sábado, 28 de mayo de 2011

Sábado postelectoral

Vuelven los sábados no monopolizados por la política, sino por tu propia agenda personal, por tus querencias individuales, ya sean de ocio, lecturas, estudios, familia, amigos o soledad. Sábados, en fin, propicios para variar rutinas, recuperar lo que aguardaba un instante de tranquilidad, desempolvar lo aplazado hasta encontrar ese hueco de prestarle atención. En los sábados la vida se calma, enlentece el ritmo frenético que no nos deja ni soñar. Por eso, al pararnos de tanto ajetreo, el sosiego nos trae a la memoria aquellas melodías de cuando los días eran larguísimos y los años eternos, y la tristeza era sólo una canción bonita. ¡Que os traiga buenos recuerdos!

viernes, 27 de mayo de 2011

Delirio

Corría por el pasillo detrás de unas enfermeras que, asustadas y con la cara pálida, pedían ayuda a gritos. Las perseguía con el torso desnudo y el tubo de tórax pinzado, colgando de un costado. Se había desatado de la cama y había comenzado a huir arrancándose los sueros y desconectado el tubo del aspirador que permitía que su pulmón se expandiese. Más que agresividad, el paciente se comportaba sumido en una completa alucinación. Al interponerme entre ellos, se detuvo mascullando frases sin sentido y bañado en un sudor profuso. Pareció no agradarle que la escena me provocara cierta hilaridad porque, como si lo espoleara una rabia impotente, terminó por arrancarse de un tirón el tubo. Inmediatamente nos abalanzamos sobre él para intentar taponar una entrada de aire que podía complicar su neumotórax, mientras blandía al aire aquel trozo de goma cual trofeo. Tuvo suerte, aquello no le afectó pero, al atarlo nuevamente al correaje de la cama, no dejó de mirarme con ojos desquiciados mientras yo abría un distraneurine a chorro. Se resistía inútilmente a que el sedante lo durmiera y lo librara de la crisis de delirium tremens. Al día siguiente no se acordaba de nada, pero se alegró de que al fin le hubieran quitado aquel tubo del pecho.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Formas de perder

En los momentos cruciales, sean por un triunfo o un fracaso, es cuando se descubre la verdadera naturaleza de las personas, la faz más sincera de su comportamiento. Las reacciones que en tales situaciones emergen imposibilitan a la mayoría de la gente cualquier control y la despojan de la máscara con la que pretenden ocultarse frente a los demás. Es significativo observar a los personajes en la hora del triunfo o del batacazo: permite conocerlos realmente.

Mostrar una generosidad espléndida, salvo los aquejados de tacañería recalcitrante, es propio de quienes saborean las mieles de la gloria, ya sea por una lotería millonaria o la conquista del poder. En tales éxtasis indescriptibles, las migajas que se brindan a los orillados de la suerte sirven para hacer más placentero el disfrute del éxito y permite no sólo medio satisfacer las expectativas de los suplicantes, sino engrandecer la figura del agraciado, alimentar su autoestima e hinchar su ego. Tan falso es este desprendimiento súbito del triunfador como difícil es disimular ante el fracaso. En un caso porque nos mostramos como nos gustaría ser y no somos y, en otro, porque nos retratamos tal como evitamos ser y en realidad somos.

La mejor ocasión para constatar estas reacciones es cuando se pierde sin esperarlo. En esos trances cuesta trabajo no sucumbir a las pulsiones e instintos más primarios, los que caracterizan nuestra verdadera identidad. Es algo que llevo percibiendo en las variadas derrotas electorales que, a causa de mi edad, he tenido la fortuna de asistir. Y me ha llamado poderosamente la atención dos formas contrapuestas de perder, indistintamente de las ideologías de los que encarnan las derrotas.



La primera de ellas fue la que protagonizó Javier Arenas en el año 1993, durante el recuento de unas elecciones en las que, como cabeza electoral del PP por Sevilla, declaró ante las cámaras de televisión que “las impresiones que tenemos son que ha ganado las elecciones el PP”, insinuando manipulaciones en el cómputo de votos. Llevábamos entonces 14 años de una democracia en nuestro país que había posibilitado la alternancia pacífica en el Gobierno. Desconfiar entonces de los mecanismos electorales cuando no coinciden con los propios deseos y expectativas era cuanto menos sintomático de… mal perder. Como la rabieta infantil de Urdaci.

Distinta ha sido la respuesta de Elena Valenciano a los pocos minutos de cerrarse la jornada electoral del pasado 22 de mayo. Sus propios correligionarios –y no pocos periodistas- consideraron aquellas declaraciones demasiado descarnadas y pesimistas para el PSOE. Antes de negar la realidad, la portavoz del comité electoral socialista apareció también en televisión para reconocer que, en una primera valoración de los resultados, éstos suponían la “expresión de un malestar colectivo legítimo y comprensible". Y añadía seguidamente: “Creemos que apunta a una noche difícil para nosotros y a un malestar clarísimo por parte de la sociedad española que nosotros comprendemos perfectamente".

Como puede apreciarse, son formas distintas de perder que denotan tendencias que confiamos no supongan formas distintas de gestionar el triunfo, de ganar atendiendo a pulsiones reprimidas.

martes, 24 de mayo de 2011

Monotonía en azul

El país se tiñó ayer noche de azul, azul de banderas agitadas en la calle, azul de mapas conquistados y coloreados, azul de cielos de gaviotas blancas, azul de venas de princesas pálidas, azul de tintas en los periódicos, azul de voces en los comentarios, azul de ojos contentos y azul de silencio en los daltónicos, azul de canción triste y azul de pena contenida. Un mar infinito de azul cubría donde quieras que posaras la vista hasta confundirse en el horizonte con una bóveda también azul.

Una extenuación monocrómica que incluso impregnó el vuelo acompasado de una falda al andar, las delicadas formas de una figura que abanica el aire con el compás de sus pasos y la subyugante sensación de que hasta el placer expelía un aroma azul, quizás el único resquicio donde este color podía tolerarse sin pensar en la aniquilación del arcoiris que embellecía el paisaje.

lunes, 23 de mayo de 2011

Lunes de insatisfacción

Tras las elecciones, independientemente del resultado, la insatisfacción siempre hace mella en el ánimo. Si vencen los preferidos, una sensación de frustración te recorre el cuerpo al ver que no logran colmar las expectativas depositadas en ellos; y si ganan los contrarios, la orfandad parece apoderarte de ti al sentirte orillado de la voluntad que expresa una mayoría a la que no perteneces y te resulta ajena. En cualquiera de las situaciones, la insatisfacción es lo que permanece como signo de la complejidad en la que nos hallamos y de la que somos cautivos. Intentas entonces dejar que el tiempo transcurra hasta que nos consuma lentamente en el desasosiego de la existencia. Deseas superar la resaca de este lunes de insatisfacción. Como todos los lunes.

domingo, 22 de mayo de 2011

Domingo de indecisión

Votar o no votar, votar en blanco o votar al de siempre, voto nulo o abstención, cita otra vez con la indecisión de votar a lo deseado o lo correcto, entre la conmoción y la responsabilidad. Siempre la misma paradoja porque pocas veces una elección ha sido para distinguir lo blanco de lo negro, sino entre la frustración y la ideología. Los sentimientos, no obstante, acaban siendo sometidos por la racionalidad a la hora de escoger la papeleta, por la fidelidad a las ideas y el respeto a los que fraguaron, a costa a veces de la vida, que yo pudiera permitirme el lujo de la indecisión, tener la libertad de dudar. Vacilaciones que perduran un instante, hasta que al fin escrutan mi nombre, comprueban mi identificación y dejo caer el sobre en la urna. En seguida abandono el colegio con la extraña sensación de haber optado por lo posible, en vez de lo deseable. Y mantengo esa incertidumbre hasta las próximas elecciones en que la única certeza es a quién no votaré. Me es más fácil distinguir al enemigo o adversario que encontrar una alternativa del todo satisfactoria. De ahí la indecisión..

sábado, 21 de mayo de 2011

Sábado de reflexión

Jornada de reflexión para sopesar en quién depositar nuestra confianza, para convencerse de que esta vez nos escucharán y atenderán, tras los continuos desengaños, lo expresado en las urnas, de calibrar la importancia de un trozo de papel como arma de soberanía. Jornada para la pausa de una campaña anodina y vociferante, insulsa y llena de insultos, banal hasta en las promesas, ritual y publicitaria. Jornada para escapar y desconectar de lo ya decidido, reflexión sobre nada que no estuviera de antemano pensado y establecido, simulacro de democracia para actuar ante el gran espectáculo del pueblo con la intención de que nada cambie salvo los rostros inmutables de los perennes. Jornada para dejarte atrapar por la melodía transparente de lo exquisito. Sábado de reflexión con George Winston.


jueves, 19 de mayo de 2011

El voto en blanco

El voto en blanco es una bofetada democrática a los poderes políticos ineptos y expresa la protesta ciudadana en las urnas cuando padece gobiernos insoportables, injustos y corruptos. Es un gesto democrático de rechazo a los políticos, partidos y programas, no al sistema. Conscientes del riesgo que representaría un voto en blanco masivo, los gestores de las actuales democracias no lo valoran, ni lo contabilizan, ni le otorgan plasmación alguna en las estructuras del poder. El voto en blanco es una censura casi inútil que sólo podemos realizar en las escasas ocasiones que se abren las urnas.

Más en voto en blanco.

Responsabilidad real ya!

A partir de este domingo podríamos, si fuéramos consecuentes, exigir responsabilidades a quienes tanto nos ofrecen con tal de que contribuyamos a su elección. Sin embargo, lo más probable es que unos y otros nos olvidemos del contrato que hemos suscrito. De esa costumbre, en el que una parte no encuentra impedimento para incumplir sus promesas y la otra renuncia a cualquier reclamación, nace la creciente desconfianza que impregna la política en España. Como en un juego de engaños, admitimos que en esta relación ninguno está dispuesto a contar la verdad ni exigirla.

Es común echarle la culpa del “divorcio” a la otra parte. Los ciudadanos creen que el problema lo representan los políticos, a los que consideran una casta dedicada a vivir del ejercicio profesional de la acción política y, por tanto, dispuesta a conservar el puesto a cualquier precio, aceptando las consignas y estrategias que dicte el partido o, en el peor de los casos, dar el salto que al tránsfuga le permite continuar percibiendo una remuneración de los Presupuestos del Estado. Piensan que, al depender de las ubicaciones donde los sitúe el aparato del partido, estos políticos acaban especializados en obedecer al dedo "designador" antes que en cumplir su compromiso con los ciudadanos. Y si para ello han de hacer lo contrario a lo prometido, ningún problema de conciencia les impedirá cambiar de opinión con tal de conservar la poltrona. Y aunque los valores adornen su discurso, éstos no prevalecen al disfrute de lo que constituye su razón de ser, vivir de la política, independientemente de la ideología que juren seguir.

Por otra parte, estos mismos ciudadanos que hallan en la política tales deficiencias, no son capaces de corregirlas con una intervención más activa y decidida. De espaldas a cualquier actividad pública, prefieren que otros se encarguen de resolver sus problemas y de organizar una convivencia que a todos afecta. Asumen esa desafección con la política a cambio de la comodidad de, como mucho, ejercitar el derecho al voto cada cuatro años. Descargan así su responsabilidad en los representantes que eligen sin mantener la debida vigilancia sobre su actuación y sin exigirles el resultado convenido. Es evidente que, para opinar, hay que estar suficientemente informado o, de lo contrario, se corre el peligro de aceptar lo que la manipulación o la publicidad ponga en circulación en el sentir mayoritario de la población. Desisten del esfuerzo por comprender las causas de lo que sucede, confiando que otros las conozcan y puedan explicarlas, sin caer en la cuenta de que, ignorando las razones de los hechos, difícilmente se podrá controlar eficazmente a quienes sentamos en la dirección de nuestros asuntos.

La democracia es el “menos malo” de los sistemas políticos, puesto que procura la mayor participación de los ciudadanos y una representación más fidedigna de la diversidad social. Pero este sistema no está exento de insuficiencias y riesgos, siendo el más grave de ellos la desidia en su funcionamiento. Una desidia que afecta tanto a los electores como a los elegidos. Votar con responsabilidad es un deber, más que un derecho, que ha de asumirse no en cada momento electoral, sino durante todo el mandato de los elegidos y que nos faculta a exigir el cumplimiento de los programas. Llegado el momento, nos permitirá hacer patente nuestra disconformidad y demostrar nuestra vigilancia constante.

Por tal motivo, más que "Democracia real ya!", me inclino por pedir "Responsabilidad real ya!". Considero que es más eficaz comenzar una regeneración por la parte que me corresponde, la de los ciudadanos, que me obliga a estar involucrado y participar en los asuntos públicos antes que confiar en que la otra parte, la de los políticos, se regenere a si misma. Velando por el cumplimiento de los programas, eliminando a los corruptos de las listas de los partidos, clamando por listas abiertas, limitación de mandatos, transparencia en la financiación de los partidos, incompatibilidad de los cargos, declaraciones públicas del patrimonio de los elegidos y otras medidas similares, obligaríamos a que la calidad de nuestra democracia alcance niveles que satisfagan a todos, excepto a los que se sirven de ella para su beneficio personal. Y, sobre todo, votando en consecuencia para que nuestros representantes respondan al compromiso adquirido con nosotros, lo que incluiría el voto en blanco como opción tan legítima como cualquier otra. La papeleta en blanco, cuya viabilidad tanto se oculta, significa el mayor reproche que podría recibir la clase política. Si ganara el voto en blanco, obligaría a los partidos a presentar nuevos candidatos que sean conformes a los intereses de los votantes. Por eso prefieren la abstención. Ante la indignación, responsabilidad. Votar con responsabilidad.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Sin despertar

Salíamos corriendo en cuanto la línea blanca cruzaba la pantalla. Se sorprendió de los primeros golpes y nos lo recriminó. Creía que le despertábamos con excesiva brusquedad para realizar nuestro trabajo e inyectarle la medicación a través de sueros y catéteres. Tampoco se extrañó que fuéramos tantos los que rodeábamos su cama ni que lo observáramos con la misma cara de sorpresa con la que él nos miraba a nosotros. Sólo quería que le dejáramos en paz y termináramos de fastidiarle el sueño. Por eso no le dijimos nada y lo dejamos sumido en la perplejidad de un despertar confuso. En cuanto tuvo una segunda parada cardiaca, por un instante dirigió una mirada inquisitiva a quienes le quemaban el pecho con el desfibrilador. Cerró los ojos sin saber que pugnábamos por arrancarlo inútilmente de la muerte. Esta vez no pudimos despertarle.

lunes, 16 de mayo de 2011

La izquierda desnortada

La ambición transformadora de la izquierda se ha diluido por el camino, entre el pragmatismo de lo posible y la sumisión acomodaticia al capitalismo imperante como único modelo económico. La verdadera globalización existente es la de la economía de mercado, cuyos requisitos y prerrogativas se han impuesto de tal manera que nadie las discute y nada, ni siquiera el comunismo, escapa a su influjo acaparador. Hasta la Cuba de los hermanos Castro ha tenido que ceder a una tímida -por el momento- apertura a la propiedad privada y negocios individuales para hacer frente a una crisis que arrasa con cualquier ideología, excepto la del libre comercio.

La socialdemocracia, como gestora moderada del capitalismo, nunca pudo imponer rostro humano a la insaciable faz devoradora del mercado, en cuyo nombre se han adoptado todas las medidas para hacer posible una eficacia contraria a cualquier utopía emancipadora o de atención a los desfavorecidos.

El continuo abandono de los valores propios del socialismo, anteriores a la “tercera vía” de Blair y que sobrepasan tanto al “gato negro o gato blanco” de Felipe González como al giro cometido por Zapatero, es lo que encarna la última puntilla a una izquierda desnortada: Dominique Strauss-Kahn.

La mayor afrenta de esta persona, en quien recaía la gran esperanza del socialismo francés para un futuro próximo, no es su obsesión sexual, tan patológica como su esquizofrenia ideológica, sino su condición de millonario y director-gerente de un Fondo Monetario Internacional que actúa exclusivamente como órgano policíaco de la ortodoxia capitalista en el mundo.

Sus problemas con una pulsión irreprimida nunca impidieron al economista francés labrarse un currículo profesional (fue dos veces ministro en Francia) trufado de medidas tan “progresistas” como las privatizaciones de Air France y France Telecom y atesorar una enorme riqueza.

Sucesor de Rodrigo Rato en el FMI, ha sido, sin embargo, su tendencia de mujeriego lo que ha acabado con la exitosa carrera política y profesional de Diminique Strauss-Kahn, en vez de las contradicciones ideológicas de un “socialismo” compatible con los Porsche, hoteles de 3.000 dólares la noche y la avaricia.

La detección de este personaje en el aeropuerto de Nueva York, acusado de intento de violación a una camarera de hotel, es la imagen más deprimente de una izquierda que ha sucumbido a los vicios que decía combatir y claudicado en el empeño de hacer prevalecer la dignidad del hombre sobre cualquier otro objetivo de la sociedad. Strauss-Kahn es el perfecto símbolo de una izquierda desnortada que necesita de una urgente y profunda regeneración.

sábado, 14 de mayo de 2011

Sábado beatles

Las primeras calores me traen recuerdos de la adolescencia, cuando la calle era el lugar de todos los encuentros y todas las escapadas. Allí se congregaba la tribu de los amigos para perseguir a las chicas que nos hurtaban un primer beso siempre esquivo y vergonzoso. Mientras llegaba, nos entregábamos a las notas de ese piano que siempre creímos nos susurraba ante la frustación: “déjalo ser”. Todos los veranos esperábamos al amor en aquellas horas de desesperación.

viernes, 13 de mayo de 2011

"¡Que inventen ellos!"

El exabrupto, pronunciado por Miguel de Unamuno a principios del siglo pasado, vuelve a cobrar actualidad por la agria e increíble disputa que enfrentan al Director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), el doctor Mariano Barbacid, y la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, ante la negativa del Ministerio (MICINN) a que el Centro, que en realidad es una fundación pública, acceda a recursos privados que le ayuden a financiar sus trabajos de investigación.

Es una polémica agria por el tono que han adquirido los reproches que se han intercambiado los contendientes, en el que uno acusa a la ministra de no garantizar la continuidad de los trabajos que desarrolla el CNIO y la otra afea al primero el no guardar la ética y la deontología profesional en la actividad investigadora. Pero, junto a su gravedad, el enfrentamiento se torna increíble desde el mismo instante en que la controversia se exhibe a la opinión pública sin la más mínima reserva.

El propio Barbacid, en un artículo publicado el 10 de mayo en El País (“Descubrir fármacos, una actividad arriesgada”), no se recata a la hora de señalar a la ministra Garmendia de impedir que el CNIO genere medicamentos contra el cáncer, haciendo patente de esta manera su enfrentamiento frontal con ella. Este doctor en ciencias químicas y oncólogo de reconocido prestigio, que fue atraído con todo tipo de facilidades y promesas desde los Estados Unidos para que dirigiera el CNIO, ha roto así su habitual discreción y el silencio concentrado de los laboratorios.

Tampoco hay que ignorar que Cristina Garmendia, aparte de encargarse de la gestión política de su departamento, es experta en biomedicina y biofarmacia, y que hasta su entrada en el Ministerio presidía Genetrix, una empresa de biotecnología -fundada por ella- dedicada a conseguir resultados comerciales de la investigación científica y que, en ese aspecto, fue pionera en la producción de fármacos derivados de células madres adultas.

Es decir, tanto Barbacid como Garmendia saben perfectamente por lo que polemizan, a pesar de que ambos, en teoría, se suponen alineados en el “bando” de un sector público que debían potenciar con respecto a la investigación, desarrollo y descubrimiento de nuevas terapias basadas en la biotecnología. Los dos son profesionales científicos acreditados, actualmente dedican sus esfuerzos al ámbito público y ambos, también, provienen y mantienen lazos con la industria y el sector privado en que desarrollan su actividad. ¿Por qué surge, entonces, el conflicto?

El director de CNIO había propuesto la creación de una Agrupación de Interés Económico (AIE) para captar fondos privados que posibiliten las investigaciones encaminadas a descubrir fármacos contra el cáncer de pulmón, común entre los fumadores. Ya tenía apalabrados, al parecer, compromisos para recibir 10 millones de euros anuales, durante cinco años, que garantizarían la consecución de sus proyectos. Dada la trascendencia del trabajo, Barbacid tenía prisas porque las grandes multinacionales farmacológicas compiten por unas patentes que proporcionan rentabilidad a los descubrimientos, pues no en balde había sido, durante los 25 años que trabajó en EE.UU , director de los Institutos de Bethesda y Squibb de Princeton, y conoce la fuerte competencia con que la industria busca resultados, llegando incluso al espionaje industrial.

El MICINN, en un comunicado hecho público el 4 de mayo, destaca que “España es uno de los 10 primeros países del mundo en producción científica” y que el trabajo en terapias experimentales objeto de la disputa cuenta con una financiación de más de 43 millones de euros, por lo que ningún proyecto de interés prioritario corre peligro de verse frustrado por falta de financiación.

La nota del Ministerio aclara que lo que impide la creación de una AIE, como propone Barbacid, es la propia ley que regula estas fundaciones públicas. Según informes de la Abogacía del Estado, sería “ilegal” la participación del CNIO en “sociedades mercantiles en las que se responda personalmente de las deudas sociales”, ya que la legislación busca la mayor protección para las fundaciones, entendidas como entidades sin ánimo de lucro, por lo que trata de evitar la asunción de posibles deudas que puedan socavar el patrimonio de las mismas. ¿Quién tiene razón?

Son visiones distintas de una realidad en la que me gustaría suponer se discuten aspectos burocráticos con criterios estrictos o laxos. Y quiero suponerlo porque existen mecanismos en la propia normativa que permiten la creación de sociedades mercantiles estatales u otras medidas financieras, si de verdad se persiguen objetivos de indudable interés público. Deseo tener la certeza de que este increíble enfrentamiento obedece a posturas ofuscadas en quienes procuran hacer lo mejor posible en su cometido y se ciegan en el empecinamiento. Ojalá ello sea así, tan humano, pues sobran ingredientes para sospechar un conflicto de intereses no confesados en toda esta trama.

La frase de Unamuno era un desplante del escritor en su polémica con Ortega y Gasset sobre la brecha existente entre la realidad social y el mundo de la ciencia y la tecnología en la España de 1906. Parece que todavía hoy continúa ese enfrentamiento a la hora de combatir el atraso científico y tecnológico de nuestro país. Quienquiera que tenga razón, es demasiado el tiempo perdido.

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Actualización:
Debido a problemas en Blogger, esta entrada desapareció de Lienzo de Babel tras haber sido publicada el jueves 12 de mayo. Pido disculpas por las molestias que esta pérdida de información, por completo ajena al blog, haya podido causar a los babilonios invisibles que rastrean la página..

Escaramuzas del calor

Las horas pegajosas de la tarde empiezan a aletargar estos días, cuando el vuelo espasmódico de las moscas es lo único que interrumpe la quietud soporífera de las penumbras. Invade los cuerpos el cansancio lánguido de unos días interminables y la falsa tregua de las noches inquietas. La sed araña las gargantas yermas de aliento y los pies sucumben al peso de un aburrimiento que dilata el alma. Sin suscitar batalla, el calor irrumpe con las primeras escaramuzas de mayo y el hastío se apodera de un estío que todavía no ha llegado. Demasiado pronto para lamentarlo.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Jugar con la enfermedad

Tenía los ojos verdes, como la esperanza de su madre, y el cabello claro como la luz que la buscaba desde las ventanas. Era pequeñita e inocente, con la sonrisa dibujada en su cara de peluche. De las mangas del pijama se asomaban unas manos inquietas al juego y a la defensa contra las batas blancas. Todavía no sabía lo que era un jardín de infancia pero ya conocía el dolor que podía provocar un esparadrapo cuando se retira sin cuidado. Entre colorines y paciencia era posible conseguir, con la complicidad de unos padres siempre presentes, su entrega desconfiada a los tratamientos. Mirarla indefensa en una cama enorme era cuestionarse la razón de una vida tan despiadada con los más frágiles e indefensos. Porque un niño enfermo es un grito inconsolable contra ese orden enloquecido que altera a todos a su alrededor. Máxime si la vulnerabilidad de unos cuerpos infantiles no garantiza ningún futuro prometedor. Dios no existe para los niños que juegan con las enfermedades.

sábado, 7 de mayo de 2011

Sábado Redding

A veces, cuando me siento perdido y los pensamientos se escapan a su libre albedrío, la ciudad se me antoja una bahía inmensa de aguas oscuras y ondulantes sobre las que se balancean los barquitos que la infestan. El rumor de los coches es el rumor de las olas estrellándose contra la acera por donde deambulamos los que soñamos con el mar y los espacios en libertad. En esos momentos tan fuera de mí, me pongo a silbar inesperadamente una melodía que entonces no sabía qué decía, y que ahora tampoco sé por qué emerge de esas insondables simas del olvido. En cualquier caso, la musiquilla me hace sentir confortablemente perdido en ese muelle de una bahía remota que surge de mis ensoñaciones para dominar mi memoria y mi voluntad. Es sábado Redding.

viernes, 6 de mayo de 2011

José Manuel Pérez Mingorance

Pepe es algo mayor que yo. Nos conocimos cuando ambos estábamos recién casados y vivíamos en un bloque en que resultábamos los únicos jóvenes con profesiones liberales: la suya autodidacta y la mía académica. Yo escogí la seguridad del funcionario para trabajar en un hospital y él basó su futuro en su propia confianza para trabajar en la calle. Siempre fui presa de temores a lo desconocido, mientras él abrazaba las oportunidades que precisamente lo desconocido brindaba. He ejercido una sola profesión en mi vida, pero mi amigo ha trabajado en diferentes actividades a las que supo sacar provecho. Salvo algún contratiempo, ni qué decir tiene que la fortuna le ha sonreído con la generosidad que concede a los que se la juegan, mientras que yo, sin ningún contratiempo, he disfrutado de la línea plana de la estabilidad funcionarial: ni mucha ni poca fortuna.

Nuestros hijos crecieron casi juntos y, con sus juegos, compartimos veladas impregnadas de nuestras respectivas visiones de la vida. Entre paellas y güisquis, participamos de diálogos y controversias por unas aficiones que a veces nos unían y otras nos alejaban, pero nunca rompían el mutuo afecto. Acostumbrado a competir en la calle, mi amigo asumía sus entretenimientos con la debida seriedad de un compromiso formal. Si le daba por recolectar setas, adquiría el conocimiento de un experto en micología; se le gustaba la naturaleza, atesoraba sabiduría para realizar un trabajo botánico sobre la flora de su pueblo que el ayuntamiento finalmente editaba; si le atraía la historia, podías estar seguro que te discutiría un rey, una batalla o un detalle que pasaras por alto. Siempre preparaba como unas oposiciones cualquier tema, mientras que yo jamás conseguía profundizar plenamente en ningún pasatiempo, salvo el de escribir.

Tampoco es que lo superara en este campo. Como siempre, cada uno ha seguido caminos distintos. Yo me he dedicado a escribir cuentos y a cursar una licenciatura en comunicación que me ha llenado la cabeza de teorías y conceptos. Pepe, en cambio, se ha aplicado en confeccionar una novela, de cuyo primer borrador pude hacer algunos comentarios que me parece no fueron de su agrado. Tal vez por ello, la realidad es que yo sigo con mis utopías de futuro y él ha publicado su libro sin darme noticia de su existencia.

La ilusión de la memoria es la obra de un principiante que lleva años preparándose para que ninguna crítica encuentre la más mínima falta. La escritura y la trama han sido forjadas como las piezas de un reloj de precisión, aunque denoten las lecturas que sirvieron de inspiración al autor. Pocos se atreven a dar un paso así, yo incluido. Pero mi amigo Pepe es un hombre que asume riesgos y los afronta para vencerlos. Me vuelve a demostrar que, para que el éxito te sonría, hay que perder el miedo a los obstáculos. Su perseverancia consigue que las ilusiones se materialicen y dejen de ocupar un espacio inútil en la memoria. ¡Enhorabuena, amigo!

La ilusión de la memoria, de José Manuel Pérez Mingorance. Editorial Los papeles del sitio, Sevilla, 2010.

jueves, 5 de mayo de 2011

La atribución arbitral del funcionario

Por si tenían pocas cosas que hacer, ahora le han cargado al probo funcionario del Registro Civil decidir el orden de los apellidos del recién nacido cuando los padres no se pongan de acuerdo. Mal empieza su andadura por el mundo un bebé que ni siquiera tiene claro su nombre y un gris funcionario, harto de papeles, ha de adoptar tan salomónica decisión.

La Ley de reforma del Registro Civil contempla, por machista, no seguir la costumbre de anteponer el apellido paterno al materno a la hora de inscribir a los recién nacidos. Surge así la discrepancia cuando los padres tampoco alcanzan un acuerdo al respecto. ¿Quién decide entonces? Para no mojarse, el legislador descarga la responsabilidad en el encargado del Registro, quien dará un plazo de tres días a los padres para que decidan el orden de los apellidos, pasado el cual, si no hay “comunicación expresa”, el funcionario arbitrará cómo apellidar al inscrito, según el dictado de su sentido común, pues la ley no aclara criterio alguno.

Posiblemente sea buena la intención de la Ley de imponer un modo aleatorio que responda al principio de igualdad entre los progenitores, pero las consecuencias que puede acarrear, al no resolver de manera diáfana la cuestión, se antojan más engorrosas que el problema mismo. Son engorrosas porque dejar sin criterio el procedimiento para determinar el orden de los apellidos de una persona, salvo el de la intuición de un humilde funcionario, es no resolver en absoluto la cuestión.

Los funcionarios tienen muchas atribuciones en su trabajo que consisten, en la práctica totalidad de los cometidos, en cumplir lo que dictan las normas y reglamentos de la Administración correspondiente, pero lo de convertirse en árbitros, sin ningún protocolo de actuación, de la discrepancia de unos padres a la hora de apellidar a sus hijos, me parece abusivo y chapucero.

Bueno está combatir hábitos que descansan en visiones estereotipadas ya superadas de la sociedad, pero crear un problema en vez de aportar soluciones es complicar innecesariamente el asunto. Máxime si se deja al albur de un empleado público algo tan privativo de la identidad de una persona como su propio nombre. Si no se quiere seguir un modelo machista a la hora de apellidar a la descendencia, indíquese otro modelo, pero no se deje sin determinar el nuevo procedimiento, confiando que un humilde funcionario, acostumbrado como está, no siga el orden alfabético. Y, encima, desaparece el Libro de Familia, que será sustituido por certificados individuales. Llegará el momento en que nadie podrá saber por qué se apellida Guerrero, por ejemplo. ¿Sería del gusto del funcionario de turno? Menos mal que se trata de un proyecto de Ley que tiene aún mucho recorrido por delante para ser perfeccionado y que también contempla el derecho a cambiar de nombre y apellidos a partir de los dieciséis años. ¡Qué lío!

martes, 3 de mayo de 2011

¿Sirve de algo estudiar?

En los últimos tiempos se ha consolidado la tendencia instrumental del estudio, su importancia en función de las necesidades del mercado, de la demanda de empleo que éste genere y de las posibilidades de contratación que pudiera absorber la riada graduados que excretan las universidades. Es decir, se ha valorado el estudio que va encaminado a conseguir un trabajo por la simple tenencia del título y se ha desprestigiado como poco realista la vocación o cursar aquello que gusta. Han sido tiempos en que las ciencias y las técnicas acaparaban la mayor parte de las matriculaciones y dejaban arrinconadas las letras y, cual expresión peyorativa, las humanidades.

Hubo una época en que, deslumbrados por el consumo, nos sumamos a esa tendencia utilitarista del saber y las habilidades. Nada se hacía por nada, sino para ganar dinero, mientras más rápido, mejor. Era cuando la informática podía cursarse como módulo de formación profesional, diplomatura de grado medio o como licenciatura universitaria en cualquiera de sus versiones: de gestión o sistema físico. Siendo una aplicación técnica de las matemáticas, éstas estaban casi desiertas ante las abarrotadas aulas de aquellas otras repletas de ordenadores.

La filosofía, como ciencia del pensar, languidecía en unas facultades sin apenas alumnado, vacías de esos ilusos rastreadores de una sabiduría tan poco rentable como trasnochada. Los pocos que se animaban a ocupar los pupitres eran como excéntricos que no siguieron las consignas de aquel consejero de educación de la Generalitat de Cataluña, que dijo sin avergonzarse: "si quiere estudiar filología clásica por placer se lo tendrá que pagar usted; el estado tiene que facilitar las cosas a quien quiera estudiar por razones de mercado".

Víctor Gómez Pin, ilustre pensador español contemporáneo, resalta la importancia de Aristóteles para distinguir lo que nos hace humanos y nos lleva a desear la libertad. Ese afán por comprender lo que nos rodea y dotar de conceptos cualquier conocimiento es, posiblemente, poco apreciado en tiempos tan materialistas, pero sin la disposición filosófica poco se habría evolucionado en ninguna de las ramas del saber y la ciencia.

De ahí que, ante la cuestión sobre si de algo sirve estudiar, la única respuesta posible sea de que sirve para algo mucho más importante que ganar dinero: sirve para conocer y conocernos a nosotros mismos, y con ese conocimiento trascender la animalidad de la que procedemos y construir la humanidad que nos distingue del resto de las especies. Estudiar sirve para convertirnos en humanos, con o sin trabajo, que esa es otra cuestión.

lunes, 2 de mayo de 2011

Osama bin Laden y el hijo de Gadafi

Amanece el día con sendas nuevas: Estados Unidos ha asestado dos golpes militares casi sincronizados, matando en Pakistán a Osama bin Laden, el fugitivo líder de Al Qaeda más buscado, y a Saif el Arab, en Libia, hijo menor del dictador Gadafi, que escapó por los pelos. En ambos casos, se trata de acciones de guerra en las que, para matar la “bicha”, se busca cortarle la cabeza, aunque no se admita esta estrategia de forma explícita. Tales triunfos bélicos han pretendido cercenar la cúspide dirigente con la intención de anular toda capacidad de organización e iniciativa del enemigo. Reconociendo difícil que las consecuencias de estas escaramuzas se limiten a lo idealmente recomendable, hubiera sido preferible la captura con vida de estos asesinos, para que puedan ser juzgados con todas las garantías procesales por un tribunal penal internacional. Este proceder ajustado a derecho es lo que habría evidenciado la diferencia entre las sociedades basadas en el respeto a los Derechos Humanos de las que hacen tabla rasa y no dudan en violarlos para que una élite ejerza el poder absoluto.

Con todo, y aún reconociendo inevitable la impureza quirúrgica en una guerra, queda por ver si la desaparición de estos individuos que atraen el repudio occidental servirá para resolver los problemas que ellos mismos representan en sus respectivos países y en el mundo.

Porque una cosa es ayudar a los rebeldes en lucha contra sátrapas impresentables y otra dedicarnos a asesinarlos sin más, incluso si son responsables de actos de terrorismo tan graves como los atentados contra las Torres Gemelas. Toda muerte urdida a espaldas de la ley y la justicia no hará más que exacerbar una visión del mundo en la que los fanáticos se consideran empujados a la violencia por quienes consideran opresores y responsables de su situación. No es sólo un problema religioso o cultural, sino un enfrentamiento entre civilizaciones que conviven sordas a cualquier diálogo y entendimiento. Desde ese punto de vista, difícilmente las revueltas podrán desembocar en regímenes democráticos homologables a los occidentales si el comportamiento que les dispensamos en nada difiere, por su crueldad vengativa y ciega, a la de los propios dictadores que combatimos.

Es evidente que el mundo girará más aliviado sin esos dos verdugos muertos, más aún cuando caigan Gadafi y demás totalitarios que todavía se asientan en el poder, pero desconfío de que sea un lugar más seguro. Cada vez que hemos actuado sólo con la fuerza, sin la debida comprensión de las causas que los generan, los conflictos no se resuelven y se enconan en una espiral de efectos contrarios a los perseguidos, que obligan a abandonar a su suerte a esos países socorridos. Es lo que ha pasado con el propio Afganistán en el pasado reciente, con el Irak de Sadam Hussein y otros ejemplos más.

Ojalá esté yo equivocado y la desaparición de Osama Bin Laden y Gadafi convierta el siglo veintiuno en un periodo de paz, estabilidad y cooperación en el mundo. Si así fuera, no me dolerían prendas en enmendar mi error. Pero me temo que el ser humano no aprende de sus tropìezos. Ojalá!

domingo, 1 de mayo de 2011

Día de la madre

A pesar de que el comercio sea lo que nos obligue a pensar en vosotras: gracias, madres, por parirnos y amamantarnos con vuestra generosidad y entrega. No hay Día de la Madre que os haga justicia más que en el corazón ingrato de vuestros hijos, para quienes sois modelos de amor y vida, aunque los 364 días restantes del año parezca olvidársenos. Siempre permanecéis en el recuerdo cuando os necesitamos. El egoísmo o el marketing nos permiten manifestar el sentimiento que os profesamos por no desfallecer jamás de considerarnos vuestros hijos. Es algo imposible de corresponder. Incluso cayendo en el cumplido: gracias, madres. ¡Felicidades hoy, mañana y siempre!