lunes, 21 de marzo de 2016

Patético Día del Padre

Hay celebraciones que son tan artificiales que resultan ofensivas. Cuesta trabajo entender el motivo por el que se instituyen unas conmemoraciones que sólo sirven de excusa para el consumo o la nimiedad. No han transcurrido ni quince días de una conmemoración huera, cuando vuelve el calendario a soliviantarnos con otra que es una afrenta a la sensibilidad e inteligencia. Dos celebraciones absurdas e inútiles en un mismo mes. La última, una dedicada a la paternidad como hecho a magnificar en un mundo que está a punto de extinguirse por explotación de sus recursos a causa de la sobrepoblación. El pasado 19 de marzo se ha celebrado el Día del Padre, la conmemoración más hipócrita y absurda que se conoce desde que se organizan este tipo de estulticias cuya única finalidad es comercial. Si ya habíamos lamentado el dedicado a la Mujer Trabajadora porque un día no resuelve, en absoluto, la desigualdad que sufre la mujer en casi todos los órdenes de su vida, no sólo en el trabajo, por el mismo motivo despreciamos esta estrategia mercantil de manipular la emotividad de los hijos, si es que la tienen, hacia sus progenitores por promocionar unas ventas que satisfagan un afán lucrativo.

Ni el motivo que supuestamente persigue esta celebración ni la excusa histórica en que se basa soportan un planteamiento racional y sensato. En primer lugar, porque no hay necesidad de concienciar agradecimiento alguno hacia el padre, por cuanto tal sentimiento depende de la educación y la crianza que los hijos hayan mamado en el seno de cada familia. Más bien son necesarias más escuelas y más facilidades para la educación. Y en segundo lugar, porque no parece apropiado relacionar una festividad religiosa, cogida por los pelos, para honrar la paternidad, ya que escoger como símbolo, en los países de tradición católica, a san José, el padre putativo de Jesús, resulta no sólo artificial sino contradictorio, puesto que según la Biblia el marido de María no fue padre ni contribuyó en nada a la concepción milagrosa de su supuesto Hijo. Si se hubiese seleccionado este santo para conmemorar el Día del Hijo No Natural, a lo mejor esta leyenda religiosa hubiera resultado más oportuna y acertada. 

Y es que el patético Día del Padre siquiera sirve para sensibilizar sobre el respeto y la honra que los progenitores merecen cuando tales valores están en retroceso en una sociedad decadente y materialista como la nuestra, en la que impera el egoísmo, la competitividad y la acumulación de inutilidades que te hacen parecer más importante cuanto más tonterías adquieras. Ni las colonias ni las corbatas suelen venir movidas por el amor o la gratitud, en todo caso por la sensiblería hipócrita de unos descendientes que pecan de consumistas pese a sufrir la carencia de oportunidades que les ofrece un presente lleno de dificultades y donde estudiar no es garantía ni de futuro ni de modales. Si los hijos engreídos “pasan” de sus padres y los oprimidos no están para acordarse de chorradas como las del Día del Padre, los únicos que pueden permitirse la veleidad de felicitar a sus “viejos” son los que creen que, por un día, ya demuestran lo presentes que tienen a sus padres y su preocupación por ellos.

Salvo para la actividad mercantil, que así incrementa sus ventas, el Día del Padre es el invento más inútil y bochornoso que existe en el calendario de festividades. Aparte de su carácter comercial, parece premeditadamente instituido para consolidar un modelo de familia y un contexto social determinado, basado en el matrimonio heterosexual tradicional, en que el patriarcado configura una estructura social machista dominante. Si sólo fuera por ello, el oprobio que causa es suficiente para suprimir esta conmemoración. Pero es que, además, el patético Día del Padre aumenta el número de ingenuos que se guían siguiendo reclamos comerciales y expresan sus sentimientos por indicación propagandística, no por sincera y espontánea voluntad. ¡Puaf! 

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