miércoles, 14 de diciembre de 2011

La arcilla de Higgs

La ciencia busca conocer la causa de las cosas y desvelar las leyes que determinan su funcionamiento. Es un afán irrefrenable de la inteligencia humana que ha de hallar respuesta al porqué de su existencia y del mundo que le rodea. No se conforma, por insuficiente, con las interpretaciones religiosas que ofrecen una explicación indemostrable de la vida, sino que pretende adquirir unos conocimientos obtenidos de forma científica, experimental y de manera irrefutable.

En el mundo microscópico de la materia se sabe de la existencia de los átomos como partículas elementales. Están formados por protones y neutrones, que configuran un núcleo sobre el que giran los electrones. Se creían indivisibles, pero ya se conoce que, a su vez, están constituidos por otras subpartículas aún más pequeñas y desconocidas denominadas quarks. A grandes rasgos, estos son los ingredientes que forman toda la masa del Universo hasta donde la ciencia conoce hoy. La Física, sin embargo, no se detiene y sigue empeñada en descubrir las zonas oscuras de su construcción teórica y acaricia la idea de demostrar la existencia del Bosón de Higgs, una partícula extremadamente efímera, relacionada con la masa.

Según la teoría cuántica, todos los campos de fuerza deben tener una partícula asociada. Como el fotón con el campo electromagnético, la detección del Bosón de Higgs demostraría la existencia del campo de fuerza Higgs. La interacción de las partículas con este campo sería lo que les proporciona masa. La importancia, en caso de demostrarse, del descubrimiento de la partícula de Higgs vendría dada porque significaría que la teoría del Universo que la Física ofrece es correcta. El Bosón de Higgs es la única partícula del Modelo Estándar -la teoría que explica las partículas y sus interacciones- cuya existencia todavía no se había podido demostrar experimentalmente.

Los indicios que se han encontrado de su existencia suscita el entusiasmo entre los científicos. Ayer se presentaron los resultados de los experimentos que deben explicar por qué tienen masa las partículas. Sin embargo, confirmar tales resultados requerirá aún algún tiempo, ya que el Bosón de Higgs no se puede observar directamente, sino que se detecta a través de las partículas que origina en su desintegración. Para ello se ha construido el acelerador de partículas más grande del mundo, el LHC (Large Hadron Collider) del CERN (Centro Europeo de Física de partículas), en el que trabajan miles de científicos de todo el globo. Se trata de un túnel subterráneo de 27 kilómetros de circunferencia, por el que se hacen circular dos haces de protones en direcciones opuestas, a velocidades cercanas a la de la luz, para hacerlos colisionar y detectar las partículas en que se descomponen, reproduciendo así algunas de las condiciones que hicieron posible el Big Bang que dio origen al Universo.

Si la pieza de este puzzle llegara a demostrarse y se confirmara la existencia de la “partícula de Dios”, como la describió el Nobel Leon Lederman, físico experimental, seguro que se generarían más interrogantes que respuestas. La ciencia ofrece certezas pero abre nuevas cuestiones que nacen de la curiosidad con que interroga a la realidad, permitiéndonos aumentar el conocimiento más exacto y completo de todo, incluido nosotros mismos. Es posible que la partícula de Higgs sea la arcilla con la que se prepara la masa que forma la materia del Universo, pero no frenará las ansias de sabiduría del ser humano. Seguro que inmediatamente deseará saber la composición de esa arcilla o de otros materiales que aún ignora. Cada avance proporciona nuevas preguntas. Así es la inteligencia.

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