Entre todos lo estamos convocando y él sólo se está acomodando entre nosotros. No es un monstruo de película, sino una pesadilla cada vez más extendida en la realidad de este país tan insensato como ingenuo. Es el monstruo de la pobreza y las desigualdades, de la precariedad y el desempleo, de la formación para las élites y mano de obra barata y cualificada para el abuso y la explotación, el
monstruo, en suma, de la injusticia que consentimos a cambio de migajas y
caridad. Ese monstruo que viene ya está entre nosotros y nos devora cada día,
comiéndose nuestros ideales, proyectos, ilusiones y convicciones. Pero apenas
luchamos contra él, no nos defendemos, no nos unimos para vencerlo y derrotarlo,
para expulsarlo de entre nosotros. Lo dejamos actuar como si fuera un mal
inevitable, una catástrofe natural y no un producto de nosotros mismos, de
nuestro egoísmo y avaricia, de nuestra ceguera colectiva, de decisiones tomadas
para favorecer a unos pocos y perjudicar a la mayoría, de hacer distingos
sociales según niveles de renta, de separarnos en función de creencias, sexo y
color de piel, de olvidar que todos somos seres humanos y pertenecemos a una
única naturaleza común. Así alimentamos el monstruo que viene para acabar con
nosotros. Un monstruo nacido de lo peor de nosotros mismos. Seguimos
empeñados en llamarlo, en desearlo, en instalarlo entre nosotros, en nuestro
país, nuestras ciudades y nuestros hogares. Así es el monstruo que viene. Que
ya está aquí. ¿No lo ves?
No hay comentarios:
Publicar un comentario