miércoles, 15 de noviembre de 2017

Cuatrocientos años de Murillo en Sevilla


Bartolomé Esteban Murillo
Se conmemora este año el IV centenario del nacimiento de uno de los pintores más universales de Sevilla, Bartolomé Esteban Murillo (1617-2017), que nació y murió en esta ciudad, una urbe que cuenta con el privilegio de albergar una parte importante de su legado artístico, repartido por los diferentes espacios que frecuentó o para los que realizó algunas de sus obras. Por tal motivo, el Ayuntamiento de la ciudad conmemorará, a partir de este mes de noviembre y hasta 2018, tan magno acontecimiento con un ambicioso programa que reunirá más de 100 obras del pintor, entre originales y reproducciones, a través de ocho exposiciones, además de organizar itinerarios por la ciudad para visitar los lugares emblemáticos en los que dejó su impronta, conciertos y ciclos musicales, actividades divulgativas, proyectos de investigación y un congreso internacional con la finalidad de abordar la vida y la obra del pintor sevillano, máximo representante del Barroco español.

Una tarea ingente sobre un artista universal que con sus obras revolucionó la pintura barroca de su tiempo para convertirse en precursor de la pintura moderna. Y es que hablar de Murillo es hablar de Sevilla, ya que el pintor estuvo vinculado durante toda su vida a esta ciudad, centro administrativo del comercio con Indias en el siglo XVII y símbolo de una gran metrópolis, en la que su obra concitó el interés de instituciones, fundamentalmente  eclesiásticas, y particulares. En ella comenzó a pintar obras costumbristas, de corte tenebrista y luz uniforme, en las que aborda el retrato (Justino de Neve, Don Andrés de Andrade, etc.), escenas de la vida cotidiana de la sociedad de su tiempo (Niños comiendo melón y uvas, Vieja espulgando a un niño, etc.), y las imprescindibles iconografías religiosas, para posteriormente evolucionar hacia las transparencias, los contraluces y un colorido fluido con los que ejecutaría esas bellas y delicadas inmaculadas, en las que se especializó, realizando más de veinte cuadros de inmaculadas (Concepción Grande, Inmaculada Concepción de El Escorial, Inmaculada Concepción de Santa María la Blanca, etc.) en su vida de pintor. La calidad y la excelente factura de su pincelada, con las que creó un estilo propio, pronto le granjearon un merecido reconocimiento que se tradujo en los numerosos encargos que recibió por parte, fundamentalmente, de clientes religiosos (iglesias, fundaciones, conventos, etc.) que lo convirtieron en el pintor más importante y popular de Sevilla. En la actualidad, templos, palacios, hospitales, fundaciones y museos cuelgan en sus paredes parte destacada del patrimonio artístico de Murillo que se ha podido conservar en la ciudad que lo vio nacer, aunque otra parte, no menos importante, o bien fue saqueada durante la invasión napoleónica o repartida por la Desamortización de Mendizábal (la ciudad se quedó sólo con 47 lienzos de los 400 Murillos que tenía antes del saqueo, según el catedrático de la Universidad de Sevilla Enrique Valdivieso), o bien ha ido a parar a instituciones o coleccionistas extranjeros.

La práctica totalidad de la producción pictórica de Murillo -que se estima en más de mil obras, de las que se conservan poco más de 400- se elaboró en Sevilla, la ciudad natal del pintor y en la que falleció en 1682. Ya de niño manifestaba aptitudes para el dibujo, razón por la que, a los 14 años, ingresó en una de las cuatro escuelas de pintura que había por aquel entonces en la ciudad, la de su pariente Juan del Castillo, donde no tardó en destacar. A los 22 años establece su propio taller de pintura que le permite ganarse la vida pintando cuadros que vende en ferias de los pueblos o a encargos para el Nuevo Mundo. Conoce copias de cuadros de Van Dyck y la pintura flamenca y veneciana, lo que le motiva a perfeccionar su estilo. Para ello marcha a Madrid y consigue trabajar en el estudio de Velázquez, el otro gran pintor sevillano afincado en la Corte, quien le abre las puertas de los palacios reales de Madrid, Toledo y el Monasterio de El Escorial, dándole oportunidad de conocer y admirar, incluso copiar, obras de diferentes y grandes maestros, como Zurbarán, Ribera, Rubens, Tiziano, Caravaggio o el mismo Velázquez, el pintor interesado por los misterios de la luz. Tras este período, de apenas dos años, Murillo regresa a Sevilla, donde se consagra como un reputado pintor y funda una Academia de Dibujo, de la que es el primer presidente y cuya dirección comparte con Francisco de Herrera el Mozo. Al poco tiempo, tras el fallecimiento de su mujer, deja el cargo y es sustituido por Juan Valdés Leal, y comienza su época de más fecunda actividad, recibiendo numerosos encargos que hacen que sus pinturas sean disputadas por diversas instituciones religiosas.

Es la época en la que pinta lienzos para el Claustro del Convento de San Francisco y para el de San Francisco el Grande (La cocina de los ángeles), ambos de Sevilla. También es requerido para pintar el retablo de los Capuchinos de Cádiz y, en Sevilla, lienzos para la Iglesia Santa María la Blanca, pinturas para el retablo mayor y capillas laterales de la Iglesia de los Capuchinos, el Monasterio de San Agustín, el Hospital de la Caridad e, incluso, para la Sala Capitular de la Catedral hispalense.

Aunque a Murillo se le conoce fundamentalmente por sus obras religiosas, en las que destacan sus vírgenes e inmaculadas, también sobresale por expresar con gran realismo la vida de los niños pobres y mendigos de la calle (Niños comiendo fruta, Niños jugando a los dados, etc.), hasta el punto de que Hegel, en su Estética, lo considera el primer artista moderno por sus cuadros de temática infantil, en los que refleja, con gran dignidad, la sociedad que le toco vivir.

Bartolomé Esteban Murillo es el pintor sevillano, junto a Diego Velázquez, más importante de España y el artista español que mayor reconocimiento tuvo en la Europa de su tiempo. Sus obras se exhiben en el Museo del Prado de Madrid, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, el Louvre de París, el Leningrado de Rusia, y en galerías y palacios de buena parte del continente europeo, sin olvidar las iglesias, conventos y capillas de Sevilla, Cádiz y otras ciudades.  

Ahora, con ocasión del IV centenario de su nacimiento, se podrá conocer y admirar en Sevilla una amplia muestra de las obras de Murillo, con 60 originales y más de 100 reproducciones en alta resolución, recorriendo un itinerario cultural y turístico casi rectilíneo por los lugares y espacios más representativos de su vida y su arte. Un itinerario que enlaza, por una punta, el Museo de Bellas Artes, que contará con cerca de treinta cuadros originales y dos reproducciones; pasando por la Iglesia de la Magdalena (zona en la que nació y fue bautizado), la Catedral de Sevilla, donde se expondrán una veintena de obras en la Sacristía Mayor, el Trascoro, la Capilla Bautismal, la Sala Capitular y anexos; el Hospital de la Caridad, la entidad privada con más Murillos del mundo, y acaba, por la otra punta, con el Real Alcázar, el Hospital de los Venerables y la Iglesia de Santa María la Blanca. Otros sitios por donde discurrirá el itinerario lo conforman el Ayuntamiento de la capital andaluza, el Palacio Arzobispal, el Archivo de Indias, la Casa Murillo, la Casa de los Pinelo, el Palacio de las Dueñas, el Convento de San Leandro, el Convento de los Padres Capuchinos, la Capilla de la Expiración de la Hermandad del Museo, el Monasterio de San Clemente y el Convento del Carmen (actual conservatorio de música), todos ellos con obras del pintor sevillano.

Una oferta cultural y una ocasión única para descubrir y conocer una de las figuras más representativas del patrimonio artístico de Sevilla, la ciudad de Murillo.  

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