sábado, 3 de abril de 2010

Elogio de lo público

Acabo de leer un artículo de Muñoz Molina* en el que elogia a la socialdemocracia. Es un brindis al sol en unos tiempos en los que, a pesar de la mayor crisis económica que estamos soportando de la historia, nadie reniega del sistema capitalista de marcado acento liberal ni le exige cuentas por los daños ocasionados. Antes al contrario, los mismos que, con sus actuaciones de una ambición sin límites, han provocado el derrumbe financiero en el mundo, son los que acuden al Estado para que sufrague las consecuencias. Esa ideología económica que pregona el liberalismo puro para desenvolverse sin cortapisas necesita de la contribución común de un Estado regulador que lo libre de sus abusos… para volver a seguir cometiéndolos.

Muñoz Molina hace referencia a Tony Judt, autor que defiende los “espacios públicos, los servicios públicos, las causas comunes” aunque seguramente no volverá a disfrutar de ellos a causa de una enfermedad que le lleva a la parálisis del cuerpo. En el libro que ha escrito esta persona, que conserva intacta su capacidad intelectual, Ill Fares the Land, se afirma: “En muchos aspectos, el consenso socialdemócrata significa el progreso más grande que se ha visto nunca en la Historia. Nunca antes tuvo tanta gente tantas oportunidades en la vida”.

Es posible que en el reinado de la debilidad absoluta, aquella que impregna al pensamiento, las religiones y las ideologías, estas cuestiones se consideren trasnochadas. Sin embargo, siguen constituyendo los modelos sobre los que construimos nuestra convivencia en común. Ninguna sociedad se establece sin un cemento (ideológico) que aglutine a sus componentes. Unas se decantan por permitir que el individuo acceda a lo que libremente pueda alcanzar. Otras, por ayudar a quienes sufren desigualdades que les impiden acceder a esas oportunidades. Ninguna es perfecta y en ambas existen “aprovechados” que explotan sus imperfecciones. Pero cuando las trasladamos a lo práctico, como es la educación, la salud, los servicios públicos, las carreteras o los ferrocarriles –como pone de ejemplo Muñoz Molina en su artículo-, cuesta trabajo no asumir como más beneficioso para todos el sistema socialdemócrata y su Estado del Bienestar. Tendrá faltas, pero intenta guiarse por una “gramática común de la emancipación” que corregirá sus errores.

* Antonio Muñoz Molina, "Un elogio de la socialdemocracia", suplemento Babelia 958, El País, 2/3/10

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