viernes, 6 de noviembre de 2009

El verbo de la carne

El lenguaje es lo que nos hace humanos. Un hombre "sin palabra" no es un hombre, apunta en algún lugar Gómez Pin*. Esta facultad hace que nos elevemos sobre nuestra animalidad hacia un estadio superior donde es posible la comprensión del mundo y su modificación, nos permite escapar de las ataduras de la naturaleza. Sin lenguaje podríamos vivir, pero desconoceríamos la poesía y la ciencia. Sirve de instrumento para el deseo de conocer, esa inagotable propensión del hombre a la curiosidad y a explicar las cosas. Posibilita aquella relación única que ha acompañado a la humanidad desde las conversaciones en torno al fuego en las cavernas hasta los cuentos susurrados junto a la almohada. Es el molde en que se forja el ser humano. El lenguaje no se subordina a la vida, aunque parta de ella (la carne se hace verbo), sino que la subvierte para transformar el instinto de conservar la vida en tendencia a conservarla impregnada de palabra (el verbo se hace carne). Nos hace conscientes como seres vivientes pero nos permite sentir que la finitud material no es lo único que cuenta, permitiéndonos trascenderla con la belleza de la catedral de Chartres y los cantos de Neruda, las sinfonías de Bethoveen o los lienzos de Velázquez. El lenguaje nos singulariza como humanos dotados de razón. Una terrible herramienta que depende del uso que hagamos de ella.

*"Filosofía, interrogaciones que a todos conciernen", de Víctor Gómez Pin. Editorial Espasa Calpe, 2008. Madrid.

No hay comentarios: