martes, 15 de noviembre de 2011

La Razón allana el camino

Hay una “intentio” que sobrepasa al periodista y se inscribe en la ideología que caracteriza a La Razón y otros medios que allanan el aterrizaje de un neoliberalismo que está presto a aplicar sus doctrinas en todo lo que considera “gastos” y “despilfarro” en este país. Hoy han sido las empresas municipales de Sevilla y ayer fueron los maestros de Madrid, gente floja que opta por un puesto laboral en el sector público para “gozar” de las prerrogativas que confiere ser empleado público, vulgo funcionario. Se olvida el experto en periodismo de investigación de decir que esos trabajadores de la función pública, en cualquiera de sus administraciones -estatal, comunitaria o municipal- acceden al puesto mediante un concurso público al que podría opositar todo el que lo desee, incluido el propio periodista, para así resguardarse de “lo que está cayendo”. Claro que ello no le garantizaría, en absoluto, el nivel de renta que podría disfrutar si alcanzara la categoría de líder mediático de un gran medio privado de comunicación o ser un empresario que impone las condiciones en su empresa, que a lo mejor es a lo que aspira.


Como todo el mundo no puede ser “emprendedor”, la mayoría se conforma con ser trabajador por cuenta ajena y procura asegurar su futuro con la mayor estabilidad posible. Si para ello ha debido prepararse y opositar a un trabajo público, eso no le estigmatiza más que en la mente de los que pretenden que los servicios que provee el Estado pasen a ser nichos de negocio para el sector privado, que es lo que precisamente el mercado y sus adalides desean. ¿Si no a qué vienen tantas exigencias de “ajuste” y  “austeridad” que sirven para ir mentalizando al personal? ¿Para qué transportes públicos, hospitales públicos, colegios públicos y demás servicios públicos que agotan los recursos que se nutren de los impuestos, si ello puede ser servido con más ¿eficacia? por la empresa privada? Es por ello que hay que desprestigiar, ahora que una crisis internacional facilita la tarea, todos los servicios que proveía el Estado para instalar en la opinión pública el mensaje del “gasto” que suponen y el “despilfarro” que constituyen para las arcas del dinero público. Su pretendida ineficacia se describe mediante los presuntos privilegios que gozan quienes parecen que han obtenido el puesto arbitrariamente, como un regalo.

Resulta, no obstante, que el periodista que ha elaborado este artículo de La Razón exigirá una tutela judicial cuando la precise, una atención sanitaria al enfermar y unos transportes públicos si no dispone de medios para taxis y coche privado. Seguramente demandará una educación pública en su barrio cuando sus hijos empiecen la formación y unos bomberos y policías para velar por la seguridad de su entorno. Entonces, tal vez, perciba que, aunque todo ello pueda proveerse desde el sector privado, no todo el mundo podría costearlo, entre otras razones porque se instalaría en zonas donde económicamente resulten rentables. Esa es la diferencia entre lo público y privado que el artículo de La Razón obvia al relatar las bondades de lo privado en contraste con el “despilfarro” de las empresas municipales, obligadas a prestar servicios a toda la ciudadanía, incluida la de los barrios poco “rentables”, y al presentar a los trabajadores de las mismas como auténticos “vagos” -Esperanza Aguirre dixit-. Hay que “ablandar” al pulpo de la población para que se resigne a las medidas liberalizadoras y desreguladoras que los ansiosos del “cambio” desean aplicar. Y para ello, nada mejor que propalar, faltando si se tercia a la verdad, que el doctor Montes hacía eutanasia en los hospitales de Madrid, que los profesores no quieren trabajar más de 20 horas a la semana o que en Tussam ganan más dinero y trabajan menos que nadie. Claro que conociendo de dónde proceden los bulos es fácil entender sus “intentio”, aunque cause tristeza prestarse a semejante manipulación y encima pretender dar lecciones. Olvida aquello de que periodista no es sólo el que trabaja en un medio, sino el que “cuenta a la gente lo que le pasa a la gente”, aunque sea en un humilde blog. Y puestos a escoger, prefiero la humildad de un bloguero a la suficiencia avasalladora del instalado en la atalaya del absolutismo mesiánico.

No hay comentarios: