sábado, 6 de marzo de 2010

Ajusticiando a la justicia

Hasta no hace muchos años, la justicia en España estaba al servicio del régimen surgido de una guerra civil. Con sus leyes perseguía a las libertades para apuntalar una dictadura férrea que no dudaba en fusilar a cuántos discutieran, con hechos o con las ideas, su autoridad y cuestionaran su legitimidad. La democracia, partiendo de una reforma que no tuvo el valor de la ruptura, ha pretendido modificar las instituciones y los comportamientos sociales de aquel régimen. Muchas cosas se han modernizado hacia hábitos democráticos. Empero, existen nostálgicos del franquismo instalados en todos los estamentos del Estado que añoran aquel "ordeno y mando" que bajo pena de cárcel, exilio o muerte fomentaba serviles adhesiones inquebrantables. Incluso hay partidos políticos en la actualidad que son herederos directos de aquella ideología autoritaria, mal avenidos a la crítica, la trasparencia y el control democráticos.

La judicatura no iba a ser una excepción. Los intentos por apartar al juez Garzón de la instrucción de un sumario que afecta al principal partido de la oposición es prueba de ello. De acuerdo que es un juez que genera tantos admiradores como detractores, pero el afán por desprestigiarle, encontrar errores en sus resoluciones y presentarlo como un juez parcial no van en la dirección de perfeccionar la justicia, sino de controlarla en función de intereses partidistas,  ideológicos o espúreos. Un juez que desde la Audiencia Nacional se ha destacado por perseguir el narcotráfico, a ETA y su entorno de filiales del terrorismo callejero y financiero, a dictadores como Pinochet, a tramas de corrupción de signo diverso, no puede, al parecer, abordar presuntos delitos si su esclarecimiento perjudica a determinados sectores sociales y políticos, evidentemente muy poderosos pero completamente turbios. Una persona acostumbrada a la cautela y a las presiones del cargo, ve necesario denunciar la "cruel campaña" que sufre desde esos sectores para expulsarle de la carrera judicial y del acoso a que se ve sometido por personalidades y medios afines políticamente a los encausados por el caso Gürtel.
Si eso era bochornoso en épocas pasadas, ahora causa vergüenza, porque antes se ajusticiaba a la libertad. Ahora, además, se pretende ajusticiar a la justicia.

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