La “infopolución” y la trivialización de la información se consigue con el exceso de noticias e información que aparentemente tenemos a nuestra disposición. Es una forma de dominación que el sistema ejerce sobre nosotros, consciente de que la mayoría nos conformamos con leer titulares sin investigar las causas profundas de los problemas. La consolidación del imperio de los googles y las wikipedias, pero también de los medios de comunicación en general. La mayoría de ellos busca la masa, al público inmenso e indiferenciado que consume información con la misma pulsión con que adquiere cualquier otro producto: consumo.
La información, en vez de aportar datos y criterios razonados de comprensión, ofrece espectacularización, se convierte ella misma en espectáculo, adelgazando hasta la simplificación los hechos y construyendo mensajes emotivos que buscan conmover, no convencer con el raciocinio. De esa manera pretendemos conocer el mundo, a través de pantallas audiovisuales que nos deslumbran con imágenes brillantes que no requieren una actitud activa de asimilación, sino simple contemplación pasiva y desocupada. El triunfo de la imagen sobre unos textos que, de existir, han de ser breves y concisos. No hay investigación y estudio, sino mera recopilación de datos repetitivos hasta la saciedad a través de las redes, sin confirmación ni contraste en fuentes fiables.
Con ello elaboramos un simulacro de la realidad, una versión naif de lo que sucede para calmar nuestra curiosidad superficial por el entorno. Si todos ofrecen lo mismo, se acude al espectáculo para competir, para captar la atención. Lo importante, entonces, no es el delito cometido, sino los personajillos que están implicados y las caras compungidas con que acuden a los juzgados. Adquiere relevancia lo superfluo y banal, no las causas que interesan a la sociedad para evitar y solucionar los problemas.
Lo grave es que estamos tan habituados a esa “estandarización” de la información que creemos que es información, no manipulación. Posiblemente no sea intencionada, sino derivada de la cultura de masas en la que estamos inmersos, pero es igual de embrutecedora que la más obtusa de las censuras. Es infopolución y es tóxica. Nadie puede escapar de esa saturación informativa, pero se puede ser consciente de sus efectos, abriéndonos a la pluralidad y ampliando lecturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario