lunes, 6 de septiembre de 2010
¿Dónde está Dios?
Hawking no encuentra a Dios en el Universo, cuya existencia parece demostrarse mejor con la lógica de la ley de la gravedad que por fenómenos sobrenaturales. Tampoco está en las Iglesias, enfrascadas unas y otras en influir en la administración material del mundo y no en la felicidad espiritual de los que sufren. Ni siquiera su criatura predilecta, la que refleja su imagen y semejanza, obedece con su conducta, llena de egoismos y guerras, a una inspiración divina supuestamente bondadosa y bienintencionada. Dios no aparece más que en la imaginación de los hombres que están huérfanos de un sentido que caracterice a todo lo existente. Fruto de la inteligencia que alcanza consciencia de su individualidad, cuesta asumir en respuesta a razonamientos filosóficos que la vida es puro azar, sin más sentido que el derivado de su evolución en función de las probabilidades físicas del entorno donde surge en los confines de un Universo indiferente. Tal orfandad es suplida por una trascendencia religiosa que propugna la existencia de un ser celestial todopoderoso y eterno, a cuyos seguidores repugna la teoría del Big Bang pero creen probable a Dios. Es como si fuera doloroso aceptar la explicación racional de un Universo que se crea a sí mismo como consecuencia de las propias leyes físicas que lo rigen, tal como Stephen Hawking sostiene, en contraposición al convencimiento indemostrable de un diseño creador que controla y dirige lo existente. Y aunque es cierto que todo el mundo puede creer lo que quiera, si así siente consuelo, la verdad es que por el momento Dios no da señales de “vida” más que en la mente de los creyentes.
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