Si en nuestro comentario proponíamos alcanzar un acuerdo de Estado para fijar los límites infranqueables en toda negociación autonomista, el de estos autores confirma que bajo la Constitución de 1978 y los Estatutos de Autonomía se consiguen los mayores niveles de autogobierno de toda Europa, con una concepción de España como “nación de naciones” que reconoce la diversidad identitaria y abarca, no sólo los preceptos legales, sino también a las emociones y sentimientos de pertenencia a los que hace referencia culturalmente el término de nación.
Aunque la literalidad de la Constitución no lo recoja expresamente, España tiende a configurarse como un Estado federal en el que conviven identidades diversas y una pluralidad de naciones bajo un mismo espacio. Apostar por fortalecer esta estructura que tan buenos resultados ha dado hasta la fecha es apostar por reconocer esos sentimientos de pertenencia, rechazando todo nacionalismo centrípeta o centrífugo como elementos minoritarios y distorsionadores de la realidad, aunque sumamente potentes a la hora de ensombrecer el 95 % de lo conseguido con el 5 % de los problemas que ellos mismos generan.
Tal vez un poco más de lealtad institucional y de sentido común (Acuerdo de Estado) podrían encauzar el vocerío sobre la configuración territorial de España en la discusión de salón a que en última instancia se reduce, dejando las energías para combatir los verdaderos problemas que preocupan a los ciudadanos: la crisis económica y el mantenimiento del Estado de bienestar social.
*Apuntes sobre Cataluña y España, Carme Chacón y Felipe González, El País, 26 julio 2010
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