viernes, 17 de septiembre de 2010

Fotograma, 23

Si Miriam era su reina, su reino estaba en el interior del niño, allí donde se fraguan todas las esperanzas que luego la vida se encarga de traicionar. Es el reino de un niño absorto por todo cuanto le rodea, abstraído en la soledad multitudinaria de quien observa los alrededores con los ojos inquietos de curiosidad y sorpresa. Un reino mucho más fecundo y moldeable que el complicado mundo exterior, donde los familiares y los acontecimientos imponen su peso y voluntad. Era su refugio frente a los obstáculos y dificultades que le impedían cumplir sus deseos, donde podía compartir un trono con la reina de su corazón. Así era el niño, un muchacho con una vida interior intensa de la que se nutren los recuerdos que ahora extrae de su memoria. El reino de las emociones y los sentimientos. Por eso olvida imágenes y rostros, pero recupera casi instantáneamente impresiones y sensaciones de momentos y situaciones concretos. Como la atracción por Miriam aunque no se acuerde de su cara. O la bicicleta.

Siempre estuvo deseando tener una bicicleta. Salvo el color, apenas podría describir detalles de la misma. Sin embargo, aún siente el desasosiego de la noche de Reyes cuando se la regalaron. Fue una noche eterna en que las horas se negaban a avanzar. Días antes algún amigo le había confesado haber visto cómo introducían una bicicleta en su casa. Y que era roja, como él quería. Rastreó todas las habitaciones sin encontrarla, ni siquiera en la tienda de al lado, donde su madre solía ir por las tardes a hablar con la dependienta. Todo ello contribuyó a que la desconfianza se apoderara de él y no le dejara dormir aquella noche. Los coquís del callejón fueron testigos de las vueltas y desvelos con los que se mantenía sudoroso en la cama, desesperado por unas horas pesadas y quietas. Cuando al fin abrió los ojos aún no había amanecido, pero saltó de la cama como un resorte. Corrió a oscuras hasta el salón y allí estaba su bicicleta. No recuerda qué pasó con ella, pero rememora vívidamente la noche de Reyes en que se la regalaron. Y su color, el mismo de los coches que de adulto ha comprado.

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