jueves, 6 de mayo de 2010

El vicio del periódico

Soy lector de prensa desde la adolescencia. Un día sin periódicos es, para mí, una carencia que me causa desasosiego. Estoy tan acostumbrado a empezar el día con las noticias que prefiero no desayunar a no leer. Son hábitos, lo reconozco, pero son útiles. Me sirven para plantearme más preguntas que respuestas, a pesar de todas las explicaciones que te ofrecen los diarios. Esa es, precisamente, una de las cosas que más me llama la atención en ellos: todo el mundo opina. No hay página que no contenga una columna firmada por alguien que te aclara lo sucedido, justo lo contrario de la que publica otro medio distinto. Y aunque en la diversidad se halla lo más cercano a la verdad, yo sigo sin enterarme. Cualquier interpretación me plantea mayores dudas y nuevas interrogaciones. Es algo que, a veces, consigue preocuparme porque alimenta mi inseguridad. Nunca estoy seguro de nada.

Cuando todo el mundo está absolutamente convencido de lo que declara, yo me considero incapaz de desear los buenos días a alguien no vaya a ser que lo ofenda. De la crisis económica que en cualquier tertulia de bar saben cómo combatir, yo ignoro incluso las causas que la provocan y los motivos de su expansión. Los bonos, los movimientos de la bolsa y las agencias de calificación de la deuda me agobian tanto como un rompecabezas indescifrable. Y si del tiempo y de la economía no sé nada, de la política comprendo mucho menos al fracasar en todo esfuerzo por enjuiciarla desde el sentido común. La religión la he dejado por imposible y del deporte me declaro un incompetente. Aun así, no puedo vivir sin prensa. Me perdería en mi deambular diario por la realidad sin su ayuda, a pesar de que para Rousseau sea "una obra efímera, sin mérito y sin utilidad, cuya lectura, desdeñada y despreciada por las gentes ilustradas, no sirve más que para dar a las mujeres y a los tontos vanidad sin instrucción, y cuya suerte, después de haber brillado por la mañana en su tocado, es morir por la noche en el guardarropía". Tal vez yo sea un tonto vanidoso, pero con la prensa encuentro, en medio del caos, una justificación que me lo ordena y un relato que me lo cuenta, aunque yo no lo entienda. El periódico es un vicio: una adicción que no mata, sino que te hace cuestionarlo todo. ¿Será verdad?

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