martes, 3 de mayo de 2011

¿Sirve de algo estudiar?

En los últimos tiempos se ha consolidado la tendencia instrumental del estudio, su importancia en función de las necesidades del mercado, de la demanda de empleo que éste genere y de las posibilidades de contratación que pudiera absorber la riada graduados que excretan las universidades. Es decir, se ha valorado el estudio que va encaminado a conseguir un trabajo por la simple tenencia del título y se ha desprestigiado como poco realista la vocación o cursar aquello que gusta. Han sido tiempos en que las ciencias y las técnicas acaparaban la mayor parte de las matriculaciones y dejaban arrinconadas las letras y, cual expresión peyorativa, las humanidades.

Hubo una época en que, deslumbrados por el consumo, nos sumamos a esa tendencia utilitarista del saber y las habilidades. Nada se hacía por nada, sino para ganar dinero, mientras más rápido, mejor. Era cuando la informática podía cursarse como módulo de formación profesional, diplomatura de grado medio o como licenciatura universitaria en cualquiera de sus versiones: de gestión o sistema físico. Siendo una aplicación técnica de las matemáticas, éstas estaban casi desiertas ante las abarrotadas aulas de aquellas otras repletas de ordenadores.

La filosofía, como ciencia del pensar, languidecía en unas facultades sin apenas alumnado, vacías de esos ilusos rastreadores de una sabiduría tan poco rentable como trasnochada. Los pocos que se animaban a ocupar los pupitres eran como excéntricos que no siguieron las consignas de aquel consejero de educación de la Generalitat de Cataluña, que dijo sin avergonzarse: "si quiere estudiar filología clásica por placer se lo tendrá que pagar usted; el estado tiene que facilitar las cosas a quien quiera estudiar por razones de mercado".

Víctor Gómez Pin, ilustre pensador español contemporáneo, resalta la importancia de Aristóteles para distinguir lo que nos hace humanos y nos lleva a desear la libertad. Ese afán por comprender lo que nos rodea y dotar de conceptos cualquier conocimiento es, posiblemente, poco apreciado en tiempos tan materialistas, pero sin la disposición filosófica poco se habría evolucionado en ninguna de las ramas del saber y la ciencia.

De ahí que, ante la cuestión sobre si de algo sirve estudiar, la única respuesta posible sea de que sirve para algo mucho más importante que ganar dinero: sirve para conocer y conocernos a nosotros mismos, y con ese conocimiento trascender la animalidad de la que procedemos y construir la humanidad que nos distingue del resto de las especies. Estudiar sirve para convertirnos en humanos, con o sin trabajo, que esa es otra cuestión.

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