domingo, 16 de mayo de 2010

Soy neandertal

Lo que podría parecer un insulto resulta ser, en realidad, un dato cierto. Los seres humanos conservamos entre el 1% y el 4% del ADN de aquellos antepasados a quienes considerábamos una subespecie humana distinta del homo sapiens de la que procedemos. Es lo que afirma un equipo de investigadores dirigido por el experto en ADN fósil Svante Pääbo en un estudio publicado recientemente en la revista Science. Parece ser que, en contra a lo que se mantenía hasta ahora, el homo sapiens y el neandertal se aparearon en algún momento durante la evolución de ambas especies humanas, hace más de 28.000 años.

A muchos les parecerá un porcentaje ridículo que en nada modifica nuestra condición de seres superiores. Sin embargo, si tenemos en consideración que nuestra similitud genética con los parientes más cercanos en la escala animal, como el chimpancé y otros grandes simios, es casi del 99 %, podríamos concluir que aquellos homínidos de frente pequeña y cortas piernas, que gustaban del los rituales mortuorios y los abalorios, y que habitaron la Tierra hace 230.000 años hasta que seguramente los eliminamos, nos dejaron una herencia mucho más sólida de lo que pensábamos. Según palabras del profesor Pääbo: “Los neandertales no se han extinguido totalmente, en algunos de nosotros permanece una pequeña parte de ellos”.

La condición humana proviene en realidad de una pequeña diferencia genética que marca el límite entre el hombre y el animal. Compartimos la mayor parte del mapa genético con las demás especies animales en distinta proporción. Y aunque nuestra similitud con el ratón, por ejemplo, sea de más del 80 %, o del 99 % con los grandes monos, ese escaso porcentaje de diferencia representa un salto cualitativo de enorme trascendencia: nos dota de inteligencia y nos faculta para disponer de lenguaje.

Es posible que no hubiéramos alcanzado tal nivel de desarrollo sin los mestizajes que el ser humano ha tenido a lo largo de su evolución. Por eso, conocer ahora que aquellos “trogloditas” con los que creíamos no tener nada en común forman parte de nuestra esencia, nos lleva a reconsiderar nuestra posición. Ser neandertal es como ser pelirrojo, por ejemplo: un detalle de nuestra constitución humana, con más carga genética que la que sirve de base para la inteligencia. Que prevalezca esta última es cuestión de estímulo constante y del conocimiento del lugar que ocupamos en la Naturaleza. Pura suerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo tengo que leer. P