viernes, 21 de diciembre de 2012

Los espejos de Gregorio

Leí a alguien confesar que la mayoría de las críticas literarias es, en realidad, un ajuste de cuentas. No es el caso de esta entrada, pues se trata de la reseña de la obra de un amigo mío. Un amigo de facultad, donde coincidimos procedentes de profesiones alimentarias, no vocacionales como las que nos hizo encontrar en aquellas aulas. Enseguida compartimos apuntes, opiniones y ambiciones que aspiraban a algo más que a conseguir un título académico: buscaban dar satisfacción a un empeño personal que no pudo ser en su momento, ser periodistas. Y Gregorio Verdugo lo era desde antes de acabar la carrera, por actitud y aptitud. Si algún día viviera de ello –cosa difícil por cómo cotiza una profesión que engrosa las estadísticas del paro-, sería una figura encumbrada en la profesión y, lo que es mejor, admirada. Porque Gregorio es un periodista de calle, no de despachos, de los que gustan zambullirse en los hechos para conocer al actor humano que los protagoniza o los sufre. Más que redactar noticias, prefiere ahondarlas, investigarlas hasta construir unos reportajes enjundiosos en los que destaca su pluma notarial, para lo preciso, y sensible para lo humano, buscando siempre desvelar todas las caras que presentan: causas, contextos y consecuencias. Quiere contar cosas que siempre afectan a las personas. Siempre.

Una persona con semejante sensibilidad era seguro que guardaba una historia en los cajones de su mesa. Ya se presentía en los relatos y cuentos que también ha cultivado y con los que ha conseguido algunos premios. Así que era cuestión de esperar para ver su nombre en la portada de una novela. Y no ha tardado. Por eso nos ha alegrado recibir su invitación para el acto de presentación de su primera novela, La danza de los espejos enfrentados, en el Palacio de los Marqueses de la Algaba, recinto histórico de la Sevilla intramuros del siglo XVI. Allí nos reunimos los que seguimos el rastro de Gregorio Verdugo Gómez-Serna a través de diversas pistas, pero siempre derivadas de su vocación literaria y periodística. Queríamos acompañarle en el bautismo de su primera obra de envergadura, a la que, de buen seguro, seguirán otras muchas. De ahí que esto no podía ser una crítica ni tenía la intención, sino la oportunidad de volver a encontrarnos con un camarada al que deseamos toda clase de venturas y éxitos en su consolidada y definitiva condición de escritor. Se lo ha trabajado a pulso, sin carecer de talla y valía.

Todavía no he leído la obra -extensa y con un pequeño defecto de edición: un letra minúscula-, pero ya está en el anaquel de mi biblioteca aguardando turno. Ello no me impide recomendarla a cuantos les apasionan los laberintos intrigantes en los que la vida y el amor se suelen extraviar, sin abandonar siquiera el lugar en que confluyen o entrecruzan, y ambientadas en un espacio-tiempo real y conocido, para el que se recomienda incluso un “ecosistema musical” compuesto por baladas de Dire Straits, Pink Floyd, Triana, John Lennon y otros que nos hacen rememorar la época.

Pero, si hubiera que añadir motivos adicionales para adquirir esta novela, se podría destacar también, para los tiempos que corren, la aventura de una emprendedora iniciativa editorial, Bitiji, cuyo sello “El toreador de pájaros” se dedica a publicar autores emergentes y noveles que, sin embargo, reúnen un gran potencial gracias a su calidad y originalidad. Además, siguen empeñados en no arrinconar el soporte papel cuando la tendencia predominante es la contraria.

Todo lo expuesto me mueve a recomendar vivamente esta novela de mi amigo Gregorio y no hacer una crítica al uso. Sería imposible y una insensatez.

1 comentario:

Gregorio Verdugo dijo...

Dani, sólo tú podías escribir algo asi. Un abrazo, compañero.