones nacionales. Ha pasado un año desde que el presidente más impredecible de la historia se sentara en la Casa Blanca y ya puede valorarse lo conseguido por su Administración en este corto plazo de tiempo. Se resume en una palabra: calamitoso.

El primer año de Trump es, sin duda alguna, una calamidad para las pretensiones del ínclito presidente. Ninguna de sus grandes medidas, aquellas iniciativas estrellas con las que consiguió atraer el voto de los desengañados por una modernidad (tecnológica, industrial, comercial y cultural) que los dejaba tirados en la orilla, ha podido materializarse como estaba previsto, ni siquiera contando a su favor con mayoría republicana, el partido al que pertenece el propio Trump, en las dos Cámaras legislativas y en la Judicatura. Cada vez que intentaba implementar una de ellas, tropezaba con unos jueces que se la paralizaban o con sus correligionarios congresistas que la consideraban insuficiente o mal elaborada. Demostraba, de este modo, una mediocridad e inexperiencia que resultaban patéticas frente a los procedimientos legislativos y los acuerdos parlamentarios que no se pueden soslayar, confiando sólo en la simple voluntad, si se pretende que las iniciativas presidenciales puedan prosperar y beneficiar a la mayoría de los ciudadanos, no agradar sólo a los votantes más identificados con el presidente. Es por ello que del incumplimiento de sus principales promesas sólo puede concluirse que el vacío ha sido el resultado de este primer año de la “era” Trump, un vacío tan absoluto y preocupante como su inteligencia política o el contenido de sus mensajes y discursos, construidos a base de lugares comunes, eslóganes y propaganda.

Para empezar, el proyecto de aquel muro a lo largo de la frontera con México, con el que pensaba resolver los problemas de la migración y el tráfico de drogas, reposa en el cajón de las ocurrencias inabordables e ingenuas. Aunque todavía insiste demagógicamente en su construcción y que su costo se endosará al país vecino, la realidad es que el Congreso no aprueba los fondos para acometer tan faraónica obra ni acaba de convencerse de su utilidad. Y es que ningún muro puede contener los flujos humanos hacia la seguridad, la supervivencia, la oportunidad y la prosperidad. Tampoco evitan la delincuencia, el tráfico de estupefacientes, el contrabando o los ataques terroristas. Tales problemas de una complejidad enorme sólo pueden abordarse con soluciones igualmente complejas, que incluyen diálogo, negociación, medidas preventivas para atajar las causas que los generan, comprensión y reciprocidad con los interlocutores, sin imposiciones ni amenazas, máxime si se trata de un país con el que se mantiene una estrecha relación de vecindad, amistad y comercial. Las medidas unilaterales y fantasiosas sólo sirven para alimentar la imaginación de quienes las propugnan, no para solucionar nada. La realidad se encarga de rebatirlas, como ese muro que obsesiona a Trump.

Tampoco sirve para nada la criminalización del extranjero, en este caso musulmán, como sospechoso de terrorismo, tal como hacen desde el miedo los ignorantes y los simplistas. Donald Trump, pecando de lo mismo, también ha intentado, durante este año escaso de su mandato, vetar varias veces la entrada a EE UU de determinados nacionales de países que profesan la religión islámica, pero la Justicia le anulaba la medida por discriminatoria. Finalmente, logró elaborar una norma, acorde con las órdenes del Tribunal Supremo, que prohíbe durante 90 días la entrada de extranjeros procedentes de Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia, Yemen e Irak, convencido de que, como pretende con el muro con México, aislarse es la mejor defensa contra los peligros del exterior, aunque ello suponga tratar a todos los turistas de esos países como sospechosos de terrorismo islámico radical. La medida podría mantenerse más tiempo con aquellos países que no entreguen la información requerida por los servicios de control de EE UU. Sin embargo, llama la atención que entre los países vetados no figure Arabia Saudí, de donde procedieron 15 de los 19 terroristas que atentaron contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001 (el mayor atentado terrorista producido nunca en suelo norteamericano), ni los Emiratos Árabes Unidos y Egipto, de donde procedían los restantes. Se desprende con ello que la arbitrariedad y los prejuicios obsesivos vuelven a caracterizar las iniciativas de un presidente que no sabe afrontar los desafíos a los que se enfrenta su país más que con ocurrencias estrambóticas. Por ello, como ejemplo de una gestión calamitosa, este veto migratorio significa sólo un triunfo parcial de Donald Trump, puesto que está condicionado por el Tribunal Supremo a que la prohibición no se imponga a “nacionales extranjeros que declaren una relación de buena fe con alguna persona o entidad en los EE UU”.  Y es que no todo el mundo puede ser sospechoso de terrorista, por mucho que así lo crea el presidente norteamericano.

Pero la gran obsesión que quita el sueño a Donald Trump es derogar el Obamacare, el sistema médico creado por Barack Obama para asegurar atención sanitaria a personas sin recursos que no pueden costearse una póliza médica. Y como sucediera con sus demás iniciativas, el Congreso le rechazaba todos sus proyectos para reemplazarlo al considerarlos inapropiados o incompletos. No conseguía que aceptaran ninguna de sus contrarreformas sanitarias. Todos sus intentos por liquidar la ley sanitaria de Obama fueron derrotados por el voto en contra no sólo de los demócratas sino también de muchos republicanos, incluido el senador McClain, quien, convaleciente de unas pruebas con las que le detectaron un cáncer de cerebro, acudió expresamente al Congreso para votar contra la derogación del Obamacare. Aquello constituía una humillación tras otra. Y lo único que ha podido hacer Trump, ante la imposibilidad de contar con el respaldo del Congreso, es acabar de un plumazo con los subsidios que la Casa Blanca concedía a las aseguradoras para abaratar los costes de las pólizas a personas con bajos recursos. De paso, en venganza, trasladaba el problema a los legisladores, quienes tendrán ahora que aprobar una nueva ley para librar los fondos necesarios o el programa, que posibilitó ofrecer cobertura sanitaria a 20 millones de personas, quedará definitivamente cancelado. Otro “triunfo” de Trump en su primer año calamitoso. Pese a todo, cinco Estados liderados por California han emprendido acciones para recurrir esta iniciativa presidencial con la que no están de acuerdo, simplemente porque prefieren proteger a su población, no satisfacer las obsesiones enfermizas del inquilino de la Casa Blanca.

El procedimiento empleado para empezar a desmontar el Obamacare es el mismo con el que Donald Trump truncó con anterioridad el sueño de los “dreamers”, jóvenes indocumentados que entraron con sus padres ilegalmente en el país cuando eran niños, y que podían impedir la deportación, obtener un permiso temporal de trabajo y hasta licencias para conducir si reunían los requisitos exigidos por el programa DACA, promulgado por Obama en 2012. Mala cosa. Como con las demás medidas del legado del exmandatario demócrata, Trump había prometido acabar también con ella porque la consideraba compasiva y excesivamente generosa con los inmigrantes, a los que tiene ojeriza. Afecta a cerca de 800.000 personas que, cuando no puedan renovar sus autorizaciones, dejarán de ser “soñadores” para convertirse en “ilegales”, si el Congreso no elabora una ley que sustituya la de Obama y regularice la situación de estos “dreamers” que no tienen culpa de residir en el país al que los condujeron sus padres y que muchos de ellos consideran su patria, puesto que no han conocido otra. Otro motivo más para considerar calamitoso el año Trump.

Pero sus “éxitos” no se limitan sólo al ámbito doméstico, sino también al internacional, donde lo observan como un advenedizo irresponsable y extremadamente peligroso para un mundo tejido por la globalización y el respeto recíproco entre los Estados, que se tratan entre sí como iguales. En este ámbito exterior es en el que se manifiestan con más claridad los excesos retrógrados y simplistas de las iniciativas del presidente norteamericano, empeñado en “rescatar” a su país de acuerdos y organizaciones que cree que perjudican a su nación porque persiguen unas relaciones comerciales en condiciones de reciprocidad o corregir desequilibrios ambientales, motivados por la actividad humana, como el cambio climático. Para Donald Trump, todo esto es inútil, falso o perjudicial para EE UU. Y así se comporta. Como elefante en una cacharrería, dando físicamente empujones a sus homólogos en reuniones o encuentros para colocarse el primero en la foto, como hizo en la cumbre de la OTAN en Bruselas en mayo pasado, no para destacar por sus propuestas y aportaciones en nombre del país más importante del mundo. Un cargo que, por lo que se ve hasta la fecha, le viene grande, ya que piensa que gobernar es mandar sin más, para lo cual es suficiente con ser “listillo”, egoísta y ambicioso, no inteligente, como suele en sus negocios. Por eso admira los liderazgos fuertes, los ejercidos con autoritarismo más que con autoridad, como el de Putin, su gran “favorecedor”, y, ahora que visita China, el de Xi Junping, ante quien se desvive en elogios y lisonjas, obviando, él tan locuaz, cualquier mención a las violaciones de derechos humanos o las críticas por Corea del Norte. Así es el veleidoso e insustancial Trump, más pragmático que ideólogo, en el peor sentido de ambos términos.

Su pragmatismo empresarial le lleva a decidir que, ante la posibilidad de negocio y rentabilidad para la economía de EE UU, es preferible abandonar el Acuerdo de París contra el cambio climático y seguir contaminando la atmósfera con el humo de las industrias norteamericanas sin restricción, o permitir la construcción de un oleoducto desde Alaska a EE UU aunque atraviese bosques y espacios de especial protección natural, sin estar sujetos a medidas que eviten el impacto.ambiental y los peligros contaminantes en caso de fugas. Está convencido que las medidas ecológicas, como ese acuerdo, son debilitantes, desventajosas e injustas para los intereses nacionales de EE UU, según su parecer economicista radical.

Y por idéntico motivo ha rechazado el Acuerdo del Pacífico (TPP) y el Tratado de Libre Comercio que mantenía con México y Canadá por considerar que favorecen las deslocalizaciones industriales en perjuicio de la economía de EE UU, aunque sean las grandes compañías norteamericanas las que colonizan el mundo y las que obtienen  ingentes beneficios de él. Con ello atiende otra de sus promesas populistas electorales en contra de la globalización y a favor del proteccionismo comercial y el aislacionismo social de esa “América, primero”, a la que intenta convencer de que el nacionalismo y el proteccionismo que él propugna servirán para “make América great again”. Una ceguera aislacionista que induce al presidente a sacar a su país de la Unesco y retirarse de los organismos y acuerdos de carácter multilateral. Todo un triunfo sin parangón del año calamitoso de Donald Trump. ¡Y todavía restan otros tres!

lunes, 6 de noviembre de 2017

Lo que la actualidad oculta

Es difícil sustraerse de las imposiciones de la actualidad, escapar del vértigo que producen los acontecimientos que ocupan las portadas de los medios de comunicación y prestar atención a lo que se oculta tras la cortina opaca de lo inmediato. Porque la novedad es siempre más atractiva que lo conocido, lo nuevo resulta más atrayente que lo antiguo, aunque existan hechos que, no por viejos, son menos importantes y trascendentales que los que, según la agenda mediática, son de “rabiosa” actualidad. Cuesta trabajo destacar otros asuntos de interés más allá del juego al escondite del fugitivo expresidente Carles Puigdemont y de las vicisitudes judiciales de los delincuentes encarcelados de su gobierno en la Generalidad. Como imposible, también, ignorar el goteo de noticias sobre las investigaciones de la trama rusa que acorralan al bocazas que se sienta en el despacho oval de la Casa Blanca y que ahora está de viaje por Asia para intentar amedrentar al engreído lunático de Corea del Norte. Hay, en fin, asuntos tan enjundiosos como éstos que deberían ocupar el lugar que les corresponde en nuestra selectiva atención de la realidad, tanto de España como del mundo, pero que relegamos al baúl de lo caduco, de lo aburrido.

Apenas se habla, por ejemplo, de la persistencia de la austeridad salarial y la precariedad laboral en la economía española, a pesar de los signos de recuperación que ofrecen las grandes cifras macroeconómicas. El equilibrio de las cuentas realizado a partir de la contención del gasto ha conllevado el recorte presupuestario drástico en partidas de fuerte impacto social, como son las de educación y sanidad, que, junto al frenazo de la inversión pública y la congelación de facto de las pensiones, han provocado el empobrecimiento de amplias capas de la población. Sin embargo, ninguna iniciativa política del Gobierno se ocupa actualmente de compensar o corregir el deterioro de una redistribución de la riqueza que ha castigado sobremanera a los más débiles económicamente y vulnerables frente a la desigualdad. Ofuscados ante el desafío del nacionalismo independentista catalán, hemos olvidado las injusticias de una política económica que ha beneficiado al capital en perjuicio de los trabajadores, asalariados y dependientes del auxilio público. Y que, cuando llegan las “vacas gordas” de la supuesta  recuperación, no se suavizan esos sacrificios impuestos a una de las partes, sino que se mantienen para seguir eximiendo de los mismos a la otra parte más afortunada y pudiente. ¿Hasta cuándo, pues, se deberá obviar que el peso de la crisis sigue cayendo fundamentalmente sobre los trabajadores y clases medias, a los que ninguna ayuda es posible en estos momentos? ¿Todavía no es hora, acaso, de reclamar la máxima atención sobre una injusticia que afecta a decenas de millones de españoles, de todas las regiones del país, un número de damnificados muy superior al de esos independentistas que concitan el interés exclusivo de la opinión pública? ¿Por qué un asunto eclipsa al otro? Aún reconociendo la gravedad del desafío soberanista catalán, el deterioro al que se ha condenado a la clase trabajadora con la escusa de la crisis económica, también lo es. Incluso en mayor medida.

De igual modo, los avatares de los múltiples casos de corrupción que se están ventilando en los juzgados, en los que el partido en el Gobierno está aquejado y acusado de participar en tramas que desfalcan sistemáticamente las arcas públicas, están pasando prácticamente desapercibidos para los medios y el público en general. Así, el caso Gürtel, un entramado constituido para delinquir en comunidades donde gobernaba el Partido Popular (Madrid y Valencia), mediante adjudicaciones irregulares de contratos a cambio de comisiones que se embolsaban los corruptos, va camino de quedar visto para sentencia tras los informes finales de la Fiscalía, que considera probada la existencia de una caja “b” en esa formación política destinada a efectuar sobornos a cargos públicos a cambio de contrataciones. Y que tanto el PP como la exministra de Sanidad Ana Mato son considerados “partícipes a título lucrativo” por haberse beneficiado de esos sobornos, bien para su enriquecimiento personal, bien para la financiación irregular del partido. No olvidemos que se trata del partido de los que nos gobiernan en la actualidad y que se desgañita en reclamar el respeto a la ley y lealtad institucional a los también delincuentes catalanes independentistas, quienes, a su vez, andan interesados en engordar el problema secesionista para no dar explicaciones por la corrupción que acompañó durante toda su existencia al partido que hegemónicamente ha gobernado aquella región bajo la tutela de Jordi Pujol y familia. Tan corroído estaba por la corrupción que se han vistos obligados a disolver la vieja CiU y transmutarla en el nuevo PDeCAT para constituir Junt pel sí,  una coalición con los independentistas que ha hecho de sus dirigentes unos conversos irredentos al independentismo, de tal forma que Puigdemont y Artur Más resultan hoy día más radicales que los históricos de Esquerra Republicana de Catalunya, pero no tanto como las CUP o las entidades Ómnium Cultural y ANC, de donde procede, precisamente, la presidenta de aquel Parlament, ahora disuelto, pero de persistente actualidad informativa.

Claro que, a nivel mundial, las noticias surgen con idéntica intencionalidad acaparadora y excluyente, tanto que ya no se percibe a Donald Trump como el mayor peligro de EE UU, sino los diversos frentes en los que se ha metido y no sabe cómo resolver, salvo con amenazas y descalificaciones vía Twitter, como suelen los bocazas. La realidad se le vuelve en contra de su idílica capacidad resolutiva y hasta los yihadistas le crecen en sus barbas y cometen las mismas masacres contra indefensos ciudadanos que tanto ha criticado en Londres, París o Bruselas por sus políticas permisivas con los inmigrantes y refugiados. Y es que, por muchos muros que levante y todas las prohibiciones de entrada de extranjeros musulmanes al país que decrete, los energúmenos radicalizados atentan en su Nueva York natal contra confiados viandantes mediante el mismo procedimiento del camión como arma letal que hizo estragos en Niza o Barcelona. O que la consecuencia de esa nefasta manía de no regular la posesión de armas de fuego, como derecho irrenunciable, siga provocando un reguero de sangre inocente entre los propios norteamericanos, tan alarmante o más que los atentados terroristas que el presidente más inútil de la historia dice combatir infructuosamente con bombas y criminalizando a los inmigrantes. Todo ello queda oculto por ese viaje publicitario a través de Asia con el que el mandatario yanqui busca resarcir su deteriorada imagen de comandante en jefe del ejército más poderoso del mundo, pero incapaz de evitar las pesquisas que ya señalan a personas de su entorno más cercano como conspiradores en la trama rusa de injerencia en las elecciones que lo sentaron en la Casa Blanca. Ya se sabía que las soflamas bélicas siempre han sido eficaces para desviar la atención de las debilidades propias y las incapacidades internas, todas ellas personificadas hoy bajo un solo nombre: Donald Trump.

No cabe duda que la actualidad pone el foco en asuntos que ni siquiera son los más graves y preocupantes de cuantos existen al mismo tiempo en cualquier lugar, haciéndonos desdeñar a los no iluminados con su atención. Nos obliga a centrarnos en políticos catalanes encarcelados o huidos a Bélgica cuando en España, por ejemplo, continúa imparable la violencia machista contra la mujer, con cerca de cincuenta féminas asesinadas, hasta la fecha, a manos de sus parejas o exparejas. En esa agenda de la actualidad, aparece más importante la desfachatez de los independentistas que las mujeres vilmente muertas por sus compañeros sentimentales. Una agenda que nos oculta problemas y asuntos de máxima gravedad y enorme trascendencia. Ya es hora, pues, de atender lo que la actualidad oculta.

jueves, 2 de noviembre de 2017

El `Govern´, en la cárcel

En la exigencia de responsabilidad ante la Justicia, por los delitos cometidos por los políticos catalanes que declararon unilateralmente la independencia, ha sorprendido la encarcelación de quienes se pretende soporten, sin medidas suavizantes, todo el peso de la ley en su extrema y más dura aplicación. Es cierto que los independentistas actuaron al margen de la ley y de manera fraudulenta para justificar, con un referéndum no válido y amañado, lo que ya tenían decidido: declarar la independencia de la región. También es cierto que nunca quisieron dialogar para, con respeto a la legalidad, buscar vías alternativas a sus demandas secesionistas en el marco del Estado de Derecho, donde no se contempla la fragmentación de la soberanía nacional ni la desmembración del Estado, pero sí fórmulas para adecuar los anhelos soberanistas con el federalismo de un Estado de las Autonomías que posibilita un poder descentralizado y con gran capacidad de autogobierno. Cualquier reclamación identitaria podía y puede ser satisfecha desde la lealtad institucional y el respeto escrupuloso a la legalidad. Fuera de ese marco, sólo hay vacío, un vacío ocupado por el delito. Y quienes se empeñaron en alcanzarlo, duermen esta noche en la cárcel, aunque ello sea una medida desproporcionada que no ayuda ni a la recuperación de la normalidad institucional ni, mucho menos, al entendimiento necesario entre quienes esgrimen ideas legítimas aunque opuestas. Como mucho se les podría considerar delincuentes políticos, no criminales. Ojalá esta exhibición de rigor con el martillo del Código Penal no agrave la situación, pero me temo que ello es imposible si el Ministerio Fiscal, dependiente del Gobierno, defiende las medidas ejemplarizantes que tanto gustan a los que gritan “a por ellos”. Así, será difícil que en las próximas elecciones catalanas vote el sentido común y la sensatez frente a estos excesos de visceralidad gratuita por parte de todos.   

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Puigdemon vs. Tarradellas

En esta hora incierta, sobre todo para el independentismo catalán, resulta pedagógico hacer una comparación entre dos personas que, en distintas épocas, han sido presidentes de la Generalitat de Cataluña: Carles Puigdemont y Josep Tarradellas. Y es oportuno entretenerse en hacer la comparativa cuando, precisamente, el responsable insurrecto del Govern, Puigdemont, acaba de huir a Bruselas, acompañado por cinco exconsejeros de su gobierno, temiendo las acciones de la Justicia, ante la que ha sido acusado por el fiscal general del Estado de rebelión, sedición y malversación de fondos públicos. Al parecer, pretende que se le considere como refugiado político para que aquel país le conceda el derecho de asilo. Alberga también la intención, según ha expresado el diputado independentista Lluis llach, de organizar un gobierno catalán en el exilio, emulando a su antecesor, el molt honorable Tarradellas, que fue presidente de la Generalitat de Cataluña en el exilio desde 1954 hasta 1977. Pero las diferencias entre ambos son notables.

1) Josep Tarradellas se exilió en 1939 tras el triunfo del general Franco en la Guerra Civil y la consiguiente depuración (vía juicios sumarísimos y fusilamientos) de cuantos eran considerados enemigos de la “cruzada” franquista: comunistas, republicanos, demócratas en general e ilustrados o progresistas en particular.

Carles Puigdemont huye a Bélgica tras su destitución y la de los miembros de su gobierno por los delitos cometidos contra la Constitución y el Estatuto de Cataluña, desobedeciendo la legalidad vigente y haciendo caso omiso de las sentencias del Tribunal Constitucional, sin respetar el marco legal de un Estado de Derecho, en su afán por declarar unilateralmente la independencia de Cataluña.

2) En tiempos de Tarradellas, la dictadura implantada por el general Franco abolió definitivamente la Generalitat en 1939.

En los de Puigdemont, el Gobierno español no anula la Generalitat, sino que continúa vigente como institución para el autogobierno, aunque sus consejerías pasan a estar dirigidas provisionalmente por los responsables ministeriales de Madrid, hasta que se celebren elecciones autonómicas, ya convocadas para diciembre próximo, de las que deberá surgir un nuevo gobierno, respetuoso con la legalidad de un Estado de Derecho, Social y Democrático.

Carles Puigdemont
3) Entre 1939 y 1941, Tarradellas fue detenido varias veces por la Gestapo y estuvo preso en Aix-en-Provence y en campos de concentración nazis, librándose de ser extraditado a España, desde donde lo reclamaban, si no fuera por la oposición de otras naciones, como la legación de México, que exigieron su liberación.

Puigdemont, en cambio, se aloja en confortables hoteles en su autoexilio de Bruselas, a la espera de que se le reconozca la condición de refugiado político y se le conceda asilo.

4) Tarradellas asume, en 1954, la presidencia de la Generalitat para mantener intacta la dignidad de la institución, pero renuncia a formar gobierno en el exilio.

Puigdemont pretende, según declaraciones de un diputado de su formación, formar un gobierno en el exilio de Bruselas para no reconocer su destitución ni la legalidad de la medida.

5) Tarradellas fue uno de los fundadores, junto a Francesc Macià –primer presidente de la Generalitat- y Companys, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), en la que durante 21 años ocupó el cargo de secretario general. Antes de ser nombrado presidente, había sido diputado y consejero.

Puigdemont fue militante de Convergéncia Democrática de Catalunya (CDC) y posteriormente diputado por Convergéncia i Unió (CiU) por Gerona, ciudad en la que llegó a ser alcalde tras sustituir a la alcaldesa Anna Pagans, en 2011, interrumpiendo más de 32 años de gobiernos municipales socialistas en la localidad. Fue elegido presidente de la Generalitat a causa del veto que la CUP impuso a la continuidad de Artur Mas como presidente.

Josep Tarradellas
6) Tras la restauración de la democracia, el Gobierno de Adolfo Suárez reconoce la legitimidad de Tarradellas y lo nombra presidente del gobierno preautonómico de Cataluña, adonde volvió para proferir una frase que ha pasado a la historia: “¡Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!”.

De Puigdemont no se sabe si regresará en cualquier momento a España ni si se presentará a las elecciones anunciadas para diciembre próximo. Tampoco se le conoce ninguna frase digna de ser recordada ni por los catalanes, ni por los españoles, ni por la historia.

7) El propósito de Tarradellas no era la independencia, sino el de una “Cataluña (…) que propulse el progreso (…) del Estado español”.

La única idea de Puigdemont es la de proclamar la independencia de Cataluña, aún de manera unilateral y despreciando la legalidad del Estado del que era representante en la Comunidad. Para “legitimizar” tal propósito con un apaño pseudodemocrático, organizó un referéndum fraudulento e ilegal que ninguna instancia, nacional o internacional, consideró válido.

8) Tarradellas no se fiaba de los representantes de “un catalanismo de senyera y sotana”, sentía aversión por los turbios manejos de la Banca Catalana de Jordi Pujol y desconfiaba de las “incomprensibles” actividades de Omniun Cultural, como de otras  entidades no electas como la ANC, enfocadas, a su juicio, a crear estados pasionales entre los catalanes.

Puigdemont, en cambio, no tuvo reparos en formar gobierno con el sostén de los antisistemas de la CUP y los apoyos de Omniun y la ANC, cuya presidenta, Carme Forcadell, consiguió ser presidenta del Parlament y mano derecha de Puigdemont a la hora de tramitar leyes que no eran respetuosas con la normativa parlamentaria ni la legalidad del Estado.

9) Tarradellas, por su entereza moral y política, es un ejemplo de sensatez, pragmatismo, sentido de unidad civil y lealtad institucional, que es recordado y admirado por haber defendido la dignidad de las instituciones catalanas y haber restaurado el gobierno de la Generalitat de Cataluña.

Puigdemont es modelo de político oportunista, cuya mediocridad le impedía estar a la altura del momento histórico que le tocó vivir y del que no ha sabido asumir sus responsabilidades. Su recuerdo quedará asociado al ridículo de su comportamiento, más que el de su cabellera.