En febrero loco, ningún día se parece a otro, pero su luz diáfana enamora.
El Sol sale hoy como todos los días e ilumina esta parcela del mundo donde habito para que mis ojos descubran la luz de una mañana que nada celebra más que tu existencia. Hoy, como ayer y como mañana, es un día cualquiera que no será recordado por nadie que sólo festeje los hitos señalados para la multitud, pero hará erizar la piel de emoción a quien se conmueve con los pálpitos incontrolados que el azar brinda a los que no rehúyen su sino. Este día, por ser hoy, merecería figurar en rojo en los calendarios que, junto al paso del tiempo, compilan los derroteros sentimentales de lo insignificante, lo que se destruye o se aplasta bajo el peso de lo convencional, como le sucede a tantísimos invisibles en las páginas de historia. En las hojas de ese almanaque particular vendría el día de hoy como si fuera Año Nuevo, la natividad de un milagro que da sentido a los dolores y la soledad para que se conviertan en puro amor. Por eso brilla el Sol igual que siempre, pero con la diferencia que le dan los latidos de tu pecho y el calor que irradias. Ello hace especial a un día como hoy: está destinado para que lo celebres. Me uno a tu júbilo y brindo contigo. Felicidades.
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