Stephen Hawking, una mente brillante enjaulada en un cuerpo impedido por una enfermedad neurodegenerativa, sostiene que no hubo necesidad de Dios para la creación del Universo, ya que el Big Bang, la explosión inicial del que surgió, fue “una consecuencia inevitable” de las leyes físicas. Para el astrofísico británico, estas leyes excluyen la posibilidad de que Dios crease el Universo, ya que “la creación espontánea, de la nada, es la razón de que exista el Universo, de que nosotros existamos”, como resultado inevitable de las leyes físicas. “Porque existe la gravedad, el Cosmos puede crearse a sí mismo” viene a sostener en un libro que, en colaboración con el físico norteamericano Leonard Mlodinow, publicará en breve bajo el título The Grand Desing.
En el libro expone que le parece probable que, al igual que otros planetas, existan también otros universos que podrían albergar vida. En tal caso, si la intención de Dios fue la de crear al hombre, esos otros universos no tendrían sentido. Por tanto, la creación del Universo no es obra de Dios, sino de las leyes que gobiernan la realidad y demuestran el surgimiento del Universo y su expansión a partir de aquella explosión inicial conocida como Big Bang. También explica que la Ciencia está próxima a elaborar una teoría del todo, marco donde podrían aunarse las dos grandes teorías de la física contemporánea: la Relatividad General, de Einstein, y la Mecánica Cuántica, ambas limitadas o parciales para ofrecer una explicación total.
Las reacciones a estas manifestaciones no se hicieron esperar. El arzobispo de Canterbury, Rowan Wiliiams, y otros líderes religiosos, arremetieron contra el científico. “La física por sí sola no resolverá la cuestión de por qué existe algo en lugar de nada”, afirman los religiosos. Y añaden que “creer en Dios es creer que hay un agente inteligente y vivo de cuya actividad depende todo lo que existe”. Para el rabino Jonathan Sacks, “la ciencia trata de explicar y la religión de interpretar. Son dos empresas intelectuales distintas”.
Precisamente, entre esas dos corrientes de pensamiento se mueve la inquietud del hombre por conocer la realidad y a sí mismo. Parece evidente que la Ciencia no demuestra la existencia de Dios, pero acota espacios donde creía encontrarse rastros de su mano conductora. El problema que las enfrenta surge a la hora de hallar sentido a la existencia y a toda la realidad, cuestión que brota en el ser humano en cuanto ente inteligente y con consciencia propia. Esa referencia al Absoluto que resuelve la orfandad de hallarnos en un Universo al que le somos indiferentes, es lo que alienta el razonamiento religioso. Sin embargo, la actitud honesta del pensador científico, que no duda a enfrentarse a las creencias, por muy arraigadas que estén, demuestra que la Ciencia avanza en su búsqueda del conocimiento racional de la realidad. O como refleja el propio Hawkings: “Hay una diferencia fundamental entre la religión, que se sustenta en la autoridad, y la ciencia, que se basa en la observación y la razón. Esta última ganará, porque funciona”. Seguro que, para los seguidores de una y otra forma de comprensión del mundo, la controversia continuará alimentando reacciones. Es lo fascinante de pensar.
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