viernes, 6 de agosto de 2010

La mierda del deporte

Practicar deporte ha acompañado al hombre a lo largo de la historia. Es una forma de entrenarse para la competición de la vida, donde los mejores alcanzan los objetivos propuestos. Como seres constituidos de mente y materia, cuidar una era inseparable de fortalecer la otra para el mantenimiento del equilibrio entre el espíritu y el cuerpo, como aconsejaba el filósofo: mens sana in corpore sano.

La nobleza del deporte radica en la limpieza sin trampa de su práctica, donde los deportistas se miden en igualdad de condiciones. De otra manera no se entiende el deporte. Sin embargo, cuando la competición se convierte en un espectáculo que genera ingentes cantidades económicas, el deporte pierde aquella laureada inocencia atesorada de virtudes para convertirse en una intrincada maraña de intereses que persiguen fines bastantes más turbios.

La exigencia en algunos deportes de esfuerzos al límite de las posibilidades humanas y los dineros que se mueven en algunas competiciones, son algunas de las causas que inducen a la manipulación y a cometer fraudes que garanticen los éxitos ansiados. Parece que ya no vale aquello de que "lo imparte es participar", sino ganar a cualquier precio. Y el precio consiste en el dopaje para arañar algunas décimas (caso del ciclismo), más musculatura y resistencia (atletismo) o la mafiosa compra del adversario para que se deje ganar (fútbol, con el caso Brugal), entre otros métodos fraudulentos.

Casi ninguna disciplina deportiva, y menos aún aquellas que atraen la atención de millares de seguidores y constituyen en sí mismas entramados económicos de cifras astronómicas, se encuentra libre de la tentación de modificar unos resultados que pudieran afectarle negativamente, en especial los de la cuenta de resultados, en tanto en cuanto se comportan como empresas que aspiran más a la consecución de beneficios que a la simple lid entre contrincantes deportivos.

No me extraña que, en ese ambiente donde prima el poder y el dinero, los jóvenes que se inician en cualquier deporte, máxime si es popular, lo hagan movidos más por el lucro y la notoriedad social que por la satisfacción de participar en una competición. La televisión y los bancos han introducido sus manos en un mundo donde hacen negocio y en el que los equipos se han transformado en sociedades anónimas. Nada más lógico, pero también más triste.

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