El periodismo se halla sumido en una profunda crisis que, para ser honestos, afecta a todos los sectores, menos al político. Pero al contrario que los bancos, no gozará de generosas ayudas estatales para evitar la decapitación de algunas cabeceras, por muchas fusiones y cambios de accionariado que se produzcan. Es algo que está pasando y lo estamos viendo. No obstante, la profesión siempre ha tenido épocas de relativo auge, en especial para sus grandes figuras y los medios más prestigiosos, que se alternan con otras de profundo desarraigo en la consideración social. Que de ello tuvieran mucho que ver los propios periodistas, es algo innegable. Siempre han convivido mediocres entre los buenos profesionales en cualquier actividad. Lo preocupante es la proporción de unos con respecto a los otros a la hora de medir el estado de salud de una profesión. Abundan los primeros en períodos de relativa bonanza y permanecen los segundos cuando se tuercen las expectativas y surgen los conflictos, como a los que estamos asistiendo en la actualidad.
Pero es que, además, el periodismo ha pecado de una excesiva sumisión frente al poder, ya sea político o económico. Las denuncias que ha aireado se dirigen contra el que abusa del sistema, contra la corrupción más burda y descarada, pero no contra el propio sistema que la posibilita y en el que se hallan confortablemente instalados los medios de comunicación, empresas que pertenecen a conglomerados transnacionales que hacen prevalecer sus intereses económicos a los periodísticos. Si a ello añadimos lo que Fernando González Urbaneja asegura: “Lo peor de la crisis es la ausencia de liderazgo, de ideas y de credibilidad de editores y directores, que sólo ven un horizonte estrecho y sin oportunidades”, a lo que añade: “Y crece la burocracia tecnológica que, con la excusa de las novedades, hace caso omiso de la naturaleza y los elementos del periodismo profesional”, hemos de concluir que el periodismo, como el teatro, se ha instalado en una crisis perpetua.
Es posible que ésta sea una condición de la posmodernidad, que no ha sabido acoger a aquellos idealizados reporteros y editores que, a principios del siglo pasado, tuvieron como principal bagaje tecnológico la máquina de escribir. Precisamente de ello se lamenta el editor Alejandro Katz en un artículo sobre el tránsito de lo analógico a lo digital y su significado en profesión editorial publicado en Claves de la Razón Práctica. Falta motivación y de visionarios que miren más allá de los nubarrones que se ciernen hoy día sobre el periodismo. Pero sobretodo falta de esa vocación que le hacía expresar a Camús que “vale la pena luchar por una profesión como ésta”.
Son muchas las zozobras sobre las que se bate el periodismo. Sin embargo, si algo caracteriza a esta profesión es el navegar preferentemente en aguas peligrosas. No se entiende un periodismo de aguas calmas, donde ningún peligro acecha. Pero hay dos amenazas que son inmanentes a la profesión: la de su acomodo a los encantos de lo establecido y la que lo convierte en diana de quienes no toleran su existencia.
La primera es una amenaza interna difícil de vencer desde la precariedad laboral y la remuneración que no reconoce la cualificación de sus profesionales, a los que considera mano de obra barata que se contrata a destajo. Y la segunda, una amenaza externa que hasta la fecha, según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), ha ocasionado el encarcelamiento de 145 periodistas en 2010 y, lo que es inaceptable desde cualquier punto de vista, la muerte de más de 50 periodistas a causa de su trabajo y en cumplimiento de su deber, según el Instituto Internacional de Prensa, “por conflictos, militantes, matones, gobiernos, narcotraficantes, políticos corruptos y agentes de seguridad inescrupulosas”, en palabras de la directora interina del mismo, Alison Bethel McKenzie.
Es indudable que el periodismo es una profesión de riesgo, pero no debería serlo más que cualquier otra profesión que se expone a accidentes y circunstancias involuntarias e inevitables. Pero a diferencia de esas otras profesiones, el periodismo es imprescindible, en opinión de Juan Cruz, para articular una democracia avanzada en nuestras sociedades. Su existencia no es una exigencia corporativista, sino una obligación social que garantiza la libertad de los ciudadanos y el control del poder a través de una opinión pública fundamentada. Una función tal elevada como el riesgo que la asiste.
Fernando González Urbaneja, citado en Juan Varela en el blog Periodistas21.
Alejandro Katz, entrevista en Claves para la Razón Práctica, nº 207. Madrid, 2010.
Frase de Camús citada por Jean Daniel en entrevista con Juan Cruz Ruiz en “¿Periodismo? Vale la pena vivir para este oficio”, Ed. Debolsillo, Barcelona, 2010.
Juan Cruz, obra citada.
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