sábado, 24 de julio de 2010

Espejismo

Caminaba despacio, con la cabeza baja y los brazos caídos. No tenía fuerzas ni para levantar los párpados y respiraba convulsivamente, con la boca entreabierta. Arrastraba un cansancio tan pesado que sus pies apenas soportaban unos zapatos grises como el plomo. El sol reverberaba en el aire quieto y sofocante que asfixiaba al respirarlo y emitía un chirriante quejido que atormentaba cual chicharras en el oído. Se encontraba solo en medio de la nada, pero su orgullo le impedía darse la vuelta y reconocer que le habían fallado. Cada vez que elevaba la vista, la veía surgir como una aparición de entre la polvareda, pero no podía abrazarla porque nunca conseguía alcanzarla. Por eso seguía caminando. Confiaba ciegamente en la promesa que ella le había dado, sin darse cuenta de que perseguía un espejismo.

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