Resulta que, por primera vez en los últimos doce años -desde
al menos el año 2000-, el consumo superó a las rentas, lo que significa que se
gasta más de lo que se gana y, por tanto, no sólo no se ahorra (¿quién puede
ahorrar en estos tiempos?), sino que se echa mano de los créditos o de los
ahorrillos escondidos bajo el colchón. Una conducta comprensible por cuanto las
familias podrán viajar menos, pero tienen que sobrevivir a las penurias de la
actualidad gracias al endeudamiento que todavía les es posible. No es de
extrañar, en esta situación, que los que tenían posibilidad de ahorro, ahorren
menos, pero los que tiraban para adelante con deudas, sigan endeudándose aún más,
a pesar de lo cual el poder de compra de los ciudadanos, en su conjunto, ha descendido
un 1,3 por ciento en un año.
Vivir por encima de las posibilidades es la única manera de
vivir para una mayoría de la población que, con sueldos escasos o nulos, han de
afrontar la adquisición de cualquier bien de consumo. Desde una hipoteca hasta
la letra de un televisor son deudas que se financian con ahorros o créditos que
brinda el mercado financiero. Pero culpabilizar al endeudado de los abusos
cometidos por el prestamista, quien no sólo ofertó créditos con excesiva
generosidad y benevolencia (incluso a insolventes), sino que además engañó a
clientes (hipotecas subprime, tasaciones por encima de su valor e inversiones
en preferentes) y a sus cuates y autoridades (véase el escándalo de Barclays y
Banco de Inglaterra en Reino Unido por la manipulación de datos en el crédito
interbancario), es hacer recaer la responsabilidad de una crisis en los damnificados
por ella, en una maniobra perfectamente diseñada para proteger a los verdaderos
culpables (agentes, agencias y gobiernos) de un capitalismo desenfrenado por
falta de regulación, justo lo que sigue exigiendo –más desregulación-, en
nombre de esos todopoderosos mercados, los políticos adscritos al liberalismo
económico más inhumano.
En este contexto, produce grima escuchar al ministro Guindos anunciar “esfuerzos
adicionales”, y al presidente Rajoy decir que apretará el acelerador de unas “reformas”
que –léanse bien: recortes, bajadas de sueldos y más impuestos- no son para
socorrer a los ciudadanos, sino por ayudar a esa banca para la que se ha
solicitado el millonario rescate a Bruselas. Y para justificar esta dura política
de “austeridad”, se sigue aduciendo el vivir por encima de las posibilidades de
los españoles, a quienes se les recortan rentas y se le eliminan derechos conquistados
con sangre, sudor y lágrimas, aunque, por lo que desvelan las estadísticas, de
manera inútil: seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades. ¿Qué
querrán, que nos dejemos morir de inanición?
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