Aunque uno no quiera, el espíritu vuela en estas fechas tan dadas a divagaciones y balances vitales. Las promesas nunca se cumplen y los cambios jamás se producen, pero nos disponemos a intentarlo mil y una veces. En esos momentos de gozosa soledad, en la que procuramos engañarnos a nosotros mismos, al menos nos alejamos del bullicio y de la parafernalia para recrearnos en la esperanza del porvenir.
A todos los que sueñan y recorren invisibles estas páginas, les dejo los acordes al piano que siempre me han acompañado cuando acaricio la felicidad: escúchenlo. Gracias y feliz 2011.
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