viernes, 23 de abril de 2010

Internet en las aulas, pero...

Ya es habitual en cualquier clase ver a los alumnos tomando notas directamente con el portátil. El ordenador y su herramienta más preciada, internet, se han extendido como útiles de enseñanza en nuestras universidades, del mismo modo que en mis tiempos eran el cuaderno y el bolígrafo. En aquellos años nos poníamos a hablar entre compañeros, ahora se chatea mientras el profesor imparte la lección. El móvil ya se ha quedado anticuado frente a las plataformas sociales, asequibles incluso a través de un ipod. No se puede dudar de que las nuevas tecnologías se han asentado entre nuestras rutinas, desplazando viejos hábitos. El avance ha sido positivo en muchos casos. En otros…

Esos mismos jóvenes, que tan hábilmente manejan la informática, apenas sacan tiempo para leer. Leer en papel, me refiero. Parecen alérgicos a los papeles. Y llama la curiosidad que alumnos de una facultad de periodismo no tengan costumbre de comprar la prensa. Se supone que es lo que les gusta y el objetivo al que dirigen sus pasos. Suelen argüir que siguen los titulares por internet, pero siempre con la ligereza (iba a decir con la superficialidad) con que lo hacen todo. No se detienen en una lectura pausada y reflexiva, con el detenimiento que conlleva la impresa sobre papel, con tiempo -y espacio- para la interpretación y el análisis. Es evidente que las facultades se adaptan a las exigencias del mercado y tal vez sea lo que demanden en la actualidad las empresas de comunicación, donde prima la rentabilidad a la calidad, la difusión al prestigio. Por eso estoy seguro que, de entre ellos, surgirán buenos periodistas, pero observándolos durante su formación le queda a uno el resquemor de si conseguirán la preparación adecuada para enfrentarse al mundo, comprenderlo y, después, explicárnoslo.

Desde luego, no tendrán problemas con las nuevas tecnologías, pero… Ese pero quizá sea fruto de la diferencia generacional. Sin duda.

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