miércoles, 1 de noviembre de 2017

Puigdemon vs. Tarradellas

En esta hora incierta, sobre todo para el independentismo catalán, resulta pedagógico hacer una comparación entre dos personas que, en distintas épocas, han sido presidentes de la Generalitat de Cataluña: Carles Puigdemont y Josep Tarradellas. Y es oportuno entretenerse en hacer la comparativa cuando, precisamente, el responsable insurrecto del Govern, Puigdemont, acaba de huir a Bruselas, acompañado por cinco exconsejeros de su gobierno, temiendo las acciones de la Justicia, ante la que ha sido acusado por el fiscal general del Estado de rebelión, sedición y malversación de fondos públicos. Al parecer, pretende que se le considere como refugiado político para que aquel país le conceda el derecho de asilo. Alberga también la intención, según ha expresado el diputado independentista Lluis llach, de organizar un gobierno catalán en el exilio, emulando a su antecesor, el molt honorable Tarradellas, que fue presidente de la Generalitat de Cataluña en el exilio desde 1954 hasta 1977. Pero las diferencias entre ambos son notables.

1) Josep Tarradellas se exilió en 1939 tras el triunfo del general Franco en la Guerra Civil y la consiguiente depuración (vía juicios sumarísimos y fusilamientos) de cuantos eran considerados enemigos de la “cruzada” franquista: comunistas, republicanos, demócratas en general e ilustrados o progresistas en particular.

Carles Puigdemont huye a Bélgica tras su destitución y la de los miembros de su gobierno por los delitos cometidos contra la Constitución y el Estatuto de Cataluña, desobedeciendo la legalidad vigente y haciendo caso omiso de las sentencias del Tribunal Constitucional, sin respetar el marco legal de un Estado de Derecho, en su afán por declarar unilateralmente la independencia de Cataluña.

2) En tiempos de Tarradellas, la dictadura implantada por el general Franco abolió definitivamente la Generalitat en 1939.

En los de Puigdemont, el Gobierno español no anula la Generalitat, sino que continúa vigente como institución para el autogobierno, aunque sus consejerías pasan a estar dirigidas provisionalmente por los responsables ministeriales de Madrid, hasta que se celebren elecciones autonómicas, ya convocadas para diciembre próximo, de las que deberá surgir un nuevo gobierno, respetuoso con la legalidad de un Estado de Derecho, Social y Democrático.

Carles Puigdemont
3) Entre 1939 y 1941, Tarradellas fue detenido varias veces por la Gestapo y estuvo preso en Aix-en-Provence y en campos de concentración nazis, librándose de ser extraditado a España, desde donde lo reclamaban, si no fuera por la oposición de otras naciones, como la legación de México, que exigieron su liberación.

Puigdemont, en cambio, se aloja en confortables hoteles en su autoexilio de Bruselas, a la espera de que se le reconozca la condición de refugiado político y se le conceda asilo.

4) Tarradellas asume, en 1954, la presidencia de la Generalitat para mantener intacta la dignidad de la institución, pero renuncia a formar gobierno en el exilio.

Puigdemont pretende, según declaraciones de un diputado de su formación, formar un gobierno en el exilio de Bruselas para no reconocer su destitución ni la legalidad de la medida.

5) Tarradellas fue uno de los fundadores, junto a Francesc Macià –primer presidente de la Generalitat- y Companys, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), en la que durante 21 años ocupó el cargo de secretario general. Antes de ser nombrado presidente, había sido diputado y consejero.

Puigdemont fue militante de Convergéncia Democrática de Catalunya (CDC) y posteriormente diputado por Convergéncia i Unió (CiU) por Gerona, ciudad en la que llegó a ser alcalde tras sustituir a la alcaldesa Anna Pagans, en 2011, interrumpiendo más de 32 años de gobiernos municipales socialistas en la localidad. Fue elegido presidente de la Generalitat a causa del veto que la CUP impuso a la continuidad de Artur Mas como presidente.

Josep Tarradellas
6) Tras la restauración de la democracia, el Gobierno de Adolfo Suárez reconoce la legitimidad de Tarradellas y lo nombra presidente del gobierno preautonómico de Cataluña, adonde volvió para proferir una frase que ha pasado a la historia: “¡Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!”.

De Puigdemont no se sabe si regresará en cualquier momento a España ni si se presentará a las elecciones anunciadas para diciembre próximo. Tampoco se le conoce ninguna frase digna de ser recordada ni por los catalanes, ni por los españoles, ni por la historia.

7) El propósito de Tarradellas no era la independencia, sino el de una “Cataluña (…) que propulse el progreso (…) del Estado español”.

La única idea de Puigdemont es la de proclamar la independencia de Cataluña, aún de manera unilateral y despreciando la legalidad del Estado del que era representante en la Comunidad. Para “legitimizar” tal propósito con un apaño pseudodemocrático, organizó un referéndum fraudulento e ilegal que ninguna instancia, nacional o internacional, consideró válido.

8) Tarradellas no se fiaba de los representantes de “un catalanismo de senyera y sotana”, sentía aversión por los turbios manejos de la Banca Catalana de Jordi Pujol y desconfiaba de las “incomprensibles” actividades de Omniun Cultural, como de otras  entidades no electas como la ANC, enfocadas, a su juicio, a crear estados pasionales entre los catalanes.

Puigdemont, en cambio, no tuvo reparos en formar gobierno con el sostén de los antisistemas de la CUP y los apoyos de Omniun y la ANC, cuya presidenta, Carme Forcadell, consiguió ser presidenta del Parlament y mano derecha de Puigdemont a la hora de tramitar leyes que no eran respetuosas con la normativa parlamentaria ni la legalidad del Estado.

9) Tarradellas, por su entereza moral y política, es un ejemplo de sensatez, pragmatismo, sentido de unidad civil y lealtad institucional, que es recordado y admirado por haber defendido la dignidad de las instituciones catalanas y haber restaurado el gobierno de la Generalitat de Cataluña.

Puigdemont es modelo de político oportunista, cuya mediocridad le impedía estar a la altura del momento histórico que le tocó vivir y del que no ha sabido asumir sus responsabilidades. Su recuerdo quedará asociado al ridículo de su comportamiento, más que el de su cabellera.

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