jueves, 5 de julio de 2012

Por encima de nuestras posibilidades

Cuantas más reformas se emprenden, más se recorta el gasto, más empleo se destruye y la actividad económica permanece en estado catatónico, los ciudadanos siguen viviendo por encima de sus posibilidades, lo que, a juicio de los que adoptan todas estas decisiones empobrecedoras, fue la causa de la interminable y profunda crisis que padecemos. Cuanto más se limita la capacidad de consumo de la gente, ésta se sigue endeudando, menos que antes pero se endeuda, seguramente porque no renuncia a seguir viviendo y confía en que algún día esas “vacas gordas” que otros nunca dejan de acariciar también se acuerden de los maltratados por los gestores de la política económica, es decir, la única política en realidad.

Resulta que, por primera vez en los últimos doce años -desde al menos el año 2000-, el consumo superó a las rentas, lo que significa que se gasta más de lo que se gana y, por tanto, no sólo no se ahorra (¿quién puede ahorrar en estos tiempos?), sino que se echa mano de los créditos o de los ahorrillos escondidos bajo el colchón. Una conducta comprensible por cuanto las familias podrán viajar menos, pero tienen que sobrevivir a las penurias de la actualidad gracias al endeudamiento que todavía les es posible. No es de extrañar, en esta situación, que los que tenían posibilidad de ahorro, ahorren menos, pero los que tiraban para adelante con deudas, sigan endeudándose aún más, a pesar de lo cual el poder de compra de los ciudadanos, en su conjunto, ha descendido un 1,3 por ciento en un año.

Vivir por encima de las posibilidades es la única manera de vivir para una mayoría de la población que, con sueldos escasos o nulos, han de afrontar la adquisición de cualquier bien de consumo. Desde una hipoteca hasta la letra de un televisor son deudas que se financian con ahorros o créditos que brinda el mercado financiero. Pero culpabilizar al endeudado de los abusos cometidos por el prestamista, quien no sólo ofertó créditos con excesiva generosidad y benevolencia (incluso a insolventes), sino que además engañó a clientes (hipotecas subprime, tasaciones por encima de su valor e inversiones en preferentes) y a sus cuates y autoridades (véase el escándalo de Barclays y Banco de Inglaterra en Reino Unido por la manipulación de datos en el crédito interbancario), es hacer recaer la responsabilidad de una crisis en los damnificados por ella, en una maniobra perfectamente diseñada para proteger a los verdaderos culpables (agentes, agencias y gobiernos) de un capitalismo desenfrenado por falta de regulación, justo lo que sigue exigiendo –más desregulación-, en nombre de esos todopoderosos mercados, los políticos adscritos al liberalismo económico más inhumano.

En este contexto, produce grima escuchar al ministro Guindos anunciar “esfuerzos adicionales”, y al presidente Rajoy decir que apretará el acelerador de unas “reformas” que –léanse bien: recortes, bajadas de sueldos y más impuestos- no son para socorrer a los ciudadanos, sino por ayudar a esa banca para la que se ha solicitado el millonario rescate a Bruselas. Y para justificar esta dura política de “austeridad”, se sigue aduciendo el vivir por encima de las posibilidades de los españoles, a quienes se les recortan rentas y se le eliminan derechos conquistados con sangre, sudor y lágrimas, aunque, por lo que desvelan las estadísticas, de manera inútil: seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades. ¿Qué querrán, que nos dejemos morir de inanición?

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