viernes, 26 de marzo de 2010

Oda al ignorante

No me gusta entrar al trapo: es mi manera de ser. Soy reflexivo, lento e inseguro. Carezco de agilidad verbal y mental para las discusiones, y las evito. Excepto ayer. No pude reprimir, en un periodico digital de un compañero, responder con humor a un comentario zafio de un anónimo acerca de los poetas y su, según su opinión, inútil sensiblería, propia de mujeres de un salón de té. Quise intervenir en la refriega sin valorar que no compartir códigos ni campos de experiencia hacen ininteligible el mensaje. Recibí un rebuzno. Era algo esperable, pero despertó mi vena humorística para cerrar la discusión precisamente con unos versos dedicados a la osadía del ignorante. Le pido perdón.

Entre una flor y un eructo,
el Anónimo prefiere la pestilencia,
no vaya a ser que en el bar
lo traten como a una nena.

Se piensa más macho que nadie,
mejor que las hembras,
porque desprecia lo que ignora
como si fuera de Atapuerca.

Más gordos un burro los tiene
sin dejar de ser bestia,
ya que no es cuestión de pelotas,
sino de un poco de mollera.

2 comentarios:

Juan Pablo Bellido dijo...

Es magnífico. De perdón, nada.
Aunque sospecho que el ignorante, en realidad, es un provocador y que, probablemente, lea poesía.

Daniel Guerrero Bonet dijo...

Así lo creo yo también, de ahí la "coplilla".