lunes, 1 de noviembre de 2010

Fotograma, 27

Hay una postal que el niño nunca olvidará: la playa de Luquillo. Es uno de aquellos recuerdos que influyen en la imaginación y cuyos rasgos definitorios quedan por siempre grabados entre los repliegues del tiempo. Expresan lo que somos, hijos de un lugar y de un tiempo. Más que un recuerdo sobrevalorado por la memoria, conforman una seña de identidad que el tiempo forja en la distancia y la ausencia.


Eso era Luquillo: una playa de palmerales que el Caribe lamía con el embelesamiento empalagoso de un enamorado. En sus orillas el niño contempla un mar que nunca había presenciado y en el que juega con unas olas que lo balancean con la ingravidez de lo velado. Sumergido hasta el cuello, sin atreverse a perder pie con una tierra que no pierde de vista, el niño se deja hamacar con la imprudencia de un incauto. Se aleja en el mar hasta donde su altura le permite vislumbrar un horizonte silencioso de palmeras que bordean un litoral de espuma y arena, al que una sierra frondosa, que obstaculiza las nubes en su deambular majestuoso, sirve de telón de fondo. Allí, en medio de un mar de miedo y soledad, el niño se deja embriagar por el influjo de lo inabarcable y la frágil resistencia de lo humano, aferrado con un dedo a un fondo arenoso que podría abandonarlo a las corrientes de la temeridad.

Quizás por ello, aquel lugar paradisíaco queda cincelado entre sus imágenes como la belleza que no está exenta del peligro que siempre la acompaña y que está dispuesto a tentar a los que de dejan deslumbrar por su hermosura. Más que un destino esporádico de vacaciones, aquella playa fue un icono vital que el niño recordará de por vida y al que regresaría en cuanto la oportunidad se lo permitiera. Porque más que el sitio en sí, las sensaciones que despierta también moldean con trazo indeleble la personalidad de quien las siente. De ahí que Luquillo mantenga esa atracción podferosa entre los recuerdos del niño y perviva en su memoria como una referencia insorteable que emergerá en sus sueños. La playa de su infancia.

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