A veces no puede evitar uno cierto romanticismo de la época juvenil, de cuando escuchábamos música en esas máquinas grandes como lavadoras que había en los bares y escogíamos una melodía para que llegara a los ojos esquivos de la chica. Éramos horteras y bailábamos al ritmo del sonido de California, pero aquello nos estremecía el alma abortargada y reprimida. Nos hacía soñar en que alguna vez susurraríamos: "tú eres la primera, lo último, lo único, la respuesta a todos mis sueños...".
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