viernes, 4 de noviembre de 2011

Extraño

Me levanto por la mañana y ni siquiera me miro al espejo. Me aseo y visto movido por un automatismo que me impide recordar lo que acabo de hacer. Al llegar al trabajo no puedo precisar por qué calles he circulado ni cuántos semáforos he cruzado. Hay días en que ni siquiera me acuerdo dónde he aparcado el coche. Las horas transcurren con la misma monotonía soporífera que embota los sentidos y adormece la consciencia. Nada sucede sin que forme parte de la rutina. Al regresar a casa, la televisión vomita las mismas noticias cada día y las conversaciones versan sobre temas ya trillados. Al final de la jornada, me acuesto al lado de una mujer que ya no me pregunta cómo he pasado el día porque nunca supe responderle. Se ha acostumbrado a dormirse mientras pronuncia un buenas noches mecánicamente. Cuando cierro los ojos, la oscuridad ilumina un pensamiento que me desvela hasta que una sensación de extrañeza me sumerge en el sueño y la amnesia.

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