A veces creemos que asistimos a situaciones o experiencias que ya habíamos vivido anteriormente. Son corazonadas o sensaciones difíciles de demostrar ante los demás. Es lo que los franceses denominan dèjá vu, es decir, lo “ya visto”. El 80 % de las personas afirma haberlas experimentado en alguna ocasión. Ello no es extraño si consideramos que los problemas y los temas que suelen preocuparnos apenas cambian con el tiempo, simplemente vuelven a reaparecer tras un período en silencio, se actualizan y olvidamos haberlos abordado en el pasado. Al recuperarlos, un chispazo nos hace sentir que aquello era algo que habíamos padecido. Nos provoca un dèjá vu.
Como país, España está hoy viviendo un perfecto dèjá vu. No es sólo que el Gobierno de Aznar haya sido el que legisló medidas para ahorrar energía que ahora critica, sino que el conjunto de la actualidad parece repetir la vivida hace más de 30 años. Es, posiblemente, pura coincidencia, pero no deja de ser curiosa, salvo que entonces nadie osaba minusvalorar, y mucho menos criticar, las decisiones del Gobierno. Es una muestra de que el dèjá vu no sólo es posible, sino que la política actúa desde la desmemoria de la gente, incluso de hechos más recientes.
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