Y es que hay hartazgo en la mujer por las injusticias y las
discriminaciones que todavía tienen que aguantar por el mero hecho de ser
mujer. Por eso, este año el lema que preside el Día de la Mujer es: “Ahora es el
momento” de transformar la vida de las mujeres. Porque es ahora cuando esa
sensibilidad es mayor en el conjunto de la sociedad y más presión se puede
ejercer para promover cambios reales, no sólo formales, a favor de la igualdad efectiva
de la mujer en todos los ámbitos, desde el laboral al doméstico. Causa bochorno
admitir que la mujer tenga todavía que reclamar su papel en la sociedad, sin verse
condicionada por estereotipos y prejuicios que apuntalan una estructura
masculina del poder. Y que deba exigir su derecho, incluso apelando a la huelga,
a la igualdad real entre hombres y mujeres, reconocido en la Constitución , pero
que constantemente se pisotea con esas brechas salariales, los techos de
cristal, los obstáculos para la maternidad y la crianza, esos guetos laborales
todavía vetados a su presencia, los hábitos culturales, sociales y hasta
religiosos que consagran su subordinación al hombre, y las mil y una ofensas explícitas
o implícitas que cotidianamente atentan contra su dignidad personal e igualdad legal.
Discriminaciones que atentan y limitan su libertad.
Existen motivos sobrados, por tanto, para que el Día de la Mujer concite este año una
movilización especial: la convocatoria de una huelga femenina. Se trata de
demostrar, para los obtusos que aun se niegan admitirlo, que sin las mujeres el
mundo se detendría, no funcionaría. Con una huelga de mujeres en el ámbito
laboral, en el de los cuidados, en el estudiantil y en el del consumo, se
paralizaría el planeta y dejaría de manifiesto la importancia de esa mitad de
la población de sexo femenino a la que se tiende a menospreciar e infravalorar,
cuando no humillar y asesinar. Con la ausencia de la mujer en el trabajo, negándose
a consumir por un día los productos fabricados exclusivamente para ella (como
los de higiene femenina, cosméticos, etc.) gravados con una tasa extra que los
encarece, no yendo a clases ni como profesoras ni como alumnas y no cuidando a
familiares y otras personas, el mundo se percataría de la necesidad imprescindible
de la mujer en la actividad humana y en el desarrollo y bienestar social.
A pesar de todo lo conseguido en la lucha por la igualdad de la mujer, queda por erradicar la persistencia de las barreras que aun impiden su total liberación de la opresión de género y de los condicionantes de una sociedad patriarcal y machista que la condena a la subordinación al hombre y a la servidumbre en su relación con él. Todavía hay muchos Weinstein que se creen con derecho a “usar” a las mujeres como objetos para satisfacer sus más bestiales instintos, exigiéndoles un peaje de humillación carnal si quieren prosperar en sus carreras y profesiones. Existen Weinstein emboscados en las oficinas, los supermercados, las instituciones públicas o privadas, en las fábricas, las iglesias, en el ámbito doméstico y en todos los sectores de la sociedad que se resisten a considerar a la mujer un ser con plenos derechos y en pie de igualdad con el hombre. Contra ellos y esa mentalidad anacrónica es contra lo que luchan hoy y cada día las mujeres, con el apoyo de más del 80 por ciento de los españoles que consideran que existen motivos suficientes para una huelga. Y hoy, día 8 de marzo, Día Internacional de
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