lunes, 18 de noviembre de 2013

Ética de la propiedad

La asunción de la propiedad privada como derecho natural es una de las cuestiones que enfrenta a las ideologías que teorizan sobre el modelo de sociedad. Para el filósofo Robert Nozick, “padre” de lo que hoy conoceríamos como neoliberalismo, no hay más derechos que los naturales, que se limitan a las libertades individuales y al derecho de propiedad, por lo que considera que, cuanto menos Estado, más justicia existe. Ya Locke preconizaba con varios siglos de antelación la libertad como capacidad de poseer, deduciendo que el derecho natural a la propiedad es, al mismo tiempo, un principio moral porque de él resulta la libertad individual.

Ese principio del derecho a la propiedad ha sido discutido por otras corrientes filosóficas que arremeten contra la propiedad como origen de los males y la discriminación que se producen entre los hombres. Jean-Jacques Rousseau ya advertía de que la propiedad privada es un derecho exclusivo de los ricos. Así, la sociedad erigida bajo ese supuesto estaría dominada por la opresión de los fuertes, las tensiones de los avariciosos y los peligros por proteger las pertenencias de los propietarios. Culpaba de todos los males a la propiedad privada: “El primero que habiendo cercado un terreno se atrevió a decir "esto es mío", y encontró gente tan estúpida como para creérselo, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”. Y del capitalismo, se podría añadir.

Por eso abogaba por regular y proteger ese derecho de tal manera que la distribución de la propiedad fuera más justa, a través de la consecución de un “contrato social” que evite el despotismo de los ricos a favor de la voluntad general. Pero no dejaría de ser una idea en la que prevalecería la regla de la mayoría, pues la voluntad general se conformará con el dominio de una de las voluntades grupales en disputa sobre las demás.

Para conseguir una sociedad más equitativa, John Rawls establece la idea de justicia distributiva como complemento al principio de libertad. Entiende que la libertad sería un engaño si no contempla la corrección de las desigualdades. Un criterio para establecer esa justicia distributiva sería adoptar la opción más beneficiosa para los que están peor situados. En términos contemporáneos, la de Rawls sería una justicia socialdemócrata; y la de Nozick, una justicia neoliberal.

Kant afirma que gracias a la libertad no estamos totalmente determinados por causas naturales y que sin el supuesto de la libertad no tendría sentido la moralidad. Para él, la ley moral se impone al sujeto en forma de un imperativo, que será categórico y no hipotético, un mandato no condicionado por ningún propósito. Y necesitamos la ley moral porque ni somos santos ni siempre racionales. Así, a partir del deber moral se llega a la libertad, pero sólo si hay libertad puede darse el deber moral. Y su poder reside sólo en la razón, pues es un "apriorismo", un juicio sintético a priori que no refleja lo que hacemos, sino lo que debemos hacer.

Marx advertía de que la moral, la religión o el derecho son construcciones ideológicas que expresan los intereses de una clase social, la más poderosa y dominante, no una racionalidad universal. De ahí que afirmara que la moral es inevitablemente clasista, que impone el derecho de propiedad como un derecho natural porque sirve para mantener un orden social en el que sólo unos cuantos acumulan propiedades y riqueza en detrimento de los trabajadores. Un derecho que enmascara la injusticia y la inmoralidad, por lo que criticar y combatir la explotación que sufren los trabajadores supone un ideal de justicia distributiva.

John Stuart Mill, en su libro Sobre la libertad, hace un alegato contra la tiranía social basándose en el valor intrínseco de la libertad individual, en especial de pensamiento y discusión, porque la verdad absoluta no es patrimonio de nadie, sino que se alcanza por el contraste de las opiniones diversas. Su obsesión era poner límites al poder político y social para que no intervengan en la libertad de las personas. Jean-Paul Sartre recelaría de esa libertad, pues piensa que el hombre se engaña a sí mismo al creerse libre cuando nunca lo ha sido, ya que no ha podido dejar de estar influido por una determinada situación social y política que lo condiciona.

Con estos postulados sobre el derecho a la propiedad convergemos en el principio del debate filosófico al cuestionar la universalidad de nuestros valores, no como algo “natural”, sino convencional, surgido de un acuerdo racional y cultural. Una reflexión que se inicia con los sofistas, partidarios de la argumentación racional para atender las preguntas que preocupan a la mente humana, situando al hombre como “la medida de todas las cosas”, pasando por Aristóteles, quien concibe “la ética como una teoría de la acción humana en este mundo” y terminando con la filosofía analítica, de la Escuela de Frankfurt, que utiliza la hermenéutica como una nueva forma de comprensión de la realidad a partir de la capacidad lingüística del ser humano y en la que el lenguaje es el principal objeto de estudio. Porque -para Habermas- por el lenguaje, el hombre se realiza en la historia.  
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Victoria Camps: Breve historia de la ética, RBA Libros, S.A., Barcelona, 2013.

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