domingo, 6 de noviembre de 2011

Domingo

La semana se precipita torrencial por la cascada del tiempo sin lugar para el remanso entre los márgenes escurridizos y raudos de la existencia. Imposible detenerse a disfrutar de esos instantes contemplativos en que se refugia la belleza, cuando los latidos se calman para que la paz anide en los ojos sorprendidos de quien logra contemplarla y donde el aire reverbera con la luz translúcida y cálida del amor. Sólo el domingo, con su sosiego fugaz, es capaz de atrapar la eternidad efímera de un beso e impregnar de sentido esta inútil impaciencia por llegar a ninguna parte.


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