Sin embargo, somos derrochadores de energía. No hace falta más que ver la fotografía del satélite para constatar no sólo la contaminación lumínica de nuestras ciudades, sino el despilfarro eléctrico que ello supone. Tal exuberancia de luces la conocen los críticos del ahorro energético, quienes deben, no obstante, oponerse a cuántas medidas se adopten por venir de donde provienen. Es lo que se desprende de un artículo publicado en el diario ABC por Eduardo San Martín en el que reconoce que la “política de ahorro energético propuesta por el Gobierno opera sobre una realidad incontestable y procaz”, pero la tacha de tener un impacto tan ridículo como el de “una regadera sobre un incendio”. Y sugiere que lo suyo hubiera sido subir los impuestos a los carburantes y restringir drásticamente el uso del coche. Yo me pregunto: ¿qué hubiera escrito si el Gobierno hubiera adoptado su propuesta? ¡Madre mía!
Fotografía obtenida del blog El beso en la luna (mizar.blogalia.com).
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