sábado, 15 de mayo de 2010

Fotograma, 6

Los recuerdos brotan como burbujas: aparecen cual láminas translúcidas de retazos del pasado antes de estallar en la oscuridad de lo olvidado. Dejan una sensación extraña, casi húmeda, en quien las sueña temeroso de su fragilidad. Aunque indagues como un ciego en la negrura de lo insondable, las pompas surgen a su albedrío sin que la voluntad pueda determinar ni su generación ni su consistencia. Flotan espontáneamente en la mente del niño que ansía atraparlas para construir con ellas las imágenes de los fotogramas de su vida. Algunas son muy vivas, pero otras provocan el dolor de lo confuso, de lo presentido, al despertar con sus reflejos una inquietud de remota cercanía, de aquello que no se recuerda pero se siente tan próximo, tan verdadero.

Así es como el niño recuerda a sus padres: flotan como burbujas en la ensoñación de aquellos años. Son perfiles difuminados entre las vívidas imágenes del paisaje, de las cosas, como si el niño retuviese mejor lo exterior desconocido que el interior conocido de quienes lo criaron sin desmayo. Cual espectros, son una presencia constante pero invisible, que se materializaría más tarde, confundiéndose con momentos recientes y distantes. Los siente siempre alrededor de él, pero no oye sus voces ni logra vislumbrar sus rostros, emborronados como bocetos. Los descubre por actos concretos que se empeñan en permanecer incólumes: echar leche en la taza de cereales, preparar el café hervido, pasar la ropa entre los rulos de una lavadora, rotular nombres en unos diplomas y otros detalles que, en su resplandor, ocultan a las personas que los ejecutan. Habitan una casa que está llena de su rastro y desprenden el calor que mantiene viva una memoria de la que se apartan. Jamás se separaron del niño que no consigue llenar con ellos unos años de la infancia en que hasta las nubes asoman al recuerdo. Sin embargo, le basta con pensarlo para que el sentimiento ilumine una relación tan feliz como ausente. Son víctimas del juego cruel de la mente, que se burla del niño en su pretensión de rescatar el pasado, de restañar las heridas de lo olvidado. Por eso bucea el niño en el abismo de la memoria, explorando las burbujas que contengan a los padres que tanto echa de menos para abrazarlos, para sujetarlos en los recuerdos que protagonizan con su vacío.

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