martes, 17 de agosto de 2010

Hechizo otoñal

Agosto ha sucumbido al hechizo de los días grises de otoño. Por unas horas, nubarrones tristes desplazaron al sol y dejaron escapar una lluvia que golpeaba desorientada la tierra seca del verano. Entre las rendijas de las ventanas se escurría un aire húmedo que olía a tierra mojada y a castañas. El viento quiso recobrar su ímpeto juvenil zarandeando las ramas de los árboles, mientras el polvo de las ramblas era barrido por el frenesí de unos torrentes azarosos. Tras el espejismo, el calor volvió a reinar en un verano que sueña ya con las flores de los almendros moteando el paisaje ocre de los campos. Fue un hechizo que despertó la añoranza del otoño en pleno agosto, como un suspiro de esperanza.

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